21 IV ETAPA

Medir el impacto para impulsar la transformación social

En la acción social —ONG, proyectos comunitarios, universidad o administraciones públicas— actuar no basta: debemos saber si generamos cambios reales. Evaluar el impacto es un ejercicio no solo de eficacia y eficiencia, sino principalmente de honestidad que permite identificar qué funciona, corregir lo que no y orientar recursos con coherencia. Esto implica revisar dinámicas internas, lo que nos ayuda a crecer y repensarnos. Sin duda, una cultura basada en la evidencia fortalece la eficacia y credibilidad. En un contexto que exige resultados verificables y donde la desinformación y los intereses ponen en cuestión elementos claves de la convivencia, medir nos permite afirmar con rigor que nuestro trabajo transforma vidas.

Editorial

Medir para mejorar: una mirada honesta al impacto

En la acción social —ONG, proyectos comunitarios, universidad o administraciones públicas— actuar no basta: debemos saber si generamos cambios reales. Evaluar el impacto es un ejercicio no solo de eficacia y eficiencia, sino principalmente de honestidad que permite identificar qué funciona, corregir lo que no y orientar recursos con coherencia. Esto implica revisar dinámicas internas, lo que nos ayuda a crecer y repensarnos. Sin duda, una cultura basada en la evidencia fortalece la eficacia y credibilidad. En un contexto que exige resultados verificables y donde la desinformación y los intereses ponen en cuestión elementos claves de la convivencia, medir nos permite afirmar con rigor que nuestro trabajo transforma vidas.

Ver más
Acción social

La metáfora del camino y el trabajo social

La sociedad cambia rápidamente, dejando atrás a quienes no pueden seguir el ritmo. La exclusión social es un proceso multidimensional vinculado a la inserción laboral y las relaciones familiares. Los trabajadores sociales juegan un papel crucial como coordinadores, apoyando a personas en diversas situaciones de vulnerabilidad. Es esencial adoptar enfoques inclusivos y empáticos, reconociendo la resiliencia y singularidad de cada individuo en su camino hacia la integración.
Por María Teresa Sampedro

Ver más
Ciencia social

El odio al migrante se consolida, y el odio a la población gitana se acrecienta. Evolución del sentimiento de discriminación étnica en España: xenofobia y antigitanismo

Entre 2018 y 2024 en España aumentó el sentimiento de discriminación, del 12,5% al 19% de hogares que lo vivieron. La xenofobia por nacionalidad u origen étnico se intensificó de 3,7% en 2018 a 7,7% en 2024, afectando sobre todo a hogares con miembros extranjeros. Además, la comunidad gitana sufre niveles alarmantes de discriminación (58,6%). Mujeres y población racializada perciben más discriminación, reflejo de un retroceso en la tolerancia social.
Por Paula Yélamo

Ver más
Con voz propia

Nombrar y des-nombrar

El texto cuestiona las narrativas que perpetúan el odio en contextos de violencia. Plantea desarmarlas mediante el acto de nombrar y des-nombrar, proponiendo doce acciones: proximidad, escucha activa, empatía, diálogo, pensamiento crítico, justicia restaurativa, valores democráticos, seguridad desde derechos, entre otras. Su propósito es reemplazar la confrontación por una cultura de encuentro, solidaridad y no violencia, promoviendo la comprensión y el reconocimiento de la vulnerabilidad compartida.
Por Pepa Torres

Ver más
Conversamos

Del bienestar al biencuidar

Conversamos con Raúl Flores, Secretario Técnico de la Fundación FOESSA. Con él, Reflexionamos sobre las transformaciones sociales de las últimas décadas para entender cómo la desigualdad, la exclusión y los cambios en el trabajo, las relaciones y la ciudadanía nos han traído hasta aquí. Analizamos hacia dónde nos conduce este modelo y lo contrastamos con la sociedad más justa y cohesionada que aspiramos a construir.

Ver más
En marcha

Aproximarse a lo inaccesible. El pacto de silencio de la infancia que viaja en solitario

La infancia migrante llega sola tras trayectos marcados por la violencia. Su silencio y la falta de medios del sistema revelan un pacto colectivo que cuestiona nuestra capacidad de protección.
Por Natalia Arcajo

Ver más
A fondo

Reflexiones sobre la evaluación de las políticas públicas: de la epistemología a la estrategia

Por Fernando Fantova

Ver más
A fondo

Evaluar procesos de acción comunitaria

Por Óscar Rebollo y Ernesto Morales

Ver más
A fondo

¿Evaluar la vida?

