En marcha

Campaña “Tu vecino de apoyo”

Cáritas Diocesana de Madrid

 

Una nueva representación con cambio de escenario

Ante la rápida expansión del virus, durante el mes de marzo se comenzaron a tomar decisiones por parte de diferentes gobiernos autonómicos de los territorios más afectados, y la Comunidad de Madrid anunció el 9 de marzo que se suspendían todas las actividades educativas a partir del 11 de marzo. La pandemia global fue reconocida por la OMS el 11 de marzo de 2020. El 14 de marzo, el Gobierno español decretó la entrada en vigor del estado de alarma en todo el territorio nacional.

Campaña Tu vecino de apoyo. Porque la caridad no cierra

Al día siguiente de definir la pandemia de enfermedad por coronavirus nos surgió la pregunta, ante esta realidad ¿qué podemos hacer? La situación de emergencia, de crisis sanitaria, nos tambaleaba nuestros principios y procedimientos, nos dejaba a la intemperie. La situación de confinamiento en nuestros hogares para el conjunto de la población se recomendaba de forma más apremiante, si cabe, para la población de riesgo, entre la que se encontraban muchas personas voluntarias.

¿Cómo conjugar el confinamiento, la restricción de los desplazamientos de las personas, las necesidades que puedan surgir y el deseo de implicación solidaria? creímos que era el momento más oportuno para poner en marcha la Campaña Tu vecino de apoyo, que quiere promover la fraternidad cristiana y la solidaridad vecinal, destacando los siguientes mensajes: ¿Qué puedo hacer por ti? Ante cualquier necesidad que tengas, estoy aquí para ayudarte. ¡Porque la Caridad no cierra! En momentos de crisis como los que estamos pasando, debemos poner en valor nuestra identidad cristiana y el valor humanizador del Evangelio. El viernes, 13 de marzo, difundimos la Campaña ofreciendo un cartel tamaño folio para colocar en el portal de nuestras casas, con una referencia: nombre, puerta, teléfono. Con esta acción sencilla, de andar por casa, queríamos acercarnos, estar atentos a las situaciones y necesidades más próximas. También se trataba de potenciar el trabajo de proximidad en el territorio que es nuestra fortaleza. En rigor, nosotros no somos una organización preparada para la emergencia. Lo que se pueda solventar desde la vecindad evitaría colapsar niveles superiores de respuesta en la organización.

Modo catacumba

Esta pandemia nos ha colocado en modo catacumba, pero aun así hemos generado personal y comunitariamente respuestas creativas. Estamos en un escenario radicalmente diferente del que teníamos. Las crisis y dificultades provocadas por este virus nos presentarán oportunidades que tendremos que discernir y aprovechar porque las crisis suelen sacar lo mejor de las personas.

Esta crisis nos ha enseñado a responder con flexibilidad y creatividad; a repensar nuestras actuaciones, intervención social, acogida y acompañamiento ¿cómo se orientarán a la integración y realización de las personas?

No solo conectados sino vinculados

Desde nuestra fragilidad, buscamos y recreamos instrumentos, procedimientos y orientaciones para nuestro quehacer en un escenario nuevo y representando una obra diferente a la que estábamos acostumbrados. Inventaremos modos nuevos de estar juntos, empezaremos a estar no solo conectados sino, por fin, vinculados. ¿Quién iba a soñar con ese sentido aplauso, desde todas las ventanas y balcones de los vecinos, a las personas que mantienen la atención sanitaria y un conjunto de servicios esenciales? Algunas personas se asomaban de su confinamiento a las 20 horas, saliendo de la soledad, el aislamiento y el individualismo para encontrarse, en algunos casos por primera vez, con sus vecinas y vecinos, todos cuidándonos y apoyándonos unos a otros. Hemos convertido esta cita en un momento deseado del día por lo que tiene de encuentro, comunicación, reconocimiento, ánimo y socialización. Es necesario, también en nuestros proyectos sociales, cuidar el compartir, atender las aportaciones que podamos realizar entre todas las personas que participamos en el proyecto. Nos estamos dando cuenta de que nos necesitamos, que sobran los francotiradores, que es necesario cuidar la escucha y la mirada para cultivar nuestra sensibilidad y corresponsabilidad.

