Mabel Cenizo. Trabajadora social. Responsable de voluntariado de Caritas Gipuzkoa
Marivi Roldán. Grado en educación. Coordinadora Estatal de Voluntariado y Participación
El artículo propone una lectura crítica y transformadora del voluntariado en el Tercer Sector de Acción Social, en un contexto marcado por crisis múltiples. Desde un enfoque ecosocial, feminista y comunitario, plantea claves estratégicas para sostener, imaginar y transformar la acción voluntaria como práctica política y solidaria.
Introducción
No resulta fácil caracterizar el actual contexto social en nuestro país. Sin pretensión de exhaustividad ni de orden, podríamos identificar tendencias como el cambio climático, la digitalización de la vida, el envejecimiento de la población, la crisis de los cuidados, la emergencia de la soledad como problema social o el crecimiento de las fuerzas políticas ultraderechistas. Estos fenómenos, sin duda, afectan y representan un desafío para nuestro Tercer Sector de Acción Social (TSAS).
Si bien este sector, en nuestro país se ha posicionado en gran medida como prestador de servicios sociales estandarizados de financiación pública, nunca ha abandonado otras facetas que también le son propias como pueden ser las que tienen que ver con la acción voluntaria, la canalización de iniciativas solidarias, la promoción de la participación ciudadana o el trabajo por la transformación social. Y, seguramente, estas otras facetas se vuelven más necesarias cuanto más arrecian desafíos sociales como los que hemos mencionado.
Por ello, queremos contribuir a la reflexión profunda y al debate abierto que creemos imprescindible para que nuestras entidades y redes del tercer sector tracen las estrategias más adecuadas en este momento histórico, y que puedan contribuir significativamente, junto con otros agentes de la sociedad, a la construcción de un futuro solidario, participativo, sostenible e inclusivo.
El artículo tendrá, por lo tanto, tres partes. En el primer bloque, identificaremos brevemente algunas de las crisis que atravesamos. En el segundo bloque, analizaremos las tensiones que esa nueva solidaridad puede estar demandando al tercer sector. Finalmente, en la tercera parte, abriremos una reflexión sobre claves y horizontes posibles que comienzan a vislumbrarse como necesarias en la reconstrucción de la solidaridad y la acción voluntaria y que puedan contribuir a canalizar la solidaridad que necesitamos ante los riesgos e incertidumbres del tiempo que vivimos.
Se trata de un diálogo que, desde nuestro punto de vista, puede —y debiera— renovar, enriquecer y fortalecer la acción solidaria y voluntaria como práctica socialmente comprometida, arraigada en vínculos comunitarios y orientada a la transformación estructural.
1. Más de una crisis a la vez y el presente del tercer sector por construir
Vivimos una era en crisis múltiples, que avanzan a diferentes ritmos e intensidades y definen nuestro presente. La crisis climática se acelera, mientras que la crisis social crece con el rechazo a la gentrificación y el auge de los movimientos populistas (Turiel, 2024). Así comienza la sinopsis del libro El futuro de Europa, escrito por Turiel —doctor en Física Teórica, licenciado en Matemáticas e investigador en el CSIC—, donde analiza los límites materiales y políticos del modelo social actual y plantea escenarios de transición profunda.
En una línea convergente, Fantova subraya que vivimos una época en la que, en no pocos lugares de nuestro entorno, el deterioro y descrédito de los bienes, espacios, políticas y servicios públicos universales (…) catalizados por el aumento de la desigualdad, segregación y fragmentación social, y potenciados interesadamente por voces poderosas en la conversación pública, alimentan en la población los discursos, sentimientos y comportamientos reaccionarios contra las políticas distributivas y el Estado de bienestar (Fantova, 2022).
Estas crisis no actúan por separado. La degradación ecológica y la erosión de los sistemas públicos de bienestar se retroalimentan, configurando un presente frágil y tensionado. Se trata de un fenómeno sindémico (Tangente, 2022: 4), en el que las crisis ecológica, social y política se agravan mutuamente bajo dinámicas estructurales de desigualdad. Tal como advierte Herrero, no es posible hacer una buena lectura de lo que está pasando en el mundo si no nos damos cuenta de que la crisis económica está en el corazón de la crisis ecológica (Herrero, 2018), una interrelación que impacta de manera directa en las instituciones sociales y políticas.
