Acción social

La soledad de las personas mayores: retos para la intervención

Mª del Pilar Castro Blanco

Doctora en Psicología. Responsable del Área de Personas Mayores y Envejecimiento de Cáritas Bizkaia. Profesora de la Universidad de Deusto.

Puedes encontrar a Mª Pilar Castro Blanco en Linkedin.

 

La soledad es un fenómeno que genera una preocupación creciente, especialmente en los países más desarrollados. Son abundantes los estudios que nos indican que, a pesar de las facilidades del mundo contemporáneo para la comunicación y la conexión, la soledad es una sensación -y a veces una situación- extraordinariamente frecuente. También son llamativos los datos que nos alertan sobre las consecuencias negativas de la soledad sobre la salud física y mental de la población. Por todo ello, no es extraño que se hable de ella como de un problema de salud pública, o incluso que sea considerada un asunto en el que el estado debe intervenir, lo que está llevando a la creación de observatorios, planes de intervención, e incluso a secretarías de estado y ministerios (como en Gran Bretaña y Japón).

 

La soledad como situación y como sensación

Entre las investigaciones encontramos algunas que hablan de la soledad como situación (escasez o pobreza objetiva de relaciones), mientras que otras se refieren a la soledad como sentimiento o sensación (más relacionada con la insatisfacción con las relaciones). Hay que señalar que no siempre hay correspondencia entre ambas, ya que no toda situación de soledad genera sensación de soledad, ni toda sensación de soledad se explica por las dimensiones de la red social de la que dispone la persona. En otras palabras, la soledad como estado se ve y se puede valorar a través de datos objetivos, como el número de personas que viven solas, el tiempo que una persona pasa sin compañía o sin hablar con otras, etc.; en cambio, la soledad sentida, tiene que ver con la valoración que la propia persona hace de sus relaciones, y depende no solo de su número, sino también -y sobre todo- de aspectos cualitativos percibidos (afinidad, reciprocidad, conflicto…), por lo que es difícil de detectar para el observador externo y requiere que sea la misma persona quien la exprese.

 

El sentimiento de soledad y las personas mayores

Todas las personas, independientemente de los años que tengamos, necesitamos sentirnos vinculadas y disponer de relaciones significativas en las que nos sintamos bien. Y es habitual que a lo largo de nuestra vida pasemos por momentos en los que echemos de menos diferentes apoyos, o vivamos situaciones en las que algunas relaciones no respondan a nuestras expectativas, o no nos sintamos realmente conectados o comprendidos.

Sin embargo, a pesar de que la soledad no tiene edad, tendemos a asociarla con las personas mayores, debido a las pérdidas -de relación, de salud, de roles…- que es más probable que acumulemos a media que avanzamos en la vida. Realmente no está claro que las personas mayores sean el grupo con tasas más altas de sentimiento de soledad, según han atestiguado algunos estudios recientes en torno a la COVID 19 (como el de Losada et al., 2020), pero sí quienes pueden tener mayores limitaciones para luchar contra ella, especialmente cuando se tienen dificultades de movilidad, problemas sensoriales, dependencia, edad muy avanzada, desánimo… Por ello, no es extraño que las personas mayores sean las destinatarias de una parte importante de los programas, cada vez más frecuentes, de prevención y ayuda contra la soledad.

 

El reto de acompañar la soledad de las personas mayores

Sin duda, la sensibilidad y conciencia colectiva acerca de la importancia de actuar contra la soledad de las personas mayores ha crecido en los últimos tiempos, y eso es una buena noticia. Fruto de ello son la gran cantidad y variedad de iniciativas de personas anónimas, organizaciones, asociaciones vecinales, empresas e instituciones, que se orientan a ella: actividades grupales, paseos adaptados, programas intergeneracionales, reflexiones acerca del urbanismo, nuevos servicios profesionales, proyectos de convivencia… También en este momento, desde Cáritas hemos querido compartir nuestra experiencia, basada en el trabajo de numerosos equipos de personas voluntarias que durante muchos años han tratado de estar cerca de la soledad de las personas mayores, y que hemos recogido en un sencillo documento de trabajo recientemente publicado.

