Acción social

Las bibliotecas públicas: agentes comunitarios de transformación social

Elena Cotarelo Álvarez. Directora de la Biblioteca Municipal de La Laguna

Rafael Ramos Claudio. Ayudante de Bibliotecas del Ayuntamiento de Madrid

 

1. Introducción

En la actualidad, las bibliotecas públicas han trascendido su función tradicional de ser meros repositorios de conocimiento para consolidarse como un actor clave en la transformación social. Estas infraestructuras sociales de libre acceso desempeñan un papel de especial impacto en la reducción de desigualdades, la promoción de la inclusión social y el fortalecimiento del tejido comunitario, convirtiéndose en espacios de aprendizaje continuo, participación ciudadana y desarrollo cultural.

Eric Klinenberg (2021), sociólogo y autor del libro Palacios del pueblo, define la infraestructura social como el conjunto de instalaciones físicas que permiten la conexión y el encuentro entre personas, promoviendo la interacción social y la creación de relaciones significativas.

Dentro de estas infraestructuras, las bibliotecas públicas ocupan un lugar destacado, ya que ofrecen un entorno seguro, inclusivo y accesible donde las personas pueden reunirse, aprender y colaborar, sin la necesidad de consumir ni producir, características que permiten fortalecer el engranaje social y comunitario. Para maximizar su impacto, las bibliotecas necesitan una planificación estratégica que anticipe las necesidades del contexto local y fomente sinergias con otros agentes culturales, educativos y sociales del territorio. El poder democratizador que tienen las bibliotecas públicas garantiza el acceso equitativo al conocimiento, creando puentes entre diversos sectores de la comunidad.

 

2. Un poco de contexto

Desde sus inicios, las bibliotecas se han distinguido por su carácter cooperativo. La implementación de estándares internacionales y catálogos colectivos ha facilitado su adaptación a los avances tecnológicos. Las directrices de la IFLA/UNESCO han promovido, desde el año 1994, las pautas que deben seguir las bibliotecas públicas. En el manifiesto de la UNESCO, revisado y actualizado en el año 2022, se hace una referencia más notoria a la participación ciudadana y al trabajo hacia la comunidad que realizan las bibliotecas públicas: Las bibliotecas crean comunidades, actuando proactivamente para llegar a nuevos usuarios y apelando a la escucha eficaz para promover el diseño de servicios que satisfagan las necesidades locales y contribuyan a mejorar la calidad de vida.

El espacio de las bibliotecas públicas se ha convertido en un lugar esencial en el marco de sus funciones de socialización y de sociabilidad, promueve tanto la interacción como la integración social. El quehacer de la biblioteca pública se asocia con el interés constitutivo de un conocimiento liberador que apueste por la convivencia y la participación; que, además, brinde los estímulos necesarios para que los sujetos sean responsables de sus procesos de formación y transformación. Dichos procesos implican un giro conceptual, tanto en los paradigmas de acceso a la información y al conocimiento como en la identificación de las prácticas ciudadanas que aportan a las transformaciones sociales desde la biblioteca pública (Jaramillo, 2012). El énfasis del sistema actual de aplicar soluciones individualistas a las problemáticas sociales, como el acceso a información a través de la tecnología personal, tiende a eclipsar el valor colectivo de instituciones como las bibliotecas.

La existencia y el uso activo de estos espacios públicos son fundamentales para el desarrollo de normas sociales que promueven el respeto mutuo y la cooperación entre los miembros de la comunidad, facilitando, a través de la interacción, la creación de códigos de conducta implícitos que mejoran la convivencia. Una de las principales funciones del personal bibliotecario es conocer a las personas que acuden al espacio, conversar con ellas, confluir y establecer vínculos a través de la cotidianidad. Esa cercanía en las relaciones humanas ha permitido que las profesionales bibliotecarias sean consideradas como una de las profesiones mejor valoradas de atención y servicio público, siendo capaz de mitigar las desigualdades en cuanto al capital social y cultural simplemente por el hecho de existir.

 

3. La habitabilidad del tercer lugar

El concepto del tercer lugar, propuesto por Ray Oldenburg (1989) en The Great Good Place, describe los espacios comunitarios que no son ni el hogar (primer lugar) ni el trabajo ni la escuela (segundo lugar), pero que son fundamentales para la vida social, el sentido de comunidad y la democracia participativa. Estos espacios fomentan la interacción, el descanso, el entretenimiento y el aprendizaje, todo en un ambiente que es neutral, accesible e inclusivo. Las bibliotecas públicas también se presentan como centros de conocimiento, innovación y cohesión social, es por todo ello que los vínculos que se generan dentro de ellas cobran un carácter particular. El público que acude a estos espacios de libre acceso es diverso y accede motivado por diferentes intereses o necesidades. Cobra una gran relevancia el horario tan amplio de apertura semanal de las bibliotecas, que fomenta la pluralidad en el público que acude y que a su vez se convierte en rutina en la vida de muchas personas. Servicios tan básicos como el suministro de prensa diaria y los equipos con acceso a internet, favorecen la presencia diaria de un público fiel, arraigado y con un fuerte sentimiento de pertenencia al espacio. En muchos casos, las bibliotecas se convierten en un lugar de acogida y de refugio para muchas personas que se encuentran en situaciones vulnerables, ya que proporcionan recursos fundamentales y son un espacio seguro que invita al descanso, la interacción social, la participación y el aprendizaje. De este modo podemos afirmar que las bibliotecas son lugares de refugio en todos los sentidos posibles, espacios en donde radica la riqueza literalmente humana.

 

4. Todo pasa por lo colectivo

Las bibliotecas públicas confluyen como laboratorios de vinculación entre personas que reducen el aislamiento social y la soledad no deseada, que funcionan como elementos que favorecen el aumento del bienestar de las personas, contribuyendo a mejoras en la salud pública, a través de la creación de alianzas estratégicas comunitarias. La raigambre social en las bibliotecas públicas hace referencia al profundo vínculo que estas instituciones tienen con sus comunidades. Los agentes que movilizan dinamizan y atraen a un público particular, también logran establecer sinergias entre ellos, nutriendo y ampliando la mirada en el enfoque de las aportaciones que vierten en la biblioteca.

Según mantiene Beirak (2022) en su libro Cultura ingobernable, la cultura no es una excepción ni algo extraordinario, es una herramienta de uso corriente para articular la vida común. El resultado de diseñar los proyectos y actividades de forma colectiva, poniendo el foco en los procesos y la atención en las demandas que permiten las mejoras en el desarrollo del servicio dirigido a las personas, enriquece la participación plural y el intercambio de ideas en el público diverso que habita la biblioteca. La filósofa Nancy Fraser (Fraser y Honneth, 2006) asegura que el sentimiento de pertenencia emerge cuando las personas se ven reflejadas en las normas culturales, en las políticas públicas y en la narrativa colectiva de la sociedad. Fraser relaciona el sentimiento de pertenencia con el reconocimiento y la representación, entendiendo que las comunidades justas sólo pueden construirse cuando las personas dejan de ser pasivas y se convierten en agentes activos.

 

5. Agentes comunitarios de transformación social

La actividad global que se desarrolla en las bibliotecas públicas debe ser pensada con un doble objetivo: satisfacer las necesidades del público fiel y atraer a la población que, a priori, no es usuaria habitual. Como hemos mencionado anteriormente, son claves las alianzas con los agentes que participan del entorno y el trabajo comunitario en el desarrollo de los proyectos.

Las experiencias personales que suceden en una biblioteca son múltiples y, en la mayoría de los casos, existe una relación con el espacio que evoluciona a lo largo del tiempo.

Un ejemplo puede ser cuando la biblioteca pública colabora con una entidad dedicada a dar respuesta a las necesidades personales, sociales y comunitarias de las personas con problemas de salud mental. Los proyectos para atender a este colectivo desde la biblioteca pueden ser diseñados de manera conjunta con la entidad, facilitando recursos y apostando por la eliminación de los prejuicios que hay en torno a las personas con malestar psíquico. Desde un enfoque social y comunitario, en este caso, la biblioteca colabora favoreciendo el vínculo con el espacio, fortaleciendo el sentimiento de pertenencia y, por ende, humanizando y ampliando los lazos con la comunidad.

Si nos situamos en el momento vital de las infancias, un perfil de usuario muy presente, las vivencias en torno a la biblioteca son dispares. Por ejemplo, un niño o una niña puede ser una lectora habitual de la biblioteca, siendo esta una actividad que forma parte de su rutina, de su desarrollo y de su aprendizaje. En este caso, es importante poner la atención en el capital cultural desde el que se parte. Es una realidad que no todas las infancias pueden acceder en igualdad de condiciones a los recursos que ofrece una biblioteca pública. Por ello, es importante el trabajo de cooperación que se establece con la comunidad educativa, que permite la elaboración de proyectos que se desarrollan en la biblioteca en horario lectivo permitiendo dar acceso a la cultura y al conocimiento a todas las infancias en igualdad de condiciones, favoreciendo que estas personas sean sujetos activos en tiempo presente y de cara al futuro.

Las estrategias comunitarias son el motor que permite impulsar esa transformación social que se traduce en un aumento del impacto en las conexiones humanas, en la inclusión social, el conocimiento, la salud pública, la diversión, la creatividad y la responsabilidad social.

 

6. Conclusiones

En este artículo se presenta a las bibliotecas públicas como agentes que intervienen socialmente en las comunidades, gracias a la propia esencia que las constituyen. Su carácter accesible, gratuito, plural, inclusivo y democratizador posibilita la armonización de los lugares donde se emplazan. El espacio de las bibliotecas es el lugar que permite la interacción, la cohesión social, el desarrollo cultural y comunitario.

Con el objeto de que todas las relaciones y conexiones humanas que se dan en la biblioteca puedan suceder con una mayor naturalidad, las infraestructuras físicas deben ser revisadas para poder satisfacer las necesidades comunitarias actuales. Por otro lado, debido al planteamiento actual de la gestión de la información, las infraestructuras tecnológicas y las Redes Sociales de las bibliotecas, deben estar encaminadas a la comunicación y a la creación de comunidades virtuales.

Es importante mencionar que durante muchos años las bibliotecas se han dedicado a invertir en formación dedicada a construir perfiles técnicos que permitieran reforzar una infraestructura tecnológica que hoy en día favorece el intercambio de información y facilita las labores bibliotecarias en el desarrollo de las colecciones. Actualmente, sería interesante plantear que la formación continua que recibe el personal de las bibliotecas públicas se enfoque en el desarrollo de estrategias comunitarias. Para ello se propone que los perfiles profesionales sean cualificados y estén también orientados al desarrollo comunitario, la educación social y la gestión cultural, para poder responder de una manera más eficaz a la demanda y visión actual de las bibliotecas públicas.

Es importante mencionar la falta de recursos que en muchos casos impiden fortalecer todo el potencial que tienen estas infraestructuras sociales. Actualmente las bibliotecas están pendientes de ocupar un lugar de referencia dentro de las administraciones a las que pertenecen. El carácter comunitario que las caracteriza es obviado en muchas ocasiones por las instituciones, siendo una tarea pendiente que se las reconozca como agentes imprescindibles con los que trabajar transversalmente en la planificación global de los territorios. Una evolución en la función cooperativa de las bibliotecas públicas hacia el intercambio de estrategias comunitarias y de buenas prácticas, podría favorecer las interacciones con el entorno de los territorios en los que prestan sus servicios, llegando a convertirse en agentes comunitarios claves de transformación social.

 

Bibliografía

Beirak, J. Cultura ingobernable. Barcelona: Ensayo Ariel, 2022

Fraser, N.; Honneth, A. ¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político-filosófico. Ediciones Morata, 2006.

Jaramillo, O. “La formación ciudadana, dinamizadora de procesos de transformación social desde la biblioteca pública”. Revista Interamericana de Bibliotecología. 2012, n° 1, vol. 35, 2012, pp. 73-82.

Oldenburg, R. The Great Good Place.  Paragon House, 1989.

Klinenberg, E.; Zumalacárregui Martínez, P. Palacios Del Pueblo: Políticas Para Una Sociedad Más Igualitaria. Capitán Swing, 2021.

Manifiesto IFLA-UNESCO sobre Bibliotecas Públicas 2022 en línea: https://repository.ifla.org/server/api/core/bitstreams/2c0a8fe5-72c9-4a0f-81e1-0692e6feb1c2/content

 

Número 20, 2025
A fondo

Voluntariado en tiempos de incertidumbre: sostener, imaginar y transformar el Tercer Sector

Mabel Cenizo. Trabajadora social. Responsable de voluntariado de Caritas Gipuzkoa

Marivi Roldán. Grado en educación. Coordinadora Estatal de Voluntariado y Participación

 

El artículo propone una lectura crítica y transformadora del voluntariado en el Tercer Sector de Acción Social, en un contexto marcado por crisis múltiples. Desde un enfoque ecosocial, feminista y comunitario, plantea claves estratégicas para sostener, imaginar y transformar la acción voluntaria como práctica política y solidaria.

 

Introducción

No resulta fácil caracterizar el actual contexto social en nuestro país. Sin pretensión de exhaustividad ni de orden, podríamos identificar tendencias como el cambio climático, la digitalización de la vida, el envejecimiento de la población, la crisis de los cuidados, la emergencia de la soledad como problema social o el crecimiento de las fuerzas políticas ultraderechistas. Estos fenómenos, sin duda, afectan y representan un desafío para nuestro Tercer Sector de Acción Social (TSAS).

Si bien este sector, en nuestro país se ha posicionado en gran medida como prestador de servicios sociales estandarizados de financiación pública, nunca ha abandonado otras facetas que también le son propias como pueden ser las que tienen que ver con la acción voluntaria, la canalización de iniciativas solidarias, la promoción de la participación ciudadana o el trabajo por la transformación social. Y, seguramente, estas otras facetas se vuelven más necesarias cuanto más arrecian desafíos sociales como los que hemos mencionado.

Por ello, queremos contribuir a la reflexión profunda y al debate abierto que creemos imprescindible para que nuestras entidades y redes del tercer sector tracen las estrategias más adecuadas en este momento histórico, y que puedan contribuir significativamente, junto con otros agentes de la sociedad, a la construcción de un futuro solidario, participativo, sostenible e inclusivo.

El artículo tendrá, por lo tanto, tres partes. En el primer bloque, identificaremos brevemente algunas de las crisis que atravesamos. En el segundo bloque, analizaremos las tensiones que esa nueva solidaridad puede estar demandando al tercer sector. Finalmente, en la tercera parte, abriremos una reflexión sobre claves y horizontes posibles que comienzan a vislumbrarse como necesarias en la reconstrucción de la solidaridad y la acción voluntaria y que puedan contribuir a canalizar la solidaridad que necesitamos ante los riesgos e incertidumbres del tiempo que vivimos.

Se trata de un diálogo que, desde nuestro punto de vista, puede —y debiera— renovar, enriquecer y fortalecer la acción solidaria y voluntaria como práctica socialmente comprometida, arraigada en vínculos comunitarios y orientada a la transformación estructural.

 

1. Más de una crisis a la vez y el presente del tercer sector por construir

Vivimos una era en crisis múltiples, que avanzan a diferentes ritmos e intensidades y definen nuestro presente. La crisis climática se acelera, mientras que la crisis social crece con el rechazo a la gentrificación y el auge de los movimientos populistas (Turiel, 2024). Así comienza la sinopsis del libro El futuro de Europa, escrito por Turiel —doctor en Física Teórica, licenciado en Matemáticas e investigador en el CSIC—, donde analiza los límites materiales y políticos del modelo social actual y plantea escenarios de transición profunda.

En una línea convergente, Fantova subraya que vivimos una época en la que, en no pocos lugares de nuestro entorno, el deterioro y descrédito de los bienes, espacios, políticas y servicios públicos universales (…) catalizados por el aumento de la desigualdad, segregación y fragmentación social, y potenciados interesadamente por voces poderosas en la conversación pública, alimentan en la población los discursos, sentimientos y comportamientos reaccionarios contra las políticas distributivas y el Estado de bienestar (Fantova, 2022).

Estas crisis no actúan por separado. La degradación ecológica y la erosión de los sistemas públicos de bienestar se retroalimentan, configurando un presente frágil y tensionado. Se trata de un fenómeno sindémico (Tangente, 2022: 4), en el que las crisis ecológica, social y política se agravan mutuamente bajo dinámicas estructurales de desigualdad. Tal como advierte Herrero, no es posible hacer una buena lectura de lo que está pasando en el mundo si no nos damos cuenta de que la crisis económica está en el corazón de la crisis ecológica (Herrero, 2018), una interrelación que impacta de manera directa en las instituciones sociales y políticas.

En este mismo sentido, tanto Pérez Orozco como el papa Francisco coinciden en señalar que no estamos ante una suma de crisis aisladas, sino ante una crisis multidimensional y acumulada, que puede calificarse incluso como crisis civilizatoria, en un contexto de emergencia planetaria (Pérez Orozco, 2012: 32). Una mirada compartida por el papa Francisco cuando afirma que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una única y compleja crisis socioambiental (Francisco, 2015: n.º 139). Comprender esta raíz común es esencial para abordar de manera integral el deterioro ecológico, la injusticia social y el debilitamiento de las instituciones.

Añade Garcés que vivimos en un tiempo histórico dominado por los escenarios de no futuro, donde el presente no se compromete con el futuro y sus posibilidades, sino que anuncia los modos de su final, en un contexto social que fortalece y reproduce su orden desde la lógica de la emergencia y de la excepción (Garcés, 2023: 52).

Estas voces expertas, desde perspectivas diversas pero complementarias, nos sitúan ante un escenario socialmente reconocible: crisis climática, fractura social, deterioro democrático y una emoción colectiva dominada por el miedo. Un miedo que no solo socava la confianza y la cohesión social, sino que también amenaza el funcionamiento de la democracia, cerrando el círculo de regresión y reforzando dinámicas de exclusión, precarización de la vida y desconfianza hacia el futuro. Como advierte Nussbaum, estos procesos tienden a proyectar la incertidumbre y el malestar sobre un “otro” percibido como amenazante —personas inmigrantes, minorías étnicas y religiosas, mujeres o personas LGTBI—, alimentando así discursos de odio y retrocesos en derechos (Nussbaum, 2019: 51–53).

 

2.Tercer Sector en riesgo o el fortalecimiento de la participación ciudadana

Las crisis actuales —económica, social, ecológica y política— afectan al conjunto de la sociedad y de sus instituciones. También impactan, de forma especialmente significativa, en el Tercer Sector de Acción Social cuya función social está vinculada al impulso de la justicia social, la igualdad, el cuidado del planeta, y que atiende a buena parte de las personas o colectivos más vulnerables ante estas crisis. Crisis que, lejos de remitir, continúan aumentando en intensidad y frecuencia, como venimos observando desde 2008 en nuestro país (FOESSA, 2024).

Por ello, proponemos identificar algunas de las tensiones más relevantes que atraviesan hoy al sector, con el fin de contribuir al diálogo imprescindible en la (re)construcción de una solidaridad organizada, que es —y seguirá siendo— necesaria para afrontar desafíos como el aumento de la desigualdad, la crisis climática, la polarización política, la sensación de falta de futuro y el miedo.

Podemos definir al Tercer Sector como un actor que existe en la proximidad con las personas (Renes, 2024: 48) y cuya existencia depende, en gran medida, de su papel como espacio privilegiado —aunque no exclusivo— de acción voluntaria organizada (Zubero, 1996: 44). Esta identidad relacional y participativa son claves para entender tanto sus potencialidades de futuro como sus limitaciones actuales.

Los riesgos sociales no son abstractos: se hacen visibles en ejemplos concretos y cercanos. Desde la crisis financiera de 2008, pasando por la pandemia de la COVID-19 hasta la reciente catástrofe climática vivida en octubre de 2024 (DANA), se han evidenciado algunas limitaciones estructurales del tercer sector para canalizar de manera sostenida y estructural la solidaridad ciudadana que emerge con fuerza en momentos de crisis.

Durante la crisis financiera, mientras las entidades del Tercer Sector se centraban en sostener servicios básicos en un contexto de recortes, fueron los movimientos sociales —como el 15M— quienes canalizaron las demandas de transformación estructural. De forma similar, durante la pandemia, redes vecinales y plataformas ciudadanas, esta vez en un contexto de expansión del gasto social, reactivaron la acción comunitaria con gran capacidad de improvisación, resiliencia y movilización, superando en muchos casos al tercer sector organizado. Esta respuesta ágil contrastó con la rigidez institucional y desbordó los marcos organizativos tradicionales del TSAS.

Entre los aspectos críticos que parecen afectar de forma significativa destacan, por un lado, el debilitamiento de la capacidad reivindicativa y la defensa de los derechos sociales, lo que implica una pérdida de la dimensión política del TSAS. Por otro, se suma la reducción progresiva de su base social junto con su dificultad para crear tejido social que están erosionando su dimensión comunitaria y relacional (POAS, 2016: 10).

Estas desconexiones han podido dificultar la canalización de formas significativas de participación ciudadana frente a las crisis, y han podido contribuir a que una parte de la ciudadanía no reconozca en las entidades solidarias un espacio apropiado para expresar su compromiso colectivo.

En este contexto, surge una disyuntiva incómoda: ¿está el tercer sector promoviendo una ciudadanía activa y transformadora o, por el contrario, limitándose a gestionar circuitos de implicación simbólica? El gran aporte del tercer sector en relación con la ciudadanía es la participación a través del voluntariado que es el elemento que le da singularidad. (Poyato, 2022: 13). Participar significa estar presente en, ser parte de, ser tomado en cuenta por, para, involucrarse, intervenir. Participar es incidir, influir, responsabilizarse. (Giménez, 2002: 45). Desde esta mirada, el voluntariado no puede limitarse a acciones puntuales o delegadas: debe ser una forma activa de construir comunidad y democracia.

Por eso, cuando el tercer sector promueve una participación simbólica o superficial, no solo debilita su misión, sino que desaprovecha una de sus herramientas más valiosas de transformación social. Como ha afirmado Villarino, directora del CERMI, el voluntariado es lo que realmente define al tercer sector, lo que diferencia al tercer sector. (Villarino en Servimedia, 2025)

No obstante, el sector enfrenta no solo dificultades para captar y retener el talento, la espontaneidad y la gran energía de quienes desean canalizar su activismo (Turienzo, 2022: 176) sino también retos como espacio formativo para la vida democrática. Se cuestiona, también, su capacidad para contribuir a la organización comunitaria y ofrecer respuestas tempranas, ágiles y adaptadas frente a las situaciones de crisis. (Fresno, 2014: 29)

El verdadero reto del TSAS es que su acción no acabe focalizada y reducida a la urgencia de lo inmediato perdiendo su perspectiva política, relacional, comunitaria, en definitiva, transformadora (Renes, 2024:63). Es urgente, por lo tanto, fortalecer los procesos estratégicos y de gestión de la participación y del voluntariado (Poyato, 2022: 13) para evitar que quede atrapado entre la lógica prestacional, la institucionalización y la respuesta asistencial.

El voluntariado puede y debe ser entendido como un movimiento ético y cultural que actúe al tiempo que denuncia, proponga cambios y contribuya a remover las condiciones que sostienen la desigualdad (Fouce, 2009). En esta misma línea, Mounier (1961: 123) nos recuerda que quien no hace política, hace pasivamente la política del poder establecido, lo que interpela directamente al voluntariado como práctica social con vocación de justicia.

Reforzar su dimensión política —no partidista, sino transformadora— es una condición necesaria para que el tercer sector no se limite a gestionar urgencias, sino que contribuya activamente a redefinir lo común. Como se ha ido señalando: lo que está en juego son los procesos que modifican, cambian y transforman las condiciones (estructurales, coyunturales, socio-ambientales, personales …) que pueden hacer posible/ imposible el pleno ejercicio de los derechos sociales como base inalienable de la plena integración social. (Renes, 2024: 63).

En este contexto, el TSAS se juega su propia sostenibilidad social e institucional que no tiene que ver solo con la financiación sino con su propio ser, su sentido y significado, su tarea y su función.  (Rodríguez Cabrero, 2016: 92–93)

 

3. Despertar futuros: el valor de imaginar y actuar en comunidad

Como venimos argumentando, la crisis climática ya no puede considerarse un riesgo a futuro, sino una realidad presente. Así lo advirtió Guterres, secretario general de la ONU, en la COP28 de Dubái (2023), subrayando que hemos abierto las puertas del infierno climático. Esta constatación interpela de manera directa al Tercer Sector de Acción Social, que debiera asumir un lugar más proactivo en la construcción de nuevas formas de vida colectiva más sostenibles, cooperativas y equitativas.