Por Amaia González Llama e Imanol Zubero

Ver más
Del dato a la acción

Las nuevas generaciones ante el cambio climático

El cambio climático afectará a las próximas generaciones, exponiendo su vida cotidiana a mayores riesgos de salud, pobreza, desastre natural y sostenibilidad económica. La responsabilidad de prevenir, adaptar y mitigar sus efectos es no solo de las personas y las comunidades con sus hábitos cotidianos, sino, en mayor medida, de quienes pueden generar políticas públicas a favor de todos.
Por Rufí Cerdán

Ver más
Documentación

Loli Tormenta. Saltando Obstáculos con Alma y Sonrisas

Loli Tormenta (2023), de Agustí Villalonga, sigue a Loli, una ex atleta con Alzheimer que cuida de sus dos nietos en un barrio humilde, afrontando obstáculos con humor y ternura.
Por Pedro Fuentes

Ver más
Editorial

Medir para mejorar: una mirada honesta al impacto

En una comida familiar, entre bromas y sobremesa, volvió a surgir una pregunta que ya había escuchado otras veces, pero que siempre me obliga a detenerme: Y todo lo que hacéis en las ONG´s… ¿de verdad cambia algo? La sinceridad de la cuestión no admitía rodeos y, al mismo tiempo, expresaba una duda que seguramente muchas personas comparten. No basta con enumerar actividades o contar vivencias para responderla. La única forma honesta de afrontarla es acudir a una idea que en los últimos años hemos asumido con más fuerza: la necesidad de evaluar el impacto de nuestra labor. Porque medir el impacto no es sumar atenciones o registrar actividades, sino comprender si lo que hacemos genera transformaciones reales en la vida de quienes acompañamos.

 

Medición del impacto: una herramienta para ser coherentes con nuestra misión

En el ámbito de la acción social —desde el Tercer Sector y los proyectos comunitarios hasta la universidad y las administraciones públicas—convivimos a diario con realidades de exclusión, pobreza y fragilidad extrema. Aspiramos a algo más que mitigar la urgencia: queremos que las personas recuperen autonomía, reconstruyan sus proyectos vitales y vivan con dignidad. Pero para saber si avanzamos en ese camino necesitamos evidencias y no intuiciones.

La evaluación del impacto no es una moda técnica ni una obligación impuesta. Es, ante todo, un ejercicio de honestidad con las personas que confían en nosotros. Quienes acuden en busca de ayuda lo hacen esperando encontrar un apoyo que les ayude a transformar su situación. Por eso, conocer con rigor qué cambios se generan y cuáles no es una responsabilidad ética de primer orden, algo a lo que no deberíamos renunciar.

Medir nos permite detectar qué intervenciones son efectivas, cuáles habría que revisar y en qué ámbitos necesitamos replantear la estrategia. También nos ayuda a aceptar que no todo funciona como imaginamos, que a veces nuestros esfuerzos no producen el efecto deseado. Esta transparencia interna es clave para mantener la coherencia y la integridad de nuestra misión.

 

Cambios internos: hacia una cultura organizativa basada en la evidencia

Sé bien que incorporar la medición del impacto en una organización no es sencillo. Implica modificar dinámicas consolidadas, revisar prioridades y asumir evaluaciones que, en ocasiones, pueden resultar incómodas. Medir el impacto es también mirarse en un espejo que no siempre devuelve la imagen que esperamos.

Sin embargo, este proceso es imprescindible. No solo impulsa la mejora continua, sino que nos permite orientar nuestros recursos hacia aquello que realmente transforma la vida de las personas. Es un acto de responsabilidad y también de humildad: reconocer límites, aprender de los errores y fortalecer lo que sí funciona.

La construcción de una verdadera cultura de impacto no se reduce a ajustar indicadores o actualizar metodologías. Supone asumir de forma colectiva que nuestro propósito —acompañar procesos de cambio profundo— requiere medir, comprender y aprender. Y que la verdadera transformación se refleja en historias de vida que avanzan, no únicamente en cifras o memorias de actividad.

 

Una demanda creciente desde el exterior

Aunque la motivación fundamental para medir debería nacer de dentro, es innegable que el entorno también nos empuja. Tanto financiadores públicos como donantes privados demandan cada vez más evidencias sólidas sobre el impacto de los proyectos antes de comprometer recursos.

En un contexto de necesidades crecientes y recursos limitados, muchas entidades buscan diferenciarse aportando resultados verificables. En este escenario, ser capaces de demostrar cambios concretos y medibles se convertirá en un elemento clave de sostenibilidad para muchas iniciativas.

Los donantes ya no se conforman con apoyar causas que consideran valiosas; quieren cerciorarse de que su aportación genera mejoras reales. Por eso necesitamos mostrar que nuestra misión se traduce en cambios verificables en la vida de cientos —o miles— de personas.

Esta exigencia externa, lejos de ser un obstáculo, puede convertirse en un estímulo positivo. Nos anima a fortalecer nuestros sistemas de evaluación, a incorporar nuevas herramientas y tecnologías, y a formar al equipo para que medir no sea una tarea extraordinaria, sino parte natural del trabajo cotidiano. Porque, en última instancia, lo que buscamos no es cumplir expectativas ajenas, sino tener la certeza de que nuestra labor está produciendo un impacto profundo y duradero.

Medir el impacto no se reduce a cumplir un requisito ni a utilizar un instrumento técnico; es el modo de confirmar que nuestras acciones tienen un sentido real. La evaluación del impacto nos permite afirmar sin dudas: sí, la acción social contribuye a transformar vidas.

 

Número 21, 2025
Acción social

La metáfora del camino y el trabajo social

María Teresa Sampedro Zorzano. Trabajadora social y licenciada en Ciencias del Trabajo

 

Introducción

Es indudable que la sociedad va cambiando a un ritmo vertiginoso y que las personas con dificultades para poder seguir la frenética carrera tienen riesgo de quedarse atrás en el camino, sobre todo en contextos de incertidumbre.

