4 IV ETAPA

La exclusión tiene rostro de mujer

Las dificultades y problemas sociales afectan a hombres y mujeres de manera diferenciada. Caminar hacia una sociedad en la que se generen múltiples propuestas para corregir la desigualdad social y la desigualdad entre hombres y mujeres, exige preguntarnos sobre las causas que la originan y mirar al rostro de las personas que las sufren.

Editorial

Una transición ecológica justa

La sostenibilidad ecológica es un objetivo no solo necesario, sino imprescindible, de la misma manera que lo es hacerla de forma que no terminen pagando en el proceso aquellos que ya están pagando también las consecuencias del modelo depredador y suicida en el que estamos metidos.

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Acción social

Por amor al arte

El arte posibilita que la intervención social se sitúe en un mundo creativo y bello. Esto provoca que el encuentro con las emociones y las dificultades sea más amable con las personas y con el entorno, favoreciendo la inclusión.
Por Almudena Iglesias

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Ciencia social

Sociología clínica y justicia restaurativa

Una experiencia de aplicación práctica de algunos contenidos de la denominada como sociología clínica en los procesos de trabajo con víctimas y victimarios, en el marco de la búsqueda de la justicia restaurativa. Una reflexión sobre el papel y los elementos clave a cuidar por parte del profesional que interviene.
Por Marisol Real García

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Con voz propia

Ordenadores, expedientes y acción social

La revolución tecnológica alcanza todos los rincones del mundo, y como, no, también el de la intervención social. No cabe duda de las ventajas que esta y todas las herramientas nos proporcionan para mejorar, pero conviene estar atentos para que la técnica no se coma el contenido, y la herramienta no modifique lo sustancial de lo que hacemos.
Por Joaquín García Roca

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Conversamos

Una nueva ruralidad es posible

Una de cada cuatro personas vive y sueña en los pueblos, ciudadanos que tienen menos derechos por el simple hecho de vivir en una zona rural. La realidad de la despoblación y las dificultades para construir una sostenibilidad social en los pueblos, precisa de políticas públicas que reduzcan los importantes desequilibrios territoriales existentes. Artur Aparici, investigador especializado en la sociología rural y propulsor del Foro de la nueva ruralidad, nos habla de la nueva ruralidad que está surgiendo.

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En marcha

Siete años volando

“La Libre de Barrio” es una experiencia asociativa que gira en torno a una librería. Una experiencia que ha impulsado la convivencia, el intercambio cultural, una cultura del ocio accesible para todos y que ha tejido redes de apoyo social que han reforzado las capacidades y el capital social de quienes se han acercado atraídos por la intensa agenda de actividades que propone.
Por Isabel Simón

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A fondo

Vidas de mujeres: comprender su exclusión para avanzar hacia un nuevo espacio de inclusión social

Alicia Suso Mendaza Equipo de coordinación territorial de Cáritas Bizkaia Ana Sofía Telletxea Bustinza Licenciada en Sociología. Responsable del departamento de análisis y desarrollo de Cáritas Bizkaia   1. Introducción El conocido y constatado fenómeno de la feminización de la pobreza ha puesto de manifiesto, hace ya algunas décadas, que la exclusión no es neutra,...

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A fondo

Mano a mano, por una sociedad más justa, libre y alegre

Las mujeres han sido y siguen siendo una pieza clave en los procesos de cambio social. Siempre, pero en especial en los últimos años este aporte está resultando especialmente importante para avanzar en un modelo social más justo, libre y alegre.

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Del dato a la acción

La fragilidad de la cohesión social en España

Vivimos en una España cada vez más fragmentada, donde la desigualdad está construyendo diferentes sociedades que se dan la espalda. Oportunidad, estancamiento, inseguridad, expulsión. Alrededor de estos cuatro conceptos retratamos la cohesión social de nuestro país. ¿A qué sociedad crees que perteneces?
Por Guillermo Fernández Maíllo

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Documentación

Novaruralitat.org

Una página web con una experiencia de colaboración entre la Universidad Jaume I de Castellón y el tejido social de la zona rural para su dinamización, reivindicación y revitalización.
Por Pedro Fuentes

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Editorial

Una transición ecológica justa

Recientes aún los ecos de la COP25, y con el sabor agridulce de sus resultados, en nuestro país comenzamos un nuevo ciclo político en el que parece que los temas de sostenibilidad, emergencia climática, transición ecológica… van a ocupar una parte significativa de la agenda institucional, con la prometida tramitación de la ley de cambio climático y transición energética, esperamos que a la altura de la preocupación social.

Tres son los elementos que nos informan de la necesidad y la urgencia de afrontar estas realidades. El tiempo perdido desde que se pusieron encima de la mesa estos temas, allá por los años setenta del siglo pasado; la evidencia científica de que es la acción humana la que hoy está provocando los cambios que nos amenazan; y la no menos evidencia de que el cambio, en los comportamientos individuales resulta necesario pero insuficiente.  Hay mucho en juego y poco tiempo para hacerlo.

La transición hacia un modelo social sostenible se apoya en una evidencia: resulta imposible mantener un modelo de crecimiento sostenido en un planeta con unos recursos finitos. Y se hará, por las buenas, fruto de la conciencia, o por las malas, por pura necesidad.

Pero ese modelo social sostenible no debemos comprenderlo solo como aquello que marca los límites físicos que tiene el seguir haciendo lo mismo que hacemos, en menor medida, pero lo mismo. Si lo hacemos estaremos minando su verdadera potencia transformadora. La clave está en saber que debemos empezar a hacer otras cosas completamente diferentes. Si hacemos lo mismo, pero menos, seremos un poco menos desiguales, pero desiguales. Seremos un poco menos consumistas, pero consumistas.

No podemos olvidar que los límites no solo son físicos, sino también morales y éticos. Y que la pobreza y la exclusión social hacen insostenible cualquier sociedad que se quiera decir decente. El sur del planeta y los sures del norte no solo participan en menor medida, o en ninguno de los supuestos beneficios del modelo, sino que también sufren las peores consecuencias presentes en forma de residuos y en general de efectos de huella ecológica.

Esperamos y trabajamos por una transición ecológica justa del modelo de producción, consumo y convivencia que no convierta también a los pobres y excluidos en nuevas víctimas.  Queremos una transición regulada por el bien común, que por ser el de todas y cada una de las personas que habitamos la casa común, ha de hacerse garantizando que el agua llega a todos los rincones del huerto, sin dejar zonas baldías, por mucho que estas no sean la mayoría.

 

Número 4, 2020
Acción social

Por amor al arte

Almudena Iglesias Moro

Técnica de Cáritas Diocesana de Salamanca

 

1. Lo integral del ser humano

En la creación, el sujeto transforma el espacio donde interviene y mientras lo hace deposita en sus creaciones emociones y significados. […] El proceso creador permite la aparición de lo que somos y de cómo actuamos, poniendo en juego la memoria, el saber, la percepción, la experiencia, lo consciente y lo inconsciente. La obra de arte funciona como metáfora del mundo en la que las representaciones son la (re)presentación de algo ya presentado, de algo anterior que se actualiza. Comporta una mirada atrás y un reajuste. Es repetición de las primeras imágenes y creación, […] que permite la concreción de lo mismo, pero de otra manera, reestructurando el «yo» (Moreno, 2016).

Si partimos del concepto holístico de persona entendemos que los seres humanos se desarrollan en un cuerpo en el que existen pensamientos y emociones. Así pues, se consideran tres núcleos que configuran a la persona: el cognitivo, el emocional y el corporal. Entender la persona sin una de esas partes es negar su totalidad (Rossi, 2006).

Como planteaba Bisquerra (2006) hemos desatendido la parte emocional y la corporal para destacar la razón y los pensamientos.

Sin embargo, son cada vez más las propuestas a nivel educativo y social que valoran la necesidad del trabajo emocional para favorecer el desarrollo integral de las personas.

2. El arte

Es en este sentido la necesidad de incorporar el arte para conmover, para emocionar. Para poder explicar y entender con más claridad nuestras emociones. Se utiliza el arte como instrumento mediador para conectar a la persona con su identidad individual y grupal.

Mediante diferentes expresiones artísticas somos capaces de proyectar nuestro “YO” para abordar dificultades, elaborar conflictos que ayuden a la reconciliación personal y a la proyección de un “YO” incluido, autónomo y con esperanza (Si somos capaces de soñarlo, somos capaces de lograrlo).

El arte nos permite crear un universo simbólico donde podemos visualizar nuestra realidad o la que queramos que sea, real o inventada. Ese universo puede dibujarse, bailarse, modificarse, inventarse y facilitar soñar con otra realidad que es la que nos gustaría que fuera.

3. Arte y exclusión social

La intervención artística es una maravillosa herramienta de mediación para trabajar con personas en situación de vulnerabilidad o de exclusión social independientemente de su nivel cultural, su procedencia, edad, etc.

Atrás quedaron las épocas en las que el arte y la cultura en general eran elitistas y solo para minorías.

El arte nos iguala y puede establecer lenguajes universales que traspasa las fronteras económicas y políticas. No es necesario tener estudios para emocionarnos. El arte está al alcance de todos, aunque haya diferentes niveles.

Hay estudios que demuestran que las personas independientemente de dónde seamos nos entristecemos y nos alegramos por las mismas cosas. Nos sentimos solos por las mismas cosas. Sentimos celos por las mismas cosas, etc.

El arte facilita que afloren las emociones y la intervención social ayuda a entender por qué aparecen ese tipo de emociones, qué significan y cómo las recibimos.