Cambio de paradigma

La situación vivida provocará un cambio de paradigma, un cambio en los supuestos básicos de un modelo de referencia. Hasta ahora hemos mantenido un proceder validado ante determinadas circunstancias. Pero hay situaciones, como la provocada por esta pandemia, que podrán provocar cambios en nuestra manera de actuar cuestionando lo establecido. La campaña propuesta Tu vecino de apoyo nos ha ofrecido intuiciones, principios y experiencias que podemos aplicar y considerar en un futuro. Ante una llamada generalizada, nos hemos encontrado respuestas sorprendentes que no podíamos imaginar, tenemos que abrirnos a repuestas inesperadas de solidaridad. Algunos retos que nos planteábamos en el Informe FOESSA y que teníamos bien identificados podrán tener su oportunidad de desarrollo con el cambio de paradigma. Desde luego, las Cáritas parroquiales con más capacidad de respuesta han sido las más creativas, las que han sido capaces de flexibilizar al máximo los procedimientos y responder con agilidad a los desafíos de una situación inédita de emergencia. También las mejor interrelacionadas con otras realidades del barrio, con las instituciones, con otras parroquias… En el fondo, las más porosas al trabajo en equipo y abiertas a hacerlo en red. Eso nos llevaría a medidas que siguieron al vecino de apoyo que no son objeto de esta reflexión pero que fueron surgiendo en cascada: aseguramiento de la presencialidad en servicios centrales zonificados, teléfono de atención 24h todos los días, continua interacción con otras instancias para atender problemas de soledad de los mayores, o de escucha y atención psicológica o espiritual, etc.

A modo de conclusión

Claves de fondo

Esta crisis ha puesto de manifiesto unos elementos que referimos a continuación:

El primer elemento es la paradoja de cosas consolidadas que se van, que desaparecen y otras utópicas que empiezan a tener viabilidad. Lo inédito viable se hace real en momentos de crisis y es cuando surge la creatividad, cuando sale lo mejor de los seres humanos. Cuestiones como la atención integral a personas sin hogar (forzada por la necesidad de asegurar el confinamiento), la implantación de una renta mínima, una regularización de inmigrantes para trabajar en sectores críticos, entre otras, son puestas sobre el tapete. En el fondo, todo bebe de la misma clave que ahora se convierte en piedra angular: solo saldremos adelante si lo hacemos juntos, sin dejar a nadie atrás. Los virus han resultado tener una efectividad impresionante para hacernos caer en esas proclamas tachadas en otros momentos de buenistas.

El segundo elemento es que esta crisis nos introduce ya de lleno en algo que estaba barruntando: la necesidad de un nuevo contrato social. El Informe FOESSA lo venía destacando, pero estaba todavía muy en el aire. Este nuevo pacto social ha hecho evidente varias cosas que de alguna manera venía anticipando la doctrina social de la Iglesia: la necesidad de una nueva articulación de los grandes actores sociales, que superara la dialéctica del siglo XX a la que recientemente se ha referido el papa Francisco: el estadocentrismo y su frecuente deriva totalitaria, y el mercadocentrismo economicista y su propensión liberal-individualista. Sin duda una situación de emergencia sanitaria y social demanda el liderazgo del Estado y su papel de garante de los derechos universales de todas las personas, así como su papel de nivelar las desigualdades y universalizar las oportunidades. Pero frente a la tentación estatalista es preciso comprometer al servicio del bien común y hacer partícipe de la causa de la justicia social al mundo de las empresas, incorporando el papel de la iniciativa privada.