En este momento de intensa preocupación y acción contra la soledad de las personas mayores, tenemos al menos dos retos para actuar con acierto: por una parte, entender la profundidad y variabilidad de la soledad y, por otra, evitar la generación de un estigma en torno a las personas que están y/o se sienten solas.

El primero de los retos implica reconocer y tener presente que la soledad es más que tener o no relaciones, es decir, más de lo que ven nuestros ojos. Como ya señalaron Perlman y Peplau (1981), pioneros en la investigación de la soledad, se trata del sentimiento que se produce cuando percibimos que hay una discrepancia, a nivel cuantitativo y/o cualitativo, entre las relaciones que percibimos tener y las que desearíamos. En consecuencia:

  • Debemos atender a la subjetividad, y esto implica poner a cada persona como centro de cada iniciativa, escuchar a la persona y comprender sus necesidades, expectativas y su propia vivencia de las relaciones que tiene, hacer su propio plan desde su historia de vida, sus deseos… Los planes de intervención generales nos dan un marco, pero este debe ser adaptado a lo que para cada persona es satisfactorio. Y esto es acompañar, caminar junto a la persona, sin marcarle el camino ni juzgar su soledad.
  • Es deseable que la intervención contra la soledad atienda tanto a la soledad objetiva como a la sentida. Por ejemplo, tendemos a organizar actividades grupales para favorecer la posibilidad de estar con otras personas y evitar la soledad no deseada (es decir, estar solo/a cuando se quiere estar con otras personas), pero puede que el tipo de relación que se establezca no sea satisfactoria y finalmente se genere un sentimiento de soledad acompañada. Es decir, favorecer el contacto con otras personas es bueno, pero puede no ser suficiente. Hace poco tiempo escuché a una mujer contar que se sentía más sola en la residencia en la que había ingresado que cuando vivía en su domicilio porque no se llevaba bien con su compañera de habitación; decía cuando vivía sola en mi casa la gente entendía mi soledad, pero ahora estoy peor porque todos piensan que ya no estoy sola y que no tengo razón para sentirme así. Sin duda, esta persona mayor también debería ser destinataria de nuestra intervención.
  • No todas las relaciones son iguales ni nos satisfacen en igual medida; algunas incluso nos generan malestar. Baumeister y Leary (1995) identificaron algunos de los rasgos de las relaciones satisfactorias: afecto positivo, cierto grado de confianza para poder revelar emociones, contactos frecuentes, afinidad de intereses, reciprocidad… A ello nos referimos al hablar de la calidad de las relaciones. Además, teniendo en cuenta los modelos y tipos de apoyo social, resulta evidente que las personas necesitamos disponer de relaciones diferentes, pues no hay ninguna –ni siquiera las familiares- que pueda responder a todas nuestras necesidades. Por ello, hablamos también de la importancia de la variedad. En este sentido, y aunque no hay demasiada investigación al respecto, el trabajo con personas voluntarias nos ayuda a ser conscientes de su potencialidad y aportación única, junto con la del vecindario y la ciudadanía en general, a la lucha contra la soledad. Los vínculos establecidos desde la gratuidad favorecen el encuentro desde la libertad y la voluntad por ambas partes, lo que otorga un matiz singular a las relaciones que se establecen. Desde mi punto de vista, las instituciones pueden y deben hacer mucho para evitar la soledad no deseada, pero las relaciones de cercanía y de cuidado mutuo requieren de la participación ciudadana.