En la intervención social lo importante no es el resultado final. Éste es solo una excusa. Lo importante es el proceso y todo lo vivido y reflexionado en ese camino. Lo fundamental es el aprendizaje que se produce y que orienta a las personas a conseguir la autonomía y la inclusión.

También pueden afectar en el tipo de relaciones de los participantes. Se consiguen establecer relaciones igualitarias que dentro de los contextos más formales se ven dificultadas por la asignación de los diferentes roles o funciones que desarrolla cada uno. Para esto, es importante que la participación en estas actividades artísticas sea plural. Por ejemplo, proponer una actividad teatral de creación colectiva en una casa para personas sin hogar implicaría la participación de técnicos, voluntarios, residentes.

No hace falta tener conocimientos técnicos para que cada uno pueda encontrar su sitio en la actividad (director, actor, diseñador, maquillaje, vestuario, etc.). El desarrollo de esta intervención iguala a las personas independientemente de la función que luego tengan en la casa. Se generan espacios y momentos de verdaderas relaciones horizontales que pueden traspasar la propia actividad. Y de manera indirecta y amena se trabaja la cohesión de grupo, la autoestima de los participantes, la creatividad. En fin, valores y potencialidades que se pueden extrapolar a la vida cotidiana.

4. Romper barreras

Son muchos los espacios que pueden ser utilizados para actividades artísticas. Esto supone por un lado, la normalización de los espacios y, también, el que las instituciones sociales salgan de sus recursos para utilizar otros públicos o compartidos incluso con otros grupos.

Al salir de los típicos espacios de las instituciones sociales se rompen barreras físicas que no solo acercan a estos colectivos a la sociedad y a la cultura, sino que también sirve para que la sociedad tenga una toma de contacto con realidades a las que de otra forma quizá no se acercaría o incluso rechazarían.

La normalización de los espacios produce un fenómeno de sensibilización y hasta contagio social. La curiosidad humana nos lleva a querer conocer, a querer saber de otras experiencias, de otras vidas. Pero cuando el contexto es amable es más fácil el acercamiento. Sensibilizar conlleva un proceso de aprendizaje y en ocasiones incluso de desaprender y eliminar barreras.

También supone la ruptura de falsos mitos que limitan la participación de determinados colectivos en actos culturales y sociales. A veces estas limitaciones parten de las mismas personas que se sienten excluidas por desconocimiento y ellas mismas se vetan negándose de alguna manera su derecho a la participación y a formar parte de la sociedad.

5. Hablan los artistas

Formar parte de estos procesos artísticos genera cambios en dos direcciones tanto de quien participa como de quien facilita la actividad. Algunas opiniones de facilitadores y participantes nos dan pistas en primera persona de lo que puede suponer para ellos.

Santiago, participante de un proyecto artístico de creación colectiva en Cáritas Diocesana de Salamanca da las gracias por la ilusión devuelta a todas las personas que de alguna manera nos han ayudado a entender que tenemos muchos valores que los teníamos escondidos por circunstancias de la vida, que nos mermaron como personas. Gracias por permitirnos formar parte de ese proyecto (artístico) que a unos les ha devuelto la ilusión por seguir luchando por una vida digna y a otros le ha despertado la vena artística.

Moisés Moe, presidente de la Asociación Juvenil de Break dance de Salamanca y facilitador del proyecto ConFusiones. Lo que pasa en la calle desarrollado desde Cáritas Diocesana de Salamanca nos habla de “la necesidad de todo tipo de actividades relacionadas con el Arte, no solo para personas en situación de exclusión, riesgo o vulnerabilidad social, sino para el mundo en general ya que, desde la prehistoria, por mera intuición o naturaleza hemos sido seres artísticos, por lo tanto, desde el planteamiento de intervenir desde el arte impulsamos/motivamos a volver a las raíces. Para las personas tiene muchos significados, siempre al menos en mi experiencia positivos, nos ayuda a relacionarnos y compartir de una manera sana con los demás”

Antonio, técnico de Cáritas Diocesana de Salamanca añade: Gozar de la experiencia de los procesos creativos con personas en situación de vulnerabilidad, es un viaje inédito siempre que se cuente con la motivación precisa, los medios adecuados y la libertad bien entendida. Confiere a las personas el reconocimiento que difícilmente consiguen en otros contextos sociales, pero sobre todo consiguen conocerse más a sí mismos y descubren la cantidad de ‘fantasmas’ que durante tanto tiempo les encorsetaron tan injustamente. Es un maravilloso viaje al interior de uno mismo que siempre te lleva a lugares mejores. Siempre.

6. Haciendo sociedad

Por último, las intervenciones artísticas no solo producen cambios individuales si no que pueden configurar la filosofía y el espíritu de un barrio entero y convertirlo en un barrio social y acogedor incluyendo la participación de vecinos y vecinas. Así lo resume Inma Cid presidenta de la Asociación de vecinos ZOES, desde el Barrio del Oeste en Salamanca. Quizá el barrio más inclusivo, artístico, participativo y social de la ciudad:

La cultura dejó hace años de ser unidireccional. Se ejerce desde los templos culturales (teatros, museos, auditorios…) hacia la población, además la ciudadanía también tiene capacidad para ofrecer iniciativas artísticas que logran que en las calles la cultura no sea de nadie siendo de todos, de vecinos que ceden y autorizan los espacios – lienzo (puertas de garajes, muros, fachadas); las tiendas donde se adquieren los materiales y pinturas; los bares donde los artistas comen, etc.

La Galería Urbana en el Barrio del Oeste es un modelo de participación ciudadana para dinamizar la cultura en un barrio que carece de equipamientos culturales, zonas deportivas, zonas ajardinadas; es arte efímero, temporal y transitorio pero tiene su calado social y un fuerte componente simbólico; crea sentido de pertenencia y orgullo de barrio. Ha atraído más comercio. Escasean los locales con el cartel Se Alquila. Además, está contribuyendo a convertir las calles del Barrio del Oeste en un museo al aire libre abierto las 24h del día, los 365 días del año que reclama el interés de quienes deciden visitarlo por esta razón.

La calle es más nuestra y escenario de la cultura a pie de calle, a pie de barrio. Sin invasión, sin apropiación, más bien como intervención de la ciudadanía. Los jóvenes artistas van y vienen; fotógrafos que plasman lo que ocurre en la calle; visitantes atraídos por la actividad; vecinos que se deleitan con lo que acontece… creando un ambiente dinámico, participativo de interés intergeneracional, ¡se respira arte y late el arte con el impulso de la Asociación Vecinal ZOES!

El reto de seguir girando y dando calor para aumentar la calidad de vida y ayudar a cambiar el paso al barrio. El reto es que el proyecto supere a las personas”.

 

Número 4, 2020
Ciencia social

Sociología clínica y justicia restaurativa

Marisol Real García

Psicosocióloga y Socióloga Clínica

 

1. Hablando desde la experiencia

Mi nombre es Marisol Real y soy licenciada en Sociología en la especialidad de Psicología Social. Tres años antes de terminar mis estudios comencé un voluntariado en prisión a través de una entidad social, y nunca dudé de mi perspectiva académica para el diseño de mis intervenciones tratamentales y/o terapéuticas: la de la Psicología Social Sociológica. Mi firmeza se debe a la influencia de mis maestros, a quienes admiro profundamente, y a la posición monopolista de otras disciplinas que todo lo absorben como suyo cuando de la intervención terapéutica se trata, desterrando otras epistemologías o dándoles, como mucho, una posición satélite girando alrededor del sol. Por ello, quiero reivindicar la Psicosociología aplicada desde el ámbito de la intervención terapéutica.

Actualmente realizo intervención terapéutica en el ámbito penitenciario y facilitación de grupos de víctimas y victimarios no vinculados en Justicia Restaurativa, ambas funciones en entidades sociales.

2. La sociología clínica

Cuando leemos y escuchamos el término “Psicología Social” la inmensa mayoría de la gente piensa en una dimensión social de la Psicología, pero hay evidencia de que esta disciplina se originó al mismo tiempo en la Psicología y la Sociología a principios del siglo XX. De hecho fueron más los textos producidos inicialmente por la segunda que por la primera, pero con el avance e instauración de la Psicología en las estructuras académicas y de poder esta producción aumentó y se consolidó en la disciplina psicológica.

Cuando un profesional de la intervención actúa sobre los sujetos intervenidos, necesariamente tiene que hacerlo bajo un paradigma que le guíe en su trabajo para poder fundamentar y justificar el ejercicio del mismo. Esto es un problema cuando el paradigma bajo el que el profesional se inscribe no está institucionalmente aceptado en las estructuras de poder en las que ejerce, aunque sí lo esté en el ámbito académico. En este caso pueden ocurrir varias cosas, entre ellas que el profesional se forme y acredite en la especialización requerida para optar a un lugar de reconocimiento profesional (he conocido a varios alumnos que después de terminar el grado en Sociología han iniciado el de otra disciplina para poder ejercer como terapeutas). Otra de las opciones es resignarse a ejercer fuera de la institución, o dentro de ella pero desde una posición satélite no reconocida. En mi caso opté por esta última, ya que el objetivo fundamental de mi trabajo es acompañar a las personas privadas de libertad, sus familias y a las víctimas. Ellas son las protagonistas de cualquier intervención, en la que el profesional, desde mi punto de vista, es sólo una guía en el proceso y los resultados sólo deben ser atribuibles a los sujetos intervenidos.