El tercer elemento de este nuevo contrato es el protagonismo de un actor que hasta ahora había quedado diluido en el debate entre estatalismo y liberalismo, o más recientemente, neoliberalismo. Nos referimos al papel fundamental de la solidaridad del balcón, es decir, a la sociedad civil y la importancia que tiene ésta como sujeto creativo, corresponsable, capaz de dar respuesta inmediata y de asumir compromisos duraderos para salir de esta crisis. Ni todo el estado del mundo, ni todo el mercado del mundo nos habrían sacado adelante si la gente no se queda en casa, si no se hace responsable de su vecino, si no asumimos que necesitamos como sociedad y como cultura unos valores compartidos para salir juntos adelante. Ese juntos podemos implica a todos y a cada uno de los ciudadanos sin hacer disquisiciones que han quedado superadas: si una persona es regular o irregular, si es pobre o es rica, si es de derechas o de izquierdas. Esta crisis ha universalizado la precariedad existencial, nos ha hecho de repente conscientes de nuestra contingencia y finitud y nos ha aproximado a empellones a la fraternidad. Nos hemos sentido concernidos todos más allá de las ideologías, o incluso de las creencias religiosas o de las fronteras. A nadie ha importado nada la forma de pensar del vecino de apoyo.

Este pacto social es realmente un contrato que busca una nueva integración del Estado, del mercado y de la sociedad civil en todo su pluralismo. Será la forma de superar los individualismos y los protagonismos. Dentro de esta sociedad civil, ocupa un lugar la Iglesia como referente de sentido, y en esa triada (Estado, mercado y sociedad civil) en la cual tenemos un papel no pequeño nos hemos de ubicar de una manera distinta a como lo ha hecho en épocas anteriores: aunando la humildad de quien solo busca servir a la colectividad, favoreciendo el diálogo social sin crispaciones y ofertando en una sociedad plural las propias convicciones.

Propuestas operativas

En estos momentos de incertidumbre ante un futuro complejo y diferente, ante pequeñas experiencias de sentido, como la campaña tu vecino de apoyo, podemos sugerir, a partir de la experiencia compartida, algunos rasgos que podemos tener en cuenta al repensar y recrear nuestra intervención social. Uno de los grandes retos que tenemos por delante será aprovechar la ocasión para renovar, reforzar y aplicar lo aprendido durante este tiempo.

A continuación, a modo de conclusión, compartimos doce rasgos referidos en nuestra reflexión sobre la Campaña:

  1. Promover la fraternidad y la solidaridad.
  2. Atención a situaciones y necesidades próximas.
  3. Generar nuevas oportunidades.
  4. Flexibilidad y creatividad ante una realidad nueva.
  5. Nuevas formas de presencia y de compromiso.
  6. Capacidad de adaptación.
  7. Distinción entre lo esencial y accidental.
  8. Nos necesitamos, todas las personas aportamos valor.
  9. Cuidar la escucha y la mirada para leer y comprender la realidad.
  10. Cultivar nuestra sensibilidad y corresponsabilidad.
  11. Respuestas nuevas ante un cambio en los supuestos.
  12. Austeridad para revitalizar el trabajo en común.

Entre estos rasgos encontramos objetivos, criterios y valores que pueden ayudarnos a orientar o renovar algunas actuaciones de futuro. La campaña, Tu vecino de apoyo que ha ocupado nuestra reflexión, es una pequeña pieza de un puzzle más grande que nos ofrece algunos rasgos para nuestra consideración. Lo importante de estas pequeñas experiencias es su posibilidad de generar reflexión personal y comunitaria para situarnos ante una nueva época. ¿Una pequeña semilla germinará?

 

Número 5, 2020
Ciencia social

Economías alternativas

Imanol Zubero

Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

 

1. Economías alternativas… ¿a qué?

El Diccionario de la Real Academia Española define la economía como la administración eficaz y razonable de los bienes. También como ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos. Así entendida, como administración razonable y eficaz dirigida a satisfacer necesidades materiales en entornos de escasez, parece evidente que las economías alternativas no pueden pensarse como alternativas… a la economía. Recordemos, en este sentido, que en el libro de 1974 titulado El antieconómico (Labor, 1976) sus autores, Jacques Attali y Marc Guillaume, terminan proponiendo una teoría económica de la utopía basada en la autogestión, al margen tanto del capitalismo monopolista como del socialismo burocrático.