Castel (2004 citado en Sánchez y Jiménez 2013), en relación a la exclusión social, transmite la idea de trayectoria, de procesos, de personas que desenganchan y caen y estando el proceso multidimensional y multifactorial de exclusión relacionados con dos ejes: el primero, la inserción ocupacional y, el segundo, las relaciones con y en la familia, la comunidad y el asociacionismo laboral. Según el mismo autor, citado por las autoras Sánchez y Jiménez (2013), en este proceso dinámico, existirían tres zonas por las que pueden transitar las personas: de integración, vulnerabilidad y exclusión.

Los factores de equilibrio exclusión-integración, atendiendo a Jiménez (2008), que recoge teorías de Tezanos, Subirats y otros, se encuentran en múltiples ámbitos, con factores de exclusión e integración en relación de los ejes de desigualdad social. Los ámbitos a los que se refiere son: el laboral, el económico, el cultural, el formativo, el sociosanitario, el espacial y habitativo, el personal, el social y el relacional, la ciudadanía y la participación. Por su lado, los ejes de desigualdad social son los relativos al sexo, a la edad, al origen étnico y a la procedencia o lugar de nacimiento.

Esta misma autora, haciéndose eco del cuadro-resumen de la fundación Encuentro (2001), habla de la existencia de perfiles de exclusión con factores tales como: etnia y ciudadanía, género, sociosanitarios, espacial y habitativo, penal y otras, diferenciando inexistencia de circunstancias intensificadoras o existencia de circunstancias intensificadoras que agravan las anteriores como son mujeres víctimas de violencia de género, colectivos sin hogar.

 

Reflexiones

Utilizar la metáfora de la intervención como un camino, en el que existen obstáculos, cuestas arriba y abajo y diferentes personas con las que te encuentras y compartes tu caminar, es útil para entender la dinámica de los procesos de trabajo.

En el trabajo social los caminos no son rectos, encontrándonos a veces piedras u obstáculos que debemos saltar o rodear para reconducir sin olvidarnos de la meta, siempre consensuada y compartida por el usuario y negociada con el mismo.

Como en las historias que se narran en los libros, los protagonistas de su vida son los usuarios, siendo nuestro papel, el del trabajo social, muy diverso. Así, en contextos voluntarios de ayuda el papel puede ser asistencial, de consulta, terapéutico, de evaluación, formativo/informativo. Mientras que en contextos involuntarios es percibido por la persona como un papel de control, ya venga derivado de normativa, de declaraciones administrativas o judiciales o de varias de ellas a la vez. No obstante lo anterior, en estas situaciones siempre tiene capital importancia el vínculo profesional.

Es importante tener en cuenta la atención centrada en la persona o la familia teniendo presente la autodeterminación de la misma y la heterogeneidad de las situaciones y de los factores, tanto de riesgo como de protección, que inciden en ella. Siempre es preciso considerar la interseccionalidad a la hora de trabajar de manera transversal las problemáticas que nos encontramos.

A lo largo del ciclo vital aparecerán diferentes crisis o transiciones que pueden ser, según Lovo (2020), normativas en el sentido de esperables o previsibles y no normativas en el sentido de inesperadas y acumuladas en lapsus cortos y limitados en el tiempo.

Hay que partir de la premisa del ciudadano como sujeto de derechos. La figura del trabajador social como profesional de referencia, tal y como se indica en diversas leyes de servicios sociales de diferentes autonomías (por ejemplo, Andalucía, Extremadura, La Rioja o Canarias) es asimilable en el ámbito sanitario al médico de cabecera de atención primaria o de familia. Lo anterior no obsta para que, en ciertos momentos de la intervención en programas o equipos específicos, sea más intensa la presencia de otros profesionales tales como educadores, psicólogos, integradores sociales… o que en otras comunidades autónomas no se especifique (como Cantabria o Castilla León, entre otras), según el momento o la evolución del proceso personal y/o familiar. El profesional del trabajo social se constituye como un coordinador o un nexo de unión, acompañante, facilitador con otras entidades y organismos. Todo ello aparte de la intervención que se realiza en solitario o en el marco de equipos de intervención de la propia institución u organismo para el que trabaja y en el trabajo en red con otras entidades, organismos o sistemas de protección social para lograr dar una atención integral.

El trabajo conjunto, coordinado, multi e interdisciplinar, con el objetivo común del bienestar de la persona y la familia, enriquece a los equipos y da calidad a la intervención. Con este trabajo conjunto se consigue una visión holística de la persona en diferentes ámbitos y áreas en las que la persona y /o la familia pueda tener dificultades y potencia las fortalezas que poseen.

¿Hay demanda en el contexto del trabajo social o no la hay por parte de la persona/familia objeto de intervención?  

El inicio del camino puede ser de lo más diverso, ya sea por conciencia de necesidad de ayuda, por derivación o por información colateral de necesidad de apoyo. El primer contacto usuario-profesional es fundamental, ya que de ahí puede derivar la construcción incipiente de un vínculo y suponer el génesis de la intervención profesional. La intervención no está exenta de altibajos y de ahí la gran capacidad de reformular que precisan los diferentes profesionales.