En este mismo sentido, tanto Pérez Orozco como el papa Francisco coinciden en señalar que no estamos ante una suma de crisis aisladas, sino ante una crisis multidimensional y acumulada, que puede calificarse incluso como crisis civilizatoria, en un contexto de emergencia planetaria (Pérez Orozco, 2012: 32). Una mirada compartida por el papa Francisco cuando afirma que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una única y compleja crisis socioambiental (Francisco, 2015: n.º 139). Comprender esta raíz común es esencial para abordar de manera integral el deterioro ecológico, la injusticia social y el debilitamiento de las instituciones.
Añade Garcés que vivimos en un tiempo histórico dominado por los escenarios de no futuro, donde el presente no se compromete con el futuro y sus posibilidades, sino que anuncia los modos de su final, en un contexto social que fortalece y reproduce su orden desde la lógica de la emergencia y de la excepción (Garcés, 2023: 52).
Estas voces expertas, desde perspectivas diversas pero complementarias, nos sitúan ante un escenario socialmente reconocible: crisis climática, fractura social, deterioro democrático y una emoción colectiva dominada por el miedo. Un miedo que no solo socava la confianza y la cohesión social, sino que también amenaza el funcionamiento de la democracia, cerrando el círculo de regresión y reforzando dinámicas de exclusión, precarización de la vida y desconfianza hacia el futuro. Como advierte Nussbaum, estos procesos tienden a proyectar la incertidumbre y el malestar sobre un “otro” percibido como amenazante —personas inmigrantes, minorías étnicas y religiosas, mujeres o personas LGTBI—, alimentando así discursos de odio y retrocesos en derechos (Nussbaum, 2019: 51–53).
2.Tercer Sector en riesgo o el fortalecimiento de la participación ciudadana
Las crisis actuales —económica, social, ecológica y política— afectan al conjunto de la sociedad y de sus instituciones. También impactan, de forma especialmente significativa, en el Tercer Sector de Acción Social cuya función social está vinculada al impulso de la justicia social, la igualdad, el cuidado del planeta, y que atiende a buena parte de las personas o colectivos más vulnerables ante estas crisis. Crisis que, lejos de remitir, continúan aumentando en intensidad y frecuencia, como venimos observando desde 2008 en nuestro país (FOESSA, 2024).
Por ello, proponemos identificar algunas de las tensiones más relevantes que atraviesan hoy al sector, con el fin de contribuir al diálogo imprescindible en la (re)construcción de una solidaridad organizada, que es —y seguirá siendo— necesaria para afrontar desafíos como el aumento de la desigualdad, la crisis climática, la polarización política, la sensación de falta de futuro y el miedo.
Podemos definir al Tercer Sector como un actor que existe en la proximidad con las personas (Renes, 2024: 48) y cuya existencia depende, en gran medida, de su papel como espacio privilegiado —aunque no exclusivo— de acción voluntaria organizada (Zubero, 1996: 44). Esta identidad relacional y participativa son claves para entender tanto sus potencialidades de futuro como sus limitaciones actuales.
Los riesgos sociales no son abstractos: se hacen visibles en ejemplos concretos y cercanos. Desde la crisis financiera de 2008, pasando por la pandemia de la COVID-19 hasta la reciente catástrofe climática vivida en octubre de 2024 (DANA), se han evidenciado algunas limitaciones estructurales del tercer sector para canalizar de manera sostenida y estructural la solidaridad ciudadana que emerge con fuerza en momentos de crisis.
Durante la crisis financiera, mientras las entidades del Tercer Sector se centraban en sostener servicios básicos en un contexto de recortes, fueron los movimientos sociales —como el 15M— quienes canalizaron las demandas de transformación estructural. De forma similar, durante la pandemia, redes vecinales y plataformas ciudadanas, esta vez en un contexto de expansión del gasto social, reactivaron la acción comunitaria con gran capacidad de improvisación, resiliencia y movilización, superando en muchos casos al tercer sector organizado. Esta respuesta ágil contrastó con la rigidez institucional y desbordó los marcos organizativos tradicionales del TSAS.
Entre los aspectos críticos que parecen afectar de forma significativa destacan, por un lado, el debilitamiento de la capacidad reivindicativa y la defensa de los derechos sociales, lo que implica una pérdida de la dimensión política del TSAS. Por otro, se suma la reducción progresiva de su base social junto con su dificultad para crear tejido social que están erosionando su dimensión comunitaria y relacional (POAS, 2016: 10).