Este lugar activo requiere recuperar con decisión la dimensión política y comunitaria de su acción. Significa también reforzar su vinculación directa con la ciudadanía, a través del voluntariado y de otras formas de participación social transformadora.

Una pregunta estratégica de partida podría ser esta: ¿el TSAS se ve —y actúa— como un agente de transformación social o permanece, fundamentalmente, anclado en un modelo de prestación de servicios? Recuperar el voluntariado como expresión de ciudadanía activa, comprometida y corresponsable puede ser una de las claves para renovar el horizonte ético, político y comunitario del Tercer Sector.

Aun así, el voluntariado sigue siendo en la actualidad un espacio social privilegiado para la construcción de alternativas emancipatorias (Zubero, 1996: 39) que requiere de una gran inversión de tiempo y energía. (Correa Casanova, 2011: 51). Esa capacidad transformadora se despliega cuando el voluntariado se entiende como un proceso educativo orientado al cambio personal y social, que complemente —y no se limite a— la visión tradicional e instrumental centrada en la realización de tareas. (Turienzo, 2022: 171)

Proponemos cuatro estrategias para sostener, imaginar y transformar la acción voluntaria, orientadas a fortalecer la capacidad del Tercer Sector ante los riesgos sociales mediante la activación de la participación ciudadana y la recuperación de su dimensión política y relacional: anticipar, crear capacidades, abrir alianzas e imaginar horizontes.

 

3.1. Anticiparse. Salir a los caminos

En un futuro próximo, donde lo extraordinario tenderá a convertirse en habitual, resulta imprescindible generar un conocimiento que nos ayude a anticiparnos, con criterios de inclusión y solidaridad, a las nuevas situaciones de excepcionalidad que nos esperan a la vuelta de la esquina (Tangente, 2022).

En palabras de Yayo Herrero, la valentía en tiempos de colapso tiene que ver con mirar la realidad cara a cara y esforzarse para que otras también la miren (Herrero, 2023). Cuando hablamos de eventos climáticos extremos (…), quienes pierden las casas, quienes se quedan fuera del sistema y quienes pierden la vida, son las personas que tienen peores condiciones de vida (Herrero, 2018).

Partiendo de esta premisa, el voluntariado social no puede desconectarse de las condiciones materiales, sociales y vitales que configuran nuestras sociedades: la precariedad de la vida, la fragmentación de los vínculos, la erosión de lo común o la crisis ecológica. Estas realidades no son simples escenarios: son el terreno mismo sobre el que se construye —o se vacía— el sentido de la acción voluntaria.

Según Cortina, el voluntariado tiene que unir dos virtudes fundamentales: la lucidez y la compasión (Cortina, 2020). Solo desde esta doble mirada —crítica y afectiva— es posible construir un voluntariado que no se limite a mitigar los síntomas, sino que se implique en transformar las estructuras que generan exclusión y sufrimiento.

Deberá promover, por lo tanto, una capacidad de innovación orientada a detectar necesidades que aún no han sido formuladas, pero que ya reclaman ser atendidas. Esa labor implica ir por delante: mostrar dónde hay personas desprotegidas o excluidas, y en qué sentido lo están. Se trata, en definitiva, de una acción voluntaria que abre sendas nuevas desde una ética de la anticipación, la escucha y la denuncia. (Cortina, 2020).

Esta agenda de innovación social deberá poder construirse, compartirse y desarrollarse en distintos niveles:

  • En lo micro, desde la proximidad a las situaciones de exclusión y la resiliencia comunitaria.
  • En lo meso, desde la capacidad organizativa, metodológica y de gestión del voluntariado.
  • En lo macro, desde un discurso con impacto ético y político capaz de influir en las prioridades sociales y en las políticas públicas. (Fantova, 2015: 18)

Cambiar el foco de la acción del Tercer Sector de acuerdo con las nuevas tendencias y necesidades sociales supone actuar hoy en un entorno crecientemente conflictivo, desestructurado y desigual. Y hacerlo, además, con la voluntad de anticiparse: salir a los caminos antes de que las crisis se intensifiquen.

 

3.2 Crear capacidades, comunidad, sociedad

Anticiparse e innovar supone construir capacidades colectivas que amplíen las condiciones de justicia social y de cuidados comunitarios en nuestras sociedades. Como subraya Nussbaum (2012), la solidaridad verdadera surge del cultivo de una justicia compasiva, que no solo responde al sufrimiento inmediato, sino que busca promover capacidades humanas a largo plazo. Esta perspectiva nos invita a entender la acción voluntaria no como un acto puntual, sino como una forma sostenida de compromiso ético y político con los derechos, las vidas y los futuros que están en juego.

Para que el voluntariado contribuya efectivamente a la construcción de ciudadanía, es necesario favorecer cambios profundos en creencias, valores y actitudes (Turienzo, 2022: 172). Esto requiere activar procesos de aprendizaje reflexivo, que sean transformadores tanto a nivel individual como colectivo. Crear capacidades con y para el voluntariado supone una actualización de las formas de hacer, que promueva mayor apertura, transparencia y democratización de estructuras y procesos. Este es un reto clave si se quiere garantizar que toda persona pueda participar en la construcción de comunidades resilientes (Turienzo, 2022: 169).

Este impulso renovador también exige proyectar modelos de participación social más flexibles, con estructuras ágiles de gestión que permitan tanto cubrir necesidades como acompañar a las personas (Turienzo, 2022: 170). La participación social no surge del vacío: nace de una conciencia de pertenencia comunitaria, del reconocimiento del derecho y la responsabilidad de intervenir en el desarrollo social (Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco & Consejo Vasco de Voluntariado, 2023, p. 9).

En este sentido, el barrio, el pueblo, la ciudad pueden ser espacios de referencia privilegiado para articular respuestas ciudadanas, satisfacer necesidades de proximidad y cultivar vínculos significativos (Tangente, 2022: 31).

Algunas estructuras de solidaridad han demostrado, durante las crisis, una gran capacidad de organización, resiliencia y creatividad. No se trata solo de responder a la urgencia, sino de inspirar dinámicas alternativas perdurables en el tiempo. Esto implica una politización de la vida cotidiana más anclada en las soluciones concretas, en lo vecinal, físico y cercano. Es en estos espacios donde se hace tangible el deseo de sentirse parte de una comunidad solidaria y política, de formar parte de una red de apoyo que dé respuesta a las necesidades sociales desde la proximidad, la horizontalidad y la corresponsabilidad (Tangente, 2022: 31).

 

3.3. Abrir diálogos y tejer alianzas

Anticiparse, innovar y crear capacidades es abrirse al diálogo y a las alianzas. En el TSAS, los problemas no pueden resolverse al nivel que vienen planteados (Renes, 2024: 65). En el actual contexto de crisis interconectadas, el tercer sector no puede afrontar en soledad los desafíos que emergen. Desde la sociedad civil organizada, necesitamos abrir espacios de diálogo, escucha activa y co-construcción con movimientos sociales, redes comunitarias y personas expertas que, desde hace años, ensayan formas de vivir, cuidar y resistir de manera sostenible en medio de las crisis.

Incorporar estas prácticas y saberes es fundamental para reorientar la acción voluntaria hacia modelos más resilientes, críticos y transformadores. No se trata solo de reforzar lo que ya existe, sino de dejarse interpelar y aprender de quienes construyen solidaridad cotidiana desde los márgenes como hemos visto en las últimas crisis. Se trata de contemplar una visión menos fragmentada, más integral, más holística que implica ya intuir un nuevo paradigma (Renes, 2024: 66). El reto es alinear las fuerzas del voluntariado como comunidad cuidadora, relacional y política, recuperando la misión central para la que nacieron las entidades solidarias: los derechos y la justicia, los cuidados y la comunidad
(Cenizo, 2022: 96).

 

3.3.1. Una alianza ineludible: la transición ecosocial

Una primera línea de alianza estratégica debe articularse con los movimientos ecologistas, climáticos y de transición ecosocial. Estas voces nos convocan a desarrollar una identidad eco-dependiente, reconociendo que lo que enfrentamos no son crisis separadas, sino una única crisis civilizatoria de raíz ecológica, social y económica.

El hecho de que tengamos que vivir en armonía con los límites del planeta implica una actitud mucho más cuidadosa en cuanto a la relación entre los seres humanos y el resto de los seres vivos (Turiel, 2023). No podemos seguir construyendo estrategias sociales basadas en modelos de crecimiento y consumo ilimitados: necesitamos centrar la acción voluntaria en prácticas de cuidado ecosocial, resiliencia comunitaria y protección de la vida en todas sus formas.

Esta visión más holística implica transitar hacia un nuevo paradigma donde el voluntariado y el tercer sector se conviertan en actores activos de la transición ecosocial, promoviendo la incidencia política necesaria, poniendo en práctica formas de vida más sostenibles y articulando alianzas que integren justicia social, climática y económica como pilares inseparables de su acción transformadora.

 

 3.3.2. Repolitizar la sostenibilidad de la vida desde los feminismos y los cuidados

El diálogo debe construirse, también, con los feminismos y el mundo de los cuidados, que colocan la sostenibilidad de la vida en el centro. Estas alianzas pueden repolitizar el compromiso del sector en torno a la centralidad de la vida, los cuidados y los entornos comunitarios, ampliando su impacto más allá de una acción asistencial, institucionalizada y cada vez más residual.

Conectarse con quienes defienden los cuidados como una dimensión política permite al tercer sector nutrirse de energías sociales capaces de tejer redes, sostener vínculos y construir comunidad. Este diálogo transforma las formas de intervenir y ensancha los horizontes de sentido de la acción voluntaria.

Será relativamente fácil incorporar al voluntariado en relaciones cercanas y entornos comunitarios donde ya convive, facilitando su reconocimiento como un agente más de apoyo mutuo. Pero ello exige transformar la lógica de ayuda asimétrica por una relación de reciprocidad en el marco del cuidado comunitario, donde las tareas de cuidado —que todas necesitamos— pueden facilitar ese tránsito hacia una solidaridad más circular (Cenizo & Fantova, 2023: 93).

En este marco, el cuidado debe formar parte integral de la experiencia voluntaria. El Barómetro del Tercer Sector 2024 advierte de una paradoja persistente: muchas entidades cuidan hacia fuera, pero descuidan a quienes colaboran dentro, especialmente a voluntariado y juventud (Barómetro TSAS, 2024: 57). Sostener el voluntariado hoy implica asumir los entornos comunitarios y los cuidados como una práctica interna, relacional y política, que se manifiesta cotidianamente en los vínculos, la escucha y la participación que sostienen la vida compartida.

 

3.3.3. Redes vecinales y gobernanza democrática: hacia una solidaridad transformadora

Las redes vecinales y comunitarias, surgidas con fuerza en los momentos más duros de las recientes crisis, han demostrado una alta legitimidad social. Estas experiencias nacen de una gobernanza abierta, con dinámicas bottom-up, una amplia base social y una fuerte dimensión política (Mora Rosado & de Lorenzo Gilsanz, 2021). Según Moulaert et al. (2005, citados en Mora Rosado & de Lorenzo Gilsanz, 2021), además, promueven el empoderamiento de las personas afectadas, valoran el apoyo entre pares y tienden a romper el gap entre profesionales y participantes.

Sus cualidades —agilidad, confianza, solidaridad, horizontalidad, apoyo mutuo, espontaneidad, independencia— contrastan con un TSAS que a menudo aparece burocratizado, profesionalizado y dependiente de los programas públicos (Buj y Caso, 2021). Su presencia cotidiana en los territorios, más allá de las emergencias, es clave para configurar vínculos sólidos. La articulación con estas redes requiere un cambio en las formas de gobernanza del TSAS: más abiertas, más distribuidas, más participativas.

Uno de los objetivos fundamentales del TSAS es fomentar la participación de quienes habitualmente quedan excluidos de los espacios sociales, económicos, políticos y culturales, su arraigo territorial y su apertura a nuevas alianzas serán definitivos.

Esto implica repensar las formas de relación con comunidades, personas usuarias, voluntariado, donantes, empresas y administraciones, para construir verdaderas estructuras de solidaridad transformadora. (Mora Rosado & de Lorenzo Gilsanz, 2021). De esta capacidad para abrirse a alianzas estratégicas —desde lo eco a lo comunitario— dependerá también su legitimidad, su impacto y su sostenibilidad futura.

 

3.4. Imaginar horizontes posibles

Anticiparse, innovar, crear capacidades y abrirse al diálogo y a las alianzas es imaginar horizontes posibles. Nos preguntamos —con Marina Garcés (2020)— por ese mundo común como invitación a pensar y a imaginar lo que nos vincula: un horizonte compartido que nos interpela, nos compromete y nos permite proyectar colectivamente respuestas transformadoras, sostenibles y justas.

La crisis de las promesas colectivas —el debilitamiento de las expectativas comunes de un futuro mejor— es uno de los desafíos más profundos de nuestro tiempo. Hoy más que nunca necesitamos estimular formas de racionalidad basadas en la cooperación, la reciprocidad y la democracia radical, capaces de generar imágenes motivadoras de un mundo más justo, sostenible y habitable. (Herrero, 2022) Necesitamos un fin, una imagen motivadora de un mundo mejor. (Armstrong et al., 2021)

Más bien, implica anticipar el cumplimiento de ese futuro operando sobre las potencialidades del presente. Como señala Ernst Bloch, la esperanza es un movimiento hacia el bien, no simplemente un deseo de él (Silvestre & Zubero, 2019, p. 399).

Es necesario repensar la solidaridad como un proceso colectivo, organizado y políticamente situado, desde los cuidados, la ayuda mutua, la reciprocidad y la universalidad. Esta perspectiva nos invita a entender la acción voluntaria no como un acto puntual, sino como una forma sostenida de compromiso ético y político con los derechos, las vidas y los futuros que están en juego.

La esperanza no depende de los datos de realidad; es la realidad la que depende de nuestra esperanza. Solo esta esperanza merece ser calificada de «realista» porque solo ella se toma en serio las posibilidades que atraviesan todo lo real (Vitoria, 2024: 25).

Nos sumamos, por tanto, a quienes proponen aportar su granito de arena en el esfuerzo de extraer pautas y patrones organizativos de éxito, identificar prototipos replicables, reconocer obstáculos y fragilidades, definir claves que aumentan la potencialidad de los colectivos y diseñar formas de articulación capaces de acoger a una diversidad de perfiles poblacionales (Tangente, 2022: 7).

 

Referencias bibliográficas

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Zubero, I. (1996). “El papel del voluntariado en la sociedad actual”. Documentación Social, nº 104, pp. 39–68.

 

Número 20, 2025
A fondo

Mirar lo que viene y construir futuro desde la acción voluntaria

Clara Sánchez Canas y José Luis Graus Pina. Equipo Desarrollo Organizativo Cáritas Española.

 

El texto destaca la necesidad de repensar la acción voluntaria en un contexto de cambio e incertidumbre. Aboga por no caer en visiones pesimistas ni aferrarse a viejos esquemas, sino abrirse a nuevos paradigmas que reconozcan la complejidad y la diversidad. Propone cuestionar la práctica voluntaria, adaptándola a nuevas realidades y desafíos, y subraya que el voluntariado debe centrarse en la transformación social. Llama a construir redes solidarias y ciudadanía activa, promoviendo la participación y la cooperación para afrontar los retos actuales.

 

Estamos en un cambio de época, así de radical se muestra Luis Aranguren en su libro Fraternidades a la intemperie[i]. Esto que, efectivamente, parecen palabras mayores, la realidad se está empeñando en ayudarnos a entenderlo de mil maneras posibles. Muchos son los acontecimientos que nos invitan a movernos de nuestra baldosa, a salir de nuestras zonas de confort, de seguridad y a mirar con atención lo que viene.

La primera tentación es hacer una lectura fatalista o pesimista de lo que ahora nos va aconteciendo. Nos resulta más fácil imaginar el colapso que la utopía. Lo primero lo vemos como inevitable y lo segundo como imposible. Parte de esto tiene que ver con el miedo que nos genera la incertidumbre, y mucho de lo que sucede ahora tiene que ver con la incertidumbre, con el no saber, con no tener toda la información necesaria o tener una información imprecisa para dar el siguiente paso.

La segunda tentación es recurrir a lo que sabemos, a lo que conocemos, a lo que nos da confianza para responder a los retos que este momento histórico nos va presentando. Y, si algo estamos comprobando, es que lo que nos va aconteciendo cada vez entra con más dificultad en los parámetros establecidos que hemos adquirido de momentos históricos anteriores.

Y la tercera tentación es pensar que un único relato, que un único discurso, va a explicar y dar respuesta a la realidad que día a día no deja de sorprendernos. En la actualidad, muchos son los relatos que tratan de explicar la realidad desde diferentes lugares, por lo que quedarnos con una única mirada no nos va a ayudar. En un mundo complejo como el que nos ocupa, debe promoverse una mirada habituada a la complejidad.

 

Ponernos en cuestión…

Para afrontar este momento sin permitir que las tentaciones citadas nos marquen el camino a seguir es importante que podamos avanzar por procesos y por paradigmas poco transitados hasta ahora y que nos hagamos algunas preguntas, entre otras: ¿Qué papel puede jugar el voluntariado en esta nueva realidad? ¿Están preparadas las entidades del tercer sector para afrontar este nuevo momento? ¿El voluntariado puede aportar valor a una configuración de ciudadanía responsable?

Así, la primera invitación es atrevernos a ponernos en cuestión a nosotras mismas y a las entidades en las que participamos de un modo u otro. En este camino propositivo no se trata de dejarnos permear por los discursos negativos, por ofrecer lo nuestro como lo único válido, cuando no, como lo único bueno. Se trata más bien de mirar al futuro desde una perspectiva esperanzada que puede reconocer lo que emerge, aunque sea pequeño; de dialogar con el diferente, con lo distinto, con la diversidad, en busca de ese camino hacia lo común.

Ponernos en cuestión es aceptar con gratitud lo que nos ha traído hasta aquí: tiempos de compromiso sólido, de militancias a pesar de casi todo, de barricadas, de conquista de la democracia, al tiempo que reconocemos que todo eso ya no nos puede acompañar en el futuro que se va dibujando.

Esto implica poner en cuestión la realidad del voluntariado como la hemos ido conociendo hasta ahora y tratar de aventurar una mirada más allá.

Ponernos en cuestión implica tomar conciencia de que el voluntariado está en lugares en los que quizás no pueda, no quiera o no deba estar. No podemos ignorar que nos encontramos ante un tercer sector cada vez más empresarializado y profesionalizado en el que el voluntariado ocupa un lugar muy determinado, generalmente vinculado al mundo de la tarea y de la práctica concreta.

Ponernos en cuestión implica tener la disposición de ensanchar los horizontes y los límites que nos han traído hasta aquí. La globalización es un fenómeno paradójico: por un lado, nos ha mostrado que hay realidad más allá del alcance de nuestra mirada, pero, por otro, nos ha puesto el mundo demasiado cerca y nos ha hecho pensar que podemos conocerlo todo, que todo está a golpe de clic. Estamos en un mundo inabarcable, inaprensible. Solo podemos acceder a una parte del mismo, aunque es cierto que nuestra conciencia puede ganar cada vez en más globalidad.

Por tanto, a la hora de construir el futuro es necesario que los epicentros cambien. No tanto nuestras convicciones, nuestras reflexiones, cuanto una realidad nueva que está emergiendo y a la que tenemos que prestar mucha atención. Ahí el voluntariado puede tener un juego propicio para imaginar nuevas realidades, nuevos vínculos, nuevos espacios que surjan, pero también propicien el encuentro y una nueva relacionalidad, una nueva ciudadanía basada en la cooperación y la transformación.

 

Palabras que nos explican

Partimos de la convicción de que el voluntariado es un medio, un instrumento. No es un fin en ningún momento. No podemos olvidar que el fin tiene que ver con la mejora de las situaciones de tantas personas vulneradas que no pueden tener un lugar digno en nuestra sociedad. Por tanto, es necesario acudir a aquello a lo que el voluntariado apunta y desde ahí tratar de releer, de redefinir, de actualizar el nuevo momento que enfrenta este medio.

El voluntariado y su acción tienen como finalidad la transformación de la sociedad y de la realidad en la que se mueven. Esta transformación se produce porque existe una situación deficitaria que influye directamente sobre personas y comunidades. Muchos informes y muchas entidades nos explican la realidad, nos indican lo que no funciona de la misma y, ante eso, se nos reclama la respuesta. Es necesario el cambio, la transformación, para que la realidad de las personas más vulneradas pueda mejorar.

Dicha transformación está sostenida en una corriente de solidaridad que emerge desde diferentes afluentes:

  • el antropológico, pues sin duda la solidaridad reside en lo más profundo de las personas. Basta ver la reacción que tenemos personal y colectivamente ante cualquier tragedia, surge de forma cuasi espontanea ponerse en pie y hacer algo.
  • Existe también el afluente psicológico. La relación que las personas tenemos con la necesidad y las situaciones que ésta produce encuentran acomodo en nuestra psique. La relación con la necesidad y con las personas que no pueden satisfacerlas de modo natural nos lleva a querer ayudar, a poner algo de nuestra parte para que las cosas puedan cambiar. Podríamos decir que somos personas ayudadoras por naturaleza.
  • Existe también el afluente social, relacional, comunitario de la solidaridad. En este, la solidaridad se redimensiona, se reubica desde lo común. Las respuestas ante las situaciones adversas no se dan solo desde el yo, sino que sobre todo se dan desde el nosotros.
  • Por último, el afluente de la moral y la ética, del valor y del comportamiento. Tiene la solidaridad una dimensión profunda y otra más práctica y concreta en comportamientos que necesariamente se necesitan e interpelan: la solidaridad no solo radica en convicciones, sino que también lo hace en comportamientos y eso hace que el propio concepto quede enmarcado en un lugar determinado.

Los caminos asistenciales van quedando cada vez más enmarcados en contextos más amplios en los que la participación va dotando de sentido a la acción voluntaria. Estamos transitando, como sociedad en conjunto, desde sus diferentes estamentos, del hacer para al hacer con. Es un tránsito que reclama mucho de las personas, pues el hacer con incide plena y directamente en la transformación a la que antes aludíamos. La pedagogía de la participación aparece cada vez de un modo más esencial en la realidad del voluntariado, pone en crisis modelos de intervención en los que se subestiman el valor y la potencia de todas las personas y pone en crisis un modelo de ayuda pública y privada sustentado en la unidireccionalidad del que da y del que ayuda.

Esta participación sin duda construye ciudadanía y promueve cohesión social. La acción voluntaria como herramienta de transformación no acaba en sí misma, se despliega hacia una realidad mejor. Una ciudadanía más implicada, corresponsable, propositiva es elemento clave para construir nuevas sociedades y realidades políticas en las que la vulneración de derechos no sea un elemento significativo y significante de éstas.

Esto pasa por el compromiso real de personas concretas que de un modo generoso y altruista deciden poner su tiempo, competencias y saberes al servicio de la transformación social.

Estos son los términos que deberían estar presentes en la vertebración de la acción voluntaria y del voluntariado en los años que nos vienen, en el cambio de época en el que nos estamos ubicando cada vez de un modo más claro.

Ahora bien, ¿estos términos van a ser comprendidos y, por tanto, definidos de la misma manera en la que actualmente se comprenden y definen? Cuando hablamos de solidaridad, de compromiso, de ciudadanía, participación… ¿todas estamos hablando de lo mismo?

 

¿Palabras que nos explicarán?

Hace ya muchos años, Peter Drucker decía en su obra Management: Tasks, Responsibilities, Practices que “lo difícil e importante no es encontrar las respuestas correctas, sino encontrar la pregunta adecuada. Ya que hay pocas cosas tan inútiles, incluso peligrosas, como la respuesta correcta a la pregunta equivocada”.

Estamos viendo que en este mundo que cambia tan rápido los paradigmas que lo explican y lo aprehenden también cambian. Por eso, nuestro reto no es tanto preguntar al futuro, a lo que emerge, desde nuestro presente, sino desde una realidad en tránsito que también va emergiendo y cambiando. Intentaremos pues, hacer las preguntas adecuadas.

La rapidez con la que todo se va moviendo requiere de nosotras, personal y estructuralmente, una agilidad y una flexibilidad para la que no siempre tenemos preparación y herramientas.  Las construcciones sólidas que hasta ahora construíamos y nos configuraban nos reclaman un tiempo del que quizás no disponemos.

Durante muchos años, desde el voluntariado y las entidades del tercer sector, hemos tratado de responder al todo de lo que acontece y eso ha reclamado procesos largos de reflexión, de debate. Quizás sin perder la vocación de absoluto, podríamos centrarnos más en trabajar desde la parte. Intentaríamos, desde la parte, acceder a la mayor parte posible del todo.