La hoja de ruta o mapa, que se va a utilizar profesionalmente para apoyo a las personas, son los proyectos de intervención de las personas/familias entendiendo que interaccionan dentro de contextos comunitarios a través de la colaboración de los diversos agentes presentes en las comunidades que van a poder apoyar en estos procesos.

Esos proyectos de intervención cuentan con sus metodologías, fases (estudio/investigación, diagnóstico, planificación, ejecución y evaluación), herramientas, tiempos, objetivos, recursos, indicadores de evaluación, entre otros, siendo el principal protagonista el usuario el grupo o la familia. Estos proyectos adquieren diferentes formas según el colectivo con el que se interviene, aunque conservando la misma esencia; así, en la dependencia, programa individual de atención; en la inserción sociolaboral, itinerarios de inserción; en las familias, proyectos de intervención familiar…

La capacidad de resiliencia de los profesionales ante las crisis que puedan surgir, según Palma (2021), implica:

  1. reflexividad, nuevas oportunidades y aprendizajes;
  2. proactividad como capacidad de anticiparse y reducir efectos negativos;
  3. colectividad como forma de actuar junto con los otros creando redes y
  4. creatividad, apertura a lo nuevo y flexibilidad para asegurar la transformación y respuestas eficaces en situación de crisis.

En el camino, aunque no nos demos cuenta, muchas veces por labor callada, nos encontramos, entre las personas con las que trabajamos codo con codo, con superhéroes o superheroínas, luchadores incansables por la mejora de su situación, para mejorar su calidad de vida. Sin ánimo de exhaustividad podemos considerar luchadores incansables:

  • a los cuidadores de personas en situación de dependencia, sobre todo en cuidados de larga duración, muchas veces a dedicación completa o con doble jornada la laboral y la de cuidados;
  • las personas con diversidad funcional que día a día luchan contra barreras físicas, comunicativas y sociales;
  • familias monoparentales que hacen equilibrios entre lo familiar, el trabajo y lo económico,
  • personas en situación de sinhogarismo;
  • personas con diagnóstico de salud mental que luchan para superar estigmas;
  • personas afectadas de adicciones;
  • personas de diverso origen étnico con barreras culturales y sociales;
  • perceptores de rentas mínimas;
  • las personas en proceso de duelo;
  • víctimas de violencia de género y tantos otros.

Para todas las personas que he atendido y para las personas que atenderé, mi máximo respeto y admiración. Espero haber conseguido hacer ese caminar más llevadero para llegar a destino.

 

Propuestas

¿Qué podemos hacer para acompañar en el recorrido del camino?

  • Ampliemos la mirada nos va ayudar a ver a la persona más a allá de la situación de dificultad por la que pueda estar pasando, centrándonos en la unicidad de cada persona con su núcleo familiar y comunidad en la que se integra o trata de integrarse buscando las estrategias de intervención más adecuadas de acción en función de todo lo anterior.
  • Ayudemos a eliminar prejuicios y estereotipos sobre lo diferente, mostremos la diferencia como la virtud y lo especial de la esencia de cada uno.
  • Demos voz y escuchemos empáticamente y atentamente a lo que dicen nuestros interlocutores.
  • Observemos lo no verbal para percibir y detectar qué es lo que no dicen y entender lo difícil que es ahondar sobre sí mismo y reconocer lo que uno es, cómo se comporta y siente generando un diálogo interno que remueve la conciencia y actúa como un verdadero terremoto. Precisando cada uno un tiempo para gestionar la conciencia de problema, posicionarse ante el mismo y avanzar hacia la acción.
  • Pensemos que todos podemos aportar ideas, puntos de vista, poner el foco en cuestiones que otros les pasan desapercibidas, pero no por ello dejan de ser importantes. Las cosas se ven diferentes según edad, cultura y vivencias de cada uno. Escuchando podemos aprender y actuar de mejor manera para nuestro interlocutor.

 

A modo de conclusión

A lo largo de mi trayectoria profesional, he aprendido mucho. No solo sobre la ciencia del trabajo social, su práctica, las metodologías y sus herramientas, sino de las relaciones humanas y la gran capacidad de resiliencia de las personas.

No hay soluciones universales, pero las buenas prácticas propias y las que vemos en otros colegas de profesión, así como en otros equipos profesionales, nos hacen reflexionar y animan a intentar nuevas formas de hacer. La transferencia del conocimiento como profesionales ayuda a crecer. Todo el mundo podemos aportar nuestro granito de arena.

De acuerdo con Castel (2014) queda trabajo por hacer en el sentido de luchar por el pleno reconocimiento de los derechos de las personas en situación de vulnerabilidad social y nosotros debemos acompañarlos en este largo y sinuoso camino.