En 2014 empecé a facilitar círculos de diálogo entre víctimas y victimarios de delitos dentro de una prisión. Era un proyecto enmarcado dentro de la Justicia Restaurativa Europea. En aquel momento, me encontraba realizando un curso de formación permanente de Sociología Clínica, una perspectiva que bebe de la Psicología Social Sociológica o Psicosociología. Después de formarme en el paradigma de la Justicia Restaurativa y en Sociología Clínica descubrí que ambos terrenos compartían objetivos y fines a perseguir. Me fijé en aquellos sobre los que quería investigar e intervenir: la búsqueda del sentido a las vivencias generadas por el delito, tanto en víctimas como en victimarios, bajo los preceptos de la Justicia Restaurativa, es decir, la voluntariedad y la confidencialidad, con el objetivo de aliviar las cargas, sanar el dolor y reparar el daño a través de la liberación de la palabra y los sentimientos compartidos, que dan lugar a la co-construcción de un conocimiento conjunto de los participantes de un grupo. A partir de los relatos individuales y las elaboraciones grupales de cada uno de ellos, corresponde al facilitador encajar las vivencias individuales en las estructuras en las que emergen y se desarrollan. En otras palabras, la labor de la Sociología Clínica en estas intervenciones es desenmarañar los nudos tejidos entre lo individual y lo social, es decir, la psique y lo estructural, que se influyen mutuamente en las historias de vida de cualquier sujeto.

3. Dar cuenta de los fundamentos

Hay una cuestión importante que nos atañe a los profesionales que trabajamos con grupos non gratos o estigmatizados socialmente. Para esto me parece fundamental que el profesional que investiga-interviene tenga muy bien definido el qué, el por qué y el para qué de su trabajo. En mi caso respondo de esta forma:

  • Qué: contribuyo a la implantación de medidas de apoyo a las víctimas y a la promoción de procesos de Justicia Restaurativa entre víctimas, infractores y la sociedad a escala europea, reclamado por el Manual Internacional de Naciones Unidas sobre justicia para las víctimas y el Comité de Ministros del Consejo de Europa en sus recomendaciones a los Estados miembros de la UE.
  • Por qué: porque el paradigma de la Justicia Restaurativa ha demostrado que las múltiples y muy diversas prácticas que se llevan a cabo en muchos países del mundo resultan reparadoras para las víctimas, reducen la reincidencia en los victimarios y contribuyen a la paz social en los entornos y comunidades donde se desarrollan. En dos palabras: PORQUE FUNCIONA.
  • Para qué: para que las víctimas que lo deseen puedan hacer uso de su derecho de asistir a servicios de Justicia Restaurativa, tal y como se recoge en el artículo 15 de la Ley 4/2015, de 27 de abril, del Estatuto de la víctima del delito. Esto significa un cambio importante en el sistema de justicia tradicional, centrado exclusivamente en el castigo al culpable y victimizando secundaria, y terciariamente incluso, a la víctima en el proceso penal.

4. Implicarse

Otra cuestión importante es la implicación del investigador con los sujetos investigados y/o intervenidos. A este respecto la Sociología Clínica expone que la persona que investiga no puede desagregarse de la realidad sobre la que interviene por varios motivos: el primero es que es un sujeto más dentro del contexto social y, por tanto, tiene pensamientos, sentimientos y vivencias propias que podría compartir con los sujetos de la intervención, es decir, podría ser un sujeto más del grupo. El segundo es que su rol profesional no es el de experto en una materia que suministra soluciones al final del proceso grupal, sino que su función es facilitar, acompañar, guiar en el proceso para que el grupo desarrolle su propia dinámica, por lo tanto, es fácil que sienta, viva, se contagie y empatice con las emociones que se den en el transcurso, porque lo importante es el proceso y no el resultado. Al final del mismo ayuda a los sujetos del grupo, como sujetos y como grupo, a que ordenen todo lo compartido elaborando un análisis de todo lo subjetivo en relación a todo lo objetivo que lo significa, desde su conocimiento como investigador-interventor.

Es incuestionable que la introducción de un paradigma que aborda un conflicto tan importante como el delito a través del diálogo, de las emociones, de la reparación y del perdón, va a irrumpir en nuestro sistema punitivo como elefante en una cacharrería. A nadie se le escapa la demanda social punitiva que diariamente se manifiesta en nuestros medios de comunicación: endurecimiento de las penas cuando somos el país de la UE con uno de los Códigos Penales más duros, a pesar de tener una de las tasas más bajas de criminalidad.

Me llama la atención cómo la gestión dialogada de conflictos se asume de diferente manera en distintos ámbitos por las mismas instituciones de poder. Por ejemplo, desde hace años se han instaurado en la escuela equipos de mediación liderados por el propio alumnado para combatir el bullying. La mediación intrajudicial que se lleva a cabo en la justicia de menores en Cataluña es un ejemplo internacional desde hace muchos años. Sin embargo, es llamativo que en la justicia penal de adultos haya tantas reticencias a los procesos restaurativos. Está demostrado que la inmensa mayoría de las víctimas que pasan por un proceso restaurativo con su victimario, lo que más valoran es obtener respuestas del tipo ¿por qué? y ¿por qué a mí?, entender los motivos del hecho y, sobre todo, el arrepentimiento y la petición de perdón sincera. Por parte de los victimarios lo más valorado es sentirse escuchados, comprender el daño causado a sus víctimas y que les brinden la oportunidad de pedirles perdón, dado el efecto de liberación que produce para ambas partes.

5. Conclusión

Para terminar, quiero resumir las dos ideas que defiendo con tesón y mucha contundencia día a día en mi trabajo:

  • ¿Quién es nadie para juzgar lo que otra persona decide perdonar? El dolor es una emoción subjetiva e intransferible para cada persona que lo experimenta, y nadie puede ni debe opinar sobre las vivencias ajenas en cuestiones tan íntimas como el daño sufrido por un delito. Hacerlo es, en mi opinión, una absoluta humillación intolerable hacia la víctima.
  • El profesional investigador-interventor debe defender el modelo epistemológico y paradigmático en el que apoya sus investigaciones-intervenciones y contribuir a la evidencia científica para el reconocimiento de la disciplina, y no para el reconocimiento personal.

6. Bibliografía

Álvaro Estramiana, J.L., Garrido Luque, A. Orígenes sociológicos de la psicología social. Reis, 118/07 pp. 11-26.

Ley 4/2015, de 27 de abril, del Estatuto de la víctima del delito.

 

Número 4, 2020

Palabras clave: datismo, empatía, escucha, tecnología

Con voz propia

Ordenadores, expedientes y acción social

Voiced by Amazon Polly

Joaquín García Roca

Sociólogo y Teólogo

 

 

Cuando el televisor entró en casa, transformó el comedor en sala de estar, satelizó el espacio y el tiempo, y convirtió la familia en simple espectadora ante la pantalla; cuando el ordenador entra en la Acción Social (AS) impone una determinada distribución del espacio, reduce la conversación a expediente, el despacho  devora a la comunidad, y el profesional se convierte en recopilador de datos.

La AS no puede ni debe ignorar los avances técnicos que permiten disponer de información, adecuar los servicios a las necesidades,  planificar los recursos y evaluar los resultados; pero tan importante es incorporar la nueva tecnología, como advertir las mutaciones que configuran el presente y el porvenir de la AS. En el origen de la revolución tecnológica, se creía que podíamos y debíamos defendernos de sus riesgos; hoy hemos comprendido que la máquina induce, provoca y favorece su uso; ya no estamos en el mundo de las patologías del sujeto, sino en el magnetismo de la máquina que crea auténticas propensiones físicas.

En mi reciente visita al hospital, una pantalla se interpuso entre el médico y yo, de modo que durante la visita, tasada en diez minutos, no levantó los ojos de la pantalla ni la mano del ratón salvo para leer un WhatsApp que se colaba subrepticiamente.  El doctor era consciente que aquel acto permitía conectar mi expediente con todos los servicios del hospital y mejorar la salud personal y colectiva; pero todavía no sabía cómo defender la relación con el paciente, que convertía el encuentro en mera gestión, procesamiento de datos y trabajo burocrático.

Cuando el Informe social, que ha sido el canon específico de la AS, se convierte en simple expediente en lugar de expresar la historia de vida, algo esencial se pierde. Mientras el Informe pertenece al género narrativo, el expediente es un conjunto de logaritmos informáticos requeridos por el nuevo capitalismo de datos que es hoy la mayor riqueza para sostener la producción, favorecer el consumo y ofrecer seguridad. Si el capitalismo industrial pedía de la AS que asistiera a los que él expulsaba, el capitalismo de datos la convierte en nodos de redes, para contento y beneficio de las grandes industrias farmacéuticas, las agencias de seguridad y los operadores globales.

El profesional de la AS acaba siendo más un recopilador de datos que un facilitador de relaciones empáticas. El datismo desacredita el diálogo, desprecia la conversación, ignora el medio abierto, devalúa el encuentro entre iguales, e incapacita para expresar sentimientos, anhelos, emociones, miedos y temores. ¿Qué hay de mi renta básica? Se le pregunta al Trabajador social. Solo puedo decirte que ya presenté el expediente a la Consejería. Al procesarse los datos en otro lugar y no ver el resultado de su acción, pronto perderá el sentido de sus actos, dejará de importarle su trabajo y entrará en el bucle de unos datos que sirven para lograr más datos. Cuando el ordenador se convierte en un ente autónomo sometido al principio lo que se puede hacer se debe hacer, convierte la realidad social en un universo de medios, prestaciones  y recursos, desplazando, así, las metas y los fines.