El segundo reto es evitar que la soledad de las personas mayores se convierta en un estigma, en algo de lo que avergonzarse. A pesar de que cada vez se usa más el término soledad no deseada, reconociendo que la soledad puede ser también una elección, muchas personas mayores se sienten obligadas a justificar su modo de vida y/o a sus familias (es que tienen que trabajar) y estas se ven con frecuencia negativamente juzgadas (cómo le deja vivir sola a su madre con la edad que tiene). Igualmente, es difícil para una persona mayor expresar que se siente sola, especialmente si sus condiciones de vida objetivas parecen no explicarlo (porque tiene familia, por ejemplo), por el halo de culpabilidad o de rareza que puede asociarse a la soledad aparentemente acompañada (no se esfuerza, algo habrá hecho para que los hijos no vengan, es que tiene mal carácter …). El miedo a ser juzgado/a negativamente dificulta que las personas mayores expresen sus verdaderas necesidades y pidan ayuda contra la soledad. De hecho, los instrumentos más eficaces para evaluar el sentimiento de soledad son aquellos que se refieren a ella indirectamente, sin llegar a nombrarla explícitamente.

Como se apunta desde la estrategia del Reino Unido, Campaign to End Loneliness, tener presente el estigma que genera la soledad nos puede ayudar a entender y llegar mejor a las personas. Por ejemplo, quizás deberíamos evitar las descripciones acerca de las personas mayores que se sienten solas que refuerzan los estereotipos negativos, como ha ocurrido a raíz de algunas campañas bienintencionadas que, queriendo concienciar, ahondan en la rareza de las situaciones. También es importante cómo presentemos nuestras iniciativas, pues pocas personas se sentirán atraídas a participar en un proyecto para personas solas; seguramente nos dará mejor resultado que planteemos nuestras intervenciones en clave de encuentro con otras, respondiendo a la necesidad universal de relación y de vínculo. Asimismo, no debemos olvidar que la reciprocidad en las relaciones es un factor directamente relacionado con su calidad percibida, y que, en general, a las personas nos cuesta menos dar ayuda que aceptarla. Si somos capaces de reforzar nuestras relaciones cercanas y de recuperar los vínculos y el cuidado mutuo comunitario, cada vez será más fácil escuchar frases como esta sin que nos importe que quien lo diga sea una mujer mayor que recibe el apoyo de un proyecto o la voluntaria que acude a su domicilio: Estamos muy a gusto. Compartimos un rato todas las semanas y hasta hemos llegado a sentirnos como amigas.

Comprender la soledad de las personas mayores y actuar contra ella nos ayuda a lograr una sociedad no solo más justa e inclusiva, sino también más vinculada, además de un futuro mejor para todas las personas que la componemos, independientemente de nuestra edad, pues todos necesitamos sentirnos queridos y acompañados, y el deseo de todos nosotros es llegar a envejecer.

 

Bibliografía

Baumeister, R. F., & Leary, M. R. (1995). The need to belong: Desire for interpersonal attachments as a fundamental human motivation. Psychological Bulletin, 117(3), 497-529.  https://www.researchgate.net/publication/15420847_The_Need_to_Belong_Desire_for_Interpersonal_Attachments_as_a_Fundamental_Human_Motivation

Campaign to End Loneliness: https://www.campaigntoendloneliness.org/

Cáritas Española (2021). Prevenir y aliviar la soledad de las personas mayores. El papel único del voluntariado en los procesos de acompañamiento. Documentos de trabajo, 9. https://bit.ly/2ZivRRC

Castro-Blanco, M.P. (2020). La soledad y las personas mayores. Labor Hospitalaria, 326, 67-79.

Losada, A., Márquez, M., Jiménez, L., Pedroso, M. S., Gallego, L. y Fernandes, J. (2020). Diferencias en función de la edad y la autopercepción del envejecimiento en ansiedad, tristeza, soledad y sintomatología comórbida ansioso-depresiva durante el confinamiento por la COVID-19. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 55(5), 272-278. https://doi.org/10.1016/j.regg.2020.05.005Get

Perlman, D., & Peplau, L. A. (1981). Toward a social psychology of loneliness. En S. Duck, & R. Gilmour (Eds.), Personal relationships 3: Personal relationships in disorder (pp. 31-56). Londres, Reino Unido: Academic Press.