 

Referencias bibliográficas

Carmona, D. y Fernández, R. El concepto de profesional de referencia en los servicios sociales: Un análisis crítico desde múltiples criterios éticos, lógico-formales y metodológicos. https://www.copgipuzkoa.eus/images/documentos/Concepto-de-profesional-de-referencia-en-servicios-sociales.pdf

Castel, R. (2014).”Procesos de exclusión social en un contexto de incertidumbre”. Revista Internacional de Sociología Vol. 72, extra 1, 15-24, junio 2014 ISSN: 0034-9712; eISSN: 1988-429X DOI:10.3989/ris.2013.03.18

Jiménez, M. (2008) “Aproximación teórica de la exclusión social: Complejidad e imprecisión del término. Consecuencias para el ámbito educativo”. Estudios Pedagógicos XXXIV, Nº 1: 173-186. Doi: 10.4067/S0718-070520080001000107

Lovo J. “Crisis familiares normativas”. Aten Fam. 2021;28(2):132-138. http://dx.doi.org/10.22201/fm.14058871p.2021.2.78804

Palma, M. de las O. (2021) “El Trabajo social ante las situaciones de crisis: ¿Resistir o Resiliar?” TSDifusión. ISNN 2341-0345. https://www.tsdifusion.es/el-trabajo-social-ante-las-situaciones-de-crisis-resistir-o-resiliar

Sánchez Alías, A.; Jiménez Sánchez, M. (2013). « Exclusión Social: Fundamentos teóricos y de la intervención”. Trabajo Social Global. Revista de Investigaciones en Intervención Social, 3 (4), 133-156

 

Número 21, 2025
Ciencia social

El odio al migrante se consolida, y el odio a la población gitana se acrecienta. Evolución del sentimiento de discriminación étnica en España: xenofobia y antigitanismo

Paula Yélamo Pinto. Técnico de educación de Fundación Secretariado Gitano

 

1. Introducción

España es una sociedad democrática donde debería primar la defensa de los Derechos Humanos y la lucha por la igualdad entre todas las personas, y por tanto es esperable que los actos discriminatorios reduzcan progresivamente su frecuencia. Sin embargo, entre 2018 y 2024 los indicadores del sentimiento de discriminación han empeorado considerablemente: en 2018, el 87,5% de las personas que respondieron a la Encuesta sobre Integración y Necesidades Sociales de la Fundación FOESSA afirmaron que, en su hogar, nadie en el último año había sentido discriminación; en 2024, el porcentaje ha bajado al 81%. Esto significa que cada vez son más las personas que se sienten discriminadas en su día a día.

Con todo, hay un tipo de discriminación que parece manifestarse con mucha más virulencia que otras: la discriminación por motivo de nacionalidad, origen étnico o racial, que afecta además con mucha más severidad a la comunidad gitana. En este artículo se analizarán estos datos, y se tratarán algunas implicaciones de esta problemática.

 

2. Discriminación étnica: se consolida la xenofobia

A nivel general, es posible afirmar que el sentimiento de discriminación ha aumentado, pues si en 2018 el 12,5% de las personas encuestadas afirmaban que ellas o algún miembro de su hogar se había sentido discriminada en el último año, en 2024 era el 19% las que habían sentido lo mismo. El sentimiento de discriminación, sin embargo, no se ha desarrollado de la misma manera para todos los tipos de discriminación, lo que se evidencia si comparamos los datos de 2021 y 2024[1].

Porcentaje de hogares con sentimiento de discriminación por tipología en 2018, 2021 y 2024
Tabla de fabricación propia a partir de las bases de datos de la Encuesta FOESSA.

Son varios los tipos de discriminación cuya virulencia ha aumentado. No obstante, de entre todos los tipos de discriminación, hay uno cuya evolución destaca sobre las demás: el sentimiento de discriminación por nacionalidad, origen étnico o racial, que pasó de ser un 5,9% en 2021 a un 7,7% en 2024. Si miramos los datos con detenimiento podemos comprender mejor cómo se comporta esta realidad.

 

Porcentaje de hogares con sentimiento de discriminación por nacionalidad, origen étnica o racial o sin ningún tipo de sentimiento de discriminación, desagregado según la nacionalidad de los miembros del hogar.

 

Tabla de fabricación propia a partir de las bases de datos de la Encuesta FOESSA.

Las personas que afirmaron haber sentido este tipo de discriminación fueron en su mayoría extranjeras o pertenecientes a un hogar de origen o nacionalidad extranjera, lo que vincula directamente estos indicadores con una cuestión que cada vez sangra más: la xenofobia.

El aumento del odio va ligado directamente a la nacionalidad de la persona: si analizamos la última variable recogida en la tabla (No nunca, respondiendo a si se han sentido discriminados), salta a la vista que los hogares en los que todos los miembros tenían nacionalidad española presentaban un sentimiento de discriminación general diez puntos más alto que el de los hogares con al menos un miembro extranjero. Este indicador también ha empeorado en los últimos años: mientras que el sentimiento de discriminación para los hogares nacionales solo ha variado un punto, el de los hogares con al menos un miembro extranjero ha variado diez, lo que se traduce en un aumento del sentimiento de discriminación.

Otra muestra de que la xenofobia está consolidándose, y por tanto extendiéndose e identificando como objetivos otros colectivos, es el hecho de que el sentimiento de discriminación por nacionalidad, origen étnico o racial también tiende a aumentar en los hogares donde al menos un miembro tiene la nacionalidad española, aunque esta es mucho mayor para los hogares que tienen algún miembro extranjero en su seno.