Se impone, ahora, que estamos todavía a tiempo, reivindicar la sabiduría de la AS que postula el encuentro como experiencia de verdad, la escucha de la otra persona y su interpelación, la deliberación con uno mismo, el diálogo entre profesionales e intercambio de saberes, la honestidad con la realidad, aunque no pueda tabularse. El por qué, para qué, hacia dónde desborda el datismo y requiere un tipo de sabiduría que conjuga la reflexión y la imaginación, la información y la implicación, el diálogo y la introspección, la técnica y la ética. Y entonces llegamos a entender que el problema no consiste en tener mucha información, sino en saber a cuál se debe prestar atención para propiciar una decisión justa y apropiada. Los datos tabulados pueden ayudar a entender y a explicar, pero son insuficientes para aplicar a la situación de una persona concreta. La aplicación requiere de imaginación, de intuición, de encuentro, de confianza, de solidaridad,  que sólo se logran cuando se vive empáticamente la situación de la otra persona, se penetra en ella y al conjugar ambas miradas se amplían las expectativas de  vida y el horizonte de sentido. Si triunfara el datismo, las máquinas tendrían más futuro que la Acción social, y sus trabajadores serán sustituidos por máquinas expendedoras, que procesan más y mejor los datos.

 

Número 4, 2020

Palabras clave: nueva ruralidad

Conversamos

Una nueva ruralidad es posible

Número 4, 2020
En marcha

Siete años volando

Isabel Simón

Socia de La Libre de Barrio y escritora

 

Si me ciñera a escribir que La Libre de Barrio es una Asociación sin ánimo de lucro, cuyo interés es la difusión de la Cultura, constituida por veintitrés socios fundadores, y apoyada por más de 120 amigos, que sin ayuda de ninguna subvención, con el añadido de sostener una librería y que ya lleva a sus espaldas cientos de actos en los siete años que lleva de andadura, sin duda estaría haciendo honor a la verdad.

Sin embargo, estos datos, aparte de poder aburrirles queridos lectores, no trasmiten ni un solo reflejo de lo que La Libre supone para mucha gente en su día a día, hacer barrio, hacer comunidad, hacernos mejores. Las estadísticas y los datos, no significan nada si no hay una historia detrás.

Yo llevaba viviendo en Leganés (lugar donde se encuentra este espacio) más de doce años. Leganés es una ciudad dormitorio cualquiera del sur de Madrid. Como en otras muchas pequeñas ciudades que orbitan alrededor de una gran capital, vivir en ella resulta más barato. Hay miles de personas como yo en esas circunstancias. Mi rutina era como la de casi todos: levantarme a las seis o antes, coger cercanías y metro, trabajar ocho horas con dureza, regresar con el tiempo justo, ya de noche, para estirar el día y hacer la compra, las tareas domésticas, intentar cenar con tu familia, pagar facturas, volver a madrugar.

Una mañana, tenía que ir al centro a realizar unas gestiones con el médico. Sí ríanse, pero tuve que preguntar varias veces si iba en la dirección correcta, lo cierto es que a pesar de los años que llevaba empadronada en Leganés, apenas conocía la ciudad ni los barrios. Así sucedió lo que tenía que suceder, volví a equivocarme de calle y al intentar reorientarme, ante mí, apareció un cartel algo setentero, pero me llamó la atención, ponía La Libre de Barrio. Me acerqué con curiosidad, era una librería modesta, con aspecto luminoso. Observé tras el cristal de la puerta y me animé a pasar.

El espacio era acogedor, repleto de libros, algunos con títulos muy originales, sobre todo me sorprendió el área infantil, muy cuidada, con innumerables ejemplares.

Pregunté qué era ese espacio, jamás me había percatado de su existencia. Y me explicaron lo que yo les he señalado en el primer párrafo, pero mucho más. Me mostraron que detrás de la librería, había un escenario, otro acogedor espacio, donde se realizaban actividades, gratuitas, que me sintiera como en mi propia casa, que claro que podía volver.

No me lo pensé dos veces y les comenté que yo había escrito un libro de relatos (con mucho esfuerzo, con una edición muy humilde, no nos vamos a engañar), y que si era posible presentarlo ahí. El librero me contestó que por supuesto, que era bienvenida, buscó una fecha.

Yo me he pasado la vida escribiendo, formándome en teatro y literatura, yendo a talleres de escritura conforme podía, arañando tiempo al tiempo, poco a poco, entre trabajo y trabajo precario, formándome en turnos nocturnos; esa es la parte que todavía no les había dicho queridos lectores. Había ido a varias librerías con el ímpetu de que me dejaran un hueco para poder presentar el libro, pero muchas de ellas ni me contestaban, otras, al no ser formato bestseller, no se arriesgaban, La Libre de Barrio, fue la primera que no solo no me cuestionó, sino que me arropó. Después de los días de preparación del acto, de la propia presentación, no sentí más que agradecimiento. Por su calidad humana, por su cariño.

¿Cómo podía devolver yo todo lo que me habían dado sin conocerme? Pues no hacer otra cosa sino seguir la cadena de acciones: me ofrecí a impartir un taller de escritura allí. Lo propuse, lo aprobaron, de eso hace ya cinco años. Cinco años en los cuales, el taller no ha parado de crecer. Por el que han pasado ya multitud de personas (personas desde los dieciocho a ochenta años), que como yo en su día, quieren escribir. Donde compartimos experiencias, aprendizaje, teoría literaria, lectura crítica, donde nos aportamos amistad y una red de apoyo mutuo. Ya van tres libros que se han publicado con los relatos de los compañeros y que La Libre ha cobijado. Y espero que sigan mucho más.

Yo les he narrado una pequeña parte, mi aventura personal. Pero La Libre da espacio a un sinfín de actividades: actos de lectura y cuentacuentos para niños, presentaciones de libros, conciertos, talleres de filosofía, tertulias feministas, microteatro, cuentacuentos para adultos, conferencias de historia, conferencias sobre salud, exposiciones de pintura y fotografía, actos poéticos, flamenco, espacio para debates vecinales, para inquietudes educativas…

La Libre sobrevive con un lema muy sencillo y muy difícil: La Cultura merece la pena. Esa Cultura que no es politizada, que está al servicio de las personas, que no se instrumentaliza en intereses creados. Y La Libre sobrevive porque cree en la gente, en los niños de su barrio. Las personas son creativas, sí tienen ganas de disfrutar de su ciudad de otra forma, ser colaborativos, sí quieren comunicarse con sus vecinos, sí desean mejorar sus vidas, proponer ideas para optimizar lo que tenemos alrededor, de unirse, de arañar tiempo al tiempo para contribuir con sus talentos a mejorar la vida de todos.

La Libre se forma no solo de los socios, los suscriptores o los amigos que aportan un dinero al mes para que siga a flote, los usuarios que compran un libro o vienen a participar en un acto; La Libre puede ser usted, puede ser cualquiera. Todos y cada uno de ustedes tienen mucho que ofrecer.

La pregunta que me hago es (sí, lo sé, algo ¿descabellada?), ¿por qué no llenar de Libres de Barrio muchas otras ciudades? ¿por qué seguir esperando a que alguien o algo nos de las cosas que ya tenemos, que son nuestras, que ya somos?

Se trata solo de hacerlas crecer, cuidarlas, valorarlas. Nosotros ya llevamos siete años volando. ¿Se vienen?

 

Número 4, 2020
A fondo

Vidas de mujeres: comprender su exclusión para avanzar hacia un nuevo espacio de inclusión social

Alicia Suso Mendaza

Equipo de coordinación territorial de Cáritas Bizkaia

Ana Sofía Telletxea Bustinza

Licenciada en Sociología. Responsable del departamento de análisis y desarrollo de Cáritas Bizkaia

 

1. Introducción

El conocido y constatado fenómeno de la feminización de la pobreza ha puesto de manifiesto, hace ya algunas décadas, que la exclusión no es neutra, que opera de forma distinta en los procesos vitales de hombres y mujeres.  Así, hoy casi nadie discute que los elementos a partir de los que medimos la pobreza y la exclusión también están atravesados por el sistema sexo-género, generando para las mujeres dificultades específicas que, en interacción con otras, pueden desembocar en situaciones de exclusión social que no se explican sin esa mirada de género.

Dicho de otra forma, la anteriormente citada elocuencia de los datos, debería servirnos para abrir la mirada: no se trataría de constatar que las mujeres son pobres, sino de entender que la pobreza y la exclusión están condicionadas por el género.

Esta afirmación nos lleva a plantear que los mecanismos de inclusión social tampoco son ajenos a la desigualdad de género. Para superar o al menos paliar la llamada feminización de la pobreza, es necesario generar procesos de inclusión que corrijan las desigualdades entre hombres y mujeres, que avancen hacia la equidad. De otra forma, sólo estaremos aplicando respuestas válidas para algunos, y perpetuando las dificultades específicas para la inclusión social de las mujeres, así como la imagen estereotipada de las mujeres pobres.

En resumen, comprender la exclusión a través de la mirada de género nos lleva, necesariamente, a cuestionar y modificar nuestros modelos de inclusión.

2. La contundencia del análisis

Para acercarnos a comprender la realidad de pobreza y exclusión social de las mujeres nos centraremos en indicadores relacionados con el empleo, el riesgo de pobreza y la exclusión tanto desde una perspectiva multidimensional, como reflejando la importancia de algunos indicadores específicos que están operando en esta realidad.

2.1. La cuestión del empleo

El empleo y la protección económica que genera a través del sistema contributivo son considerados factor clave en nuestro actual modelo de inclusión social y protección ante la pobreza. Pero constatamos diferencias significativas de género tanto en el acceso el empleo como al tipo de empleo al que se accede.  Esta desigualdad de género en relación al empleo es uno de los factores que explican la mayor incidencia de la pobreza y la exclusión en las mujeres.