El riesgo de este planteamiento tiene que ver con la fragmentación. No se trataría tanto de configurar o alimentar la fragmentación, sino de trabajar desde una parte que se sabe, reconoce y siente integrada en un todo.

Evolución, cambio, transformación. Hasta ahora la acción voluntaria ha tenido que ver sobre todo con la transformación social y el cambio personal. En este mundo que evoluciona rápidamente, ¿seguirá siendo así? Parecería que los procesos de aislamiento e individualización que se hacen muy presentes en las sociedades neoliberales pueden condicionar dicha acción reduciéndola al ámbito de la atención y el cuidado de personas vulneradas. Con la globalización y los procesos de carácter macroestructural, da la sensación de que la transformación social queda más alejada del alcance de nuestra acción.

Y aquí es curioso observar la distinción conceptual que comienza a emerger en algunos ámbitos: hablamos de voluntariado cuando lo que parece predominar es la atención a las personas y de activismo cuando se pone el acento en la incidencia política. ¿Es necesario hacer esta distinción?, ¿qué puede haber detrás de ella?

Observamos que entre los movimientos que se reconocen como activistas, el voluntariado aparece como algo blando, muy centrado en la atención a las personas, pero sin poner en cuestión el sistema. ¿Este es el camino en el que se debe circunscribir la acción voluntaria? La regulación establecida por medio de las diferentes leyes de voluntariado, tanto estatales, como autonómicas, parecen apuntar en esa dirección. La legislación, las normas y reglamentos, alimentan, sin duda, el orden, la claridad, la universalidad, pero, al mismo tiempo, también el riesgo de encorsetar, de controlar lo que sucede, es amplio.

Al menos reflexivamente deberíamos atrevernos a pensar y a transitar los límites de la realidad del voluntariado. Siendo necesario el marco legal, este no debería impedir que una realidad viva y dinámica como es la del voluntariado quedara incluida en unas lindes en las que el margen de maniobra y de innovación global quedara reducido a la mínima expresión.

Cuando acontecen fenómenos extraordinarios como los que nos visitan últimamente (covid, volcán de La Palma, Dana en Valencia) podemos constatar algunos elementos que nos interpelan:

  • La solidaridad se confirma como una realidad muy presente en nuestra sociedad y las personas que la conforman. Hay una reacción espontánea de querer ayudar, de querer ser útiles en contextos de dificultad.
  • Las entidades no estamos preparadas para acoger, ni en fondo ni en forma, estos movimientos con la agilidad que precisan tanto la realidad, como las personas.

Sin entrar a hacer juicios de valor, no es momento de moralizar, constatando meramente los acontecimientos, podríamos intentar hacernos preguntas acertadas y grandes que, en realidad, ya hemos ido lanzando, pero a las que cabría sumar otras:

  • ¿Esa capacidad de movilización personal y social solo se produce ante emergencias?
  • ¿Podemos trabajar de alguna manera para que esos torrentes de solidaridad puedan expresarse cotidianamente en situaciones tan graves como las producidas por estos fenómenos, pero más silenciosas en su expresión?
  • ¿Las entidades necesitamos revisar nuestros sistemas organizativos para ver qué posibilidades y mecanismos de adaptación tenemos?

Pero con esto solo abordamos un aspecto importante de la realidad, aquel que tiene que ver con lo sobrevenido, con lo extraordinario. ¿Qué sucede con la pobreza estructural que se construye en nuestras sociedades? ¿Qué ocurre con los niveles de precariedad crecientes en ámbitos esenciales tales como la vivienda, el empleo, los movimientos migratorios? ¿Qué ocurre con el dolor y el sufrimiento social que cada vez están más presentes?

Necesitamos respuestas emergentes. Necesitamos que el voluntariado pueda acercarse de un modo fresco y nuevo a estos aspectos para poder ser respuesta y propuesta hábil y eficaz.

Necesitamos la transformación contagiosa, desde lo pequeño. Es una clave que quizá pueda ayudarnos a imaginar cosas distintas. El pensamiento local integrado e integrador debería impulsarnos a construir nuevas realidades. Reducir los espacios, los escalones entre los lugares de toma de decisiones y la realidad. Atrevernos a imaginarnos cosas pequeñas con aspiración de globalidad.

Necesitamos la transformación contagiosa, desde lo relacional. Está claro que todo el tema de lo virtual, internet, redes sociales, tecnología, inteligencia artificial… está poniendo en cuestión nuestros modelos tradicionales de relación. Lo presencial se está viendo cuestionado, estresado, por otros modelos que, en mi opinión, no se contraponen, sino que pueden complementarse con un gran potencial de acción. Desde el voluntariado podemos buscar nuevos sistemas de relaciones que, sin perder la humanidad, puedan establecer nuevas redes, nuevas colaboraciones. El voluntariado puede favorecer la construcción de nuevos tejidos sociales que, estando cerca, muy cerca de la realidad, puedan imaginar futuros posibles y mejores.

Necesitamos la transformación contagiosa, desde la ciudadanía. Un voluntariado desde lo pequeño, con un modelo de relaciones profundo y sano, sin duda puede ser generador de nueva ciudadanía y, por tanto, de políticas posibles, mejores, al servicio de lo común, con ánimo de responder los retos mejor que las que actualmente nos acompañan.

El voluntariado que podemos dibujar no empieza ni acaba en sí mismo. Empieza para los demás y acaba con ellos. Desde ahí se puede dibujar un voluntariado como correa de transmisión (no es la única) que puede movilizar los mecanismos sociales esenciales para provocar una nueva realidad.

 

Algunas claves para el futuro inmediato…

Corremos el riesgo de que lo dicho hasta ahora se quede en palabras, más o menos bonitas, más o menos acertadas, más o menos inspiradoras, pero palabras, a fin de cuentas. Intentamos ahora desgranar dos claves que puedan ayudarnos a construir el nuevo momento del voluntariado.

La primera es la de cambiar nuestros lugares de pensamiento. No podemos pensar desde los lugares físicos o conceptuales de siempre. Debemos aventurarnos a lugares diferentes. Cambiar nuestras atalayas de observación y análisis por los lugares en los que la realidad sucede. El criterio de discernimiento no somos nosotros, ni tan siquiera lo que hasta ahora nos ha sostenido. Piensa también con los pies, que decía Pedro Casaldáliga.

La segunda clave tiene que ver con los sujetos del pensamiento. En este momento no nos toca pensar solos. Nos toca pensar con otras personas, con otras entidades, con otras realidades. La construcción colectiva, el diálogo compartido, la reflexión común, sin duda podrán ofrecernos perspectivas que por nuestra cuenta no podemos acceder. La conciliación entre identidad y comunidad es fundamental. Para esto puede ayudarnos a contemplar cómo los grandes objetivos son compartidos por muchas personas.

 

[i] Aranguren Gonzalo, L. (2024). Fraternidades en la intemperie. Vínculos que cuidan. Zaragoza: Khaf (Edelvives).

 

Número 20, 2025
Ciencia social

Ciencia Ciudadana y Acción Social

Esther Raya Diez, Profesora Titular de Universidad. Área de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad de La Rioja

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Introducción

Los dos binomios que dan título a este artículo tienen trayectorias propias de largo recorrido y no conjugadas al mismo tiempo. Sin embargo, su acción combinada puede ser un elemento de fortalecimiento mutuo y de innovación en la práctica de la acción social, y de la ciencia ciudadana también.

En este trabajo nos interesa explorar las oportunidades de la Ciencia (Social) Ciudadana en la acción social, para el cambio a favor de los grupos de población en situación de vulnerabilidad social. Se presenta en primer lugar los conceptos de Ciencia Abierta y Ciencia Ciudadana; posteriormente, se ofrecen una panóramica de la extensión de la ciencia ciudadana; seguidamente, se presentan tres ejemplos en tres campos diferentes. Y finalmente, se presentan aspectos en los que la ciencia ciudadana puede reforzar la acción social. Se trata de una notas para seguir explorando y desarrollando.

 

Ciencia Abierta y Ciencia Ciudadana

El movimiento de la Ciencia Abierta abre nuevas oportunidades de participación social. Este aspecto se recoge de forma expresa en la Ley 17/2022 de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. En la misma se señala en su primer párrafo el papel imprescindible de la ciencia y la innovación para dar respuestas a las necesidades de la sociedad en el corto, medio y largo plazo. Y también en el preámbulo se alude al fomento de la participación abierta de la sociedad civil en los procesos científicos. Esta idea de participación ciudadana se repite en varios apartados de la citada ley.

Por su parte, la Ley Orgánica 2/2023 del Sistema Universitario dedica un artículo al fomento de la Ciencia Abierta y Ciencia Ciudadana.  Y señala en su preámbulo necesitamos una Ciencia Abierta, que asuma ese conocimiento como un bien común, accesible y no mercantilizado, una Ciencia Ciudadana en la que se construya conocimiento de manera compartida, asumiendo la complejidad de la investigación de manera colectiva. En el artículo 12, pto 10, identifica la Ciencia Ciudadana como:

un campo de generación de conocimiento compartido entre la ciudadanía y el sistema universitario de investigación. Con el objetivo de promover la reflexión científica, tecnológica, humanística, artística y cultural y su aplicación a los retos sociales, las universidades favorecerán e impulsarán la colaboración con los actores sociales, y con las Administraciones Públicas, en especial con las Comunidades Autónomas y la Administración Local.

El término Ciencia Ciudadana es un paraguas que incluye un amplio rango de actividades (Göbel et al, 2021). El Libro Verde de la Ciencia Ciudadana define este concepto como el compromiso del público general en actividades de investigación científica (Socientize, 2013). Este compromiso puede adoptar diferentes formas desde la participación activa con el esfuerzo intelectual; la aportación de herramientas, recursos o información. Se trata de un proceso bidireccional, a través del cual la ciudadanía activa en la ciencia adquiere nuevos conocimientos y habilidades para una mayor compresión de los avances científicos al mismo tiempo que se avanza en la democratización de la ciencia.

 

Extensión de la Ciencia Ciudadana

Este movimiento de apertura de la ciencia a la sociedad y de participación de la sociedad en la ciencia no es algo nuevo. De hecho, algunos de los grandes descubrimientos de la ciencia han sido posibles gracias a la participación desinteresada de muchas personas, como es el caso de la teoría de la evolución de Charles Darwin (Fundación Ciencia Ciudadana, 2017, p. 10).

La ciencia ciudadana está presente en diferentes regiones del mundo. En el caso de Europa, un estudio realizado por Hecker et al. (2018) a través de una encuesta, obtuvieron respuestas de 174 coordinadores de proyectos de ciencia ciudadana; de los cuáles 40% procedían de los países de Europa Central, el 32% de Europa occidental, 16% de Europa del Sur, 10% del norte de Europa, y 1% de Europa del Este. En este desarrollo el papel de las sociedades científicas, museos y otras estructuras de investigación es fundamental (Sforzi et al. 2018).

Desde diferentes campos de conocimiento, tales como arqueología, biología, ciencias ambientales, ingeniería, medicina o zoología entre muchas otras, se han desarrollado y se están desarrollando proyectos de ciencia ciudadana o, dicho de otro modo, proyectos de investigación contando con la ciudadanía en una o varias fases del proceso de generación de conocimiento. Sin embargo, la participación de las ciencias sociales es todavía limitada. En la gran mayoría de los proyectos en esta rama de las ciencias, el papel de la ciudadanía se limita al rol de objeto de investigación (Lena et al. 2020, p. 1). En este punto, estriba una de las principales diferencias entre las ciencias sociales y naturales. Mientras que en la ciencia ciudadana la fase de recolección de datos se enfoca en la observación de fenómenos naturales (por ejemplo la observación de pájaros o especies vegetales), la ciencia social ciudadana pone el foco en la realidad social (Canto y Lorenz, 2023, p. 1). En la acción social y en la investigación social la cuestión del sujeto (objeto) de conocimiento y de acción complica la ecuación de la participación de la persona que es a la vez sujeto de acción y de conocimiento.

 

Ejemplos de proyectos de Ciencia Ciudadana

Para ilustrar el valor de la Ciencia Ciudadana en la implicación de las personas en los procesos científicos se presentan, a continuación,  tres ejemplos extraidos de tres áreas diferentes.

  • Contaminación lumínica

Este proyecto presentado por Schroer et al. (2018) muestra el valor de la ciencia ciudadana para la recogida de datos y la divulgación del conocimiento. A través del proyecto se consigue movilizar a personas a nivel global para medir el impacto de la luz artificial nocturna. Para ello, el proyecto utiliza plataformas colaborativas de recogidas de datos bien distribuidas a nivel global, que supera la capacidad de una simple institución o grupo de investigación. Además, permite a los científicos ciudadanos darse cuenta del impacto medioambiental del sobre exceso lumínico, y con ello, incrementa la implicación  social para un cambio hábitos y de políticas.

  • Si te pica, notifica

Este proyecto está coordinado por el Centro de Estudios Avanzados de Blanes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universitat Pompeu Fabra, el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales y la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats, en colaboración con el Centro de Coordinación de Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad en 2023. Es una plataforma de ciencia ciudadana que permite la colaboración de distintos actores en el estudio, seguimiento y control de especies de mosquitos (Torres, 2017).  A través del mismo se busca conocer la expansión del mosquito tigre y su distribución en España. Para ello, han creado la app Mosquito Alert[1] mediante la cual cualquier persona puede notificar, al mismo tiempo que puede acceder a material informativo sobre el tema. De este modo, además de monitorizar la expansión del mosquito se informa a la ciudadanía sobre los efectos de la picadura y qué hacer en su caso.

  • YouCount

Es un proyecto europeo que reúne a personas jóvenes con stakeholders (partes interesadas) locales en 9 países europeos para co-crear conocimientos e innovaciones dirigidas a la inclusión social de la juventud. El proyecto parte de la idea de los jóvenes como personas que saben más que nadie de sus vidas, esperanzas y sueños (Canto y Lorenz, 2023, p. 1). A través de la aplicación YouCount[2] los jóvenes pueden compartir los lugares donde pasan su tiempo, las actividades que realizan, con quóen pasan el tiempo, emociones sobre su participación .

Además de estos tres proyectos, el Observatorio de Ciencia Ciudadana en España[3] ofrece información de iniciativas, recursos y experiencias desarrolladas en España. Y, a nivel europeo, la plataforma European Citizen Science[4] facilita información de proyectos de diferentes especialidades y, además, cuenta con diferentes actividades formativas a través de MOOCs sobre el tema.

 

Ciencia Ciudadana y Acción Social

La acción social, en todos sus campos de acción, se desarrolla a través del Ciclo de proyecto (Góméz Galán y Sáinz Ollero, 1999; Pérez Serrano, 2016), que recorre diferentes fases: estudio, planificación, ejecución y evaluación. También puede ser vista como un movimiento de rotación y traslación de los actores implicados en el proceso de acción social  (Caparrós, et. al. 2012; Raya, 2021). En todo caso, todas estas actividades se relacionan de forma implícita o explícita con la investigación y el conocimiento científico.

La Ciencia Ciudadana reconoce el conocimiento indígena y de la población local que aporta un valor añadido a la investigación (Danielsen et al., 2018). Además, implica a las personas en todas las fases del proceso de investigación cuya finalidad es producir mejoras en el entorno, tal como señalan Nascimento et al. (2018). Los autores muestran diferentes experiencias de colaboración entre gobiernos locales, regionales y nacionales y ciudadanía con beneficios para ambas partes, en un amplio rango de actividades desde la gestión medioambiental hasta la respuesta ante desastres naturales. Entre los beneficios potenciales de la ciencia ciudadana los autores señalan aspectos tales como hacer aportaciones en los procesos de formulación de políticas, aportar evidencias en los procesos de evaluación de la normativa, el empoderamiento de la comunidad y la sensibilización. Estos elementos son valiosos por si mismos, pero además. Estos ejemplos no sólo pueden ayudar a volver a implicar a los ciudadanos, sino también a empoderarlos en una era donde la confianza entre la sociedad civil, la ciencia y la política debe reforzarse (Nascimento et al., 2018, p. 220). [5] De tal modo que, la ciencia ciudadana se constituye como un instrumento de empoderamiento comunitario (Rowland, 2012); mayor implicación de la población en el seguimiento de las políticas públicas e influencia en el cambio de actitudes hacia el tema abordado en el proyecto. Este tipo de proyectos se han desarrollado con mayor frecuencia en el campo de las políticas medioambientales, donde se ha podido comprobar cambios en la forma de pensar sobre el medio ambiente (Davies et al. 2013; Stepenuck & Green, 2015). Pero también se podrían ampliar a otras causas sociales. Si bien, en este campo el camino está por recorrer.

El desarrollo de la ciencia ciudadana está siendo desigual por campos de conocimiento, zonas geográficas y, también, por grupos de población. En muchos proyectos se requiere un cierto nivel de conocimiento científico; disponer de determinados instrumentos o equipos de recogida de información, que puede reproducir otras formas de desigualdad social. Aquí también se abre un reto para promover el desarrollo de una ciencia ciudadana inclusiva.

 

Referencias citadas

Canto, P. y Lorenz, U. La ciencia social ciudadana como herramienta para mejorar el la competitividad al servicio del bienestar inclusivo y sostenible, Bilbao: Orkestra, Instituto Vasco de Competitividad, FUNDACIÓN DEUSTO, 2023.

Caparrós, N. Raya, E., Larraz, I. Peña, G. La experiencia de la cooperación para el desarrollo, Madrid: La Catarata, 2012

Danielsen, F., Burguess, N.D., Coronado, I., Engoff, M., Holt, S., Jensen, P.M., Poulsen M. K and Rueda R.M. The value of indigenous and local knowledge as citizen science. En Hecker, S., Haklay, M., Bowser, A., Makuch, Z. Vogel, J. and Bonn, A. Citizen Science Innovation in Open Science, Society and Policy, Londres: UCLPRESS, 2018 pp. 110-123

Davies, L., Gosling, L., Bachariou, C., Eastwood, J, Fradera, R., Manomaiudom, N., Robins, N. y Robins, S. OPAL Community Environment Report – Exploring Nature Together. Londres: OPAL Centre for Environmental Policy, Imperial College London, 2013. Disponible en https://www.imperial.ac.uk/media/imperial-college/research-centres-and-groups/opal/Community-Environment-Report—2013.pdf

Fundación Ciencia Ciudadana. Guía para conocer la Ciencia Ciudadana. Santiago de Chile: Universidad Autónoma de Chile, 2017. Disponible en https://ciencia-ciudadana.es/wp-content/uploads/2019/01/guia-para-conocer-la-ciencia-ciudadana.pdf

Göbel, C., Ottolini, L., Schulze, A. Science as a Lever: The Roles and Power of Civil Society Organisations in Citizen Science. En Vohland, K. Land-Zandstra, A., Ceccaroni, L., Lemmes, R., Perelló, J., Ponti, M., Samson, R. y Wagenknecht, K. The Science of Citizen Science. Springer, 2021. Disponible en  https://doi.org/10.1007/978-3-030-58278-4_17

Góméz Galán, M. y Sáinz Ollero, H. El ciclo del proyecto de cooperación al desarrollo: la aplicación del marco lógico. Madrid: CIDEAL, 1999

Hecker, S., Garbe, L. and Bonn, A. The European citizen science landscape – a snapshot. In Hecker, S., Haklay, M., Bowser, A., Makuch, Z. Vogel, J. and Bonn, A. Citizen Science Innovation in Open Science, Society and Policy. Londres: UCLPRESS, 2018 pp. 190-200

Lena, F., Sánchez-Ruiz, L. y García, E. Ciencia Ciudadana en el ámbito de las Ciencias Sociales: ¿mito o realidad? En NODOS del conocimiento 2020. Disponible en https://2020.nodos.org/ponencia/ciencia-ciudadana-en-el-ambito-de-las-ciencias-sociales-mito-o-realidad/

Nascimento, S., Rubio, J.M., Owen, R., Schade, S. and Shanley, L. Citizen science for policy formulation and implementation in Hecker, S., Haklay, M., Bowser, A., Makuch, Z. Vogel, J. and Bonn, A. Citizen Science Innovation in Open Science, Society and Policy, Londres: UCLPRESS, 2018 pp. 219-240

Pérez Serrano, G. Diseño de proyectos sociales, Madrid: Narcea, 2016

Raya Diez, E. (2021) Acción tutorial y acompañamiento en proyectos de Aprendizaje Servicio, en Navaridas, F. y Raya, E. (coord.) Formación docente y desarrollo de competencias en el profesorado, Madrid: Wolters Kluwer, pp. 229-249

Rowland, Katherine. 2012. Citizen Science Goes “Extreme”, Nature, 17,  2012. https://doi.org/10.1038/nature.2012.10054

Schoroer, S., Kyba, C., van Grunsven, R., Celino, I., Corcho, O. and Hölker, F. Citizen Science to monitor light pollution – a useful tool for studying human impacts on the environment. En Hecker, S., Haklay, M., Bowser, A.,  Makuch, Z. Vogel, J. and Bonn, A. Citizen Science Innovation in Open Science, Society and Policy. Londres: UCLPRESS, 2018 pp. 353-368

Sforzi, A., Tweddle, J., Vogel, J., Lois, G., Wägele, W., Lakeman-Fraser, P., Makuch, Z. and Vohland, K.  Citizen science and the role of natural history museums. En Hecker, S., Haklay, M., Bowser, A.,  Makuch, Z. Vogel, J. and Bonn, A. Citizen Science Innovation in Open Science, Society and Policy, Londres: UCLPRESS, 2018 pp. 219-240

Socientize (2013) Green Paper on Citizen Science, European Commission, https://ciencia-ciudadana.es/wp-content/uploads/2018/09/GreenPaperOnCitizenScience2013.pdf

Stepenuck, K. F., and Green. L. Individual- and community-level impacts of volunteer environmental monitoring: a synthesis of peer-reviewed literature. Ecology and Society 20 (3): 19, 2015.  http://dx.doi.org/10.5751/ES-07329-200319

Torres, M. (2017) ¿Qué es Mosquito Alert? https://www.mosquitoalert.com/faq-items/que-es-mosquito-alert/

 

[1] https://www.mosquitoalert.com/

[2] https://www.youcountproject.eu/participants/unete-a-la-aplicacion-youcount

[3] https://ciencia-ciudadana.es/

[4] https://eu-citizen.science/projects

  1. Estos ejemplos no sólo pueden ayudar a recuperar la participación de los ciudadanos, sino también a empoderarlos en una época en la que es necesario fortalecer el vínculo de confianza entre la sociedad civil, la ciencia y los responsables políticos.

 

Número 17, 2024

 

En marcha

Las personas, imprescindibles para construir una sociedad más justa

Ana Abril

Coordinadora equipo Incidencia Política y Análisis Jurídico, Cáritas Española

Puedes encontrar a Ana Abril en X (antiguo Twitter).

 

Transformar las situaciones de injusticia e impulsar cambios en las causas que generan desigualdad, pobreza y exclusión, forma parte de la misión e identidad de Cáritas.

De ahí el compromiso firme con promover cambios en la legislación y las políticas como vía imprescindible para el acceso y garantía de los derechos humanos de todas las personas en todos los ámbitos desde lo local a lo internacional. En este marco desarrollamos procesos de incidencia política que parten de las vulneraciones de derechos de las personas y pueblos con objetivo de revertir esas situaciones a través de la propuesta de políticas y de su efectiva aplicación.

Un momento especialmente importante para realizar propuestas que posibiliten una sociedad más justa se produce en las elecciones generales, cuando los partidos deben plasmar sus compromisos en los programas electorales. Cáritas, en cada convocatoria electoral, presenta a los partidos políticos sus propuestas con el objetivo de que, en un primer momento, sean incorporadas en los programas y, posteriormente, se desarrollen durante la legislatura concretándose en leyes y políticas que sean implementadas y evaluadas.

Determinar cuáles son estas propuestas es una decisión clave en una doble vertiente. Internamente implica fijar aquellos temas en los que Cáritas va a focalizar su acción de incidencia política en los próximos años a través de un proceso que establece las prioridades. Externamente supone optar por los ámbitos que consideramos prioritarios para la construcción del bien común, una elección de los espacios en los que avanzar hacia una sociedad más justa.

Ser parte de la polis

En expresión de Adela Cortina, edificar una sociedad justa es cosa de todos. Sin embargo, las personas en situación de exclusión participan en procesos electorales en mucha menor medida que las personas en situación de integración. Si la media de personas que no participan es del 6,5% en el conjunto de la población, esta cifra sube hasta el 13,9% en el caso de la población en situación de exclusión y el 17,5% en las situaciones de exclusión severa.