Estas desconexiones han podido dificultar la canalización de formas significativas de participación ciudadana frente a las crisis, y han podido contribuir a que una parte de la ciudadanía no reconozca en las entidades solidarias un espacio apropiado para expresar su compromiso colectivo.
En este contexto, surge una disyuntiva incómoda: ¿está el tercer sector promoviendo una ciudadanía activa y transformadora o, por el contrario, limitándose a gestionar circuitos de implicación simbólica? El gran aporte del tercer sector en relación con la ciudadanía es la participación a través del voluntariado que es el elemento que le da singularidad. (Poyato, 2022: 13). Participar significa estar presente en, ser parte de, ser tomado en cuenta por, para, involucrarse, intervenir. Participar es incidir, influir, responsabilizarse. (Giménez, 2002: 45). Desde esta mirada, el voluntariado no puede limitarse a acciones puntuales o delegadas: debe ser una forma activa de construir comunidad y democracia.
Por eso, cuando el tercer sector promueve una participación simbólica o superficial, no solo debilita su misión, sino que desaprovecha una de sus herramientas más valiosas de transformación social. Como ha afirmado Villarino, directora del CERMI, el voluntariado es lo que realmente define al tercer sector, lo que diferencia al tercer sector. (Villarino en Servimedia, 2025)
No obstante, el sector enfrenta no solo dificultades para captar y retener el talento, la espontaneidad y la gran energía de quienes desean canalizar su activismo (Turienzo, 2022: 176) sino también retos como espacio formativo para la vida democrática. Se cuestiona, también, su capacidad para contribuir a la organización comunitaria y ofrecer respuestas tempranas, ágiles y adaptadas frente a las situaciones de crisis. (Fresno, 2014: 29)
El verdadero reto del TSAS es que su acción no acabe focalizada y reducida a la urgencia de lo inmediato perdiendo su perspectiva política, relacional, comunitaria, en definitiva, transformadora (Renes, 2024:63). Es urgente, por lo tanto, fortalecer los procesos estratégicos y de gestión de la participación y del voluntariado (Poyato, 2022: 13) para evitar que quede atrapado entre la lógica prestacional, la institucionalización y la respuesta asistencial.
El voluntariado puede y debe ser entendido como un movimiento ético y cultural que actúe al tiempo que denuncia, proponga cambios y contribuya a remover las condiciones que sostienen la desigualdad (Fouce, 2009). En esta misma línea, Mounier (1961: 123) nos recuerda que quien no hace política, hace pasivamente la política del poder establecido, lo que interpela directamente al voluntariado como práctica social con vocación de justicia.
Reforzar su dimensión política —no partidista, sino transformadora— es una condición necesaria para que el tercer sector no se limite a gestionar urgencias, sino que contribuya activamente a redefinir lo común. Como se ha ido señalando: lo que está en juego son los procesos que modifican, cambian y transforman las condiciones (estructurales, coyunturales, socio-ambientales, personales …) que pueden hacer posible/ imposible el pleno ejercicio de los derechos sociales como base inalienable de la plena integración social. (Renes, 2024: 63).
En este contexto, el TSAS se juega su propia sostenibilidad social e institucional que no tiene que ver solo con la financiación sino con su propio ser, su sentido y significado, su tarea y su función. (Rodríguez Cabrero, 2016: 92–93)
3. Despertar futuros: el valor de imaginar y actuar en comunidad
Como venimos argumentando, la crisis climática ya no puede considerarse un riesgo a futuro, sino una realidad presente. Así lo advirtió Guterres, secretario general de la ONU, en la COP28 de Dubái (2023), subrayando que hemos abierto las puertas del infierno climático. Esta constatación interpela de manera directa al Tercer Sector de Acción Social, que debiera asumir un lugar más proactivo en la construcción de nuevas formas de vida colectiva más sostenibles, cooperativas y equitativas.
Este lugar activo requiere recuperar con decisión la dimensión política y comunitaria de su acción. Significa también reforzar su vinculación directa con la ciudadanía, a través del voluntariado y de otras formas de participación social transformadora.