Sancho, M.; Barrio, E. del, Diaz-Veiga, P., Marsillas, S., Prieto, D. (2020). Bakardadeak. Explorando soledades entre las personas mayores que envejecen en Gipuzkoa. Instituto Matía

 

Número 8, 2021
En marcha

Campaña “Tu vecino de apoyo”

Cáritas Diocesana de Madrid

 

Una nueva representación con cambio de escenario

Ante la rápida expansión del virus, durante el mes de marzo se comenzaron a tomar decisiones por parte de diferentes gobiernos autonómicos de los territorios más afectados, y la Comunidad de Madrid anunció el 9 de marzo que se suspendían todas las actividades educativas a partir del 11 de marzo. La pandemia global fue reconocida por la OMS el 11 de marzo de 2020. El 14 de marzo, el Gobierno español decretó la entrada en vigor del estado de alarma en todo el territorio nacional.

Campaña Tu vecino de apoyo. Porque la caridad no cierra

Al día siguiente de definir la pandemia de enfermedad por coronavirus nos surgió la pregunta, ante esta realidad ¿qué podemos hacer? La situación de emergencia, de crisis sanitaria, nos tambaleaba nuestros principios y procedimientos, nos dejaba a la intemperie. La situación de confinamiento en nuestros hogares para el conjunto de la población se recomendaba de forma más apremiante, si cabe, para la población de riesgo, entre la que se encontraban muchas personas voluntarias.

¿Cómo conjugar el confinamiento, la restricción de los desplazamientos de las personas, las necesidades que puedan surgir y el deseo de implicación solidaria? creímos que era el momento más oportuno para poner en marcha la Campaña Tu vecino de apoyo, que quiere promover la fraternidad cristiana y la solidaridad vecinal, destacando los siguientes mensajes: ¿Qué puedo hacer por ti? Ante cualquier necesidad que tengas, estoy aquí para ayudarte. ¡Porque la Caridad no cierra! En momentos de crisis como los que estamos pasando, debemos poner en valor nuestra identidad cristiana y el valor humanizador del Evangelio. El viernes, 13 de marzo, difundimos la Campaña ofreciendo un cartel tamaño folio para colocar en el portal de nuestras casas, con una referencia: nombre, puerta, teléfono. Con esta acción sencilla, de andar por casa, queríamos acercarnos, estar atentos a las situaciones y necesidades más próximas. También se trataba de potenciar el trabajo de proximidad en el territorio que es nuestra fortaleza. En rigor, nosotros no somos una organización preparada para la emergencia. Lo que se pueda solventar desde la vecindad evitaría colapsar niveles superiores de respuesta en la organización.

Modo catacumba

Esta pandemia nos ha colocado en modo catacumba, pero aun así hemos generado personal y comunitariamente respuestas creativas. Estamos en un escenario radicalmente diferente del que teníamos. Las crisis y dificultades provocadas por este virus nos presentarán oportunidades que tendremos que discernir y aprovechar porque las crisis suelen sacar lo mejor de las personas.

Esta crisis nos ha enseñado a responder con flexibilidad y creatividad; a repensar nuestras actuaciones, intervención social, acogida y acompañamiento ¿cómo se orientarán a la integración y realización de las personas?