La desafección política de las personas que en situación de vulnerabilidad es una constante en todos los procesos electorales. Esto requeriría de una reflexión profunda como sociedad, ya que quienes más tendrían que sentir que las políticas públicas son la vía para garantizar los derechos, protección social, educación, vivienda, empleo, salud, … para la igualdad de oportunidades, para lograr esa red que protege a todas las personas, son las que perciben que los procesos políticos no tienen nada que ver con su situación. Esta pérdida del sentido de ciudadanía, de ser parte de la sociedad, es un factor claro de los procesos de exclusión donde las personas van estando cada vez más alejadas del espacio central de pertenencia e integración en la sociedad. La erosión del día a día, las múltiples situaciones de vulneración de derechos unas tangibles y otras sutiles, generan una distancia con las decisiones que se toman en los centros de poder.

La incidencia política tiene como objetivo promover o cambiar normas y políticas o su aplicación para el acceso efectivo y garantía de los derechos. Y también implica el fortalecimiento de la sociedad civil, esa sociedad civil de la que formamos parte todas las personas sin excepción, generando cauces de participación que vinculen a la ciudadanía (en un concepto que no excluye a nadie) con la toma de decisiones. Frente a la invisibilidad de las realidades de exclusión[i] la opción es ponerlas en el centro de la agenda pública y frente a la impotencia que genera desmovilización y desvinculación es generar espacios que equilibren las relaciones de poder, que ofrezcan vías de posibilidad para que quienes parece que no son relevantes tengan un lugar en los espacios de toma de decisión.

Ser parte de Cáritas

Desde todas estas perspectivas vinculadas a la incidencia política era imprescindible que las personas participantes en los proyectos de Cáritas fueran parte del proceso de definición de las propuestas políticas para las elecciones de 2023.

Y, desde un marco más amplio, responde a la identidad y misión de nuestra entidad, a nuestros valores y objetivos[ii] definidos en el V Plan Estratégico y a los procesos que se están desarrollando desde hace tiempo en las Cáritas Diocesanas que ponen la participación en el centro como factor transversal, requisito previo y necesario en todo proceso.

Por todo ello, en un proceso estratégico de definición de las prioridades de la organización en su acción de incidencia política, la participación directa forma parte de lo esencial.

Proceso de construcción de las propuestas políticas de Cáritas

Siendo la razón fundamental de los procesos de incidencia partir de las realidades de injusticia y de las vulneraciones de los derechos de las personas con el objetivo de impulsar normas y políticas que transformen esas situaciones, resulta evidente que quienes están sufriendo esas realidades deben formar parte de la identificación y elección de las prioridades.

Una premisa: la anticipación

Los tiempos políticos marcan los procesos de incidencia. De poco sirve un buen proceso si se llega tarde para poder influir en los espacios adecuados y con los actores oportunos.

Este proceso se inició casi dos años antes del final teórico de la legislatura (se inició en febrero de 2022 con elecciones previstas en diciembre de 2023) de modo que aun produciéndose el adelanto electoral el proceso estaba desarrollado y las propuestas definidas.

Identificación de las vulneraciones y priorización

A través de los proyectos de Cáritas de migraciones, vivienda, empleo, asentamientos, violencias machistas, infancia, personas en situación de sin hogar, empleo de hogar, mayores, trata, rural, … se propuso a las personas participantes en ellos incorporarse a este proceso de definición de las propuestas de Cáritas para las elecciones generales. También se incorporaron en él los grupos de participantes ya constituidos de forma estable en la Confederación.

A esta invitación se sumaron 990 personas en 95 grupos a lo largo de todo el territorio.

Este proceso ha estado marcado por las dos dimensiones, externa e interna. Esta doble vertiente de ser parte de la polis y de decisiones políticas y ser parte de Cáritas y de las opciones de la institución dio lugar a un primer momento, en los grupos de contexto y diálogo sobre las diversas citas electorales (locales, autonómicas y estatales) y un segundo momento, sobre el objetivo del proceso interno de definición de las propuestas de Cáritas.

La participación tiene una dimensión personal y colectiva. En lo personal ejerciendo esa ciudadanía activa que parte de nuestra implicación, visión y experiencia; y en lo colectivo porque solo desde la generación de comunidad, de sentido de corresponsabilidad, de vinculación con un propósito común podemos influir para transformar la realidad. De este modo, cada persona compartió las vulneraciones de derechos que constata en su vida e indicó cuáles serían sus prioridades para que Cáritas se centrara en ellas. Posteriormente, a partir de las reflexiones y aportaciones personales se alcanzaron conclusiones colectivas priorizando dos ámbitos en cada uno de los grupos.

Las conclusiones de estos grupos con la identificación de vulneraciones de derechos y la priorización de los focos para la incidencia política generaron un análisis global de prioridades entre las que destacaron temas relacionados con el empleo, la vivienda y las vías de regularización de las personas migrantes. Ese análisis también reflejó temas transversales que tienen un efecto en el acceso a los derechos, así de forma reiterada reflejaron barreras como la administración electrónica o la complejidad de los trámites en diferentes ámbitos.

Causas de las vulneraciones

Las conclusiones de estos grupos fueron la base sobre la que desarrollar la segunda fase del proceso. En esta fase, siguiendo la metodología del árbol de problemas en los procesos de incidencia política[iii], se trabajó en 15 espacios temáticos, partiendo de las vulneraciones de derechos definidas, los efectos y las causas de esas vulneraciones definiendo la causa prioritaria.

Todo vale, todo suma

El proceso tenía como objetivo determinar las propuestas políticas para las elecciones generales, pero todo lo que emergiera de este proceso participativo era relevante, todo es reflexión y aportaciones que podían enriquecer procesos también en otros ámbitos. Por ello, esta fue una de las claves desde el inicio: todo suma.

Dos ejemplos de resultados que aportaron a otros procesos:

  • El objetivo era definir las propuestas políticas para las elecciones generales, pero algunas vulneraciones detectadas y priorizadas tenían que ver con competencias locales o autonómicas. Esto constituyó una aportación para las Cáritas Diocesanas y Regionales en la incidencia en las elecciones locales y autonómicas.
  • En el proceso de priorización de las causas algunos grupos se centraron en aspectos de sensibilización, señalando como causa de las vulneraciones de derecho la existencia de una ciudadanía de segunda o la negación de la condición de ciudadanos/as. Esto fue algo muy presente en algunos grupos y señalado como condición previa para cualquier legislativo, siendo la opción de los grupos priorizar, antes de cualquier proceso de incidencia política legislativa, un cambio en la sociedad. Estas conclusiones aportaron líneas para la sensibilización y la comunicación.

Priorización

El compromiso de Cáritas no es solo presentar las propuestas a los partidos para que los incorporen en los programas electorales, sino que estas propuestas constituyen las prioridades de incidencia política durante la legislatura, el eje de un trabajo hondo y sostenido que para ser viable implica que las propuestas tengan que estar muy ajustadas en número.

Por ello el proceso previo realizado por los grupos de participantes y los grupos temáticos fue llevado a una jornada en la que, partiendo de los resultados y las conclusiones alcanzados, era necesario optar por 8 propuestas.

En una jornada en las que participaron representantes de los 15 grupos con personas de las Cáritas Diocesanas y de los grupos de participantes se priorizaron 8 causas relacionadas con leyes y políticas para que constituyeran las propuestas políticas en las elecciones generales de 2023.

Esta priorización se realizó desde el diálogo, las reflexiones compartidas, las vinculaciones existentes entre lo identificado por unos grupos y otros, y también estuvieron presentes las dudas, la esperanza o el escepticismo de los cambios reales posibles en las políticas.

Proceso de aprobación, difusión y devolución

Como hemos señalado este es un proceso clave en la institución que requiere un proceso de aprobación en los órganos confederales. Este aspecto fue señalado y explicitado en el proceso previo y en la jornada de priorización, para que el conjunto de participación y construcción interna del proceso fuera compartido.

Aprobado el documento de propuestas políticas para las elecciones generales, además de la estrategia de interlocución política, es clave que los agentes de Cáritas y el conjunto de la sociedad conozcan y se identifiquen con las propuestas para una sociedad más justa, y para ello se desarrolló una estrategia de comunicación y sensibilización.

Todo ello fue presentado, antes de ser lanzado públicamente, en una jornada a la que fueron invitadas todas las personas que participaron en el proceso. En esa jornada se rindieron cuentas del conjunto del proceso, de los resultados de cada fase, de las propuestas y de la estrategia de comunicación. De esto modo, todas las personas que formaron parte del proceso en alguna de las etapas pudieron tener una devolución directa de los resultados y un espacio abierto de intercambio y aportación.

Interlocución política

Las propuestas fueron presentadas en reuniones con los partidos políticos señalando el proceso de participación que había dado lugar a las mismas. Posteriormente se realizó en análisis de los programas electorales en cuanto a la incorporación y en qué medida de las propuestas realizadas por Cáritas.

Claves y aprendizajes

Este proceso ha sido un paso en un camino a consolidar y profundizar. La participación de las personas en situación de vulnerabilidad en la institución y en la construcción del bien común, siendo parte central de la sociedad que, conjuntamente, queremos construir, es imprescindible.

Desde esa premisa este proceso nos marca aprendizajes para el futuro. Algunos de ellos son:

  • En procesos de medio plazo es necesario evaluar y devolver resultados en períodos de tiempo más cortos, especialmente con personas con gran movilidad, que durante los meses que transcurrieron han podido cambiar de lugar y salir de los proyectos. Mantener la continuidad en contexto de vida complejos es un reto a futuro.
  • Extender estos procesos de participación a otros procesos de propuesta a las políticas públicas como ya se ha hecho con la estrategia de personas sin hogar[iv].
  • Dar continuidad a espacios en los que la aportación e implicación en la comunidad, el barrio, las políticas locales, la defensa de los derechos, sean una constante.

Algunos grupos de participantes existían previamente, otros se constituyeron con motivo de este proceso, en unos y otros constatamos la valoración positiva por participar en este proceso[v] y en los segundos, el deseo de dar continuidad.

En todos ellos la conciencia clara de los derechos y de su vulneración fue una constante y la conciencia de que la vía grupal y colectiva de defensa de los derechos es una alternativa ante los riesgos que a veces implica la defensa individual[vi].

Este proceso ha constituido un paso significativo en la participación vinculada a la toma de decisiones interna en un proceso estratégico como es la definición de las prioridades de incidencia política y en la vinculación con la construcción de lo público para generar un cauce de influencia en los actores políticos. La voluntad es seguir consolidando procesos de participación como principio transversal para el ejercicio de los derechos y porque solo alcanzaremos una sociedad justa si todas las personas somos parte imprescindible de ese proyecto.

 

[i] “Este precariado político tiene una especial incidencia en el precariado social. Las personas al margen de lo social son también personas al margen de lo político. La exclusión social, como se analizó en el capítulo anterior, es una exclusión discursiva: sin voz ni visibilidad”. Sebastián Mora. “Voces insólitas. La participación de las personas en proceso de exclusión en el tercer sector de acción social como espacio político”

[ii] “La advocacy promueve el reparto equitativo del poder” Un modelo de advocacy ignaciana Frank Turner sj https://www.educatemagis.org/wp-content/uploads/2015/10/ian_esp_online1-Ign-Adv-Netw-SP.pdf

[iii] Manual para la facilitación de procesos de Incidencia Política. Wola https://www.wola.org/wp-content/uploads/2005/06/atp_manual_para_facilitacion_jun_05-1.pdf

[iv] La participación de las personas y familias vulneradas en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas con enfoque de derechos humanos: propuestas de Cáritas para la 2ª Estrategia Nacional Integral para Personas sin hogar. Sonia Olea. Documentación Social

[v] “A los participantes en este proceso nos ha parecido muy interesante, gratificante, interactivo y sobre todo valoramos haber podido poner voz a nuestros derechos vulnerados”. Grupo de participantes.

[vi] El Informe de Vulneraciones de derechos laborales en el sector agrícola, la hostelería y los empleos del hogar, elaborado por Cáritas mostraba como el 68% de las personas no denunciaba situaciones de vulneración de derechos por miedo a perder su trabajar y el 23% (se incrementaba hasta el 48% en el caso de los temporeros) por sentir que no iba a tener ningún resultado.

 

Número 15, 2023

Ciencia social

Migraciones y resistencia: repensar las prácticas participativas desde los espacios fronterizos

Daniel Buraschi, Mosaico Acción Social

Natalia Oldano, Mosaico Acción Social

María José Aguilar Idáñez, Universidad de Castilla La Mancha

Puedes encontrar a la Asociación Mosaico Canarias en Facebook

 

Introducción

En las Islas Canarias el 2020 no solo ha sido el año de la pandemia, sino también el año en que la ruta migratoria atlántica a través de Canarias volvió a ser la principal vía de entrada marítima irregular a Europa de personas, de Marruecos, Senegal, Malí o Costa de Marfil, principalmente.  Según datos del Ministerio del Interior Español, llegaron a las islas 23.271 personas a bordo de 759 embarcaciones, con una concentración mayoritaria en los últimos meses del año (más de 18.000 personas llegaron de septiembre a diciembre), un incremento del 756% respecto al año anterior. La ruta sigue activa con la llegada de un total de 22.316 personas y de 3.194 personas solo en el mes de enero 2022.

Se trata de una ruta muy peligrosa debido a la distancia por mar y, sobre todo, por las condiciones del viaje. La ONG Caminando Fronteras ha registrado más de 4.000 víctimas en la ruta canaria durante 2021.

El Plan Canarias y la crisis del sistema de acogida

Desde el verano de 2020, Canarias vive una profunda crisis de acogida de migrantes. El bloqueo de los migrantes en las islas y la ausencia de un sistema integrado de acogida han generado una violación sistemática de los derechos humanos: detenciones y privaciones de libertad sin protección legal; falta de asistencia jurídica a las personas migrantes; ausencia de un servicio efectivo de traducción e interpretación; falta de identificación y atención a los colectivos en situación de extrema vulnerabilidad que merecen especial protección y atención (como los menores no acompañados, los potenciales solicitantes de protección internacional, etc.); atención sanitaria deficiente y falta sistemática de información.

La gestión de la inmigración en Canarias es un ejemplo de la política de externalización de fronteras que ha caracterizado a la Unión Europea en los últimos años. Cuando la frontera se vuelve permeable, se activan los dispositivos de contención de la inmigración en las islas y de expulsión. El objetivo es evitar que los inmigrantes entren en el territorio europeo continental bloqueándolos en las zonas fronterizas y organizando su expulsión mediante acuerdos bilaterales con los países de origen.

El cierre de las fronteras de países como Marruecos, Senegal, Mauritania o Malí debido a la crisis sanitaria ha desactivado de facto el mecanismo de gestión de la migración basado en la deportación. En el verano de 2020, miles de migrantes se concentraron en un muelle de la isla de Gran Canaria durante cuatro meses, expuestos a la intemperie, creando una grave emergencia humanitaria. El gobierno español decidió no trasladar a las personas a los centros distribuidos por la España peninsular, y de hecho, en los últimos meses del año miles de migrantes fueron trasladados a diferentes hoteles de las zonas turísticas de las islas, mientras se preparaban las instalaciones de primera acogida.

En los primeros meses de 2021 se activó el Plan Canarias, que preveía la apertura de tres macrocentros de acogida (dos en la isla de Tenerife y uno en la de Gran Canaria) a los que se trasladarían entre 5.000 y 7.000 personas en pocos meses. Desde los primeros días, estas instalaciones crearon una situación insostenible: hacinamiento en tiendas de campaña que no ofrecían suficiente abrigo contra el frío y la lluvia, alimentación insuficiente, falta de información, problemas de convivencia, escasa atención sanitaria e imposibilidad de viajar a la península, violencia física y traslado de menores no acompañados a centros de adultos. Esta situación ha sido denunciada por numerosos organismos nacionales e internacionales y, en muchas ocasiones, ha tenido graves consecuencias para la salud psicofísica de los migrantes (Amnistía Internacional, 2021, Defensor del Pueblo, 2021, Médicos del Mundo, 2021, CEAR, 2021).

Resistencia de personas migrantes y redes de solidaridad

La crisis sanitaria causada por el Covid-19 desactivó temporalmente la política migratoria europea fundamentada en las prácticas de deportación y devoluciones en caliente. Frente al cierre de fronteras, el gobierno de España ha activado un plan que ha supuesto la violación sistemática de los derechos humanos de las personas migrantes y ha creado una situación sin precedentes en Canarias. La inmigración irregular representaba hasta el 2020 sólo un fenómeno mediático muy presente en el discurso político y en los medios de comunicación, pero con poco contacto con la población local. Por primera vez, los miles de migrantes africanos que llegan por la vía marítima irregular dejan de ser una masa anónima para convertirse en personas que se organizan y tejen relaciones personales con la población local. Las personas migrantes bloqueadas en Canarias han comenzado a organizarse para dar visibilidad a su lucha por la dignidad y sus derechos: organizan manifestaciones, protestas, huelgas de hambre y tienen contacto directo con los medios de comunicación. En enero de 2021, cuando todavía no se habían abierto los macrocentros, las personas migrantes empezaron las primeras protestas organizadas. Cerca de 175 personas de origen senegalés empezaron una huelga de hambre para pedir poner fin al bloqueo y poder viajar al resto de España. Se trata de personas que llevaban tres meses bloqueadas sin información que, por primera vez, dejaban de ser una masa anónima y pasiva a los ojos de la sociedad receptora y de los medios de comunicación. Las personas migrantes tomaron la palabra en los medios de comunicación, grababan vídeos reivindicativos. Un mes después, 27 menores de origen magrebí y senegalés también empiezan una huelga de hambre, en este caso la protesta se articula con plataformas de defensa de los derechos de las personas migrantes.

En el mismo mes se abren los macrocentros y la concentración de miles de inmigrantes en unos pocos recursos ha facilitado el contacto directo con la población local. Desde los primeros días de su apertura, se han creado amplias redes de apoyo y solidaridad por parte de la sociedad canaria. Muchas de estas redes prestan atención jurídica y sanitaria y articulan acciones en defensa de los derechos de las personas migrantes.

En marzo, las personas migrantes bloqueadas en los macrocentros organizan, junto con las plataformas ciudadanas de apoyo a las personas migrantes, una marcha para protestar contra la política migratoria

A partir de febrero de 2021 se crean nuevas iniciativas participativas, redes de apoyo, se articulan procesos participativos que involucran a centenares de personas. Entre las iniciativas más amplias hay que citar la Asamblea de Apoyo a las Personas Migrantes en Tenerife y Somos Red en la isla de Gran Canaria.

Reflexiones desde las prácticas participativas en espacios fronterizos

A partir de las experiencias participativas desarrolladas este contexto de crisis sanitaria y crisis migratoria en las islas Canarias, quisiéramos proponer algunas reflexiones para repensar las prácticas participativas en espacios fronterizos.

No neutralidad de las prácticas participativas. En Canarias existen, desde hace muchos años, numerosos proyectos de intervención comunitaria e intervención intercultural promovidos por las instituciones y desarrollados por diferentes ONG. A menudo, estos proyectos no han sabido articularse con los nuevos movimientos sociales y, en particular, con las prácticas de resistencia de las personas migrantes. Probablemente, uno de los principales problemas ha sido concebir las prácticas participativas como procesos neutrales, en los cuales se podía mantener la equidistancia con las instituciones y limitarse a apelar a la convivencia intercultural. Esta crisis migratoria ha evidenciado dramáticamente que las prácticas participativas se desarrollan en ocasiones en espacios profundamente violentos y deshumanizantes, espacios en los cuales las instituciones reproducen el racismo institucional. Si las prácticas participativas no saben leer críticamente la realidad, no saben o no quieren comprometerse con la lucha contra la injusticia y la violencia estructural, entonces, aunque sus objetivos sean la interculturalidad o la defensa de los derechos de las personas migrantes, reproducen o, al menos consienten, el racismo institucional.

El protagonismo de las personas migrantes y la autonomía de las migraciones. Es importante concebir las prácticas participativas con personas migrantes como procesos de concientización y emancipación (Freire, 1970), haciendo hincapié en su agencia, en sus recursos, en su resiliencia. Analizando las estrategias que llevan a cabo los miembros de los grupos estigmatizados para resistir al racismo y al impacto que tiene el estigma en su vida cotidiana (Buraschi y Agular, 2019).

Las personas migrantes no son víctimas pasivas de la política migratoria, sino que llevan a cabo diferentes tipos de estrategias para enfrentarse eficazmente al racismo institucional que hay que reconocer y valorizar para que la acción sea más eficaz. Se puede cambiar la estructura de dominación solamente si ponemos en primer plano las personas migrantes, es decir, en tanto sujetos que expresan resistencia y prácticas conflictivas innovadoras (Mezzadra, 2004: 147). Se trata, por lo tanto, de entender las migraciones como un movimiento social, un tipo único de acción colectiva que cuestiona los poderes institucionales y el régimen fronterizo.

Este reconocimiento implica partir de la experiencia vivida por las personas racializadas y víctimas de discriminación, diseñar estrategias de acción desde su realidad vital concreta y cambiar nuestro posicionamiento, de personas expertas, portavoces o líderes de las intervenciones, a facilitadores/as y aliados/as, sabiendo escuchar, dar espacio, siendo autocríticos/as y aceptando de salir de nuestra zona de confort (Buraschi y Aguilar, 2019).

Cuestionar el paternalismo y el etnocentrismo. La experiencia en Canarias ha mostrado que las prácticas participativas, hasta aquellas que se autodefinen como interculturales, transformadoras, defensoras de los derechos humanos, pueden reproducir modelos paternalistas, victimistas, entocéntricos y culturalistas. El trabajo con personas que han pasado por experiencias traumáticas, que no hablan español, que están en una situación radicalmente precaria en ocasiones se traduce en la reproducción de esquemas coloniales e inconscientemente racistas hasta en el seno de los movimientos sociales. En este contexto es clave cuestionar nuestra mirada colonial, nuestras metodologías de trabajo. Como subrayan Buraschi y Aguilar (2019), la incertidumbre, la incomodidad, el sentirse desplazados/as son buenos indicadores de que estamos trabajando en la dirección correcta, una práctica participativa que no modifica nuestra mirada, que no nos hace conscientes de la colonialidad de nuestra mirada y de nuestras contradicciones no es transformadora, sino funcional a un sistema de dominación. Esta reflexividad crítica pasa necesariamente por la toma de conciencia de nuestros privilegios y el reconocimiento de las relaciones de poder asimétricas que estructuran nuestro espacio de acción. Además, pasa por la apertura hacia la emergencia de conocimientos, prácticas, competencias y marcos interpretativos normalmente silenciados. Apoyando la emergencia de nuevas formas de ser, de saber y de poder (De Sousa Santos, 2010).

Bibliografía

Amnistía Internacional (2021). Islas Canarias: Conclusiones preliminares sobre la situación de las personas migrantes tras una semana de investigación.  Amnistía Internacional.

Buraschi, Daniel y Aguilar Idáñez, María José (2019). Racismo y antirracismo. Comprender para transformar. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Comisión Española de Ayuda al Refugiado (2021). Migración en Canarias, la emergencia previsible. Madrid: CEAR.

De Sousa Santos, Boaventura (2010). Epistemologías del sur. México: Siglo XXI.

Defensor del Pueblo. (2021). La migración en Canarias. Estudio. Defensor del Pueblo

Freire, Paulo (1970). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.

Médicos del Mundo (2021). La salud naufraga en la frontera sur. Médicos del Mundo.

Mezzadra, Sandro (2004). Derecho de fuga. Madrid: Traficantes de sueños.

 

Número 10, 2022
Ciencia social

Hacia una Sociología de Urgencia: por qué escuchar a las niñas, niños y adolescentes confinados

Marta Martínez Muñoz, Socióloga y Evaluadora de Políticas Públicas. Enclave de Evaluación.

Iván Rodríguez Pascual, Sociólogo. Profesor Titular de la Universidad de Huelva.

Gabriela Velásquez Crespo, Abogada. Doctoranda en el Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas- IDHBC de la Universidad Carlos III de Madrid.

Puedes encontrar a #InfanciaConfinada en Twitter; a Marta Martínez en Twitter y Linkedin; a Iván Rodríguez en Twitter; y a Gabriela Velásquez en Twitter y Linkedin.

 

Introducción

La COVID-19 confinó a 47 millones de personas en España, entre ellos, 8,3 millones de menores de 18 años. En la segunda semana de marzo el Gobierno decretó el cierre de los centros educativos y las escuelas quedaron vacías. De un día para otro, se encontraron en casa, sin poder salir a la calle y obligados a tele-estudiar. Sus relaciones sociales con todas las personas con las que no convivían en el hogar, profesores, compañeros y amigos incluidos, quedaron igualmente frenadas y pasaron a ser solo virtuales.