El hecho de que todas las personas miembros del hogar sean nacionales no las excluye de pertenecer a alguna minoría étnica o de ser racializadas: la sociedad española es inherentemente diversa, y existen minorías étnicas que son autóctonas de España (por ejemplo, la etnia gitana). Asimismo, no todas las personas racializadas son migrantes de primera generación: los hijos e hijas de migrantes nacidos en España, por ejemplo, tienen nacionalidad española y la herencia étnica de sus progenitores. También hay migrantes pertenecientes a minorías étnicas que consiguen la nacionalidad 10 años después de residir en España, o en dos años si hablamos de población migrante latinoamericana.

Todo esto se traduce en que el odio se está extendiendo. El estado jurídico de la persona (lo que se dice coloquialmente el tener papeles) no exime a nadie de que se cuestione su legitimidad y su pertenencia a la sociedad en la que se desenvuelve y a la que aporta económica, social y culturalmente.

 

Porcentaje hogares con sentimiento de discriminación por tipología y sexo de la persona sustentadora principal del hogar, 2024.

Tabla de fabricación propia a partir de las bases de datos de la Encuesta FOESSA.

 

Cabe recalcar también que, al desagregar los datos por género, son las mujeres quienes más discriminadas se sienten en casi todas las categorías. En la categoría de nacionalidad se aprecia la mayor diferencia, donde dos sangrantes puntos nos recuerdan que quienes más discriminación sufren son quienes más oprimidas están por el sistema, ya que la discriminación siempre es interseccional.

 

3. Antigitanismo: el odio cumple 600 años

Con todo, en España hay una minoría étnica en la que el sentimiento de discriminación identificado es gravemente superior al de las demás minorías: la etnia gitana.

 

Porcentaje personas encuestadas con sentimiento de discriminación por nacionalidad, origen étnico o racial o ninguno según origen étnico, 2024.

Tabla de fabricación propia a partir de las bases de datos de la Encuesta FOESSA.

 

Si miramos los datos del sentimiento de discriminación según la etnia a la que cree pertenecer la persona encuestada, la brecha es evidente: mientras que el 83,5% de las personas no pertenecientes a ninguna etnia concreta dijeron no haber sufrido ninguna situación de discriminación, solo el 37,1% de las personas gitanas encuestadas afirmaron lo mismo. O, dicho de otra manera, el 62,9% de las personas gitanas encuestadas se sintieron discriminadas en algún momento durante 2024.

Específicamente, vemos que el 58,6% de las personas que respondieron a la encuesta y se consideraban pertenecientes a la etnia gitana se sintieron discriminadas por nacionalidad, origen étnico o racial durante 2024. Asimismo, el de la población gitana fue el grupo étnico que más discriminación por motivos étnicos sintió en 2024, más incluso que el de las personas racializadas que, aunque también reflejan situaciones discriminatorias muy graves (el 44,8% afirmaron haberse sentido discriminadas por motivos étnicos), presentan cifras considerablemente menores)

Esta brecha en el nivel de racismo sentido no solamente lo avalan los datos presentados a raíz de la EINSFOESSA, sino que otras instituciones también nos hablan del elevado sentimiento de discriminación que percibe la comunidad gitana. El Estudio y abordaje de la discriminación por motivos étnicos 2024 de la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (FAKALI: 3) indica que el 71% de las personas gitanas encuestadas se sintieron discriminadas en 2024. Sin embargo, y por desgracia, la discriminación no siempre es denunciada, la Fundación Secretariado Gitano atendió 384 casos denunciados de discriminación antigitana: 65 en acceso a bienes y servicios, 63 en medios de comunicación, 32 en materia de empleo, 28 en vivienda, 27 en el ámbito educativo, 13 delitos de odio, 11 relativos a discriminación policial, y 9 en el ámbito de la salud (FSG: 11-22).

El nivel de marginalización y criminalización que sufre este grupo étnico es muy grave; los prejuicios y estereotipos sobre la comunidad gitana están tan arraigados en la mentalidad colectiva que han acabado por tener una repercusión directa en sus oportunidades vitales. Así lo expresaron las propias personas gitanas encuestadas por el Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE) en el estudio El impacto del racismo en España. Percepción de la discriminación por origen racial o étnico por parte de sus potenciales víctimas en 2024. En él, es observable cómo la población gitana era la comunidad étnica que en 2024 consideraba que tenía una peor imagen entre la población española: un 93% de las personas gitanas encuestadas pensaban que el ser gitano se asocia a características negativas, entre las que resaltaban Delincuentes, mafiosos, traficantes, prostitución, robos… (28%) y Vagos, flojos, trabajan poco (17,1%). Asimismo, el 85,7% pensaban que la imagen no se corresponde con la realidad. (CEDRE: 32-38).

Estos datos son una manifestación del estigma social que acompaña a las personas gitanas y del odio del que son objetivo, porque el hecho de que una idea sobre cómo la sociedad las percibe sea compartida implica que las situaciones que lo explicitan también se comparten, y que el odio se manifiesta contra la comunidad como tal y no contra una persona individual. La construcción además de esa imagen social es un proceso que se cuece a fuego lento, y que en el caso de la población gitana empezó a fraguarse hace 600 años, cuando se documenta que llegaron por primera vez a España. La imagen de la comunidad gitana es tan negativa y firme que hay incluso frases en el diccionario popular que hablan de ella, evidentemente de forma despectiva. Las personas gitanas escuchan desde la infancia lo que la sociedad piensa que serán, crecen recibiendo mensajes negativos sobre su etnia y cultura, y acaban formando parte de ese 93% que cree, no sin base experiencial para respaldarlo, que el país en el que viven les odia.