No solo conectados sino vinculados

Desde nuestra fragilidad, buscamos y recreamos instrumentos, procedimientos y orientaciones para nuestro quehacer en un escenario nuevo y representando una obra diferente a la que estábamos acostumbrados. Inventaremos modos nuevos de estar juntos, empezaremos a estar no solo conectados sino, por fin, vinculados. ¿Quién iba a soñar con ese sentido aplauso, desde todas las ventanas y balcones de los vecinos, a las personas que mantienen la atención sanitaria y un conjunto de servicios esenciales? Algunas personas se asomaban de su confinamiento a las 20 horas, saliendo de la soledad, el aislamiento y el individualismo para encontrarse, en algunos casos por primera vez, con sus vecinas y vecinos, todos cuidándonos y apoyándonos unos a otros. Hemos convertido esta cita en un momento deseado del día por lo que tiene de encuentro, comunicación, reconocimiento, ánimo y socialización. Es necesario, también en nuestros proyectos sociales, cuidar el compartir, atender las aportaciones que podamos realizar entre todas las personas que participamos en el proyecto. Nos estamos dando cuenta de que nos necesitamos, que sobran los francotiradores, que es necesario cuidar la escucha y la mirada para cultivar nuestra sensibilidad y corresponsabilidad.

Cambio de paradigma

La situación vivida provocará un cambio de paradigma, un cambio en los supuestos básicos de un modelo de referencia. Hasta ahora hemos mantenido un proceder validado ante determinadas circunstancias. Pero hay situaciones, como la provocada por esta pandemia, que podrán provocar cambios en nuestra manera de actuar cuestionando lo establecido. La campaña propuesta Tu vecino de apoyo nos ha ofrecido intuiciones, principios y experiencias que podemos aplicar y considerar en un futuro. Ante una llamada generalizada, nos hemos encontrado respuestas sorprendentes que no podíamos imaginar, tenemos que abrirnos a repuestas inesperadas de solidaridad. Algunos retos que nos planteábamos en el Informe FOESSA y que teníamos bien identificados podrán tener su oportunidad de desarrollo con el cambio de paradigma. Desde luego, las Cáritas parroquiales con más capacidad de respuesta han sido las más creativas, las que han sido capaces de flexibilizar al máximo los procedimientos y responder con agilidad a los desafíos de una situación inédita de emergencia. También las mejor interrelacionadas con otras realidades del barrio, con las instituciones, con otras parroquias… En el fondo, las más porosas al trabajo en equipo y abiertas a hacerlo en red. Eso nos llevaría a medidas que siguieron al vecino de apoyo que no son objeto de esta reflexión pero que fueron surgiendo en cascada: aseguramiento de la presencialidad en servicios centrales zonificados, teléfono de atención 24h todos los días, continua interacción con otras instancias para atender problemas de soledad de los mayores, o de escucha y atención psicológica o espiritual, etc.

A modo de conclusión

Claves de fondo

Esta crisis ha puesto de manifiesto unos elementos que referimos a continuación:

El primer elemento es la paradoja de cosas consolidadas que se van, que desaparecen y otras utópicas que empiezan a tener viabilidad. Lo inédito viable se hace real en momentos de crisis y es cuando surge la creatividad, cuando sale lo mejor de los seres humanos. Cuestiones como la atención integral a personas sin hogar (forzada por la necesidad de asegurar el confinamiento), la implantación de una renta mínima, una regularización de inmigrantes para trabajar en sectores críticos, entre otras, son puestas sobre el tapete. En el fondo, todo bebe de la misma clave que ahora se convierte en piedra angular: solo saldremos adelante si lo hacemos juntos, sin dejar a nadie atrás. Los virus han resultado tener una efectividad impresionante para hacernos caer en esas proclamas tachadas en otros momentos de buenistas.

El segundo elemento es que esta crisis nos introduce ya de lleno en algo que estaba barruntando: la necesidad de un nuevo contrato social. El Informe FOESSA lo venía destacando, pero estaba todavía muy en el aire. Este nuevo pacto social ha hecho evidente varias cosas que de alguna manera venía anticipando la doctrina social de la Iglesia: la necesidad de una nueva articulación de los grandes actores sociales, que superara la dialéctica del siglo XX a la que recientemente se ha referido el papa Francisco: el estadocentrismo y su frecuente deriva totalitaria, y el mercadocentrismo economicista y su propensión liberal-individualista. Sin duda una situación de emergencia sanitaria y social demanda el liderazgo del Estado y su papel de garante de los derechos universales de todas las personas, así como su papel de nivelar las desigualdades y universalizar las oportunidades. Pero frente a la tentación estatalista es preciso comprometer al servicio del bien común y hacer partícipe de la causa de la justicia social al mundo de las empresas, incorporando el papel de la iniciativa privada.