La voz de los niños apenas trascendió más allá de los hogares en los que estaban recluidos. Como hemos defendido en muchas ocasiones en nuestra trayectoria investigadora (Rodríguez y Martínez, 2020), niñas y niños no viven en universos aislados, forman parte del mundo social, de su sociedad y negar esta condición implica desdeñar la posibilidad de construir una relación con la población infantil en pie de igualdad. Por otro lado (más práctico), pueden aportar una visión útil y diferente sobre ciertos procesos esenciales de nuestra sociedad (lo educativo, por ejemplo) que difícilmente podrían aportar otros agentes sociales cuyas vivencias están muy alejadas del mundo infantil. Esta voluntad de escucha implicaba, en un marco de confinamiento, preguntarse ¿Cómo llegar a las niñas y niños?

Metodología

Para ello pusimos en marcha, Infancia Confinada (https://infanciaconfinada.com/) un proyecto de investigación que nace, al séptimo día del confinamiento, a partir de tres preguntas clave: ¿qué opinan las niñas y niños sobre la situación de confinamiento?, ¿cómo les está afectando la COVID-19 en sus vidas cotidianas? y ¿cómo están construyendo de forma individual y colectiva el significado de esta situación?

Con el fin de cumplir con los objetivos de una investigación sociológica de urgencia que no reniega del rigor metodológico, se optó por un acceso virtual a la población objeto de estudio a través de un cuestionario en línea auto cumplimentado, definiendo un rango de edad óptimo para realizar el trabajo de campo: entre 10 y 14 años.

El cuestionario se alojó en la plataforma Limesurvey, para asegurar el anonimato, y se promocionó a través de diferentes redes sociales y de los propios contactos de los investigadores con el método bola de nieve[1] obteniéndose 425 cuestionarios respondidos por niñas (52%) y niños (48%) residentes en distintas comunidades autónomas.[2] Aunque no representativa de toda la población de ese rango de edad, la muestra permite extraer conclusiones tentativas y representó el primer intento de obtener datos de este grupo de edad durante el confinamiento en España.

Cómo se han sentido: el bienestar subjetivo y el confinamiento

Las niñas, niños y adolescentes han sido grandes sostenedores de esta pandemia en el ámbito privado, pese a ello, el mensaje que han recibido de forma casi permanente ha sido aguantar, resistir y portarse bien; se les ha pedido un gran sacrificio, aportándoles muy poco a cambio salvo ser etiquetados como vectores de transmisión, incluso por parte de las propias autoridades sanitarias. Han mostrado un amplio repertorio de formas de definir, entender y acatar conceptos que eran totalmente nuevos como experiencia para casi toda la sociedad y ante una medida tan radical como el confinamiento, todas ellas bajo el paraguas de un amplio consenso: más del 94% muestran su apoyo al confinamiento como medida necesaria para evitar el contagio. No sorprende, por tanto, que el bienestar subjetivo[3] de niñas y niños, aún dentro del confinamiento, sea singularmente alto: sobre una escala de 7 puntos, donde 7 significa mostrarse completamente satisfecho con la vida, la puntuación media en nuestro estudio rozaba los 6 puntos (5,8). El principal motivo de este bienestar se traduce en la satisfacción que tienen con sus relaciones familiares, el hecho de estar en casa y poder mantener cercanía y accesibilidad con sus padres y madres, es lo que apuntan que más han disfrutado de este periodo.

Sin embargo, los factores exclusógenos han seguido actuando dentro del confinamiento. Existe una parte de niñas y niños que no han podido contar con esta cercanía, sus padres no les han podido dedicar suficiente tiempo o existen discusiones dentro de casa. Así, nos preguntamos cómo era el perfil de quienes expresaban la menor y mayor satisfacción vital, que resumimos en la siguiente tabla:

Tabla 1: Perfil comparado de la población infantil y adolescente con la menor y mayor satisfacción vital (25%-75%), respectivamente (% sobre total de respuesta para cada variable, satisfacción vital medida en una escala de 1 a 7). Fuente: Martínez Muñoz, M.; Rodríguez Pascual, I.; Velásquez Crespo, G. (2020).


Como se puede observar, la población infantil que manifiesta menor satisfacción con su vida presenta las siguientes variables:

  • Tiene un perfil más claramente femenino y de más edad.
  • Valoran peor su estado de salud.
  • Muestran mayor malestar psicológico y sentimientos como la tristeza o preocupación.
  • Habitan entornos familiares más frágiles en lo económico y de menor disponibilidad paterna.

La enfermedad y el bienestar de la familia como principales preocupaciones

Al 84% les preocupa mucho que las personas de mi familia enfermen o mueran por culpa del Coronavirus. La segunda mayor preocupación (65%) es que mis abuelos y otras personas mayores tengan que pasar este tiempo solos.

Las cuestiones económicas les han preocupado en menor medida, si bien cuatro de cada diez sí expresan mucha preocupación por la posible pérdida de empleo de sus padres: 44%. Al 17% le preocupa mucho que su familia sea más pobre o tenga menos dinero cuando concluya el confinamiento. En torno a una quinta parte siente una preocupación frecuente (todos los días o a menudo) porque su familia no tenga suficiente dinero para los próximos meses (20%) o que sus padres no tengan trabajo para los próximos meses (23%).

Sentimientos perturbadores

Las niñas, niños y adolescentes no son observadores pasivos de la crisis pandémica ni de sus consecuencias socioeconómicas, sino que han demostrado un pensamiento crítico: conectados y conscientes del sufrimiento del conjunto de la población y la tensión que esta situación ha provocado en nuestro modo de vida, particularmente desde la visión de su entorno familiar pero también en relación con otros ámbitos más amplios.

Se han mostrado ciertamente resistentes a una circunstancia tan dura como el confinamiento: muchos se han sentido tranquilos y, sobre todo, han tenido que lidiar con el aburrimiento. Sin embargo, sentimientos perturbadores han hecho también su aparición identificando las consecuencias socioafectivas del confinamiento: particularmente la preocupación y la tristeza, que una parte significativa de la población (36% y 28%, respectivamente) han sentido con mucha frecuencia y más las chicas.

Dentro de esta misma línea, se ha sesgado un vínculo que en la sociedad española tiene una intensidad especial: el que les une con abuelas y abuelos. Esto tiene un reflejo en que estos se han convertido en una de las principales preocupaciones y fuentes de tristeza durante el confinamiento (al 64,9% le preocupa mucho que se sientan solos) pero también la de las personas mayores en general más allá de sus lazos familiares, dando cuenta así de su solidaridad intergeneracional y de quienes han sido especialmente afectados por la pandemia.

¿Qué aprendizajes nos deja el estudio? 

Conciencia crítica: Las niñas y niños han demostrado ser sujetos situados[3], con una conciencia crítica sobre la situación vivida. No es gratuito, por tanto, que cuando disponen de la oportunidad de expresar sus opiniones, lo hagan principalmente para reclamar y reivindicar su derecho a ser escuchados. En la misma línea, las niñas y niños también aprovechan la oportunidad para dirigirse a diferentes actores sociales para demandar mejores medidas, que se respete el confinamiento y que no se extralimiten con las tareas escolares. Solo a partir de la escucha se puede, también, tener una visión más amplia sobre cuáles son sus necesidades e intereses.

Situaciones de vulnerabilidad: El estudio ha demostrado que, si bien la mayoría de las niñas y niños participantes se encuentran en una situación medianamente estable, existen, en menor medida, situaciones de vulnerabilidad dentro de su ámbito privado. Bajo bienestar subjetivo y material, dificultades de aprendizaje y situaciones económicas familiares débiles, entre otros, son algunas de las condiciones en las que viven algunas niñas y niños participantes, que son el reflejo de la situación actual en muchos hogares españoles. Como sociedad y Estado tomar en cuenta cuáles son las necesidades de la infancia desde sus propias voces, entendiendo que el trabajo más importante de intervención social llegará tras el confinamiento para revertir estas situaciones de desventaja desde un enfoque de derechos.

El proyecto y el informe se encuentran disponibles en https://infanciaconfinada.com/ y en el repositorio académico de la Universidad de Huelva identificado con el handle http://hdl.handle.net/10272/17913.

Referencias bibliográficas

  • Martínez Muñoz, M.; Rodríguez Pascual, I.; Velásquez Crespo, G. (2020). Infancia Confinada. ¿Cómo viven la situación de confinamiento niñas, niños y adolescentes? Infancia Confinada y Enclave de Evaluación.
  • Rodríguez Pascual, I.; Martínez Muñoz, M.; (2020) “Infancia, investigación e intervención social: horizontes metodológicos en diálogo”, en Orgambidez, A.; Borrego, Y.; y Vázquez, O. (eds). (2020) Tendencias de Investigación en Intervención social. Editorial Dykinson.

[1] La encuesta semicerrada estuvo abierta desde el 21 de marzo hasta el 07 de abril y contó con 25 preguntas, divididas en siete secciones: consentimiento y presentación; identificación sociodemográfica; derechos y confinamiento; vivienda, actividades y principales preocupaciones y sentimientos; bienestar subjetivo; sueños, miedos, alegrías y tristezas (SMAT).

[2] 15 de 17 comunidades. No obstante, 70% de la muestra corresponde a Madrid, Valencia y Cataluña.

[3] Conocimiento o sujeto situado es un concepto desarrollado por Simone de Beauvoir (posteriormente revisado por Donna Haraway) para referirse a que ningún conocimiento está desligado de su contexto ni de la subjetividad de quien lo emite. Para Haraway no solo ocurre con las mujeres sino con todos los grupos subalternos, y propone que cada minoría debe analizar su realidad estudiando las interacciones entre todos los ejes de desigualdad (género, clase, raza). A esos ejes de dominación consideramos que se debe añadir aquel basado en la edad, que suele estar ausente en los análisis de interseccionalidad. Con el conocimiento situado se hace explícito el posicionamiento de quien emite una opinión, ya que los puntos de vista no son nunca neutros de una manera ética. Nos parece oportuno extender el concepto para cuestionar las visiones esencialistas de la infancia que desconocen la diversidad de la misma y dejar constancia de la conciencia crítica de las opiniones y expresiones de la población infantil, acerca de diferentes procesos o fenómenos sociales, como hemos observado en muchas ocasiones.

 

 

Número 6, 2020

Documentación

Novaruralitat.org

En continuidad con la magnifica entrevista que nos ha concedido nuestro amigo Artur Aparici, y que puede ver en este número, recomendamos también un paseo virtual por la web de este grupo:  novaruralitat.org

El foro de la nueva ruralidad es una interesante experiencia de acción y reflexión desde y para el mundo rural, que en coherencia con su realidad se ubica desde lo glocal, es decir, actúa desde lo local pero lo hace pensando en lo global. Además de ser una idea que surge de la colaboración entre la universidad y la sociedad que la rodea, eso que ha venido a llamarse extensión universitaria, tan necesario como, por desgracia, escaso.

La página web de este joven movimiento nos hace un recorrido sintético  por las 4 jornadas de reivindicación de la nueva ruralidad que ha celebrado. Además nos cuenta cómo se organiza, qué grupos de trabajo y qué tarea desarrollan. Cuenta con numerosos vídeos que hacen más ameno transitar por sus páginas.

Destacamos la sección de buenas prácticas, en la que se nos cuentan experiencias de emprendimiento y de otros tipos que están contribuyendo al desarrollo de la zona rural de Castellón en la que trabajan.  Y una sección de biblioteca, donde descargar trabajos, libros y  artículos para leer con calma y subrayador.

Por último, una referencia al manifiesto https://novaruralitat.org/manifest/ que resume lo que son sus planteamientos y reivindicaciones y que, además de conocerlos, nos invita a apoyarlo con nuestra adhesión.

 

Número 4, 2020
Acción social

Por amor al arte

Almudena Iglesias Moro

Técnica de Cáritas Diocesana de Salamanca

 

1. Lo integral del ser humano

En la creación, el sujeto transforma el espacio donde interviene y mientras lo hace deposita en sus creaciones emociones y significados. […] El proceso creador permite la aparición de lo que somos y de cómo actuamos, poniendo en juego la memoria, el saber, la percepción, la experiencia, lo consciente y lo inconsciente. La obra de arte funciona como metáfora del mundo en la que las representaciones son la (re)presentación de algo ya presentado, de algo anterior que se actualiza. Comporta una mirada atrás y un reajuste. Es repetición de las primeras imágenes y creación, […] que permite la concreción de lo mismo, pero de otra manera, reestructurando el «yo» (Moreno, 2016).

Si partimos del concepto holístico de persona entendemos que los seres humanos se desarrollan en un cuerpo en el que existen pensamientos y emociones. Así pues, se consideran tres núcleos que configuran a la persona: el cognitivo, el emocional y el corporal. Entender la persona sin una de esas partes es negar su totalidad (Rossi, 2006).

Como planteaba Bisquerra (2006) hemos desatendido la parte emocional y la corporal para destacar la razón y los pensamientos.

Sin embargo, son cada vez más las propuestas a nivel educativo y social que valoran la necesidad del trabajo emocional para favorecer el desarrollo integral de las personas.

2. El arte

Es en este sentido la necesidad de incorporar el arte para conmover, para emocionar. Para poder explicar y entender con más claridad nuestras emociones. Se utiliza el arte como instrumento mediador para conectar a la persona con su identidad individual y grupal.

Mediante diferentes expresiones artísticas somos capaces de proyectar nuestro “YO” para abordar dificultades, elaborar conflictos que ayuden a la reconciliación personal y a la proyección de un “YO” incluido, autónomo y con esperanza (Si somos capaces de soñarlo, somos capaces de lograrlo).

El arte nos permite crear un universo simbólico donde podemos visualizar nuestra realidad o la que queramos que sea, real o inventada. Ese universo puede dibujarse, bailarse, modificarse, inventarse y facilitar soñar con otra realidad que es la que nos gustaría que fuera.

3. Arte y exclusión social

La intervención artística es una maravillosa herramienta de mediación para trabajar con personas en situación de vulnerabilidad o de exclusión social independientemente de su nivel cultural, su procedencia, edad, etc.

Atrás quedaron las épocas en las que el arte y la cultura en general eran elitistas y solo para minorías.

El arte nos iguala y puede establecer lenguajes universales que traspasa las fronteras económicas y políticas. No es necesario tener estudios para emocionarnos. El arte está al alcance de todos, aunque haya diferentes niveles.

Hay estudios que demuestran que las personas independientemente de dónde seamos nos entristecemos y nos alegramos por las mismas cosas. Nos sentimos solos por las mismas cosas. Sentimos celos por las mismas cosas, etc.

El arte facilita que afloren las emociones y la intervención social ayuda a entender por qué aparecen ese tipo de emociones, qué significan y cómo las recibimos.

En la intervención social lo importante no es el resultado final. Éste es solo una excusa. Lo importante es el proceso y todo lo vivido y reflexionado en ese camino. Lo fundamental es el aprendizaje que se produce y que orienta a las personas a conseguir la autonomía y la inclusión.

También pueden afectar en el tipo de relaciones de los participantes. Se consiguen establecer relaciones igualitarias que dentro de los contextos más formales se ven dificultadas por la asignación de los diferentes roles o funciones que desarrolla cada uno. Para esto, es importante que la participación en estas actividades artísticas sea plural. Por ejemplo, proponer una actividad teatral de creación colectiva en una casa para personas sin hogar implicaría la participación de técnicos, voluntarios, residentes.

No hace falta tener conocimientos técnicos para que cada uno pueda encontrar su sitio en la actividad (director, actor, diseñador, maquillaje, vestuario, etc.). El desarrollo de esta intervención iguala a las personas independientemente de la función que luego tengan en la casa. Se generan espacios y momentos de verdaderas relaciones horizontales que pueden traspasar la propia actividad. Y de manera indirecta y amena se trabaja la cohesión de grupo, la autoestima de los participantes, la creatividad. En fin, valores y potencialidades que se pueden extrapolar a la vida cotidiana.

4. Romper barreras

Son muchos los espacios que pueden ser utilizados para actividades artísticas. Esto supone por un lado, la normalización de los espacios y, también, el que las instituciones sociales salgan de sus recursos para utilizar otros públicos o compartidos incluso con otros grupos.

Al salir de los típicos espacios de las instituciones sociales se rompen barreras físicas que no solo acercan a estos colectivos a la sociedad y a la cultura, sino que también sirve para que la sociedad tenga una toma de contacto con realidades a las que de otra forma quizá no se acercaría o incluso rechazarían.

La normalización de los espacios produce un fenómeno de sensibilización y hasta contagio social. La curiosidad humana nos lleva a querer conocer, a querer saber de otras experiencias, de otras vidas. Pero cuando el contexto es amable es más fácil el acercamiento. Sensibilizar conlleva un proceso de aprendizaje y en ocasiones incluso de desaprender y eliminar barreras.

También supone la ruptura de falsos mitos que limitan la participación de determinados colectivos en actos culturales y sociales. A veces estas limitaciones parten de las mismas personas que se sienten excluidas por desconocimiento y ellas mismas se vetan negándose de alguna manera su derecho a la participación y a formar parte de la sociedad.

5. Hablan los artistas

Formar parte de estos procesos artísticos genera cambios en dos direcciones tanto de quien participa como de quien facilita la actividad. Algunas opiniones de facilitadores y participantes nos dan pistas en primera persona de lo que puede suponer para ellos.

Santiago, participante de un proyecto artístico de creación colectiva en Cáritas Diocesana de Salamanca da las gracias por la ilusión devuelta a todas las personas que de alguna manera nos han ayudado a entender que tenemos muchos valores que los teníamos escondidos por circunstancias de la vida, que nos mermaron como personas. Gracias por permitirnos formar parte de ese proyecto (artístico) que a unos les ha devuelto la ilusión por seguir luchando por una vida digna y a otros le ha despertado la vena artística.

Moisés Moe, presidente de la Asociación Juvenil de Break dance de Salamanca y facilitador del proyecto ConFusiones. Lo que pasa en la calle desarrollado desde Cáritas Diocesana de Salamanca nos habla de “la necesidad de todo tipo de actividades relacionadas con el Arte, no solo para personas en situación de exclusión, riesgo o vulnerabilidad social, sino para el mundo en general ya que, desde la prehistoria, por mera intuición o naturaleza hemos sido seres artísticos, por lo tanto, desde el planteamiento de intervenir desde el arte impulsamos/motivamos a volver a las raíces. Para las personas tiene muchos significados, siempre al menos en mi experiencia positivos, nos ayuda a relacionarnos y compartir de una manera sana con los demás”

Antonio, técnico de Cáritas Diocesana de Salamanca añade: Gozar de la experiencia de los procesos creativos con personas en situación de vulnerabilidad, es un viaje inédito siempre que se cuente con la motivación precisa, los medios adecuados y la libertad bien entendida. Confiere a las personas el reconocimiento que difícilmente consiguen en otros contextos sociales, pero sobre todo consiguen conocerse más a sí mismos y descubren la cantidad de ‘fantasmas’ que durante tanto tiempo les encorsetaron tan injustamente. Es un maravilloso viaje al interior de uno mismo que siempre te lleva a lugares mejores. Siempre.

6. Haciendo sociedad

Por último, las intervenciones artísticas no solo producen cambios individuales si no que pueden configurar la filosofía y el espíritu de un barrio entero y convertirlo en un barrio social y acogedor incluyendo la participación de vecinos y vecinas. Así lo resume Inma Cid presidenta de la Asociación de vecinos ZOES, desde el Barrio del Oeste en Salamanca. Quizá el barrio más inclusivo, artístico, participativo y social de la ciudad:

La cultura dejó hace años de ser unidireccional. Se ejerce desde los templos culturales (teatros, museos, auditorios…) hacia la población, además la ciudadanía también tiene capacidad para ofrecer iniciativas artísticas que logran que en las calles la cultura no sea de nadie siendo de todos, de vecinos que ceden y autorizan los espacios – lienzo (puertas de garajes, muros, fachadas); las tiendas donde se adquieren los materiales y pinturas; los bares donde los artistas comen, etc.

La Galería Urbana en el Barrio del Oeste es un modelo de participación ciudadana para dinamizar la cultura en un barrio que carece de equipamientos culturales, zonas deportivas, zonas ajardinadas; es arte efímero, temporal y transitorio pero tiene su calado social y un fuerte componente simbólico; crea sentido de pertenencia y orgullo de barrio. Ha atraído más comercio. Escasean los locales con el cartel Se Alquila. Además, está contribuyendo a convertir las calles del Barrio del Oeste en un museo al aire libre abierto las 24h del día, los 365 días del año que reclama el interés de quienes deciden visitarlo por esta razón.

La calle es más nuestra y escenario de la cultura a pie de calle, a pie de barrio. Sin invasión, sin apropiación, más bien como intervención de la ciudadanía. Los jóvenes artistas van y vienen; fotógrafos que plasman lo que ocurre en la calle; visitantes atraídos por la actividad; vecinos que se deleitan con lo que acontece… creando un ambiente dinámico, participativo de interés intergeneracional, ¡se respira arte y late el arte con el impulso de la Asociación Vecinal ZOES!

El reto de seguir girando y dando calor para aumentar la calidad de vida y ayudar a cambiar el paso al barrio. El reto es que el proyecto supere a las personas”.

 

Número 4, 2020
En marcha

De usuarias a activistas. La participación de las personas que están sin hogar

Aima Tafur, Víctor Nogueira, Mari Carmen Trigueros, Marco A. Alonso, Carlos A. Gil y Juan A. Jiménez.

Asociación Realidades

 

En la Asociación Realidades apostamos por la participación activa y real de todas las personas afectadas por la exclusión por lo que impulsamos la puesta en marcha de procesos inclusivos que apunten a generar transformación social. Por eso, en este artículo son ellas, las personas participantes, quienes toman la palabra, no como usuarias sino como activistas.

 

Dos de la mañana, cerca de la estación de Atocha, principios de enero, no sé qué hacer conmigo, no encuentro la manera de contener mi desconcierto, la situación me desborda; como quien para un taxi le hago señas a una patrulla policial. […] No sé bien como fui derivado a Realidades, pero a partir de ese momento, sin saberlo yo ni nadie, empezaba mi retorno, mi retorno a mi lugar.

Así narra Víctor su propia historia, única, como todas las que se escuchan en las entidades sociales de labios de quienes han vivido la falta de hogar en primera persona.

Mi frecuente concurrencia a los distintos ámbitos de la Asociación me llevó a reconstruir también el espacio de los afectos, porque las personas que trataban mi situación, en los diversos servicios, me habían devuelto esa capacidad frustrada por la realidad, la de sentir afecto; esas personas participaban en mi vida como si fuera la suya, es el sentimiento que produce lo profundo de su humanidad y el acierto de sus decisiones profesionales, entonces recuperas la capacidad de volver a hablar con alguien de tú a tú, algo que también había caído en el olvido, y lo bueno de esta ecuación es que cuando hablas con alguien de tú a tú, vuelves a ser tú y ya no eres solo un perfil.

Tú vuelves a ser tú y ya no eres solo un perfil. Las palabras de Víctor se clavan, muy dentro.

Mari Carmen toma la palabra: Es importante que nos escuchen porque todos podemos estar sin hogar. Y además si te quedas con lo que has pasado dentro es peor yo creo, es malo para ti misma el estar pensándolo sin hacer nada con ello. Es para que las personas comprendan que esto le puede pasar a cualquiera y hay que abrirse más. Yo lo he pasado fatal, pero soy muy positiva.

Sinhogarismo es un término nuevo, un neologismo nacido hace apenas un par de años. Aparece ya en todos los medios de comunicación, pero ¿qué es realmente no tener hogar? Según Juan, tenemos tendencia a pensar que sólo existe la pobreza en los que viven en situación de calle, pero sinhogarismo no es solo eso, hay miles de personas que viven en viviendas inseguras, temporales, albergues… Eso no es tener un hogar.

En la Asociación Realidades apostamos por una comunicación que sensibilice y movilice a la ciudadanía hacia la eliminación de los prejuicios sobre las personas que están sin hogar, la lucha contra la exclusión social y la defensa de los Derechos Humanos.

Este proceso de transformación debe contar, necesariamente, con la participación de las propias personas que han visto vulnerado su derecho a la vivienda como protagonistas de este cambio.

Para lograrlo es fundamental el generar espacios participativos y colaborativos en los que las personas que viven el sinhogarismo puedan expresar libremente su visión del mundo y ser de nuevo vistas y escuchadas, como son el programa de radio ‘Onda Realidades’, el blogderealidades.org y el taller de vídeo, donde toman la palabra y son quienes generan contenidos y materiales de sensibilización sobre su situación.