Una pregunta estratégica de partida podría ser esta: ¿el TSAS se ve —y actúa— como un agente de transformación social o permanece, fundamentalmente, anclado en un modelo de prestación de servicios? Recuperar el voluntariado como expresión de ciudadanía activa, comprometida y corresponsable puede ser una de las claves para renovar el horizonte ético, político y comunitario del Tercer Sector.
Aun así, el voluntariado sigue siendo en la actualidad un espacio social privilegiado para la construcción de alternativas emancipatorias (Zubero, 1996: 39) que requiere de una gran inversión de tiempo y energía. (Correa Casanova, 2011: 51). Esa capacidad transformadora se despliega cuando el voluntariado se entiende como un proceso educativo orientado al cambio personal y social, que complemente —y no se limite a— la visión tradicional e instrumental centrada en la realización de tareas. (Turienzo, 2022: 171)
Proponemos cuatro estrategias para sostener, imaginar y transformar la acción voluntaria, orientadas a fortalecer la capacidad del Tercer Sector ante los riesgos sociales mediante la activación de la participación ciudadana y la recuperación de su dimensión política y relacional: anticipar, crear capacidades, abrir alianzas e imaginar horizontes.
3.1. Anticiparse. Salir a los caminos
En un futuro próximo, donde lo extraordinario tenderá a convertirse en habitual, resulta imprescindible generar un conocimiento que nos ayude a anticiparnos, con criterios de inclusión y solidaridad, a las nuevas situaciones de excepcionalidad que nos esperan a la vuelta de la esquina (Tangente, 2022).
En palabras de Yayo Herrero, la valentía en tiempos de colapso tiene que ver con mirar la realidad cara a cara y esforzarse para que otras también la miren (Herrero, 2023). Cuando hablamos de eventos climáticos extremos (…), quienes pierden las casas, quienes se quedan fuera del sistema y quienes pierden la vida, son las personas que tienen peores condiciones de vida (Herrero, 2018).
Partiendo de esta premisa, el voluntariado social no puede desconectarse de las condiciones materiales, sociales y vitales que configuran nuestras sociedades: la precariedad de la vida, la fragmentación de los vínculos, la erosión de lo común o la crisis ecológica. Estas realidades no son simples escenarios: son el terreno mismo sobre el que se construye —o se vacía— el sentido de la acción voluntaria.
Según Cortina, el voluntariado tiene que unir dos virtudes fundamentales: la lucidez y la compasión (Cortina, 2020). Solo desde esta doble mirada —crítica y afectiva— es posible construir un voluntariado que no se limite a mitigar los síntomas, sino que se implique en transformar las estructuras que generan exclusión y sufrimiento.
Deberá promover, por lo tanto, una capacidad de innovación orientada a detectar necesidades que aún no han sido formuladas, pero que ya reclaman ser atendidas. Esa labor implica ir por delante: mostrar dónde hay personas desprotegidas o excluidas, y en qué sentido lo están. Se trata, en definitiva, de una acción voluntaria que abre sendas nuevas desde una ética de la anticipación, la escucha y la denuncia. (Cortina, 2020).
Esta agenda de innovación social deberá poder construirse, compartirse y desarrollarse en distintos niveles:
- En lo micro, desde la proximidad a las situaciones de exclusión y la resiliencia comunitaria.
- En lo meso, desde la capacidad organizativa, metodológica y de gestión del voluntariado.
- En lo macro, desde un discurso con impacto ético y político capaz de influir en las prioridades sociales y en las políticas públicas. (Fantova, 2015: 18)
Cambiar el foco de la acción del Tercer Sector de acuerdo con las nuevas tendencias y necesidades sociales supone actuar hoy en un entorno crecientemente conflictivo, desestructurado y desigual. Y hacerlo, además, con la voluntad de anticiparse: salir a los caminos antes de que las crisis se intensifiquen.
3.2 Crear capacidades, comunidad, sociedad
Anticiparse e innovar supone construir capacidades colectivas que amplíen las condiciones de justicia social y de cuidados comunitarios en nuestras sociedades. Como subraya Nussbaum (2012), la solidaridad verdadera surge del cultivo de una justicia compasiva, que no solo responde al sufrimiento inmediato, sino que busca promover capacidades humanas a largo plazo. Esta perspectiva nos invita a entender la acción voluntaria no como un acto puntual, sino como una forma sostenida de compromiso ético y político con los derechos, las vidas y los futuros que están en juego.