 

4. Conclusiones

El sentimiento de discriminación, en términos generales, no ha hecho más que crecer en los últimos años. Esto significa que las acciones discriminatorias, sean estas explícitas o implícitas, han aumentado en frecuencia en los últimos tres años.

Esto se debe a que la sociedad está experimentando un retroceso en materia de tolerancia hacia lo diferente, lo opuesto y lo diverso. La frecuencia de los delitos de odio, según el Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España (Ministerio del Interior, 2023), en 2023 los delitos de odio aumentaron un 21,35%, lo que pone de manifiesto que no solamente hay más discriminación, sino que las acciones asociadas a esta cada vez son más graves.

El aumento de estos se debe a que los discursos de odio, que se centran en las minorías y que suelen promover los círculos cercanos a la extrema derecha, está provocando una normalización del odio. Esta se traduce en que realizar acciones discriminatorias no solo está menos mal visto, sino que para ciertas personas resulta incluso deseable, y provoca no solo que las personas se sientan más discriminadas, sino que las situaciones discriminatorias afecten directamente a su vida diaria, ya que ven cada vez más vulnerados sus derechos a sentirse seguras, protegidas y libres.

Especialmente, se observa un aumento pronunciado de la frecuencia del sentimiento de discriminación por motivos de nacionalidad, origen étnico o racial, que no es otra cosa que una manifestación visible del posible aumento de la xenofobia que sufre nuestra sociedad.

Asimismo, las mujeres sienten más discriminación por motivos étnicos que los hombres, y se observa cómo, poco a poco, las personas con nacionalidad española comienzan también a sufrir una discriminación que no se reflejaba antes. Una parte de esta nueva población discriminada seguramente se trate de personas racializadas, nacionalizadas españolas o hijos de migrantes. Sin embargo, algo más debe explicar estas cifras, ya sean cambios en la percepción de la población sobre lo que puede ser sentido como discriminación, porque la discriminación es ahora más explícita o porque han aparecido nuevos elementos que se identifican como motivo para discriminar.

Finalmente, el grupo étnico que más discriminación siente es el de la población gitana. El tipo de odio que perciben está estrechamente vinculado con la imagen de su comunidad que ha dominado durante siglos el imaginario español, y que no solamente es negativa y ofensiva, sino que acaba por repercutir en las esperanzas y las condiciones de vida de las personas gitanas. La discriminación se traduce en la vulneración de derechos, y en la falta de acceso a ámbitos como el empleo, la vivienda o la educación, sin los que es imposible vivir con plena dignidad.

 

Referencias bibliográficas

Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial y Étnica (CEDRE). (2024). El impacto del racismo en España. Percepción de la discriminación por origen racial o étnico por parte de sus potenciales víctimas en 2024 (9-38). Gobierno de España. Ministerio de Igualdad.

Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (FAKALI). (2024). Estudio y abordaje de la discriminación por motivos étnicos 2024 (1-4)

Fundación FOESSA. (2018). Encuesta sobre integración social y necesidades sociales (EINSFOESSA). Madrid. Cáritas Española.

Fundación FOESSA. (2021). Encuesta sobre integración social y necesidades sociales (EINSFOESSA). Madrid. Cáritas Española.

Fundación FOESSA. (2024). Encuesta sobre integración social y necesidades sociales (EINSFOESSA). Madrid. Cáritas Española.

Fundación Secretariado Gitano. (2024). Discriminación y Comunidad Gitana. Informe Anual FSG 2024 (29-155).

Ministerio del Interior. (2023). Informe sobre la Evolución de los Delitos de Odio en España (9-21). Gobierno de España.

 

[1] * Ya que en 2018 la encuesta no consideraba varias de las preguntas que resultan relevantes para el análisis, vamos a comparar los datos de 2021 y 2024.

 

Número 21, 2025
Con voz propia

Nombrar y des-nombrar

Voiced by Amazon Polly

Pepa Torres PérezTeóloga feminista y activista por los derechos de los migrantes

Acabo de leer un libro fascinante que recomiendo encarecidamente titulado Oreja Madre[1], de Dany Zelco, un artista activista argentino judío, no sionista, que lo ha escrito para exorcizar y desmantelar la narrativa de la identidad judía hegemónica en el contexto del genocidio palestino y las políticas de la crueldad y la Internacional del odio que hoy atraviesa nuestro mundo. Un libro que pone patas arribas muchas creencias y narraciones y reivindica el poder de nombrar y des-nombrar para desarmar las repeticiones que hacen daño.  