La tasa de paro ha evolucionado de manera muy distinta entre hombres y mujeres. Tradicionalmente el paro es superior en las mujeres que en los hombres. Como efecto de la crisis, la diferencia se redujo considerablemente llegando a porcentajes entre el 25% y 26% de paro en ambos grupos. Sin embargo, cuando se ha reiniciado la recuperación y la tasa de paro ha comenzado a reducirse, la diferencia ha vuelto a aparecer. La mejora en la reducción de la tasa de paro ha impactado principalmente en la población masculina y apenas lo ha hecho en las mujeres.

 

 

La Tasa de inactividad laboral: En 2019 la población inactiva en España fue de más de 16 millones de personas. De ellas el 58% (cerca de 9 millones y medio) fueron mujeres. Esto supone un diferencial de más de 2 millones y medio de mujeres inactivas respecto a hombres. Fijándonos en los motivos principales de esta inactividad laboral también identificamos diferencias considerables. La realización de labores del hogar y percibir una pensión distinta a la jubilación o prejubilación son los motivos de inactividad mayoritarios para las mujeres. Es decir, se trata de motivos desconectados del mundo del empleo. Las mujeres superan en 2,8 millones a los hombres en el caso de la inactividad laboral por dedicarse a las labores del hogar y en 1,3 millones por percibir una pensión no contributiva.

En el caso de la inactividad por incapacidad permanente la diferencia entre hombres y mujeres es de 29.000 mujeres más en esta situación respecto a hombres en todo el Estado. En el caso de los estudios la diferencia es de 96.000 mujeres más respecto a hombres. Y la inactividad por dedicarse a actividades benéficas también se reparte de forma igualitaria entre hombres y mujeres.

La jubilación/prejubilación es el motivo de inactividad principal en el caso de los hombres y es significativamente mayor que en el de las mujeres: más de 1 millón y medio de hombres más que mujeres inactivas por este motivo. En este caso también se observa una gran desigualdad entre ambos grupos.

 

 

 

Jornadas parciales: Las jornadas laborales a tiempo parcial se concentran en mayor medida en las mujeres. El 74% de las jornadas a tiempo parcial las realizan las mujeres. Esto supone más de 2 millones de mujeres trabajando a jornada parcial frente a 748.000 hombres. Analizando los motivos de dichas jornadas parciales también observamos diferencias de género.  En general se trata de jornadas a tiempo parcial no deseadas, fruto de no haber podido lograr un empleo a jornada completa. Esta opción es superior en el caso de los hombres (57%) que en del de las mujeres (50%). También es superior en el caso de los hombres los motivos relacionados con la formación, 14% frente a un 6% en las mujeres. En cambio, una vez más, las cuestiones relacionadas con el cuidado se distribuyen de manera desigual entre hombres y mujeres. El 14% de las mujeres optan por la jornada parcial por dedicar tiempo a los cuidados y otro 8% por dedicar tiempo a otras cuestiones familiares, frente a un 2% de los hombres en ambos casos.

 

 

En definitiva, las situaciones de paro, inactividad y contratación a tiempo parcial impactan más en las mujeres y en éstas están más presentes las cuestiones relacionadas con los cuidados y las tareas domésticas. Estas dificultades son indicadores que nos muestras un mayor alejamiento de las mujeres del modelo de la inclusión por el empleo y los derechos que éste genera.

A todo ello cabe añadir la brecha salarial, que para 2017 se situaba en 5.899€.

 

 

2.2. Riesgo de pobreza

Se constatan mayores niveles de pobreza en las mujeres, especialmente en aquellas situaciones en las que constituyen hogares monoparentales.

Individualmente consideradas, el riesgo de pobreza en las mujeres se sitúa en el 22,2% mientras que en los hombres es del 20,9%. La evolución de este indicador ha sido distinta para unos y otras. En el caso de los hombres, éstos se han visto más afectados por la crisis, partían de un riesgo de pobreza del 18% antes de la crisis, alcanzando un 22,6% en 2016 e iniciando una tendencia descendente desde entonces hasta llegar al 20,9% actual.  En cambio, las tasas de riesgo de pobreza en las mujeres vienen situándose desde el 2008 en torno al 21-22%. Esta tendencia nos lleva a plantear que la pobreza en las mujeres parece estar más vinculada estructuralmente al género  y  en los hombres podría  estar más vinculada a acontecimientos sociales de carácter económico.

 

 

En los últimos años se ha visibilizado de forma clara que el riesgo de pobreza es mayor en los hogares donde hay menores. El riesgo de pobreza afecta al 21,5% del conjunto de la población, pero cuando centramos la mirada en los hogares con hijos/hijas a su cargo, se sitúa en el 23,2% de los hogares con 2 adultos con hijos/hijas a su cargo y se duplica en el caso de los hogares monoparentales (43%). Este dato es muy significativo desde la perspectiva de la pobreza en las mujeres, puesto que el 81% de los hogares monoparentales están encabezados por una mujer.

Si miramos el impacto de la pobreza en las condiciones materiales de vida, descubrimos una vez más, que los hogares donde la sustentadora principal es una mujer sufren en mayor medida este impacto. En todos los indicadores AROPE que miden la carencia material severa, el porcentaje de hogares en los que la sustentadora principal es una mujer es superior al de los hogares encabezados por un hombre. Destacan las situaciones relacionadas con haber tenido que reducir gastos en suministros de la vivienda (agua, calefacción, etc.…) en el que la diferencia entre los hogares encabezados por una mujer se encuentran  9,5 puntos por encima de los hogares encabezados por un hombre, haberse visto en la obligación de reducir gastos en comunicación (internet, TV, telefonía) que afectan en 5 puntos más a los hogares encabezados por una mujer, y haber sufrido retrasos en el pago de recibos en los suministros del hogar (agua, gas..) afecta en 6,4 puntos más a los hogares dependientes de una mujer (FOESSA 2018).

 

 

2.3. La realidad de la exclusión en las mujeres. Una mirada multidimensional

En la intersección producida entre el desempleo o el empleo precario, la monoparentalidad y la pobreza se genera una realidad compleja. Las situaciones de bajos ingresos siendo la única sustentadora económica de la unidad familiar, las dificultades para acceder al mercado de trabajo o a procesos de formación que puedan mejorar las oportunidades de acceso al empleo, las dificultades de conciliación de los cuidados y el empleo (cuando lo hay), interactúan entre sí generando una gran presión e incertidumbre en estas mujeres. En estas situaciones, disponer de una red de apoyo familiar o del entorno resulta clave y no siempre se produce. También resulta difícil acceder a políticas de conciliación adaptadas a las circunstancias de estas mujeres y la contratación de servicios privados de cuidado no es posible (Cáritas Bizkaia, 2017). Son este tipo de realidades complejas y multidimensionales las que generan los procesos de exclusión social.

Si observamos la situación de las mujeres desde la perspectiva multidimensional de la exclusión, descubrimos que esta afecta más a los hogares en los que la persona sustentadora principal es mujer. Un 20% de los hogares cuyo sustentador principal es mujer se encuentra en situación de exclusión social, y en el caso de los hombres la exclusión afecta al 16% de los hogares. También la exclusión severa afecta más a los hogares sustentados principalmente por una mujer (9,4%) que a los sustentados principalmente por un hombre (7,5%) (FOESSA, 2018). Si tenemos en cuenta el tipo de hogar, una vez más los hogares monoparentales aparecen en una posición destacada. No solo la pobreza, también la exclusión afecta con mayor intensidad a los hogares monoparentales: un 29% de los mismos se encuentran en situación de exclusión. Prácticamente un tercio. Hogares monoparentales que en un 86% el progenitor es una mujer (FOESSA 2018).

Si detallamos los indicadores que configuran la exclusión social más allá del empleo o los ingresos, adquieren importancia cuestiones vinculadas al eje de la salud y al relacional.

Teniendo en cuenta el sexo de la persona sustentadora principal del hogar, descubrimos que donde se dan las mayores diferencias entre hombres y mujeres son en este orden, en la existencia de situaciones de dependencia, la ausencia de una red de relaciones de apoyo (aislamiento social) y el haber sufrido situaciones de malos tratos en el hogar.

 

 

En definitiva, la pobreza y la exclusión impactan de manera especialmente significativa en la población de mujeres que son las sustentadoras principales de los hogares especialmente cuando son  las únicas sustentadoras. La cuestión de las necesidades de apoyo para las actividades cotidianas de la vida, la falta de relaciones o de ayuda para situaciones de enfermedad o necesidad y el sufrir malos tratos son los principales indicadores diferenciales de exclusión entres los hogares sustentados principalmente por una mujer o por un hombre, y las labores domésticas y de cuidado son los motivos de inactividad laboral en los que se da la mayor diferencia entre hombres y mujeres. En la descripción que acabamos de realizar subyace una cuestión que atraviesa toda la mirada: el papel de las mujeres en al ámbito de los cuidados y en el espacio doméstico.

Nos encontramos en la necesidad de introducir en nuestros paradigmas de inclusión la perspectiva de los cuidados y la dimensión relacional, superando un modelo de inclusión centrado principalmente en el acceso al empleo y a los ingresos.

3. Claves en la construcción de nuevos modelos de inclusión social

3.1. La importancia del binomio público-privado

Asegurábamos anteriormente que el sistema sexo-género impregna los procesos de exclusión social, reproduciéndose a través de algunos binomios que asignan distinto valor a aquello que ha estado tradicionalmente ligado a las mujeres, y lo que se ha considerado «propio» de los hombres. El binomio espacio público-espacio privado explica, en gran medida, las dificultades de las mujeres para el acceso al empleo y a los derechos sociales que este genera, a los ingresos y al mundo de las relaciones que se producen en ese espacio público.