De esta manera no solo favorecemos los procesos de empoderamiento de las personas que están sin hogar, sino también contribuimos a eliminar muchas de las barreras y estigmas (incluyendo el autoestigma) que pesan sobre ellas al ponerlas en contacto con su entorno social.

Otro neologismo, aporofobia. Para Marco la aporofobia es miedo, pánico, asco, repulsión al pobre.  Dicho de otra manera, es mirar para otro lado. Un día te ves en la calle durmiendo y la gente no sabe realmente qué es lo que te ha llevado hasta ahí… Lo sentimos cuando pasa la gente por delante como si fueras invisible. Es el daño moral y psicológico que supone para una persona verse en la calle sin apoyo, sin ayuda…, es tener que aguantar lo indecible y después intentar ser persona otra vez.

Carlos: Decía mi madre que el látigo que más duro pega es el desprecio. Y yo lo he vivido en carne propia. Hay muchas formas de hacerte sentir que no vales, que eres más parte de un problema que, algún día, de la solución. Hoy ha llegado ese día y Carlos, al igual que el resto de activistas, es parte de la solución.

La voz de la calle

Onda Realidades se ha creado dentro de la Asociación Realidades para dar voz  las personas que hemos estado en situación de calle. Damos voz al sinhogarismo explica Juan, que ha participado en todos sus programas desde sus inicios, en 2018.

Y Marco, que asiente y añade: Un equipo de personas que estamos trabajando, que estamos dando el callo aquí en la radio tratando de dar voz y voto a quien no lo tiene, intentamos desde aquí aportar nuestro granito de arena y dentro de lo posible, intentar ayudar y hacernos oír, hacernos ver, y si cada día tenemos un oyente o dos más, pues eso.

Onda Realidades, cuyos podcast están disponibles en www.ondarealidades.org, se realiza en colaboración con Onda Merlín Comunitaria (OMC Radio). Pero ¿qué tiene de especial este programa? Somos una emisora atípica interviene Carlos, montamos el equipo, creamos el guion…, nos autogestionamos. Todo lo hacemos nosotros mismos. La oportunidad que tenemos de dar voz a nuestro problema de sinhogarismo no la encontramos igual en otros espacios.

Su compañero Juan coincide y remarca el concepto de autogestión. Al ser nosotros un grupo ‘autogestionario’ que no tenemos jefes que nos dicten las leyes, nosotros somos como somos, sin filtros ni tapujos porque decimos la verdad.

Hay veces que entramos en polémica pero nunca grave puntualiza Mari Carmen, es lógico, cada uno tiene un pensamiento. En lo que estamos de acuerdo es en los derechos humanos y en las obligaciones.

¿Y de qué habláis, Mari Carmen?  Pues de temas sociales, sobre las cosas que pasan día a día, violencia contra la mujer por ejemplo… También hablamos de nosotras, de nuestras circunstancias, de lo que nos ha hecho llegar a este extremo. Aquí el compañerismo es muy importante porque aprendemos muchísimo unos de otros. Yo estoy encantada, aprendo muchísimo. A mí me encanta la radio y cuando me han dado esta oportunidad de aprender cómo se hace desde dentro pues estoy muy a gusto.

 A mí también me encanta se suma Juan, me da opción a aprender porque nosotros montamos todo, todos los aparatos. Nos auto gestionamos tanto para el montaje como para buscar noticias que es muy interesante, nos motiva a leer el periódico, a escuchar noticias, nos involucra, nos estimula…

Un documental cocinado a fuego lento

El objetivo de la campaña NO CALLES. Sin hogar y con derechos es fomentar la participación y el empoderamiento de las personas sin hogar. Cada año se centra en una vulneración de derechos específica, que se aborda a través de los talleres de vídeo participativo, de radio y de blog.

Este año 2019 lo que se busca es concienciar sobre los obstáculos e itinerarios específicos que sufren hombres y mujeres a la hora de afrontar la falta de hogar y toda la vulneración de derechos que supone, así como profundizar en la reflexión sobre igualdad de género y sinhogarismo que se ha iniciado en años anteriores interpelando e involucrando a los hombres en dicho proceso.

Para visibilizar esta realidad, narrada en primera persona y con perspectiva de género, se crea Cocinar la calle, una pieza documental corta sobre sinhogarismo, realizada íntegramente por personas que están sin hogar participantes en el taller de vídeo de Realidades. Este taller, que comenzó a desarrollarse en 2015, forma parte de esta línea de trabajo que vincula la comunicación y la sensibilización con la participación.

Pero Cocinar la calle no solo es un documental con testimonios de hombres y mujeres que han estado o están sin hogar en Madrid. Es mucho más, porque son estas mismas personas las que crean, dirigen, ruedan y protagonizan la película, basándose en el concepto de «dar la vuelta a la tortilla» como metáfora de que es posible revertir una situación de exclusión mediante el empoderamiento y la reivindicación de derechos.

Las decisiones del grupo participante sobre el guion, los tipos de planos y el montaje de este documental se han cocinado a fuego lento, con una receta basada en la honestidad, el humor y la esperanza.

Los ingredientes son sencillos, poner esta receta en marcha, quizá no tanto. Pero mientras generemos estos espacios participativos y colaborativos y las personas junto a las que trabajamos puedan expresar libremente su visión del mundo y ser escuchadas, el éxito está asegurado. Ya no tendrán un rol pasivo, de usuarias receptoras de ayuda, sino que tomarán las riendas de su propio proceso de recuperación y se transformarán en participantes primero, y después, en activistas y luchadoras incansables que se dejarán la piel y la voz por las que vienen detrás.

Tú no solo vuelves a ser tú, le contestamos a Víctor, sino que ahora eres mucho más.

 

Diciembre 2019
En marcha

Empoderarnos y alzar la voz

Mª Eugenia Rodríguez Fernández

Trabajadora Social del Centro La Anjana. Cáritas Diocesana de Santander

 

La participación de las personas con las que trabajamos es una preocupación y una apuesta que desde Cáritas Diocesana de Santander mantenemos con fuerza. En ese contexto recibimos una propuesta de la Universidad de Cantabria para poner en marcha, de manera conjunta, una experiencia piloto. Se trata de un grupo de reflexión en el que los participantes abordan aspectos de su vida, entendiendo por tal no solo su situación de dificultad, sino, sobre todo, su condición de ciudadanos y ciudadanas.

El Taller de Personas sin Hogar, el Hogar Belén y el Centro de la Mujer La Anjana  son los  elegidos para iniciar el trabajo. Son proyectos de Cáritas Diocesana de Santander en los que las personas participantes son estables en el tiempo y tienen un alto grado de compromiso con el proyecto. Esto hace posible realizar un trabajo de largo recorrido con compromiso de permanencia.  

Se incorporan al proyecto dos profesionales de Cáritas Diocesana de Santander y catorce participantes de los tres proyectos. Y el grupo es también acompañado por dos docentes de la Universidad de Cantabria.

1. A partir de la realidad

Comenzamos hace un año. El primer reto era hacer grupo, para ello resultó fundamental el generar un espacio acogedor y bonito donde conocernos, compartir nuestras historias, preguntas, preocupaciones. Muy importante la creación de  un clima agradable, café y dulces como elemento de acogida y disfrutando del tiempo, sin prisas.

Lo primero que nos plantemos conocer fue cuál era nuestra preocupación común, sobre la que queremos empezar a hablar y para ello recurrimos a unas sencillas preguntas absolutamente abiertas: ¿cómo veo mi futuro?, ¿qué deseo que me suceda?, ¿qué me preocupa?, ¿qué me cabrea?

En esta primera fase de consulta y deliberación democrática no se impuso ningún tema, es en el dialogo con el grupo donde se definieron los dos temas elegidos y comenzamos a indagar, trabajando juntos, compartiendo ideas y habilidades. Nos reuníamos quincenalmente.

Utilizamos papel continuo y lluvia de ideas para reflejar todas las propuestas e ir consensuando y simplificando. Haciendo mini resúmenes de lo hablado y debatido. Nadie decide por nadie, cada opinión tiene la misma validez y es el grupo el que decide si la propuesta queda o se descarta. Al final, de los 22 temas que surgieron, dos asuntos quedaron como consenso: la vivienda y el empleo.

Y sobre ellos nos pusimos a trabajar para saber más. Compartimos nuestras vivencias, leímos y escuchamos, pero no queríamos quedarnos en algo solo para el propio grupo. Nos surgió la necesidad de contárselo a otros, de  denunciar, visibilizar, y de poner nuestro granito de arena para cambiar las cosas.

Para todo esto hemos realizado alrededor de 20 sesiones incluso al final intensificamos la frecuencia pasando a encuentros semanales y ahora estamos en el momento de ejecución del proceso creativo.

Estamos realizando una obra con materiales reciclados para mostrar en una exposición que se celebrará la segunda semana de noviembre de 2019, en la que presentaremos el fruto del trabajo realizado. Actualmente estamos en fase de creación, plasmando en los objetos seleccionados las ideas que queremos trasmitir. Nos queda la última fase de evaluar la experiencia y difundirla. Queremos que nuestras voces e ideas se escuchen.

2. Trabajando con personas no con problemas

Pero más allá de la experiencia concreta que, como todas, tiene sus luces y sus sombras, este artículo quiere profundizar en las razones de fondo de esta experiencia. Desde nuestro modelo de acción social, la participación es un elemento transversal. Consideramos que la participación de las personas en situación de exclusión es una referencia necesaria en todos los niveles de nuestra acción. Participar es colaborar para sentirse protagonista y sentir que lo que piensas, haces y dices es importante para la sociedad.

Porque las personas con las que trabajamos son, ante todo, personas y no son lo que les pasa. Que no necesitan que nadie hable por ellas, porque siguen teniendo voz. Que su situación, por complicada que sea, no les ha arrebatado su condición de sujetos, responsables y activos en la sociedad.

El hacer realidad las teorías nos ayudan a comprenderlas mejor, nos abren oportunidades de investigación práctica y aplicada para continuar profundizando en ellas, contando además con la participación de los, en principio “objetos” de la misma, lo que la dota de una cualidad especial, bastante poco común. Porque el conocimiento no es patrimonio de nadie, sino un tesoro para la  humanidad, al que todos podemos contribuir.

En definitiva, estamos desarrollando un experimento de construcción colectiva. Con este proceso queremos  demostrar que las ideas pueden convertirse en  objetos tangibles y mostrar a la sociedad por medio de esa obra, que otra mirada desde y para la incorporación social es posible cuando las personas nos implicamos en el proceso y nos lo creemos.  Estamos usando una herramienta de esas que no se gastan con el uso, sino más bien al contrario, más crece cuanto más se usa: la creatividad. Que, de nuevo no es patrimonio solo de genios, pues consiste en construir con aquello de lo que dispones.

3. En aprendizaje permanente

Como dijimos, se trata de un proceso en marcha, aún no hemos acometido la fase de difusión, y por consiguiente tampoco hemos realizado una evaluación del conjunto de la experiencia. Queremos, al final, elaborar una guía y recoger los resultados del experimento. Es un camino en construcción y negociación constante por lo que cuando finalice el proceso podremos plasmar en un documento más completo todo el aprendizaje por si a alguien más le sirviera.

No obstante, como esto de evaluar y aprender no es algo que se haga de golpe al final, algunas cosas sí que vamos viendo muy claras.

El espacio en el que estamos se convierte en clave, fundamentalmente si logramos que este sea bonito y cómodo. Que resulte acogedor y que cuidarlo sea una responsabilidad compartida. Vamos a intentar sentirnos como en “nuestra propia casa” con “nuestra familia”. Elemento que resulta especialmente significativo para personas para las que esta experiencia no pertenece a su cotidianeidad, personas sin hogar, lo que es mucho más amplio y sobre todo más hondo que sin techo.

El VIII Informe FOESSA nos enfrenta al proceso de construcción de una sociedad desvinculada, cada vez más individualista, por el contrario, en nuestra experiencia ha resultado clave  la capacidad de generar vínculos emocionales entre los participantes del proceso. Gentes que no se conocían pero hemos ido desarrollando lazos afectivos y una relación de confianza, en el sentido de que nos “fiamos con” los otros de un proyecto que compartimos. Las personas en situación de exclusión social también sufren, y probablemente en mayor medida, las consecuencias de un modelo social que nos aísla y deja las soluciones al arbitrio de la iniciativa individual, del sálvese quien pueda.

Esta confianza ha permitido que todos los participantes nos sintamos escuchados, que nuestras ideas se debatan al mismo nivel, ninguna persona sabe más que otra, ninguna opinión cuenta más que la de otro. Todos decimos tonterías y todos damos en el clavo, no tenemos miedo a compartir lo que pensamos, nadie lo juzga, y sobre todo nadie te juzga solo se escucha y se debate. Y hasta a veces se consensúa, de manera que lo que termina saliendo no es ni lo tuyo ni lo mío, sino lo nuestro. Experiencia esta muy nueva para personas que, de habitual no solo no son escuchadas, sino que ni quiera son vistas, que están, socialmente invisibilizadas.

Y por último, el tiempo. No hay prisa, los procesos duran lo que tengan que durar, los plazos son los que hayan de ser porque los ritmos son diferentes pero terminan acompasándose. Los que corren se esperan y los lentos se apresuran. El tiempo es nuestro aliado no nuestro enemigo. Hemos roto la lógica de los plazos, de los tiempos que de habitual, damos a los demás para que hagan lo que les decimos que tienen que hacer.

Probablemente, al finalizar podremos decir muchas más cosas, de eso se trata. De empoderarnos para alzar la voz.

 

Número 3, 2019
Acción social

Calidad, auditoría, plan estratégico y, también, examen de conciencia

Francisco Lorenzo

Sociólogo, Director del área de Acción Social de Cáritas Española

 

Según se recoge en el III Plan Estratégico de la Plataforma del Tercer Sector: el Tercer Sector de Acción Social es el ámbito formado por entidades privadas de carácter voluntario y sin ánimo de lucro que, surgidas de la libre iniciativa ciudadana, funcionan de forma autónoma y solidaria tratando, por medio de acciones de interés general, de impulsar el reconocimiento y el ejercicio de los derechos sociales, de lograr la cohesión y la inclusión social en todas sus dimensiones y de evitar que determinados colectivos sociales queden excluidos de unos niveles suficientes de bienestar.

Más allá de la definición formal, hablar del Tercer Sector, es referirnos a entidades con forma jurídica propia (asociación o fundación, en la mayoría de los casos), sin ánimo de lucro y «fuera del sector público», que desarrollan proyectos (de atención directa, de sensibilización, de incidencia política…) orientados al bienestar y a los derechos de la ciudadanía (la lucha contra la pobreza, la exclusión, la discriminación…).

Cabe destacar también el carácter voluntario de estas entidades, pues la mayoría de ellas cuenta con la participación de un significativo número de personas voluntarias (en torno a 2,5 millones en total). Ahora bien, son muchas las organizaciones que además cuentan con personal remunerado; es más, un proceso significativo que ha tenido lugar a lo largo de las últimas décadas, ha sido la profesionalización de determinados puestos y servicios propios de estas entidades.

Sobre esta cuestión se han generado gran cantidad de debates y reflexiones, por lo que no trataremos con este texto ni de reabrir, ni de cerrar de manera definitiva dicha cuestión. Daremos por hecho que, en la medida en la que esta profesionalización conlleva una mejora de las iniciativas desarrolladas, de los servicios prestados a quienes más los necesitan y de la gestión de (casi siempre escasos) recursos con los que se cuentan para ello, debe considerarse una buena noticia[1].

Este proceso se ha visto reforzado también por cierta tendencia a la sofisticación de las propias entidades. No es extraño, por ello, que algunas organizaciones soliciten apoyo a empresas especializadas para que les ayuden a trabajar sobre certificaciones de calidad, herramientas de gestión, definición de un plan estratégico, medidas para una mayor transparencia económica, estrategias para la sostenibilidad, campañas de comunicación y de captación de fondos, medición del impacto…

Y, en un nuevo acto de confianza, reconocemos que todo ello es imprescindible en la medida en la que no se lleva a cabo como mera cuestión formal o estética, sino que pretende un mejor funcionamiento, una mejor atención a sus destinatarios y una mejor rendición de cuentas.

Ahora bien, insistiendo de nuevo en la necesidad de todo ello (evitemos así caer en la tentación de la demagogia más burda), sugiero un proceso de reflexión y revisión complementaria que nos ayude a mejorar cuestiones también fundamentales para las entidades del Tercer Sector; de cara a no renunciar –por olvido o distracción –al sentido último que tiene la sociedad civil cuando se organiza en favor del bien común.

Dado el carácter de fondo de las cuestiones que se van a plantear, se recomienda llevar a cabo este proceso de reflexión de manera sosegada, íntima y periódica… es decir, como esos exámenes de conciencia de los que hablaban algunas abuelas.

Consideramos que tiene sentido abordar estos dilemas en los distintos espacios en los que se estructura la entidad: tanto en los órganos de máxima decisión, como en el grupo local de voluntariado, ya que, aun con diferente nivel de responsabilidad, el sentido y la estrategia debería construirse desde todos estos lugares.

La propuesta es revisar los siguientes dilemas:

  • Sostenibilidad vs. orientación a destinatarios.
  • Interés propio vs incidencia.
  • Adaptación individual vs. transformación estructural.
  • Receptores vs. participantes.

Sí, efectivamente, reconozcamos la trampa tendida a quien está leyendo este artículo: en los cuatro dilemas propuestos, ambas posiciones pueden ser compatibles e incluso deseables, por lo tanto, obligar a elegir (y a descartar una de las opciones) es tramposo e incluso irresponsable. Por ello, no debemos entenderlos como decisiones excluyentes, sino como tendencias en la que podamos identificar a qué dedicamos más tiempo, recursos, esfuerzo, motivaciones…

Además, cabe señalar que estas cuestiones son menos relevantes en el caso aquellas entidades en las que destinatarios y socios coinciden (las llamadas «asociaciones de usuarios»).

Hechas las aclaraciones, vayamos a ello:

 

Dilema 1

El primer aspecto sobre el que reflexionar responde a una pregunta de sentido: ¿para quién?

Imaginemos una comarca rural en la que hay un único Centro de salud. Imaginemos también que, por diferentes motivos, este dispositivo se cierra. No resulta complicado entender quiénes son los principales perjudicados de esta decisión.

Traslademos ahora esta cuestión al Tercer Sector: ¿Quiénes son las personas más afectadas en caso de que tuviéramos que cerrar nuestra entidad? ¿Serían los destinatarios, las personas contratadas, las voluntarias…?

Sí, es cierto que el médico también se vería perjudicado en la situación hipotética mencionada, pero, resulta evidente que, en términos cuantitativos y cualitativos, las peores consecuencias serían para los vecinos que dejarían de contar con un servicio que les resulta imprescindible.

En el Tercer Sector, periódicamente debemos formularnos esta pregunta y tratar de responderla con honestidad pues, la auto-referencialidad supone un riesgo a tener en cuenta.

Dilema 2

En ocasiones las entidades buscan espacios de relación con la Administración Pública. Entre otras cosas, para recordar que la garantía de derechos es competencia pública pues, de lo contrario, se asume el riesgo de la arbitrariedad.

En ocasiones también, el objetivo de estos espacios de trabajo es solicitar una serie de ventajas para el funcionamiento de la propia entidad.

Como ya se ha mencionado anteriormente, ambos objetivos son legítimos e incluso recomendables en la medida en la que permitan a las entidades dar un mejor servicio a sus destinatarios.

Ahora bien, si los espacios de trabajo están orientados al interés propio en lugar de a la incidencia (cambio de políticas públicas en favor de los destinatarios) aparece de nuevo la tentación de «ser para nosotros mismos».

Dilema 3

Son muchas las personas y entidades implicadas de manera habitual en nuestro ámbito de trabajo y en los procesos en los que nos vemos inmersos; tanto internos, como externos (personas contratadas y voluntarias, personas atendidas, Administración pública, empresas, socios y donantes, medios de comunicación…).

Interactuamos con todas ellas. Ahora bien, no a todas les pedimos, les proponemos o incluso, les exigimos el mismo nivel de cambio en sus conductas cotidianas.

Deberíamos preguntarnos por tanto si estamos orientados a promover la adaptación individual a un modelo que no cuestionamos y, por ende, no queremos transformar.

Dilema 4

Por último, y en parte relacionado con el dilema anterior, una de las asignaturas pendientes (a pesar de los avances producidos en los últimos años) tiene que ver con la participación de los destinatarios en las propias organizaciones.

Las personas contratadas y voluntarias que integran las mismas, tienen capacidad de decidir sobre su funcionamiento y orientación. No solo acuden a ejecutar sino también (en mayor medida) a proponer, evaluar, organizar… los proyectos e incluso cuestiones estratégicas de la propia entidad.

¿Tienen esa posibilidad las personas atendidas o son (les reducimos a) meros receptores de bienes o servicios?

 

En resumen, el Tercer Sector debe velar periódicamente por evitar la tentación de convertirse en una estructura orientada a la gestión de su propia subsistencia. Su dimensión política (el bien común) solo se consolida en la medida en la que se centre en las personas destinatarias, en el reconocimiento de su dignidad y en la garantía de sus derechos. Y para ello, las entidades deben apostar por hacer las cosas cada vez mejor, por tener los recursos adecuados y los marcos legislativos necesarios, pero sin olvidar que estas cuestiones son solo mediaciones y no el objetivo que en el pasado impulsó su creación.

[1] No descartamos eso sí, plantear más adelante, una reflexión sobre si el proceso de institucionalización de la solidaridad dificulta al Tercer Sector ser sociedad civil movilizada.

 

Número 3, 2019
Acción social

Tradiciones religiosas e intervención social

Sebastián Mora Rosado

Universidad Pontificia Comillas

 

Lejos de cumplirse las profecías secularizadoras, asistimos a un renacer de religiosidades que se manifiestan en formas y contextos nuevos. Las religiones, si se liberan de adherencias de intolerancia y se desarrollan más allá de la esfera de lo estrictamente personal, pueden hacer una notable contribución a la producción social del altruismo y a la creación de sentido vital.

La teoría de la secularización predijo hace años la relación inversa que existía entre proceso de modernización y las religiones. Dibujaban un mapa conceptual que, a modo weberiano, mostraba “las afinidades electivas” que existían entre modernización y secularización. Las manifestaciones religiosas quedarían relegadas a la esfera privada de las personas creyentes. Estas personas conformarían un reducido grupo minoritario en contextos de erosión del fenómeno religioso. Como los mismos teóricos de la secularización reconocen, sus profecías fueron un error. Peter Berger, uno de los referentes de la sociología de la religión, que en los años sesenta vaticinaba un mundo secularizado radical, acabó reconociendo su error y plegándose a los “numerosos altares de la modernidad” o los procesos de “desecularización” del mundo[1].

A pesar de los augurios, la experiencia religiosa nunca se fue de la vida de las personas, del sentido de las comunidades y de las esperanzas de los pueblos. Hoy hablamos de un resurgimiento del hecho religioso, aunque eso no signifique, en ningún caso, un retorno a situaciones pasadas. Deberemos estar más atentos a las diversas formas de expresión y manifestación de lo religioso que al declive de las prácticas religiosas, y poner atención a las nuevas formas de aparición en el espacio público de las religiones como dinamismo interno de las sociedades civiles.

España, en este contexto, no deja de ser un caso peculiar como en tantas otras cosas. Como bien dice Pérez Argote (2012) España ha sufrido dos oleadas de intensa secularización y está metida de lleno en una tercera. La primera, que se remonta al siglo XIX, adquiere una fisonomía anticlerical aguda que brotará en diversos movimientos sociales, intelectuales y políticos a través de todo el siglo XX y llega a nuestros días. La segunda oleada acontece a partir de los años setenta, sufriendo una secularización intensa y rápida en un país de una sólida tradición católica. La caída de una dictadura apoyada, en mayor o menor grado, por la Iglesia católica; los aires de libertad y el proceso modernizador produjeron una rápida caída de la práctica religiosa. Entre otras manifestaciones aparece, con mucha claridad, como las instituciones clásicas que mediaban en la experiencia religiosa han sufrido una “crisis de mediación” acelerada. Además, conexo a este proceso de descenso de la práctica religiosa, la Iglesia católica del postconcilio inicia un proceso de “secularización interna” (Luckman) que llega hasta nuestros días. Por último, y metidos de lleno en dicha experiencia, la tercera oleada que refiere Pérez Argote tiene como referencia la pluralidad de las religiones y la pluralidad de experiencias de lo religioso. España, con una historia de monopolio excluyente en lo religioso, a favor del catolicismo, empieza a experimentar de manera novedosa el horizonte de la pluralidad. Esta pluralidad religiosa es simétrica a la pluralidad social, política y cultural que estamos viviendo. Especial incidencia, en esta esfera, tienen los movimientos migratorios que han supuesto una plusvalía de riqueza cultural y religiosa a una geografía que era bastante monocorde.