Para que el voluntariado contribuya efectivamente a la construcción de ciudadanía, es necesario favorecer cambios profundos en creencias, valores y actitudes (Turienzo, 2022: 172). Esto requiere activar procesos de aprendizaje reflexivo, que sean transformadores tanto a nivel individual como colectivo. Crear capacidades con y para el voluntariado supone una actualización de las formas de hacer, que promueva mayor apertura, transparencia y democratización de estructuras y procesos. Este es un reto clave si se quiere garantizar que toda persona pueda participar en la construcción de comunidades resilientes (Turienzo, 2022: 169).
Este impulso renovador también exige proyectar modelos de participación social más flexibles, con estructuras ágiles de gestión que permitan tanto cubrir necesidades como acompañar a las personas (Turienzo, 2022: 170). La participación social no surge del vacío: nace de una conciencia de pertenencia comunitaria, del reconocimiento del derecho y la responsabilidad de intervenir en el desarrollo social (Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco & Consejo Vasco de Voluntariado, 2023, p. 9).
En este sentido, el barrio, el pueblo, la ciudad pueden ser espacios de referencia privilegiado para articular respuestas ciudadanas, satisfacer necesidades de proximidad y cultivar vínculos significativos (Tangente, 2022: 31).
Algunas estructuras de solidaridad han demostrado, durante las crisis, una gran capacidad de organización, resiliencia y creatividad. No se trata solo de responder a la urgencia, sino de inspirar dinámicas alternativas perdurables en el tiempo. Esto implica una politización de la vida cotidiana más anclada en las soluciones concretas, en lo vecinal, físico y cercano. Es en estos espacios donde se hace tangible el deseo de sentirse parte de una comunidad solidaria y política, de formar parte de una red de apoyo que dé respuesta a las necesidades sociales desde la proximidad, la horizontalidad y la corresponsabilidad (Tangente, 2022: 31).
3.3. Abrir diálogos y tejer alianzas
Anticiparse, innovar y crear capacidades es abrirse al diálogo y a las alianzas. En el TSAS, los problemas no pueden resolverse al nivel que vienen planteados (Renes, 2024: 65). En el actual contexto de crisis interconectadas, el tercer sector no puede afrontar en soledad los desafíos que emergen. Desde la sociedad civil organizada, necesitamos abrir espacios de diálogo, escucha activa y co-construcción con movimientos sociales, redes comunitarias y personas expertas que, desde hace años, ensayan formas de vivir, cuidar y resistir de manera sostenible en medio de las crisis.
Incorporar estas prácticas y saberes es fundamental para reorientar la acción voluntaria hacia modelos más resilientes, críticos y transformadores. No se trata solo de reforzar lo que ya existe, sino de dejarse interpelar y aprender de quienes construyen solidaridad cotidiana desde los márgenes como hemos visto en las últimas crisis. Se trata de contemplar una visión menos fragmentada, más integral, más holística que implica ya intuir un nuevo paradigma (Renes, 2024: 66). El reto es alinear las fuerzas del voluntariado como comunidad cuidadora, relacional y política, recuperando la misión central para la que nacieron las entidades solidarias: los derechos y la justicia, los cuidados y la comunidad
(Cenizo, 2022: 96).
3.3.1. Una alianza ineludible: la transición ecosocial
Una primera línea de alianza estratégica debe articularse con los movimientos ecologistas, climáticos y de transición ecosocial. Estas voces nos convocan a desarrollar una identidad eco-dependiente, reconociendo que lo que enfrentamos no son crisis separadas, sino una única crisis civilizatoria de raíz ecológica, social y económica.
El hecho de que tengamos que vivir en armonía con los límites del planeta implica una actitud mucho más cuidadosa en cuanto a la relación entre los seres humanos y el resto de los seres vivos (Turiel, 2023). No podemos seguir construyendo estrategias sociales basadas en modelos de crecimiento y consumo ilimitados: necesitamos centrar la acción voluntaria en prácticas de cuidado ecosocial, resiliencia comunitaria y protección de la vida en todas sus formas.
Esta visión más holística implica transitar hacia un nuevo paradigma donde el voluntariado y el tercer sector se conviertan en actores activos de la transición ecosocial, promoviendo la incidencia política necesaria, poniendo en práctica formas de vida más sostenibles y articulando alianzas que integren justicia social, climática y económica como pilares inseparables de su acción transformadora.