El tercer elemento de este nuevo contrato es el protagonismo de un actor que hasta ahora había quedado diluido en el debate entre estatalismo y liberalismo, o más recientemente, neoliberalismo. Nos referimos al papel fundamental de la solidaridad del balcón, es decir, a la sociedad civil y la importancia que tiene ésta como sujeto creativo, corresponsable, capaz de dar respuesta inmediata y de asumir compromisos duraderos para salir de esta crisis. Ni todo el estado del mundo, ni todo el mercado del mundo nos habrían sacado adelante si la gente no se queda en casa, si no se hace responsable de su vecino, si no asumimos que necesitamos como sociedad y como cultura unos valores compartidos para salir juntos adelante. Ese juntos podemos implica a todos y a cada uno de los ciudadanos sin hacer disquisiciones que han quedado superadas: si una persona es regular o irregular, si es pobre o es rica, si es de derechas o de izquierdas. Esta crisis ha universalizado la precariedad existencial, nos ha hecho de repente conscientes de nuestra contingencia y finitud y nos ha aproximado a empellones a la fraternidad. Nos hemos sentido concernidos todos más allá de las ideologías, o incluso de las creencias religiosas o de las fronteras. A nadie ha importado nada la forma de pensar del vecino de apoyo.

Este pacto social es realmente un contrato que busca una nueva integración del Estado, del mercado y de la sociedad civil en todo su pluralismo. Será la forma de superar los individualismos y los protagonismos. Dentro de esta sociedad civil, ocupa un lugar la Iglesia como referente de sentido, y en esa triada (Estado, mercado y sociedad civil) en la cual tenemos un papel no pequeño nos hemos de ubicar de una manera distinta a como lo ha hecho en épocas anteriores: aunando la humildad de quien solo busca servir a la colectividad, favoreciendo el diálogo social sin crispaciones y ofertando en una sociedad plural las propias convicciones.

Propuestas operativas

En estos momentos de incertidumbre ante un futuro complejo y diferente, ante pequeñas experiencias de sentido, como la campaña tu vecino de apoyo, podemos sugerir, a partir de la experiencia compartida, algunos rasgos que podemos tener en cuenta al repensar y recrear nuestra intervención social. Uno de los grandes retos que tenemos por delante será aprovechar la ocasión para renovar, reforzar y aplicar lo aprendido durante este tiempo.

A continuación, a modo de conclusión, compartimos doce rasgos referidos en nuestra reflexión sobre la Campaña:

  1. Promover la fraternidad y la solidaridad.
  2. Atención a situaciones y necesidades próximas.
  3. Generar nuevas oportunidades.
  4. Flexibilidad y creatividad ante una realidad nueva.
  5. Nuevas formas de presencia y de compromiso.
  6. Capacidad de adaptación.
  7. Distinción entre lo esencial y accidental.
  8. Nos necesitamos, todas las personas aportamos valor.
  9. Cuidar la escucha y la mirada para leer y comprender la realidad.
  10. Cultivar nuestra sensibilidad y corresponsabilidad.
  11. Respuestas nuevas ante un cambio en los supuestos.
  12. Austeridad para revitalizar el trabajo en común.

Entre estos rasgos encontramos objetivos, criterios y valores que pueden ayudarnos a orientar o renovar algunas actuaciones de futuro. La campaña, Tu vecino de apoyo que ha ocupado nuestra reflexión, es una pequeña pieza de un puzzle más grande que nos ofrece algunos rasgos para nuestra consideración. Lo importante de estas pequeñas experiencias es su posibilidad de generar reflexión personal y comunitaria para situarnos ante una nueva época. ¿Una pequeña semilla germinará?

 

Número 5, 2020