Abordar los procesos de exclusión e inclusión social de forma neutral, puede constituir un obstáculo para la mejora de la calidad de vida de algunos colectivos. Si no incorporamos una mirada de género al diseño, la puesta en marcha y la evaluación de los procesos y los mecanismos de inclusión, así como a las políticas que los enmarcan, estaremos corriendo el riesgo de perpetuar situaciones de desigualdad entre hombres y mujeres.

Los datos muestran cómo la división público-privado sigue reproduciendo el sistema sexo-género, entendiendo el espacio público (productivo, remunerado, moderno, técnico, político…) como el espacio natural de los hombres y el privado (reproductivo, estático, tradicional, conservador, ligado a los cuidados, no remunerado…) como el propio de las mujeres. Esta dicotomía es una consecuencia de la división sexual del trabajo, que va acompañada de unos determinados roles asignados a cada género.  Sobre lo productivo, además, ha recaído el prestigio, el valor y la toma de decisiones y en cambio, sobre lo reproductivo, se ha configurado una imagen de rutina, de algo poco importante o accesorio. A pesar de que las cosas van cambiando, son especialmente llamativos algunos datos, como por ejemplo el del número de mujeres que se encuentran en situación de inactividad laboral con respecto a los hombres por dedicarse a las labores del hogar. Así, el trabajo reproductivo y de cuidado, como actividades propias del sexo femenino, han sido subvaloradas y subordinadas, al igual que las personas que las han desempeñado (Carrasco; Borderías; Torns, 2011).

Desde la economía convencional, no hay más trabajo que el mercantil, y esta visión invisibiliza a las mujeres y/o a otros colectivos que han quedado fuera de ese tipo de trabajo. De esa forma, observamos como vuelven a ser las mujeres las que más sufren el desempleo, la inactividad, la contratación a tiempo parcial, etc.  Podríamos deducir, de acuerdo con muchas aproximaciones teóricas, que las mujeres se encuentran con obstáculos para acceder al empleo, y a menudo, a través de la intervención social siguen siendo orientadas (de forma más o menos sutil) al espacio privado o, de manera cada vez más acusada, hacia ese ámbito precarizado que se ha venido llamando la mercantilización de los cuidados.

El diseño de los procesos de inclusión, así como su implementación y su evaluación, tendrían que incorporar una mirada que ayude a romper con la dicotomía esfera pública- esfera privada, transformando las lógicas relacionales que operan en cada uno de esas espacios, entendiendo que el trabajo es más que el empleo, dotando de valor a todas esas tareas invisibilizadas y esas relaciones que sostienen la vida y que inspiran la economía social y solidaria. No se trataría simplemente de cambiar las personas que ocupan esos espacios, sino de transformar los mismos, otorgándoles valor. Este valor será el que permita que estos espacios configuren también lo que entendemos por inclusión social y por lo tanto sean objeto de protección, fomento y desarrollo.

3.2. La perspectiva interseccional y su importancia en los procesos de inclusión

El enfoque multidimensional de la exclusión social nos ha permitido descubrir los diferentes factores, elementos y circunstancias que construyen este fenómeno. Esto está suponiendo un avance respecto a una mirada centrada exclusivamente en la cuestión de la pobreza y los ingresos. Resulta sugerente completar este enfoque con la perspectiva interseccional que, colocando a la persona en el centro, permite reconocer la interrelación entre género y otras categorías de diferenciación sobre las que se construyen las discriminaciones (raza, clase social, edad, religión, discapacidad, orientación sexual, origen rural…) Esta mirada contribuye a mejorar los procesos de inclusión, teniendo en cuenta los rostros y poniendo la persona, y no su problemática, en el centro.

Nuestro reto no sólo es descubrir las problemáticas que afectan a hombres y mujeres de manera diferenciada, sino seguir interrogándonos sobre las causas, y avanzar hacia propuestas de solución que corrijan las desigualdades. Para ello, debemos fijarnos no sólo en los problemas que generan la exclusión, sino en los diversos rostros de las personas que la sufren. En este camino, nuestra propuesta es avanzar hacia una noción de inclusión que ponga la vida en el centro.

4. Bibliografía

Carrasco, Cristina; Borderías, Cristina; Torns, Teresa (2011). El trabajo de cuidados. Historia, teoría y políticas. Madrid: Catarata.

Mouffe, Chantal (1984): «Por una teoría para fundamentar la acción política de las feministas»: Jornadas de Feminismo Socialista, Madrid: Mariarsa.

Hill Collins, Patricia; Sirma, Bilge (2019) Interseccionalidad. Madrid: Morata

FOESSA (2019) VIII Informe Sobre Exclusión y Desarrollo Social en España. Madrid: Fundación Foessa

Cáritas Bizkaia (2017). Dimensión Relacional en Familias Frágiles. Una mirada desde el acompañamiento realizado por Cáritas. https://www.caritasbi.org/cas/informes/estudios/

 

Número 4, 2020
A fondo

Mano a mano, por una sociedad más justa, libre y alegre

Nerea García Llorente

Abogada y formadora en Asociación Otro Tiempo

 

La historia de las mujeres y los feminismos han sido habitualmente invisibilizadas y, por ello, muchas personas desconocemos su recorrido, sus protagonistas o su contenido. No podemos hablar de un único feminismo, pues las propuestas son variadas con corrientes como el ecofeminismo, el feminismo decolonial, el comunitario o el radical. Actualmente, las propuestas feministas están en boca de muchas y muchos y los avances sociales, económicos y jurídicos de las últimas décadas son palpables e innegables.

En la historia occidental reciente resulta sintomático que la mujer que redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en respuesta a la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 fuera guillotinada. Olympe de Gouges fue sentenciada a muerte por ello en 1793 y de ahí que debamos seguir insistiendo y recordando que los Derechos Humanos son también derechos de las mujeres.

 

 

Las dinámicas de transformación social de las últimas décadas en nuestro país son difíciles de explicar sin los imprescindibles aportes de los movimientos feministas. Estos avances se han producido en las instituciones, en las calles, en las casas y en los centros educativos. Se han desarrollado a nivel de barrios, de regiones y construyendo redes internacionales. Los nombramos en plural porque las luchas han sido numerosas y variadas, lideradas por mujeres con circunstancias variopintas. En ellas participan jóvenes, abuelas, mujeres de orígenes dispares, racializadas, en silla de ruedas, lesbianas, precarias, académicas y diversas. Nos nutrimos unas a otras, aprendemos de nuestras ancestras y nuestras vecinas.

Con los feminismos proponemos ampliar la mirada, poner el ojo en lo que no estábamos teniendo en cuenta, destapar opresiones y violencias y proponer un mundo más justo. Algunas hablamos de ponerse las gafas moradas para referirnos a esta nueva forma de mirar, de entender y de estar en el mundo. En el ámbito académico solemos referirnos a incluir la perspectiva de género o las acciones género-transformadoras.

Esta forma de mirar nos ayuda a entender que el mundo no es neutral. Que algunos sujetos tienen privilegios, y otros, menos derechos. Ello depende de varias circunstancias cruzadas, como son la clase, el género o la orientación sexual. Se presenta como “neutral” el modelo del BBVAH (blanco, burgués, varón, adulto, heterosexual) y todas las personas que no cumplan esos requisitos quedan jerárquicamente por debajo. Así, alguien negro, pobre, mujer, viejo y/o homosexual tendrá menos oportunidades o posibilidades de ejercer derechos o desarrollarse. Será, por tanto, “el otro, la otra”, el diferente, quien debe hacer un esfuerzo por “encajar”.

Somos diversas, no queremos ser desiguales. Por ello, una de las herramientas propuestas han sido las acciones positivas (anteriormente denominadas discriminaciones positivas), para favorecer la equidad y la igualdad de oportunidades, reconociendo que no todas partimos desde los mismos lugares y es necesario reconocer expresamente esas desigualdades y compensarlas temporalmente para facilitar que el lugar de llegada sea similar. La combinación de luchas contra el racismo, el machismo y la opresión heterosexual, que interseccionan y se entrecruzan, ha sido otra herramienta de los feminismos, principalmente fuera de Europa, y tiene a una de sus máximas exponentes en Audre Lorde, quien dijo: No hay jerarquías en la opresión.

Una forma de desigualdad es no estar representada, no aparecer, estar invisibilizada (que no es lo mismo que ser invisible). Esta omisión se produce en los libros de texto, en los deportes, en las investigaciones médicas. Un ejemplo muy visual de la infrarrepresentación de las mujeres en la historia puede ser una visita a cualquier museo. Es más habitual que las mujeres estén presentes como imagen desnuda que como pintoras. Como denunciaron las Guerrilla Girls en 1989: ¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Metropolitan Museum?. Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos. Este colectivo de artistas diversas realizó una acción de desobediencia civil con máscaras de simios ante el MOMA, denunciando que en su última exposición solo 13 de los 169 autores eran mujeres. Así mostraron al público la discriminación de las mujeres en el arte y acusaron a las instituciones de mantener (por acción u omisión) esta discriminación.

En esta línea de denuncia de la discriminación, la cultura de la violación o la gordofobia en el mundo del arte, podemos encontrar otros colectivos nacionales, como son: Herstoricas, Liceu de dones y Xarxa pels bons tractes. Todas ellas proponen recorridos alternativos en las colecciones artísticas y en los paseos por las calles de nuestros barrios. El urbanismo feminista está realizando en las últimas décadas grandes aportes para hacer las ciudades más habitables para todos.