3.3.2. Repolitizar la sostenibilidad de la vida desde los feminismos y los cuidados
El diálogo debe construirse, también, con los feminismos y el mundo de los cuidados, que colocan la sostenibilidad de la vida en el centro. Estas alianzas pueden repolitizar el compromiso del sector en torno a la centralidad de la vida, los cuidados y los entornos comunitarios, ampliando su impacto más allá de una acción asistencial, institucionalizada y cada vez más residual.
Conectarse con quienes defienden los cuidados como una dimensión política permite al tercer sector nutrirse de energías sociales capaces de tejer redes, sostener vínculos y construir comunidad. Este diálogo transforma las formas de intervenir y ensancha los horizontes de sentido de la acción voluntaria.
Será relativamente fácil incorporar al voluntariado en relaciones cercanas y entornos comunitarios donde ya convive, facilitando su reconocimiento como un agente más de apoyo mutuo. Pero ello exige transformar la lógica de ayuda asimétrica por una relación de reciprocidad en el marco del cuidado comunitario, donde las tareas de cuidado —que todas necesitamos— pueden facilitar ese tránsito hacia una solidaridad más circular (Cenizo & Fantova, 2023: 93).
En este marco, el cuidado debe formar parte integral de la experiencia voluntaria. El Barómetro del Tercer Sector 2024 advierte de una paradoja persistente: muchas entidades cuidan hacia fuera, pero descuidan a quienes colaboran dentro, especialmente a voluntariado y juventud (Barómetro TSAS, 2024: 57). Sostener el voluntariado hoy implica asumir los entornos comunitarios y los cuidados como una práctica interna, relacional y política, que se manifiesta cotidianamente en los vínculos, la escucha y la participación que sostienen la vida compartida.
3.3.3. Redes vecinales y gobernanza democrática: hacia una solidaridad transformadora
Las redes vecinales y comunitarias, surgidas con fuerza en los momentos más duros de las recientes crisis, han demostrado una alta legitimidad social. Estas experiencias nacen de una gobernanza abierta, con dinámicas bottom-up, una amplia base social y una fuerte dimensión política (Mora Rosado & de Lorenzo Gilsanz, 2021). Según Moulaert et al. (2005, citados en Mora Rosado & de Lorenzo Gilsanz, 2021), además, promueven el empoderamiento de las personas afectadas, valoran el apoyo entre pares y tienden a romper el gap entre profesionales y participantes.
Sus cualidades —agilidad, confianza, solidaridad, horizontalidad, apoyo mutuo, espontaneidad, independencia— contrastan con un TSAS que a menudo aparece burocratizado, profesionalizado y dependiente de los programas públicos (Buj y Caso, 2021). Su presencia cotidiana en los territorios, más allá de las emergencias, es clave para configurar vínculos sólidos. La articulación con estas redes requiere un cambio en las formas de gobernanza del TSAS: más abiertas, más distribuidas, más participativas.
Uno de los objetivos fundamentales del TSAS es fomentar la participación de quienes habitualmente quedan excluidos de los espacios sociales, económicos, políticos y culturales, su arraigo territorial y su apertura a nuevas alianzas serán definitivos.
Esto implica repensar las formas de relación con comunidades, personas usuarias, voluntariado, donantes, empresas y administraciones, para construir verdaderas estructuras de solidaridad transformadora. (Mora Rosado & de Lorenzo Gilsanz, 2021). De esta capacidad para abrirse a alianzas estratégicas —desde lo eco a lo comunitario— dependerá también su legitimidad, su impacto y su sostenibilidad futura.
3.4. Imaginar horizontes posibles
Anticiparse, innovar, crear capacidades y abrirse al diálogo y a las alianzas es imaginar horizontes posibles. Nos preguntamos —con Marina Garcés (2020)— por ese mundo común como invitación a pensar y a imaginar lo que nos vincula: un horizonte compartido que nos interpela, nos compromete y nos permite proyectar colectivamente respuestas transformadoras, sostenibles y justas.