Otra cosa es que la economía necesaria deba ser esta economía: capitalista, neoliberal, de mercado… podemos denominarla de distintas maneras, pero en el marco de esta reflexión yo prefiero hablar de economía desincrustada.

Karl Polanyi describió la gran transformación que significó el surgimiento del capitalismo en el siglo XIX como un proceso mediante el cual el sistema económico se separó institucionalmente del resto de la sociedad. A partir de ese momento, una economía que había funcionado siempre incrustada en la sociedad (sometida a normas comunitarias, políticas o religiosas), pasará a ser concebida como un sistema autorregulador de mercados, regido por sus propias leyes, las así llamadas leyes de la oferta y la demanda, que se basan en dos simples motivos: el temor al hambre y el deseo de ganancia [1]. Desde esta perspectiva Polanyi considera que, más allá del significado formal del término economía (como elección entre distintos usos de unos medios escasos para alcanzar ciertos fines), este posee un significado substantivo que nace de la patente dependencia del hombre de la naturaleza y de sus semejantes para lograr su sustento, porque el hombre sobrevive mediante una interacción institucionalizada entre él mismo y su ambiente natural [2].

A partir de esta aproximación sustantiva a la economía se dibuja un espacio donde pueden enraizar y desarrollarse las llamadas economías alternativas.

2. Economías alternativas… ¿pero cuánto?

En esta reflexión, que quiere ser eminentemente aplicada, vamos a considerar que el campo de las economías alternativas viene configurado por la ubicación de los distintos programas o proyectos en dos ejes: a) el eje mercantilización-desmercantilización y b) el eje externalización-internalización. En relación al primer eje, de lo que se trata es de analizar si estos proyectos se conciben más bien desde una lógica mercantil o desde una lógica de los derechos. En cuanto al segundo eje, lo que tenemos en cuenta es si estos proyectos tienen o no en cuenta nuestra dimensión social y ecológica, y hasta qué punto incorporan (internalización) o no (externalización) los costes derivados de nuestra dependencia de la naturaleza y de otras personas.

Utilizando estas claves como plantilla de análisis, cabe imaginar un esquema en el que no resulta difícil ubicar los proyectos que podemos considerar más antagónicos: la economía neoliberal, caracterizada por su máxima mercantilización y externalización, y su opuesto, la propuesta decrecentista; en los términos de Serge Latouche, el pensamiento creativo contra la economía del absurdo [3].

Lo que no resulta tan fácil es ubicar en este esquema el conjunto de las llamadas economías alternativas, que buscan incorporar en grados muy distintos los costes ecológicos y sociales de la actividad económica, confiando más o menos en la capacidad del mercado para lograr esta internalización.

A modo de ejemplo, si nos fijamos en las propuestas económicas que pretenden resolver los problemas de externalización ecológica provocados por la insostenible economía neoliberal, no son iguales la economía azul (Gunter Pauli) o la economía circular (David Pearce y Kerry Turner), propuestas que confían en la capacidad del mercado y las empresas para afrontar la crisis medioambiental, o la economía ecológica (José Manuel Naredo, Joan Martínez Alier) y la bioeconomía (René Passet), que se ubican más claramente en el cuadrante internalización/desmercantilización.