Otra de las principales contribuciones de los movimientos feministas de nuestro país, enredados con los saberes de otras latitudes, es haber reivindicado la importancia de los cuidados y exigir una vida digna de ser vivida. El concepto de la vida digna de ser vivida se nutre de la cosmovisión de los pueblos originarios indígenas, proviene de la palabra quechua “sumak kawasay” y la palabra aimara “suma qamaña”, que han sido traducidas como buen vivir o vida en plenitud en Ecuador, y vivir bien en Bolivia, respectivamente. Ambas cosmovisiones hacen referencia a la realización ideal, armoniosa y plena de la vida humana en relación con la Pachamama o Madre Tierra. En una visión actualizada, el concepto del buen vivir iría muy unido con satisfacer las necesidades tomando solo lo necesario, con la vocación de perdurar y estar en equilibrio con la tierra.

Las mujeres organizadas hemos sido capaces de poner en valor todo el trabajo necesario para que la vida siga, dando mucha importancia a los cuidados, que tradicionalmente se han realizado en espacios privados (los hogares) y que han tendido a darse por sentado y asignarse a las mujeres sin reconocimiento económico y con escaso valor social. De ahí que en las huelgas feministas del 8M de 2018 y 2019 se apelara a las huelgas de cuidados y no solo a las huelgas en los espacios de trabajo asalariado, que principalmente están copadas por hombres. Este nuevo concepto de huelga superaba la visión productiva de presionar a los empresarios y plantea una crítica completa al sistema, ampliando los espacios de denuncia también al consumo o a los lugres estudiantiles.

En estos espacios laborales se denuncia también el techo de cristal, el suelo pegajoso, las dobles y triples jornadas, la división sexual del trabajo o la brecha salarial. El techo de cristal hace referencia a los obstáculos, a menudo invisibilizados, a los que se ven expuestas las mujeres altamente cualificadas, y por los que es difícil que alcancen los niveles jerárquicos más altos, habitualmente por temas como la maternidad o el cuidado de otros familiares. El suelo pegajoso se refiere al fenómeno por el que las mujeres suelen estar relegadas a empleos más precarios, con mayor rotación y peores salarios como son las actividades de limpieza, cuidados y atenciones personales. Las dobles y triples jornadas denuncian que las mujeres incorporadas al mercado laboral formal no han dejado de asumir las tareas domésticas de limpieza y cuidado, por lo que deben optar a convertirse en súper-woman o quedarse fuera. De media, el sueldo bruto por hora de una mujer en la Unión Europea está un 16,2% por debajo del de un hombre. En España la brecha salarial es de 14,2% y aumenta con la edad llegando al 22,3% en mujeres mayores de 55 años, según el Instituto Nacional de Estadística. Esto equivale a que en España las mujeres trabajan gratis 52 días al año. Cuando hablamos de la división sexual del trabajo nos referimos a la organización social y económica en la que tradicionalmente son los hombres quienes ocupan los puestos con mayor poder e influencia, en el espacio público y productivo, y las mujeres asumen las tareas de cuidados no remunerados, en el espacio privado.

Además de construir estos nuevos conceptos y denunciar la desigualdad que de ellos se deriva, se apoyan también reivindicaciones laborales concretas, como que el país suscriba el convenio 189 de la OIT para reconocer derechos a las empleadas domésticas, que se adopte un convenio colectivo para las futbolistas, que se tomen medidas de conciliación de la vida laboral y familiar así como políticas de corresponsabilidad.

 

 

Estas desigualdades laborales forman parte de la violencia estructural que, junto a la violencia cultural, permiten y sostienen la violencia directa, esa que sí somos capaces de ver. El triángulo de la violencia de Johan Galtung nos ayuda a profundizar en las causas de las violencias más visibles, como podrían ser los asesinatos machistas y entender que los micromachismos o la educación diferenciada por sexos son su base.

Los micromachismos, término acuñado por Luis Bonino, son las sutiles maniobras de ejercicio de poder que hacen los hombres, a diario, para mantener su dominio sobre las mujeres y limitar su autonomía. Son pequeños trucos, dispositivos mentales, actitudes corporales o bromas por los que se intenta imponer la visión androcéntrica que mantenga los lugares que la cultura tradicional asigna a hombres y mujeres. Los micromachismos no tienen por qué ser intencionales ni estar planificados deliberadamente, pueden ser inconscientes. Muchas feministas han denunciado esta realidad diaria, desde raperas como Sara Socas, periodistas de Pikara Magazine, la Psicowoman en canales de youtube e infinidad de colectivos feministas y ONG’s.

Las feministas queremos cambiar el sistema, promover la vida digna y saludable, denunciando desde los pequeños micromachismos hasta las grandes violencias, como las practicas que destruyen el planeta.

El acercamiento filosófico y práctico entre feminismo y ecología ha sido una realidad histórica, especialmente visible durante los siglos XX y XXI. Esta amistad y conexión ha dejado patente que muchas acciones de cuidado del planeta han estado protagonizadas por mujeres. Podemos recorrer la historia de lucha por la tierra con mujeres lideresas, con Dorothy Stang, Macarena Valdés o Berta Cáceres, todas ellas asesinadas por la defensa de los derechos humanos de las mujeres y la protección de su territorio. También destaca la Premio Nobel de la Paz, Wangari Mathai, que plantó más de 47 millones de árboles en Kenia. Otra referente esencial del movimiento ecofeminista es la india Vandana Shiva, que en 1993 recibió el Premio al sustento Bien Ganado, -también llamado Premio Nobel Alternativo- tras sus aportaciones académicas y su apoyo al movimiento Chipko del Himalaya, que sigue prácticas de acción noviolenta de Ghandi.

 

 

En el continente africano no podemos dejar de nombrar otros proyectos en esta línea: por ejemplo, la Rural Women’s Assembly, que facilita a las mujeres el acceso a semillas no transgénicas y a servicios como la venta de productos en los mercados sin intermediarios masculinos, y el proyecto mozambiqueño Fórum Mulher que es paraguas de varias asociaciones y que realiza, entre otras actividades, campañas feministas para garantizar el acceso a medicamentos, cuidados colectivos y alimentos a mujeres seropositivas. Actualmente, Fórum Mulher acoge el secretariado de la marcha mundial de las mujeres, que es un movimiento internacional de acciones feministas para eliminar la pobreza y la violencia contra las mujeres. Desde el año 2000 se han realizado acciones por la justicia económica, denuncia del cambio climático o la protección de los derechos sexuales y reproductivos. En 2005 esta marcha presentó: Cambiar de Rumbo. Los objetivos de desarrollo para el milenio vistos a través de la carta mundial de las mujeres para la humanidad en el que se denuncia la ausencia de metas e indicadores de empoderamiento, salvo el dato de la presencia de mujeres en los parlamentos nacionales.

Lejos de caer en el esencialismo o defender que las mujeres estamos más conectadas con la naturaleza, con el ecofeminismo se pretende relacionar la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y la opresión de las mujeres. El ecofeminismo toma de los movimientos verdes su preocupación por el impacto de las actividades humanas en el planeta, y del feminismo toma el enfoque de género, la explicación de las actitudes patriarcales que subordinan, explotan y oprimen a más de la mitad de la población. Como dice la profesora madrileña Yayo Herrero: “el ecofeminismo nos permite comprendernos mejor como especie y tomar conciencia de la inviabilidad de la vida humana desgajada de la tierra y desconectada del resto de las personas” pues nos ayuda a analizar las estructuras económicas de consumo basadas en el dominio del Norte sobre el Sur, de los hombres sobre las mujeres, y del frenético saqueo de un volumen creciente de recursos en busca de un beneficio económico cada vez más desigualmente distribuido y que genera cantidades ingentes de residuos.

El deterioro ambiental se debe a un desarrollo económico basado en el crecimiento ilimitado que coloca a los mercados, y no a la vida, en el epicentro del análisis. La corriente ecofeminista nos recuerda la importancia de cuidar de nuestro planeta, de pensar un sistema económico sostenible, de poner la vida en el centro, la humana y la del entorno. Muchas de estas ideas se han aglutinado bajo el lema Ni las mujeres ni la tierra somos territorio de conquista.

Todos estos movimientos liderados por mujeres ponen en el centro la importancia de una igualdad efectiva y la necesidad de construir un mundo libre de violencias. Así, en los últimos años, las argentinas gritaban “ni una menos, vivas nos queremos”, las estadounidenses denunciaron los casos de violencia sexual con el movimiento Me too, las indias se aglutinaron como las Guerreras del Sari Rosa (Gulabi Gang) en contra de las violencias y la corrupción, o las nigerianas se unieron para denunciar el secuestro y esclavitud sexual de las adolescentes de Chibok.

En torno a las violencias en conflictos armados se gritaron en Colombia lemas como “no parimos hijos para la guerra”, o en Sudáfrica “mi cuerpo no es tu escena del crimen”. Fue noticia mundial y emocionante cuando las mujeres palestinas e israelíes marcharon juntas por la paz en Jerusalén, reivindicando un acuerdo de paz. En 2016, las mujeres de la etnia Q´eqchi, obtuvieron una resolución judicial histórica: una condena por desaparición forzada, delitos contra la humanidad y asesinato, en la base militar de Sepur Zarco. Guatemala fue así el primer país en condenar a militares por delitos sexuales, en la línea de lo que otros tribunales internacionales habían ya manifestado, y es que los cuerpos de las mujeres son un arma de guerra y las vulneraciones de derechos humanos una constante. Existen un sinfín de referentes feministas por todo el planeta, buscando un mundo más justo, más habitable, más humano y equitativo. Un mundo donde las violencias no sean el camino habitual.