La crisis de las promesas colectivas —el debilitamiento de las expectativas comunes de un futuro mejor— es uno de los desafíos más profundos de nuestro tiempo. Hoy más que nunca necesitamos estimular formas de racionalidad basadas en la cooperación, la reciprocidad y la democracia radical, capaces de generar imágenes motivadoras de un mundo más justo, sostenible y habitable. (Herrero, 2022) Necesitamos un fin, una imagen motivadora de un mundo mejor. (Armstrong et al., 2021)
Más bien, implica anticipar el cumplimiento de ese futuro operando sobre las potencialidades del presente. Como señala Ernst Bloch, la esperanza es un movimiento hacia el bien, no simplemente un deseo de él (Silvestre & Zubero, 2019, p. 399).
Es necesario repensar la solidaridad como un proceso colectivo, organizado y políticamente situado, desde los cuidados, la ayuda mutua, la reciprocidad y la universalidad. Esta perspectiva nos invita a entender la acción voluntaria no como un acto puntual, sino como una forma sostenida de compromiso ético y político con los derechos, las vidas y los futuros que están en juego.
La esperanza no depende de los datos de realidad; es la realidad la que depende de nuestra esperanza. Solo esta esperanza merece ser calificada de «realista» porque solo ella se toma en serio las posibilidades que atraviesan todo lo real (Vitoria, 2024: 25).
Nos sumamos, por tanto, a quienes proponen aportar su granito de arena en el esfuerzo de extraer pautas y patrones organizativos de éxito, identificar prototipos replicables, reconocer obstáculos y fragilidades, definir claves que aumentan la potencialidad de los colectivos y diseñar formas de articulación capaces de acoger a una diversidad de perfiles poblacionales (Tangente, 2022: 7).
Referencias bibliográficas
<Armstrong, K., Cortina Orts, A., Gabilondo Pujol, I., Manes, F., Yunus, M. (2021). Las preguntas siguen. Barcelona: Paidós.
Barómetro del Tercer Sector de Acción Social (2024). Informe 2024. Madrid: Plataforma del Tercer Sector.
Bloch, E. (2007). El principio esperanza (ed. original 1959). Madrid: Trotta.
Buj, C. y Caso, A. (2021). Manual práctico para el desarrollo de redes comunitarias. Zaragoza: Proyecto Contra Viento y Marea – European Cultural Foundation.
Cenizo, M. (2022). “Derechos y justicia, cuidados y comunidad: por un voluntariado social transformador”. Zerbitzuan, 78, 87–98. https://doi.org/10.5569/1134-7147.78.05
Cenizo, M. y Fantova, F. (2023). “Intervención social y acción voluntaria en tiempos de desigualdad y crisis de cuidados”. Zerbitzuan, 81, 81–96. https://doi.org/10.5569/1134-7147.81.07
Correa Casanova, E. (2011). El voluntariado: prácticas ciudadanas para un mundo sostenible. Madrid: Editorial Popular.
Cortina, A. (2020). “El voluntariado debe unir dos grandes virtudes: la lucidez y la compasión”. Plataforma del Voluntariado de España. https://plataformavoluntariado.org/el-voluntariado-debe-unir-dos-grandes-virtudes-la-lucidez-y-la-compasion/
Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco & Consejo Vasco de Voluntariado (2023). Voluntariado y otras formas de participación social en la Comunidad Autónoma del País Vasco 2023. Vitoria-Gasteiz: Gobierno Vasco.
https://www.euskadi.eus/contenidos/informacion/voluntariado_en_euskadi/es_situgene/adjuntos/VOLUNTARIADO.pdf
Fantova, F. (2015). Innovación social y Tercer Sector de Acción Social (p. 18). Madrid: Plataforma de ONG de Acción Social. https://www.fantova.net/page/18/?wpfb_dl=454
Fantova, F. (2022). “¿Y si lo más grave de nuestro asistencialismo fueran sus consecuencias políticas reaccionarias?”. Blog de Fernando Fantova. https://www.fantova.net/2022/06/20/y-si-lo-mas-grave-de-nuestro-asistencialismo-fueran-sus-consecuencias-politicas-reaccionarias/
FOESSA (2024). Análisis y Perspectivas. La sociedad del riesgo: hacia un modelo de integración precaria. Madrid: Fundación FOESSA.
Francisco (Papa) (2015). Laudato Si’. Carta encíclica sobre el cuidado de la casa común. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Fresno, J. M. (2014). “Participación, sociedad civil y ciudadanía”. En: VII Informe FOESSA. Madrid: Fundación FOESSA.