Este recorrido muestra cómo a pesar de las intensas y diversas oleadas que hemos vivido en lo religioso, este ámbito sigue siendo un hecho sociológico relevante. Importante para todas las personas que viven, experimentan y construyen su universo simbólico relacional desde cosmovisiones religiosas y significativas también a nivel social y político. Porque, repito una vez más, a pesar de los pronósticos la religión no ha quedado recluida a mera experiencia privada, sino que manifiesta su viveza, de forma ambivalente, en el ámbito público (Casanova, 1994). Lo religioso conforma la arquitectura simbólica de muchas personas en nuestras sociedades  -especialmente apreciable en relación con las situaciones límites y la “gestión de las contingencias” (Lübbe)- y, además tienen un rol relevante y legítimo en la esfera pública (Díaz-Salazar, 2007).

Esta permanente presencia de las experiencias religiosas en las mediaciones personales y la incidencia deliberativa que tienen en la esfera pública ha sufrido una fuerte indiferencia desde los ámbitos de la intervención social. Quizá por desconocimiento, o por entender que lo religioso -escondido en la conciencia interior de cada persona- es un espacio irracional e inaccesible o, en el peor de los casos, por una fuerte orientación laicista que trata de expulsar las experiencias religiosas y sus implicaciones de la vida social. No deja de llamar la atención este hecho cuando la intervención social desarrolla su función en contextos de fragilidad en los que lo religioso tiene un papel relevante, como hemos mencionado, en la vida de las personas. Despliega su labor entre minorías étnicas y culturales que otorgan una fuerte configuración religiosa a su cotidianeidad. Se desenvuelve en redes organizativas y plataformas en la que las organizaciones de inspiración religiosa son abundantes y, por último, está implicada en luchas sociales y políticas que exigen una presencia plural en el «ágora pública».

Es indudable que el fenómeno religioso es socialmente ambiguo y muy complejo en sus manifestaciones. En nuestros días hay fenómenos religiosos amparando actos terroristas, movimientos cristianos sustentando la deriva extremista de muchos países (el último ejemplo lo tenemos en Brasil), cosmovisiones doctrinales de iglesias y comunidades religiosas que fomentan la intolerancia, etc. La cara oculta del hecho religioso es alargada pero no por ello agota todas las posibilidades de humanización que radican en ellas.

Creo que es importante volver a reflexionar desde los ámbitos de la intervención social sobre las diversas dimensiones que “lo religioso” puede aportar a la lucha contra la pobreza y la exclusión. De manera sumaria, sin carácter exhaustivo,  y como provocación de futuro, es indispensable detenerse en la capacidad de “producción social del altruismo” (Baubérot) que muestran las religiones, atender al potencial de paideia cívica que pueden desarrollar las diversas confesiones y, para terminar, es clave rescatar las posibles “reservas de sentido” (Habermas) que nutran el desmoralizado espacio público de nuestras democracias.

Un hecho que creo que nadie discute es la aportación a la intervención social de las religiones. En nuestro entorno estatal sin duda el catolicismo[2], hablando en términos cuantitativos, tiene una presencia mayor. Aunque cada día la presencia en la intervención social de las Iglesias y confesiones religiosas se amplía. Diakonía[3] (red de acción social de las Iglesias y entidades evangélicas de España) tiene una cobertura e intensidad importante en nuestro Estado. Las minorías religiosas muestran las potencialidades de ayuda y procura que surgen de sus organizaciones y de los creyentes (Gómez Babillo, 2015). No debemos tampoco olvidar el papel de “minorías creativas” (Benedicto XVI) dentro de las tradiciones religiosas que están detrás de nuevos modelos de economía social, banca ética y consumo responsable. Siendo, estas minorías creativas, punta de lanza de muchos proyectos alternativos al modo de producción capitalista.

Quizá es la vertiente más conocida de las religiones. Ahora bien, no menos relevante es la posibilidad de las comunidades y confesiones religiosas para promover la participación social y política. Las Iglesias no tienen, o no deben tener, ningún tipo de privilegio en la sociedad, sin embargo, nadie debe sustraerle su derecho a ser parte de la sociedad civil. En este sentido podemos rescatar sus prácticas para “producir civismo”. Debemos buscar en cada sociedad los ámbitos en los que existen “fábricas de producción de ciudadanía” y favorecer su expansión (Díaz-Salazar, 2007 pág. 161). En unas sociedades que viven bajo el signo de la “fatiga civil”, liberar ámbitos de educación ciudadana es un reto que las religiones, al menos como posibilidad, tienen en sus tradiciones.

Por último, rescatando el pensamiento de Habermas, las tradiciones religiosas tienen un “potencial de sentido” que proveen a nuestras sociedades seculares de resortes inexistentes en otros ámbitos. Para el pensador alemán no basta el proceso cognitivo para lograr que los contenidos morales de los derechos fundamentales se transformen en conciencia (Habermas, 2006a, pág. 34). Es decir, no es suficiente con conocer qué debemos hacer sino para qué y por qué debemos hacerlo. Desde esta convicción nos advierte que el Estado no puede desalentar a los creyentes y a las comunidades religiosas para que se abstengan de manifestarse como tales también de una manera política, pues no puede saber si, en caso contrario, la sociedad secular no se estaría desconectando y privando de importantes reservas para la creación de sentido (Habermas, 2006b, pág. 138). En un mundo ausente de sentido vital en muchas de sus actuaciones, entresacar el poder de sentido de las confesiones religiosas en su aparición en el «ágora pública» es esencial.

Esta evocación de las tradiciones religiosas quiere ser una provocación para pensarnos desde la intervención social porque no podemos renunciar a ningún recurso que construya escenarios liberados. Esta provocación debe comenzar desde las mismas tradiciones religiosas que deben hacer un ejercicio de autocrítica intenso para liberar de las adiposidades intolerantes que la historia ha dejado en sus códigos morales y religiosos. Someterse al escrutinio público de la crítica para desde una “religión pública potenciar una democracia laica” que acoja a los más débiles.

Bibliografía

Casanova, J. (1994): Public Religions in the Modern World. Chicago: University Chicago Press.

Díaz-Salazar, R. (2007): Democracia laica y religión pública. Barcelona: Taurus.

Habermas, J (2006 a): «¿Los fundamentos prepolíticos del Estado democrático?, en Ratzinger y Habermas, Dialéctica de la secularización. Sobre razón y la religión. Madrid: Encuentro.

Habermas, J (2006 b): Entre naturalismo y religión. Barcelona: Paidos.

Pérez Argote, A. (2012): Cambio religioso en España: los avatares de la secularización. Madrid: CIS.

Gomez Babillo, C. (2015): «Solidaridad en momentos de crisis. La red de apoyo y ayuda de las minorías religiosas», en García Castaño, F.J,  Megías Megías, A, Ortega Torres, J.  (coords.). Actas del VIII Congreso sobre Migraciones Internacionales en España. Universidad de Granada. Accesible en http://migraciones.ugr.es/pages/publicaciones/congresos/garciacastano2015

[1] The desecularization of the world. Grand Rapids, 1999 y The many Altars of Modernity .De Gruyter, 2014 son el título de dos obras de Peter Berger

[2] Accesible en https://www.conferenciaepiscopal.es/wp-content/uploads/2018/06/Memoria-actividades-Iglesia-Catolica-2016.pdf

[3] Accesible en http://estudioaccionsocial.diaconia.es/

 

Abril 2019
A fondo

El reto de la participación en las organizaciones del tercer sector

Paco Aperador

Equipo de Inclusión de Cáritas Española

 

1. Consideraciones previas

Las siguientes líneas deben entenderse como el resultado de ordenar una serie de aprendizajes y reflexiones amasadas colectivamente, surgidas a partir de la experiencia de agentes valientes que se deciden a aprender desde la praxis. Por otra parte, esta reflexión se circunscribe a la experiencia vivida dentro de la dinámica institucional de Cáritas. Intentaremos formular las ideas con la intención de que sean lo más extrapolables, útiles, aplicables y compatibles que sea posible, pero siempre con la humildad y realismo de que no son afirmaciones universales ni axiomas indiscutibles.

Además, quien redacta en esta ocasión es apenas un facilitador que no habla en primera persona porque no tiene el pie en la calle; su función precisamente es acompañar experiencias, ponerlas en relación, catalizar procesos de reflexión colectivos induciendo pensamiento desde el trabajo que hacen otros [1].

Habida cuenta que otras compañeras están escribiendo artículos que confluyen en su temática con éste, intentaré centrarme en la idea que expresa el título que me han propuesto; el sentido de reto: ¿qué nos estamos jugando las organizaciones del tercer sector cuando hablamos de participación?, ¿se trata de una moda?, ¿más bien es una estética, unas formas o estilos a incorporar? Hacernos estas preguntas y responderlas con honestidad de manera continuada puede resultar trascendente para nuestros equipos e instituciones. De lo contrario, probablemente nos estemos perdiendo algo que no es nada secundario.

2. No hemos terminado con los previos: a veces nos ponemos trampas

La primera reacción inconsciente ante un reto suele ser intentar evitarlo, disimularlo, obviarlo, ningunearlo o mirar para otro lado. Y esto no expresa necesariamente miedo o inmovilismo; puede ser también pragmatismo, inercia, predominio de lo urgente sobre lo importante.

Pero, en cualquier caso, vale la pena detenernos un poco a describir aquellas trampas que curiosamente nos ponemos nosotros mismos y detienen u obstaculizan nuestros pasos decididos hacia la participación. Son respuestas o excusas fáciles que nos ahorran complicaciones. Estas auto-trampas las podemos reconocer porque empiezan con la frase: Eso de la participación está muy bien, pero

  • No tenemos tiempo; Bastante tengo con lo que tengo como para meterme en… Axioma difícilmente contestable con argumentos porque tiene una naturaleza fundamentalmente emocional. En algún momento, nuestra actividad requiere preguntarnos hacia dónde vamos. Es el momento. Y si no lo hay, está ocurriendo algo en nuestra organización que merecería otro artículo diferente a éste.
  • Sería un caos, un desorden, todo el mundo dando su opinión,…poco eficiente. ¿Nos hemos preguntado por ese otro tipo de desorden que produce trabajar con personas de las que no recibimos eco, contestación, implicación en unas acciones que son marcadas por mí, pero de las que ellas forman parte? Hay orden en un primer momento, porque hay instrucciones claras, pero… ¿seguro que caminamos todos decididamente en la misma dirección?
  • No somos un movimiento asambleario, en el que se haga todo por votación. Desde luego que no. Al igual que no todas las decisiones en una organización son de igual naturaleza, ni todas las personas tenemos las mismas responsabilidades y roles. Tampoco la asamblea es el único espacio donde desembocan los procesos de participación. Pero todo ello no resta un ápice de urgencia en la necesidad de abordar una apuesta institucional que avance en la dirección de mayor protagonismo de las personas.

3. No es lo mismo participación que participando

En un taller, Emilia decía: Cuando me preguntan ¿tú eres participante?, yo respondo: No lo sé. Lo que sé es que ahora estoy participando. Cuando me preguntan en el barrio ¿tú estás en Cáritas? Yo les respondo: No, yo participo en Cáritas.

Es un verbo, no un sustantivo. No es lo mismo hablar de participación, que hablar de yo participo, tú participas, él participa, nosotras estamos participando. En las organizaciones sociales, en ocasiones, tenemos un tic consistente en considerar que el primer paso para cualquier cosa que emprendamos conjuntamente es aclararnos qué entiende cada uno por el tema en cuestión. Nos remitimos inicialmente al concepto, a la construcción abstracta, y si es preciso debatir, invertimos el tiempo que haga falta, porque el para mí, no es exactamente igual que el para ti. Y desde ahí, ya aplicamos y medimos la vida con esa vara que nos aporta criterio y seguridad. Creo que esta secuencia no siempre funciona.

Intentemos en estas líneas adoptar otro método. Tomemos como punto de partida, no el concepto, sino la acción que se da en la realidad. De entrada esto nos lleva a diferenciar dos preguntas o puntos:

  • ¿Cómo están participando las personas con las que trabajamos, a las que acompañamos, a las que atendemos?
  • ¿Cómo estamos participando los diferentes agentes que conformamos las organizaciones al interno de ellas?

Por motivos de extensión y en orden de priorizar contenidos, dejaríamos para otra ocasión el abordaje de esta segunda pregunta.

4. ¿Cómo están participando las personas con las que trabajamos?

Para que no nos deslumbre el palabro, el concepto, entremos a la casa dando un rodeo.

Utilicemos indicadores que nos hablen acerca del proceso, de lo que estamos logrando o no.

No encallemos dilucidando si esta práctica o aquella son real y auténticamente participativas, luego de someterlas a un modelo teórico o conceptual.

En las organizaciones de intervención social hacemos muchas cosas, pero si tuviéramos que resumir o concentrar en una frase nuestra misión sería la de acompañar a las personas en situación de pobreza y exclusión en sus procesos de construirse como sujetos para el acceso a derechos que les son vulnerados.

Es cierto que los derechos nos corresponden por el hecho de ser persona. Pero, a la vez, diríamos que ser sujeto de derechos contiene también un sentido procesual. Vamos ejerciendo como sujetos de derechos.

Soy sujeto o, mejor, me voy construyendo como sujeto, contestando preguntas similares a estas:

  • ¿En qué medida tengo conocimiento, dispongo de la información necesaria?
  • ¿En qué medida puedo discernir entre diferentes opciones?
  • ¿En qué medida puedo tomar decisiones respecto de mi vida o aportar en la toma de decisiones colectivas?
  • ¿En qué medida puedo actuar de acuerdo a las decisiones que he tomado o hemos tomado?
  • ¿En qué medida puedo comprometerme, implicarme en relación con las decisiones adoptadas?

Y estas preguntas, o similares, aplican no solo en el plano personal, sino también en el social-comunitario y en el vecinal-ciudadano.

Nuestro acompañamiento, con nuestras actuaciones, decisiones, relaciones, tendrá siempre consecuencias que ganen terreno hacia la autonomía o bien, en sentido contrario, hacia la dependencia. La participación es el camino por el que transitamos en una dirección o en otra.

4.1. Hacia unos indicadores de participación

A lo largo de estos años, en diferentes espacios de encuentro, diálogo y reflexión compartida realizados entre personas participantes hemos recogido como resultados de los diálogos, diferentes expresiones de vivencias que constituyen guías, elementos que muestran por dónde. Podríamos señalarlos como indicadores, señales en el camino, aquellas expresiones compartidas, en las que coincidimos, marcan el territorio en donde podemos hablar de participación.

Formulado de otra manera, en nuestra organización de intervención social, podemos saber en qué medida las personas que acompañamos están participando si…

  • En lo personal:

– Nos hace felices. Nos aporta una sensación agradable que podemos nombrar como reconocimiento, valoración, respeto, empoderamiento,…

– Nos hace crecer. Aumenta mi autoestima, mi confianza, el autocontrol y la seguridad en uno mismo.

Nos situamos de manera diferente. Facilita el “sentirse parte”, el sentido de pertenencia al grupo. También facilita el sentirse uno más en la sociedad.

  • En nuestras acciones:

Descubrimos que la gente tiene ganas de participar.

Vemos más clara la diferencia de trabajar “CON” y no “PARA”.

Hay que crear vínculos. Solo así descubrimos las capacidades y las potencialidades que todos y todas tenemos.

Hemos redescubierto valores como el respeto, la empatía, la responsabilidad, la dignidad propia y de los demás.

4.2 ¿Cuáles son los nudos, los puntos sensibles que pueden determinar si avanzamos o retrocedemos?

  • En nuestra predisposición. Conviene abordar previamente y preguntarnos cosas:

– Ayuda el tener una mente abierta: flexibilidad. No ayuda la resistencia a los cambios.

– Ayuda la convicción, el entusiasmo, la ilusión; el compromiso con pasión: una actitud de pensar en positivo. No ayuda la comodidad o el conformismo.

– Ayuda preguntarnos por nuestros miedos; miedos por sentimiento de fracaso, desconfianza por alguna experiencia pasada, ¿hasta dónde vamos a llegar con esto de la participación?, ¿y si el grupo no responde?

  • En las actitudes personales que configuran la manera de situarnos ante los demás:

– Ayuda una actitud de soltar el control; ceder poder; ver al otro como un igual. No ayuda una actitud protectora, cargar con las mochilas que no son mías, que son de otros; ese paternalismo, ese asistencialismo.

– Ayuda saber ver las capacidades del otro, conocerlas y reconocerlas, respetar y acercarnos a la diversidad de culturas, costumbres y creencias.

– Ayuda la paciencia, respetar el ritmo de los procesos de los otros. No ayuda el exceso de ganas de hacerlo yo; la costumbre de marcar pautas; las prisas; una acción unidireccional.

  • En el tipo de relaciones que vamos tejiendo

– Ayuda una relación bidireccional, la proactividad que genera vínculos, crear puentes, el ejercicio de la escucha, el respeto, la empatía, la humildad.

– Ayuda celebrar juntos, la ayuda mutua, contagiarnos la motivación.

– Ayuda sentirse miembro activo, tener un objetivo común y construir entre todos, con corresponsabilidad.

Una lectura de este punto, desde una actitud dispuesta a remangarse, puede encontrar en los diferentes epígrafes, todo un check-list listo para confrontar con nuestra experiencia o práctica de promover la participación de las personas a las que atendemos.

Pero cabe añadir una reflexión más, partiendo de las aportaciones/conclusiones literales de las personas participantes. Un indicador más a tener en cuenta que nos refiere a una dimensión un poco más globalizadora, integradora de todo lo anterior.

La inseguridad nos lleva a la impotencia, y la impotencia nos impide participar. Pero hemos descubierto que los problemas que surgen los podemos superar, juntos y juntas.

Todos tenemos autoridad, que se reconoce cuando existe confianza, dignidad y respeto.

  • Es la pregunta por la CONFIANZA: ¿Sabemos dar confianza? Para dar confianza, ¿nos sentimos con confianza en nosotros mismos? No siempre esto es compatible con depositar la confianza en una metodología, en un marco teórico, en una programación, etc.

PARA TRANSFORMAR HAY QUE PARTICIPAR

4.3. Y ¿qué pasa con la apuesta que debe hacer la institución, la estructura, la organización?

Avanzar o retroceder en cuanto a la participación de las personas a las que acompañamos, requiere de apuestas institucionales. Aquí se juega la diferencia entre lograr transformaciones en nuestros modelos de intervención social o simplemente buenas, pero exóticas prácticas que merecerán el aplauso y la admiración, pero que no podrán replicarse.

Para participar es preciso crear espacios y oportunidades para la escucha: somos y nos hemos sentido parte, por eso es importante generar espacios de participación.

  • No ayuda el lastre con el que partimos de inicio que es nuestra falta de cultura de participación. En ocasiones, prima la burocracia, en vez de lo humano. Nos cerramos en nuestra entidad, en nosotros mismos. A veces, los órganos de decisión tienen inseguridades y desconfianza hacia nuevas iniciativas. Tampoco ayudan la abundancia de tareas administrativas, a veces extraordinarias.
  • Ayuda romper con la dependencia y la costumbre, la comunicación entre programas, facilitar espacios físicos, recursos, técnicos, líderes que apuesten por un nuevo método, la formación.

Las organizaciones de acción social caeríamos en un grave error si entendiéramos el reto de la participación como algo parecido a alcanzar niveles de excelencia en nuestra intervención. No es algo opcional, un estándar de calidad tan deseable como alejado de la cotidianeidad. Las personas en situación de pobreza y exclusión a las que atendemos, viven y luchan cada día por superar sus situaciones. Nuestro reto consiste en que nuestra interacción con ellas signifique pasos hacia una mayor dependencia o hacia mayor autonomía; carne de exclusión o sujetos de derechos conscientes y protagonistas. No es un reto. Nos lo jugamos todo.

[1] Por cierto, flujo diferente al de trazar líneas de pensamiento para que otros deduzcan y apliquen en su trabajo. La función primigenia de los Servicios Generales de Cáritas Española es la del servicio y, por tanto, aquél flujo inductivo parece ser el más adecuado a su naturaleza.

A fondo

La participación en clave de derecho humano

Paloma García Varela

Activista en Derechos Humanos y consultora de ISI Argonauta

 

La participación es un derecho reconocido en los principales instrumentos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y un principio básico y requisito imprescindible para el logro de todos los demás derechos humanos.

El derecho a la participación en los asuntos públicos se encuentra reconocido en el artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el artículo 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y ampliado en la Observación nº 25 sobre Participación en los Asuntos Públicos y Derecho al Voto del Comité de Derechos Humanos. También está recogido como derecho fundamental en la Constitución española en su artículo 23.

En ellos se establece que todas las personas, sin discriminación alguna, tienen derecho a participar en la dirección de los asuntos públicos, votar y ser elegidos en elecciones periódicas, justas y auténticas y tener acceso a la función pública, en el marco de procesos democráticos basados en el consentimiento del pueblo que garanticen su goce efectivo junto a la libertad de expresión, reunión pacífica y asociación, cualquiera que sea la forma de constitución o gobierno que adopte un Estado.

Como derecho humano obliga a los Estados a respetar, proteger y garantizar que todas las personas puedan participar en los asuntos públicos y establece un deber en la ciudadanía en cuanto que forma parte del propio ejercicio de los derechos.

La participación ciudadana en los asuntos públicos está en el centro de la sociedad y es el eje central de la gobernabilidad democrática, al establecer las relaciones entre una ciudadanía y los poderes públicos. Por un lado, la ciudadanía ejerce sus derechos y demanda, a su vez, a los poderes públicos que cumplan con sus obligaciones, y por otro, unos poderes públicos que deben adoptar las medidas necesarias para que todas las personas puedan gozar de sus derechos.

Para comprender la implicación del pleno ejercicio del derecho a la participación debemos profundidar sobre algunas cuestiones que vamos a desarrollar a lo largo del artículo como por ejemplo: ¿sobre qué asuntos públicos se puede participar?; ¿quién puede participar en estos asuntos?; ¿para qué participa?; ¿qué condiciones se tiene que dar para poder participar?; ¿cómo podemos participar?

1. ¿Cuáles son los asuntos públicos de interés de la ciudadanía?

Los asuntos públicos son el conjunto de demandas de la población que reflejan sus preocupaciones y necesidades y que exigen de un proceso de toma de decisiones en las diferentes instancias gubernamentales para generar soluciones basadas en el bien común. Desde esta perceptiva, la agenda sobre los asuntos públicos y la priorización de los mismos la define la ciudadanía, no los representantes políticos.

¿Cuáles son entonces esos asuntos públicos de interés para la ciudadanía? En un mundo interconectado y global, como en el que vivimos hoy en día, no podemos limitar el ámbito de los asuntos públicos a lo estrictamente local o a las fronteras de los Estados.

Nos enfrentamos a retos globales como las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a la construcción de sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a la protección de los derechos humanos o la protección duradera del planeta y sus recursos naturales. Retos que influyen en nuestro día a día y que pocas veces pensamos en ellos.

Desde el ámbito local, nuestras preocupaciones más cercanas y que forman parte de los asuntos públicos son aquellas que están relacionadas con las acciones que realizamos de forma cotidiana y que afectan a nuestras condiciones de vida. El precio o el alquiler de una vivienda, el coste y el acceso al agua, la luz, la electricidad, la educación de los niños y niñas, el transporte público, la recogida de basuras, los sistemas de producción y de consumo, la existencia de parques y zonas verdes y/o los transportes públicos. Todas estas y muchas más son preocupaciones o demandas que traslada la ciudadanía a los poderes públicos y a los gobernantes elegidos.

Pero también las políticas comerciales internacionales o la política exterior forman parte de los asuntos públicos que nos interpelan como ciudadanía en tanto en cuanto, hemos elegido a unos representantes políticos cuyas decisiones influyen en los derechos humanos de miles de personas en otros países.

De esta forma, la agenda de los asuntos públicos incluirá demandas sobre el crecimiento económico sostenible, el acceso a la justicia, la erradicación de la pobreza, el cambio climático, la explotación de los recursos naturales, las políticas comerciales, el acceso al agua y la energía, el fin de la discriminación y/o a apertura de las fronteras a la movilidad humana.

Por este motivo, todas las personas tienen derecho a participar en todas estas decisiones que organizan la vida social, económica y política de la sociedad en su conjunto y que influyen en lo local y en lo global, transcendiendo las fronteras de los Estados. Tienen, por tanto, derecho a participar en los asuntos públicos en su sentido más amplio que incluye el ejercicio de los poderes legislativo, ejecutivo y administrativo y abarca todos los aspectos de la administración pública y la formulación y aplicación de políticas internacionales, nacionales, regionales y locales [1].