Las mujeres estamos expuestas a violencias machistas con manifestaciones físicas, psicológicas o simbólicas que se muestran en todos los ámbitos de nuestra vida. La obra de teatro “No solo duelen los golpes” de la activista Pamela Palenciano, explica en primera persona esta multiplicidad de manifestaciones y el proceso de deterioro de la autoestima. Los movimientos feministas han sabido aliarse, presionar y denunciar en ámbitos institucionales, laborales, en los barrios y las academias para denunciarlos y construir resistencias. Podrían escribirse hermosas y potentes historias sobre estas resistencias. Son resistencias que amplían el marco de posibilidades y que transforman nuestra forma de estar  y entender el mundo, y por lo tanto, también regeneran la agenda política.

La agenda social en torno a las violencias machistas ha sido una constante, consiguiendo cambios en la mentalidad, la legislación y los recursos. Se han aprobado leyes para los casos de violencia contra las mujeres a manos de sus parejas o ex parejas (Ley Integral de Violencia de Género a nivel nacional y con desarrollos autonómicos) si bien aún faltan desarrollos normativos en otros tipos de violencia, como la violencia sexual o la trata de seres humanos. Existen además en todas las comunidades autónomas recursos específicos como son servicios de atención integral a mujeres, alojamientos protegidos y ayudas económicas como la Renta Activa de Inserción (RAI). También se han creado juzgados especializados (461 juzgados con competencia en violencia sobre la mujer, de los cuales 106 son juzgados de violencia exclusivos) y organismos encargados del seguimiento de esta materia, como es el Observatorio Estatal y la Delegación de Gobierno frente a la violencia de género. Todo ello convierte a nuestro país en un sistema modélico a nivel internacional, a pesar de que los recortes económicos, los avances de movimientos políticos neomachistas y los estereotipos arraigados en la sociedad, hacen necesario seguir trabajando para garantizar una vida libre de violencias. Los estereotipos de género siguen vivos en nuestra sociedad, como ya denunció Naciones Unidas en la condena a España por el caso de Ángela González.

Las mujeres queremos ser dueñas de nuestro cuerpo y para ello deben rechazarse todos los imaginarios culturales que normalizan el control del cuerpo por parte de los hombres. Una de las mayores manifestaciones de dominación sobre el cuerpo de las mujeres es la violencia sexual, que afecta a 1 de cada 2 mujeres en Europa, según la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE (FRA). Esta organización denuncia que más del 90% de las víctimas y supervivientes son mujeres, mientras que el 97% de los agresores siguen siendo hombres. La Macroencuesta sobre violencia contra las mujeres (Ministerio de Sanidad, 2015) calcula que 1,5 millones de mujeres han sufrido alguna vez violencia sexual fuera de la pareja, lo que supone el 7,2% de las residentes mayores de 16 años.

La situación traumática después de sufrir violencia sexual incluso se agrava con los obstáculos judiciales (no creer a las víctimas, culparlas por no haberse protegido o haberse expuesto por ir solas, no escuchar, la falta de formación especializada de los operadores jurídicos, etc.) si se decide interponer denuncia, como ya documentó en 2019 Amnistía Internacional con su informe “Es hora de que me creas. Un sistema que cuestiona y desprotege a las víctimas».

Las mujeres sabemos esto y hemos gritado alto y claro: “hermana, yo sí te creo” cuando los juzgados desprotegen y revictimizan a las denunciantes, cuando se cuestionan sus testimonios o se nos culpabiliza por la ropa. Un buen resumen de ello se puede encontrar en el grupo chileno “Las Tesis” con la canción, que ya es un himno, ‘Un violador en tu camino’.

Hemos sostenido la necesidad de proteger a las supervivientes, sin poner el foco en la ampliación de las penas sino en la reparación del daño. Los tratados internacionales nos obligan a tomar medidas de protección, reparación y justicia y ahí queda aún mucho camino por recorrer. Por eso hemos tomado las calles y las instituciones, para que se garantice el buen trato.

El éxito de las movilizaciones feministas ha tenido que ver con el contenido de las propuestas, con la visibilización de las estructuras que discriminan, y también con la forma de llevarlas a cabo. Se han tomado los espacios públicos con prácticas de desobediencia civil noviolenta, de manera creativa y divertida. Bajo el lema “si no puedo bailar, esta no es mi revolución” se han creado estrategias artísticas, animadas, alegres y diversas.

 

 

Las puestas en escena, cuidadoras y cuidadosas, amenas e inclusivas, musicales, artísticas, han tenido en cuenta el trabajo en grupo y han cuestionado el patrón de la competitividad individual. Se han tejido redes de vecinas y se han intercambiado saberes, recursos y necesidades. Dar valor a la construcción de redes y dejar fluir la sororidad entre personas diversas ha sido otro componente fundamental para estos éxitos.

El trabajo colectivo con el objetivo de construir bien común ha sido lo que ha guiado estas propuestas sugerentes que buscan mejorar la vida de las mujeres, y por tanto, mejoran la sociedad al completo. Todos ganamos con una sociedad más justa y equitativa.

 

Número 4, 2020
Del dato a la acción

La fragilidad de la cohesión social en España

Guillermo Fernández Maíllo

Técnico equipo Estudios Cáritas Española

 

Cohesión social es un concepto que nos remite a ideas como valores compartidos, capital social, pertenencia, orden social, integración, igualdad y un largo etcétera. Es un concepto para algunos autores ambiguo e incluso ambivalente. En este post la retratamos desde la percepción que tienen las personas, tanto de su supervivencia material como desde la relación y el vínculo social que les une a los demás.

Desde este punto de vista, la fotografía de la España de hoy nos lleva a construir una imagen de país formada por cuatro diferentes sociedades, que tienden a distanciarse y a establecer entre ellas relaciones de desconfianza.

 

 

La gran mayoría social se encontraría en la sociedad de las oportunidades, un espacio adaptado a los mecanismos de participación social y a los valores que nuestro modelo de desarrollo representa. Las personas que la disfrutan sienten tener razón en sus ideas y prácticas cotidianas en cuanto a lo que es necesario hacer para salir adelante. Consumen en pro del desarrollo humano pero no acaban de asociar modelo de vida y crisis ecosocial. Al mirar hacia los otros cada vez practican menos la empatía y la solidaridad. Se han adaptado a los valores de la revolución neoliberal donde la responsabilidad individual explica casi todas las contingencias.

La sociedad insegura está representada por aquellos que tienen un empleo precario, insuficiente y un futuro incierto. Temen que en la próxima sacudida de la economía se pueden precipitar hacia la exclusión social. No se ven estancados pero sí sienten debilitar sus oportunidades y los lazos que les unen a la mayoría social.

Pero hay un grupo cada vez más numeroso de personas a las que caracteriza la desconfianza, la sociedad estancada. Desconfianza hacia los acomodados de la sociedad, hacia las instituciones que nos representan y nos protegen. Es una desconfianza contradictoria ya que son las personas que más necesitarían tanto de las instituciones como del apoyo del resto de la sociedad. Llevan más de una década pidiendo ayuda, reclamando protección porque se encuentran cada vez más a la intemperie, pero sus reclamos no se traducen en políticas públicas fuertes, dado que vivimos en un Estado de Bienestar low-cost.

El retrato lo completan aquellas personas y hogares que viven en la supervivencia pura y dura como objetivo cotidiano, la sociedad expulsada. En algún momento estuvieron protegidos pero ya no lo están, y el sistema ha dejado de pensar en ellos. Han roto sus vínculos con el resto porque ya no sienten que se les tenga en cuenta. Han dejado de participar socialmente porque la agenda política les ignora.

Los hilos que atraviesan el conjunto social tienden a debilitarse y a crear fragmentaciones y algunas polaridades. Estamos olvidando el sentido primigenio de nuestros Estados del Bienestar: no permitir dejar a nadie atrás ante las desigualdades, desde que nacemos hasta que morimos.

 

Número 4, 2020
Documentación

Novaruralitat.org

En continuidad con la magnifica entrevista que nos ha concedido nuestro amigo Artur Aparici, y que puede ver en este número, recomendamos también un paseo virtual por la web de este grupo:  novaruralitat.org

El foro de la nueva ruralidad es una interesante experiencia de acción y reflexión desde y para el mundo rural, que en coherencia con su realidad se ubica desde lo glocal, es decir, actúa desde lo local pero lo hace pensando en lo global. Además de ser una idea que surge de la colaboración entre la universidad y la sociedad que la rodea, eso que ha venido a llamarse extensión universitaria, tan necesario como, por desgracia, escaso.

La página web de este joven movimiento nos hace un recorrido sintético  por las 4 jornadas de reivindicación de la nueva ruralidad que ha celebrado. Además nos cuenta cómo se organiza, qué grupos de trabajo y qué tarea desarrollan. Cuenta con numerosos vídeos que hacen más ameno transitar por sus páginas.

Destacamos la sección de buenas prácticas, en la que se nos cuentan experiencias de emprendimiento y de otros tipos que están contribuyendo al desarrollo de la zona rural de Castellón en la que trabajan.  Y una sección de biblioteca, donde descargar trabajos, libros y  artículos para leer con calma y subrayador.

Por último, una referencia al manifiesto https://novaruralitat.org/manifest/ que resume lo que son sus planteamientos y reivindicaciones y que, además de conocerlos, nos invita a apoyarlo con nuestra adhesión.

 

Número 4, 2020