Lo mismo cabe decir respecto de las propuestas que se confrontan con los problemas de externalización social (precariedad, exclusión, pobreza, insolidaridad, inequidad): mientras que la economía del bien común (Jean Tirole, Christian Felber) o la economía colaborativa (Ray Algar, Rachel Botsman y Roo Rogers) se sitúan en el espacio pro-mercado, la economía social y solidaria (Jean-Louis Laville, REAS, Willem Hoogendyk) o la economía del procomún (Elinor Ostrom, Yochai Benkler) supeditan la lógica mercantil a lógicas comunitarias o institucionales más amplias. Las mismas diferencias se dan en el campo de las economías feministas, donde podemos encontrar propuestas más (Sheryl Sandberg, Ann Cudd) o menos (Nancy Fraser, Silvia Federici, Amaia Pérez Orozco) compatibles con el capitalismo.

3. Economías alternativas e inéditos viables

Tal vez con la excepción de la denominada economía participativa o ParEcon de Michel Albert y Robin Hahnel, vinculada a una perspectiva sociopolítica libertaria, pero que hoy por hoy no pasa de ser una sugerente propuesta teórica, el conjunto de las llamadas economías solidarias, al menos aquellas que cuentan con algún desarrollo empírico, no pasan de ser economías complementarias de la economía dominante: no constituyen un proyecto alternativo capaz de competir en una escala apreciable con esta. Incluso los proyectos de Freeconomy, de vida libre de economía, como el popularizado por Mark Boyle en su libro Vivir sin dinero [4], no dejan de ser experiencias limitadas que, además, dependen en gran medida de aprovechar (reutilizar o reciclar) el derroche generado por la economía dominante.

El problema fundamental al que se enfrentan las economías alternativas es el de su escalabilidad o extensión, tanto en el espacio como en los distintos ámbitos del sistema social: la mayoría de las experiencias no superan el espacio local, o se limitan a aplicarse en un ámbito social concreto (consumo, cuidado, uso común, tiempo compartido…).

En la línea de la economía participativa (o libertaria, tal como la formulara en los 90 Abraham Guillén), las cooperativas integrales son la experiencia aplicada que más lejos ha llegado en su vocación de integralidad y alternatividad, como se muestra en esta definición de las mismas: La Cooperativa Integral es un proyecto de autogestión en red que pretende paulatinamente juntar todos los elementos básicos de una economía como son producción, consumo, financiación y moneda propia e integrar todos los sectores de actividad necesarios para vivir al margen del sistema capitalista. Sin embargo, su extensión real, en participantes y en territorios, es reducida.

Sin embargo, el hecho de que, hoy por hoy, la alternatividad (en un sentido pleno) de estas propuestas o estas prácticas sea discutible, no las priva de valor. En su libro Construyendo utopías reales [5], Erik Olin Wright escribe lo siguiente: Lo que necesitamos, por tanto, son relatos de casos empíricos que no sean ingenuos ni cínicos, sino que traten de reconocer por entero la complejidad y los dilemas, así como las posibilidades reales de los esfuerzos prácticos a favor de la habilitación social”. En la versión original Wright habla de social empowerment, de empoderamiento social, reafirmando un concepto demasiado banalizado en su uso común.

Porque de eso es de lo que se trata: de contar con prácticas sociales cercanas y reales, orientadas por fuertes principios normativos, pero que no se queden en la mera afirmación ideológica. Prácticas de colaboración, de cooperación, de comunión, de solidaridad, de simplicidad, de autocontención, que desmientan el discurso hoy hegemónico del amoral y asocial homo economicus. Este es el reto y el valor de las economías alternativas: constituirse en inéditos viables, en soluciones practicables no percibidas [6] que nos permitan visualizar, ya y aquí, ese otro mundo posible que todavía no es.

[1] Polanyi, K. El sustento del hombre. Barcelona: Mondadori, 1994; pág. 121.

[2] Ibid, pág. 92

[3] Latouche, S. Decrecimiento y posdesarrollo. Barcelona: El Viejo Topo, 2009.

[4] Boyle, M. Vivir sin dinero. Barcelona: Capitán Swing, 2016.

[5] Wright, E. O. Construyendo utopías reales. Barcelona: Akal, 2014.

[6] Freire, P. Pedagogía del oprimido. Madrid: Siglo XXI, 1980.