2. ¿Quién puede participar?

Todas las personas sin discriminación alguna tienen derecho a participar en los asuntos públicos. Sin embargo, en la práctica esta participación se ve limitada por la propia definición tradicional de ciudadanía y los mecanismos establecidos para la participación.

Respecto al concepto de ciudadanía ha ido cambiando según el contexto histórico y se ha ido afianzando con el fortalecimiento de la democracia y del Estado de Derecho. Son muchas las definiciones que podemos encontrar de este concepto desde una visión política, social, sociológica, filosófica, e incluso teológica.

Pero todas ellas parten de la idea de que la ciudadanía es una forma de interpretar y entender las relaciones sociales basadas en derechos y deberes. A través de la ciudadanía se establecen unas relaciones sociales que asignan obligaciones y responsabilidades a los distintos actores sociales.

Tradicionalmente, la ciudadanía es una cualidad de las personas adquirida por el hecho de convivir con otras personas en un lugar determinado, una comunidad, un pueblo, una ciudad o un Estado. Esta cualidad confiere derechos a los ciudadanos para gestionar ese lugar, lo que implica que los derechos adquiridos y su ejercicio se limitan a ese espacio determinado, tradicionalmente el Estado. Además, la ciudadanía no es pasiva, sino que se ejerce y viene acompañada de una serie de responsabilidades.

Desde esta perspectiva, el Estado es el que determina quién es ciudadano y ciudadana y cuáles son sus derechos. En la práctica, no todas las personas que conviven en un mismo país son consideradas ciudadanos/as con los mismos derechos. Por ejemplo, grupos étnicos, indígenas, inmigrantes, incluso las mujeres, en muchos países no son considerados parte de la ciudadanía y no tienen los mismos derechos.

En este sentido, la interpretación tradicional de ciudadano o ciudadana según la cual el Estado define y delimita quién tiene derechos restringe en gran medida la participación y el ejercicio de los derechos humanos.

Por todo lo anterior, se hace necesaria una interpretación más amplia donde la ciudadanía transciende los límites impuestos por los poderes públicos e incorpora plenamente el derecho a la igualdad y no discriminación. Una ciudadanía en la cual se establecen los derechos y deberes en función del sentimiento de pertenencia individual de la persona a una sociedad y el reconocimiento de esta sociedad como parte de la misma.

Sólo desde esta perspectiva se incorpora plenamente el principio de igualdad y no discriminación de forma que todas las personas forman parte de esa sociedad de la que deben participar en los asuntos públicos como uno de sus derechos y deberes.

3. ¿Para qué participa la ciudadanía?

Desde el propio concepto de participación ciudadana, el fin último que se pretende es influir en los procesos de toma de decisiones de los poderes públicos haciendo llegar sus demandas y propuestas, vigilando que los poderes públicos cumplan con sus obligaciones y estableciendo un diálogo constructivo para la construcción de una sociedad donde todas las personas puedan gozar de sus derechos.

Por otro lado, la participación es un principio fundamental y básico de los derechos humanos ya que es un medio necesario para conseguir su pleno ejercicio.

Los derechos humanos son un conjunto de valores, principios y normas universales, propios de la dignidad de la persona humana y se refieren a la vida, libertad, igualdad, seguridad, participación política, bienestar social y cualquier otro aspecto ligado al desarrollo integral de la persona, que permiten orientar el comportamiento de la persona en sociedad.

Los principios son los atributos o características propias de los derechos humanos. En este sentido los principios de los derechos humanos como la igualdad y no discriminación, la interdependencia, la indivisibilidad, la universalidad, la solidaridad y la participación, son la vía para su realización. Todos estos principios son comunes y están presentes en todos los derechos humanos. En este sentido, la participación en los asuntos públicos se convierte en un mecanismo imprescindible para lograr el ejercicio de todos los derechos humanos. La participación es imprescindible para lograr la igualdad, luchar contra la discriminación, superar los diferentes obstáculos que bloquean el ejercicio de nuestros derechos.

Desde esta perspectiva, el derecho a la participación permite ejercer a la ciudadanía su poder político para influir en los asuntos públicos, para:

  • Garantizar y dar legitimidad a las decisiones sobre los asuntos públicos, teniendo en cuenta que las políticas públicas, las leyes y las decisiones judiciales deben responder a las demandas de la sociedad en su conjunto.
  • Hacer llegar sus demandas y preocupaciones para que se formulen políticas públicas y leyes que den respuestas a estas demandas.
  • Vigilar el cumplimiento de las decisiones adoptadas.
  • Denunciar el incumplimiento de las obligaciones por parte de los poderes públicos de las decisiones adoptadas a través del diálogo y los mecanismos de partición establecidos.
  • Denunciar situaciones injustas y vulneraciones de derechos.

Además, la participación conlleva en sí misma unos principios básicos para su ejercicio. Todas las personas deben estar informadas de cómo y por qué se toman las decisiones antes y después; debe escucharse e incorporar las ideas, sugerencias y propuestas de las organizaciones que participan; debe incorporarse la diversidad como un valor añadido a la participación; debe respetarse la diferencia ya que toda persona está en su derecho de disentir de las decisiones tomadas; todas las personas deben ser integradas en los procesos de participación en igualdad de condiciones.

De esta forma, cuando la participación en los asuntos públicos tiene estas características se convierte en un potente mecanismo de transformación social hacia el logro del pleno ejercicio de todos los derechos humanos.

4. ¿Cuáles son las obligaciones de los poderes públicos?

Los Estados tienen la obligación de crear las condiciones necesarias para que todas las personas puedan ejercer el derecho a la participación en los asuntos públicos, específicamente tienen tres obligaciones fundamentales: respetar el derecho a la participación de forma que se abstenga de adoptar medidas que restrinjan la participación ciudadana, proteger el derecho a la participación para asegurar que terceros no vulneran este derecho y garantizar el derecho a la participación adoptando todas las medidas necesarias para que todas las personas puedan ejercerlo.

Para cumplir con estas obligaciones y poder ejercer plenamente el derecho a la participación en los asuntos públicos, el sistema de gobernabilidad debe establecer y respetar los principios democráticos de un Estado de derecho:

  • El poder público debe estar subordinado a la soberanía popular.
  • El poder ejecutivo, legislativo y judicial deben estar separados y ser independientes.
  • Los representantes de los órganos ejecutivos y legislativos deben ser elegidos libremente de forma periódica, por sufragio universal, directo y secreto.
  • La rendición de cuentas debe ser obligatoria para asegurar la transparencia en la gestión pública y luchar contra la corrupción y la impunidad.

Además, los Estados deben establecer los espacios y los mecanismos de participación necesarios para que la participación funcione de forma democrática y la ciudadanía pueda concurrir libremente, sin discriminación alguna. Debe facilitarse la información necesaria para que las decisiones se tomen de manera informada y disponer de espacios de debate, diálogo, denuncia y examen para las quejas y denuncias de la ciudadanía.

El pleno ejercicio del derecho a la participación está ligado a la garantía por parte de los Estados de tres derechos:

  • El derecho a la igualdad y no discriminación de forma que no se permite hacer distinción alguna entre los ciudadanos en lo concerniente al goce de esos derechos por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.
  • El derecho a la libertad de asociación, en particular el derecho a fundar organizaciones y asociaciones interesadas en cuestiones políticas y públicas y a adherirse a ellas es un complemento esencial del pleno ejercicio del derecho a la participación.
  • La libertad de expresión, de reunión y de asociación son condiciones esenciales para el ejercicio efectivo el derecho a la participación.

De esta forma, los poderes públicos de los Estados tienen la obligación de adoptar todas las medidas necesarias que permitan a toda la ciudadanía participar en los asuntos públicos a través de consultas, referéndum, procesos electorales, espacios de debate y mecanismos de control de los poderes públicos por parte de la ciudadanía.

El derecho a la participación exige a los Estados de unas instituciones trasparentes, conscientes de sus obligaciones y respetuosas con los derechos humanos, las cuales desarrollen la legislación necesaria para proteger y garantizar los derechos de la ciudadanía y establecer políticas públicas inclusivas, participativas y no corruptas que hagan efectiva la legislación.

5. ¿Cuáles son los deberes de la ciudadanía?

El derecho a la participación en los asuntos públicos es a su vez un deber de la ciudadanía que no puede ni debe eludirse, al formar parte del propio ejercicio de los derechos humanos.

De forma general, se tiende a pensar que ejercer nuestros derechos consiste en que el Estado como benefactor nos provea de unos servicios que cubran nuestras necesidades de educación, salud, trabajo, etc. Nos han transmitido que el derecho a participar en la vida pública se limita a votar cada cuatro años a las personas que queremos que nos representen. Que ejercer nuestros derechos es una acción pasiva en la que la ciudadanía es mera receptora de servicios que nos facilitan los gobernantes elegidos. Sin embargo, esto no es así.

Ejercer nuestros derechos es un acto de responsabilidad individual y colectiva. Ejercer nuestros derechos supone defender nuestros derechos y los derechos de todas las demás personas, denunciando cualquier vulneración de los mismos y exigiendo a los poderes públicos su garantía. Supone respetar los derechos de todas las personas, siendo consciente de la necesidad de aprender del otro, del enriquecimiento mutuo como camino para lograr un mundo donde todas las personas puedan ejercer sus derechos. Supone promover los derechos desde nuestro círculo más cercano a cualquier otro lugar. Supone participar en la vida pública pensando en el bien común y no en los intereses individuales.

Desde esta perspectiva, la participación forma parte del ejercicio de nuestros derechos en cuanto a ciudadanos y ciudadanas con capacidad de transformación social, con capacidad de influir en la toma de decisiones de los asuntos públicos. Pero la participación no podemos ejercerla en solitario. La participación es una acción colectiva donde el bien común está por encima de intereses individuales, asociativos o partidistas. Donde la escucha, la generosidad y la solidaridad son la base para el diálogo y la construcción conjunta.

Esta base nos permitirá ejercer nuestro poder como ciudadanía para, a través de la movilización social, las diferentes entidades de la sociedad civil, los movimientos sociales, las redes de personas o las plataformas de organizaciones, puedan denunciar, exigir, hacer llegar propuestas, demandar y vigilar el cumplimiento de sus obligaciones a los poderes públicos.

Para esto necesitamos la construcción de una ciudadanía activa, participativa y consciente de sus derechos. Personas con los conocimientos, aptitudes, valores y actitudes que son necesarios para ejercer la ciudadanía global “para llevar vidas productivas, tomar decisiones fundamentadas y asumir papeles activos en los planos local y mundial para hacer frente a los desafíos mundiales y resolverlos” [2].

6. ¿Cómo podemos participar?

Cuando se recogen 500.000 firmas acreditadas de personas y se registra una iniciativa popular en el Congreso de los Diputados estamos ejerciendo nuestro derecho a la participación proponiendo que una ley sea tramitada en el Parlamento español. Cuando miles de personas se manifiestan ante el Ministerio de Justicia contra una sentencia de los tribunales españoles, estamos participando en los asuntos públicos denunciando el incumplimiento, por parte del poder judicial, de sus funciones más básicas. Cuando nos organizamos y creamos redes que dialogan directamente con los poderes públicos para trasladar las demandas sociales e incidir en la toma de decisiones, estamos participando en los asuntos públicos construyendo conjuntamente con los representantes políticos.

En la actualidad existen múltiples formas y manifestaciones de participación ciudadana en diferentes niveles que van más allá de la participación en los procesos electorales.

Encontramos asociaciones de barrio, organizaciones no gubernamentales de desarrollo o de acción social, plataformas de sociedad civil o movimientos sociales formados por personas que les mueve un mismo interés, redes de entidades, personas que se juntan y hacen vida pública, debaten sobre las problemáticas que les preocupan y hacen propuestas para hacer llegar a los gobernantes.

También, son muy diversas las formas de hacer llegar sus demandas desde las manifestaciones y concentraciones, huelgas, foros de diálogo, espacio de trabajo conjunto, elaboración de informes y propuestas, campañas mediáticas, teatro y otras muchas formas de expresión para incidir en la toma de decisiones.

A pesar de todos estos espacios, son muchas las ocasiones en que el desánimo, la falta de confianza en las instituciones públicas, la falta de confianza en que nuestra voz va a ser escuchada, que nuestras propuestas son válidas y van a ser incluidas, nos paraliza y bloquea la participación.

Sin embargo, sólo si nos unimos, si generamos una confianza colectiva, si nos hacemos fuertes, si tomamos una acción decidida por cambiar podremos transformar el mundo. En definitiva, sólo si ejercemos nuestro derecho a participar en los asuntos públicos poniendo por encima el bien común y la defensa y promoción de los derechos humanos de todas las personas sin discriminación alguna, sólo así, lograremos un mundo más justo, libre y democrático donde todas las personas gocen plenamente de sus derechos.

[1] Comité de Derechos Humanos. Observación general nº 25, 1996.

[2] Declaración de Incheon para la educación 2030 y Marco de acción para la realización del ODS 4.

A fondo

El reto de la participación en los procesos de inclusión social

Minerva Saura Fausto

Coordinadora del Área de Inclusión de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón

 

El Diccionario de la Real Academia respecto al verbo participar dice que es tomar parte en algo, tener parte en una sociedad, o recibir una parte de algo. En la definición se conjugan tres verbos en infinitivo: tomar, tener y recibir.

  • Tomar parte tiene que ver con la intensidad y con el compromiso hacia la parte que tomas.
  • Tener parte, tiene que ver con asumir un rol determinado en el escenario de la participación.
  • Recibir una parte, hay una parte que es para ti, estás invitada a participar… tiene que ver con las oportunidades/elementos facilitadores para la participación.

Pero el modo verbal debería ser el gerundio, que es la forma no personal del verbo que expresa la duración de la acción verbal. Participar no tiene sentido si no lo entendemos como participando, es decir como un proceso continuado de participación para la construcción social.

En los procesos de inclusión social acompañar la participación deviene como una premisa imprescindible. Dos conceptos que van unidos, que están íntimamente vinculados: Acompañamiento y participación. No podemos hablar de acompañar procesos de desarrollo sin tener en cuenta la participación. Si revisamos los procesos de exclusión social las rupturas de redes familiares, del enraizamiento comunitario, es decir, la no participación familiar, social, comunitaria aleja a las personas de la inclusión social. En ese sentido, la exclusión es un concepto multidimensional que hace referencia a un proceso de pérdida de integración o participación del individuo en la sociedad. Empoderar a las personas para que sean las protagonistas de su vida y tomen las decisiones que les atañen en lo más estrictamente personal es una de las claves del trabajo de las organizaciones sociales con las personas en situación de exclusión social, y darles también el protagonismo y las herramientas para que puedan participar de la construcción social es reconocerles como ciudadanos sujetos de derechos.

La participación se explica desde la asunción de unos supuestos previos que son necesarios para poder comprender el fenómeno en su complejidad.

1. Participar es inevitable

Uno de los principios de la participación es entender que ésta es inevitable, que no es posible no participar. Tenemos muchas experiencias como usuarios (nótese que no digo participantes) de diferentes tipos de organizaciones en las que nos quejamos de que no se permite la participación, y al mismo tiempo somos capaces de boicotear los resultados que se persiguen con nuestros comentarios, actitudes, acciones a favor o en contra. Es lo que se ha venido denominando comunidades de práctica. Etienne Wenger ha estudiado las Comunidades de práctica y las ha definido como grupo de personas que comparten un interés, un conjunto de problemas, o una pasión sobre un tema, y quienes profundizan su conocimiento y experiencia en el área a través de una interacción continua que fortalece sus relaciones. El ejemplo más evidente de estas comunidades de práctica lo encontramos en el sistema penitenciario. Aun siendo la cárcel un sistema totalitario donde todo está regulado y normativizado, metafóricamente podemos encontrar lugares liberados donde entran en juego determinado códigos y prácticas en las que se produce la participación de los internos, con toda probabilidad en el sentido contrario a los objetivos de la institución: consumo de sustancias, grupos de presión, ajustes de cuentas, boicot de actividades… La participación es inevitable y se abre paso como la vida misma, pero con matices: puede ser positiva si coincide con los objetivos de la institución/organización o negativa si no coincide con ellos. Si en una institución como la penitenciaria podemos encontrar la participación de los internos (seguramente en sentido contrario a los intereses de la misma) razón de más para encontrarla discurriendo por los cauces no formales en otro tipo de organizaciones. En las organizaciones sociales, en los espacios donde acompañamos a personas, difícilmente nos encontremos sin la participación de las mismas en la organización de la vida diaria y en la gestión de los elementos cotidianos. Posiblemente esta participación no se dé de una manera formal en los espacios que tenemos habilitados para la pseudoparticipación (asambleas, reuniones, comisiones…) pero seguramente se dará en los espacios informales de relación: en la terraza de fumar, en la puerta del centro o recurso, en cualquier espacio donde haya comunicación entre participantes. Canalizar esta participación de forma positiva es sin duda uno de los retos con los que nos encontramos quienes acompañamos estos procesos. Es importante no auto-confundirnos y asumir que la participación implica la posibilidad real de participar del proceso de toma de decisiones.

2. Vacunas contra la participación

Una exposición a experiencias de participación frustradas puede acabar siendo una vacuna contra la participación y generar la idea de que realmente la participación no es posible. Algunos ejemplos de este tipo de prácticas en nuestros espacios de intervención social:

  • Asambleas de grupo que no son más que espacios para la comunicación de normas, informaciones varias.
  • Buzones de sugerencias donde la sugerencia queda a la deriva.
  • Tablones de propuestas que nunca terminan de formalizarse.
  • Encuestas con respuestas cerradas.
  • Invitaciones a participantes a actividades de la organización. En este caso estamos confundiendo algo tan prosaico como la asistencia de cuerpo presente con la participación. Es valioso que las actividades de las organizaciones se abran a todos los miembros de las mismas, pero sin caer en el auto-engaño de que hacerlo fomenta la participación.

3. Claves para la participación

Este último aspecto está relacionado con otros elementos importantes para comprender y definir la participación, como el conocimiento y el compromiso. Si invitamos a los participantes de nuestros recursos a una conferencia sobre la filosofía escolástica de Santo Tomás de Aquino, posiblemente no se sientan nada vinculados con la actividad porque no tienen ni conocimientos filosóficos para entender el contenido de la conferencia, ni son miembros de la Asociación para la Veneración de Santo Tomás, con lo que el compromiso con este tema es ninguno. Por tanto, su participación quedará reducida a la presencia física y la experiencia que acumularán las personas que asistan a esta actividad será seguramente negativa y poco satisfactoria. La comunicación es también un elemento clave para facilitar la participación, entendida como la herramienta que posibilita que todos los participantes puedan dialogar desde un conocimiento compartido y lleguen a un acuerdo basado en requisitos de validez. En referencia a la sinergia que somos capaces de crear en el proceso comunicativo mediante el diálogo, Jorge Luis Borges, en 1985, pensaba de esta manera: Yo he tratado de pensar, al conversar, que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde qué nombre, es lo de menos.

4. La escalera de la participación

Otro elemento importante para explicar la participación es visualizarla como una gradación, como una escalera donde los escalones van desde la información, pasan por la consulta y finalmente pueden llegar (o no) a la participación real. Solo podemos hablar de participación cuando se está en igualdad de condiciones para tomar una decisión. A participar se aprende participando (recordemos: gerundio), es un proceso continuo y la verdadera participación está en el último escalón, aquel que me permite formar parte del proceso de toma de decisiones.

Informar a las personas de un recurso que el horario de invierno empieza el 1 de octubre y que por tanto la hora máxima de entrada por la noche son las 21:00 h no es participación. Consultar a las personas de un recurso sobre si prefieren llegar en horario de invierno a las 20:30h o a las 21:00h, no es participación. Es participación el proceso de decidir entre todas las partes implicadas cual es la hora apropiada de entrada en invierno para facilitar el funcionamiento del recurso y atender las diferentes necesidades personales. Estamos hablando de consenso, esto quiere decir que hay que ir con cuidado con no polarizar los planteamientos: aceptar como válidas las propuestas del otro por el simple hecho de atribuirle que tiene razón por que es más débil (romanticismo) y no aceptarlas por el hecho de que el otro no tiene capacidades para hacerlo y decido yo (paternalismo) negándoles el poder para cambiar la realidad. Trabajar con las personas desde el enfoque de participación ralentiza el proceso, la toma de decisiones, hay que explicar, negociar, argumentar, en definitiva, buscar consensos. Sin duda es mucho más complicada de gestionar para los agentes de la organización, pero facilita que las personas que acompañamos formen parte activa de los espacios, centros y recursos que transitan. Y les empodera para ejercer el derecho a la participación en otros espacios de participación social: el bloque de vecinos, la asociación, el barrio… La Participación es mucho más que votar una película, una excursión, un horario… es tomar una decisión a partir del conocimiento de determinados elementos que entran a formar parte del proceso de decisión y comprometerse en su puesta en práctica para transformar esa realidad.

5. Elementos que bloquean la participación

En el sentido contrario a la búsqueda de la participación, encontramos elementos que la dificultan o que directamente la bloquean. En los procesos de toma de decisiones la participación en los mismos implica una manera de comprender el poder. Si el poder lo tomamos de la misma manera que un juego de suma cero, es decir un juego en el que la ganancia o pérdida de un participante se equilibra con exactitud con las pérdidas o ganancias de los otros participantes, se necesita un ganador y un perdedor. Es decir, para conseguir más poder tengo que quitárselo a otros. Y el que tiene más poder sin duda es el que toma las decisiones bloqueando toda posibilidad de participación del resto del grupo. Al final todos perdemos porque no conseguimos aumentar nuestro potencial de acción como grupo. Los procesos de participación deben explicarse desde el concepto de potencia, que es la cualidad que permite que el trabajo colectivo fructifique incrementando sus posibilidades y superando el juego de suma cero, donde no se aumentan las ganancias solo se acumula el poder hacia un lado. Este concepto de potencia está relacionado con el de sinergia, cuando juntamos nuestras capacidades tenemos algo más que un sumatorio de cosas que sabemos hacer, el resultado es algo nuevo y diferente pero que contiene a la vez la esencia de cada uno de los participantes.

Si apostamos por los procesos de participación en nuestros centros y recursos tenemos que estar dispuestos a renunciar a una manera de entender el poder, por otra que tiene que ver con poner en común lo que tenemos, lo que somos, lo que sabemos y lo que valemos al servicio de la construcción conjunta. Para esto será necesario que revisemos también nuestra relación con la idea de autoridad, para desterrar de nuestro imaginario que la autoridad se consigue a base de acumular poder. De esta manera no conseguimos autoridad, la estamos imponiendo y todos sabemos dónde nos pueden llevar las cosas impuestas, posiblemente donde no queríamos llegar. La autoridad te la conceden las personas a través de la relación y del vínculo que entablas con ellas, cuando queda demostrado que existe la confianza, entendida como fiarnos juntos (con -fiare) de un proyecto común. Parece por todo lo que vamos desgranando respecto a la participación que la única fuerza (poder) que debe prevalecer en un proceso realmente participado de construcción es la del mejor argumento.

6. Retos que nos plantean la participación en nuestra intervención con las personas

Si la participación es inevitable, incorporemos lo cotidiano como instrumento de trabajo. Salgamos de los despachos y acompañemos la vida y la participación que transcurre en los espacios informales delante nuestra. No esperemos resultados espectaculares, conformémonos con pequeños avances, es lo que tiene apostar por la forma verbal del gerundio «vamos participando…» Abrámonos al diálogo auténtico con las personas, la participación requiere de sujetos que dialogan y tienen capacidad para tomar decisiones consensuadas. Para ello:

  • Transformemos la distancia terapéutica en implicación responsable, seguramente es el camino para que nos reconozcan la autoridad que brota de un proceso basado en la con-fianza.
  • Repensemos el correlato norma/sanción. Necesitamos normativas de mínimos en nuestros espacios para la intervención social, normativas de sentido común que simplemente faciliten la convivencia y que sean construidas desde la participación conjunta con las personas.
  • Descubramos la delicada línea entre la propuesta y el chantaje. En nuestras intervenciones con personas en situación de exclusión hemos de revisar con autenticidad el tema del poder y la manera de ponerlo en práctica. Si no lo acumulamos todo del mismo lado ganaremos en potencia participativa.
  • Todo esto no será posible si no hay un reconocimiento mutuo de las capacidades de todos los participantes para poder concluir que JUNTOS PODEMOS.

7. Bibliografía

Cáritas Española. Marco de Intervención con personas en grave situación de exclusión social. Madrid, 2009

Cáritas Española. Modelo de Acción Social de Cáritas. Madrid, 2009.

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