Fouce, G. (2009). “Voluntariado y transformación social”. Sociología y Utopía, nº 14, pp. 41–56.
Garcés, M. (2020). Un mundo común. 10 años después. Barcelona: Arcàdia.
Garcés, M. (2023). Colapso y promesa. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Giménez, C. (2002). “La participación social”. Revista Internacional de Sociología, nº 32, pp. 45–58.
Guterres, A. (2023). “Declaración en la COP28 de Dubái”. Naciones Unidas Noticias. https://news.un.org
Herrero, Y. (2022). Los cinco elementos. Madrid: Catarata.
Herrero, Y. (2018). “Las clases trabajadoras son las que más sufren los efectos del cambio climático”. Fundación Hugo Zárate. https://fundacionhugozarate.com/yayo-herrero-las-clases-trabajadoras-las-mas-sufren-los-efectos-del-cambio-climatico/
Herrero, Y. (2023). “Ausencia de miedo y extravío del valor”. Rebelión. https://rebelion.org/ausencia-de-miedo-y-extravio-del-valor/
Mora Rosado, S. y de Lorenzo Gilsanz, F. J. (2021). “Hibridación relacional del Tercer Sector de Acción Social en la última década”. CIRIEC-España, Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa, (103), pp. 171–196. https://doi.org/10.7203/CIRIEC-E.103.21476
Mounier, E. (1961). El personalismo. Madrid: Guadarrama.
Nussbaum, M. (2012). Crear capacidades. Propuesta para el desarrollo humano. Barcelona: Paidós.
Nussbaum, M. (2019). La monarquía del miedo. Una mirada filosófica a la crisis política actual. Barcelona: Paidós.
Pérez Orozco, A. (2012). “Crisis multidimensional y sostenibilidad de la vida”. Investigaciones Feministas, 2, pp. 29–53. https://revistas.ucm.es/index.php/INFE/article/download/38603/37328/45634
Plataforma de ONG de Acción Social (2016). Plan de Ordenación del Tercer Sector de Acción Social (POAS). Madrid: POAS.
Poyato Roca, L. (2022). “Voluntariado y Tercer Sector: una evolución simbiótica”. En: Benlloch Sanz, P. (Coord.), El valor del voluntariado en el Tercer Sector. Madrid: Plataforma del Voluntariado de España; p. 13.
Renes, V. (2024). “Evolución del Tercer Sector de Acción Social en las últimas décadas”. Comunitania: Revista Internacional de Trabajo Social y Ciencias Sociales, nº 27, pp. 48, 63, 65–66.
Rodríguez Cabrero, G. (2016). “Tercer Sector y acción pública: entre la lógica asistencial y la transformación social”. En: Reformas del bienestar y exclusión social en España. Madrid: CIS; pp. 92–93.
Silvestre, M. y Zubero, I. (Coords.) (2019). “Propuesta de horizonte ético”. En: VIII Informe FOESSA, pp. 399–471. Fundación FOESSA.
Tangente, Grupo Cooperativo (2022). Solidaridades de proximidad. Ayuda mutua y cuidados ante la COVID-19. Madrid: Grupo Tangente.
Turiel, A. (2023). “El decrecimiento sería viable en una economía de mercado”. Newtral. https://www.newtral.es/antonio-turiel-decrecimiento-viable-economia-mercado-sin-sacrificar-bienestar/20230711/
Turiel, A. (2024). El futuro de Europa. Madrid: Alfabeto.
Turienzo Río, N. (2022). “Una situación inaudita, una respuesta compleja”. En: Benlloch Sanz, P. (Coord.), El valor del voluntariado en el Tercer Sector. Madrid: Plataforma del Voluntariado de España; p. 176.
Villarino, P. (2025). “La Plataforma del Tercer Sector reivindica el voluntariado como ‘indicador clave de progreso’ de un país”. Servimedia. https://www.servimedia.es/noticias/plataforma-tercer-sector-reivindica-voluntariado-como-indicador-clave-progreso-pais/1411471786
Vitoria, J. M. (2024). Esperanza radical. Ensayos sobre transformación y realismo político. Bilbao: Caritas Gipuzkoa.
Zubero, I. (1996). “El papel del voluntariado en la sociedad actual”. Documentación Social, nº 104, pp. 39–68.
Número 20, 2025