¿Cómo nombrar nuestros miedos y des-nombrar la violencia que produce sobre otros y otras? El libro de Dany Zelco nos recuerda también que desde hace décadas al clímax de la inhumanidad se le llama nazismo, pero que las nazificaciones van y vienen para describir lo intolerable, para marcar el enemigo absoluto. Así, Israel nazifica a los y las palestinas y Trump nazifica a los musulmanes y a las personas migrantes[2]. Salvando las distancias que pueda haber ¿A quién nazificamos nosotras y nosotros hoy? ¿Cómo afrontar y des-armar los discursos y las prácticas de odio que se extienden entre nosotros y nosotras a nivel global? ¿Qué aporta el Evangelio en ese desarme? ¿Sólo buenismo, como nos critican algunos y algunas? ¿O puede y debe hacer alguna propuesta política entendiendo lo de política en sentido amplio y no solo identificándolo con los partidos y mucho menos con las derechas y las ultraderechas del mundo, con la Internacional Neofascista?

La construcción del diferente como enemigo y como no persona pasa por un proceso de cosificación  del otro que manejó con una inteligencia perversa Goebells, el ministro de Propaganda de Hitler, pero que hoy manejan las fakes news y las redes sociales convirtiendo en noticia lo que no es más que un bulo y haciéndolo pasar por verdad objetiva y verificable : los inmigrantes se comen las mascotas, nos quitan el trabajo, son delincuentes, abusan y maltratan a las mujeres, nos están islamizando y pervirtiendo nuestras costumbres, etc.¿ Cómo desmantelar estos discursos y poner en su lugar narrativas alternativas?¿Cómo pasar de la lógica del enfrentamiento al diálogo y al encuentro?.

Propongo algunas pistas:

1-Proximidad, y reconocimiento. El cuerpo a cuerpo nos saca de la abstracción de las ideas y nos permite reconocer lo que tenemos en común como seres humanos liberándonos de estereotipos o prejuicios. O dicho en el lenguaje de Fratelli tutti: Acercarse, expresarse, escuchar, mirar conocerse, tratar de comprender, buscar puntos de contacto, reconocer la diversidad y respetarla, porque el todo es superior a las partes y las diferencias puedan convivir enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque ello implique discusiones que hemos de aprender a gestionar (FT 198-224).

2-Escucha y mirada desarmada a los otros/as. Sin proyectar prejuicios ni pre-concepciones que buscan enfrentarnos y sitúan a unos/as por encima o por debajo de otros/as. Mirar a los y las demás y a uno mismo de forma capacitante, poniendo el foco en las posibilidades y no sólo en la carencia. Una mirada generadora de vínculos que interrelacione y disponga a la confianza y generar un nosotros cada vez más amplio, porque lo que lleva siempre al naufragio es el aislamiento y lo que siempre nos libera es la relación. Cuidar lenguajes orales y corporales, gestos que incluyan y ayuden a desmontar estereotipos, generalizaciones, sean respetuosos con la diversidad y el reconocimiento de la dignidad de todas las personas con independencia de su género, orientación sexual, color de su piel, status económico, etc.

3-Fomentar el diálogo constructivo. Nadie posee toda la verdad. La verdad es sinfónica. Entre el blanco y el negro hay una amplia gama de grises. Esforzarnos en la convivencia y la vida política en encontrar confluencias y dejar espacio a la diferencia y la discrepancia. sin dejarnos provocar por modos impositivos, manipuladores o violentos. El diálogo efectivo es una herramienta crucial para desmantelar la ideología y los populismos que se basa en la división, el odio, la supremacía. El fascismo encuentra su caldo de cultivo más propicio en los ecosistemas donde la incomprensión, el malestar social, la pérdida de confianza en personas e instituciones avanza. Sin embargo, conversar de forma abierta y sincera, fomentando el diálogo mutuo y la reciprocidad a nivel que sea posible facilita que las personas podamos confrontar nuestros miedos y prejuicios y bajar nuestros mecanismos de defensa y proyección sobre otros.

4- La apuesta constante y terca por el diálogo y la tolerancia desde la sabiduría de la no violencia activa y la desobediencia civil: No en nuestro nombre. Un diálogo que trata de ir más allá del diálogo dialéctico, para llegar a una auténtica comprensión del otro, que permita una verdadera comunicación mutua, del que emerja un lenguaje común que atraviese los límites del lenguaje propio. Un diálogo flexible y abierto a un mutuo enriquecimiento, que nos lleve a estar dispuestos a ceder algo por el bien común.

5-Empatía y amabilidad. Ejercitar la capacidad de intentar ponernos en la piel del otro, y hacerlo revisando prepotencias o subalternidades que podemos tener introyectadas. Junto a ello ensayar lenguajes que alienten y conforten, que estimulen, en lugar de palabras que humillan, irritan desprecian (…) porque la empatía y la amabilidad permiten la búsqueda de consensos y abren caminos donde la exasperación destruye todos los puentes (F T 198-224).      

6-Cuestionar la autosuficiencia y acoger la propia vulnerabilidad ofreciéndonos amparo mutuamente. Lo que nos hace más humanos no es la prepotencia, la intolerancia, el dogmatismo excluyente, sino la capacidad de saber convivir haciendo hueco a la diversidad que nos constituye como humanidad y aprendiendo a cuidarnos colectiva e inclusivamente, afrontando juntos los riesgos que nos amenazan como especie y como casa común. Frente a la cultura de la indiferencia, la resignación, la impotencia, el no hay nada que hacer, cultivar el sostén mutuo, la organización colectiva y la creatividad. Multiplicar dones, capacidades potencialidades desde la vulnerabilidad compartida, porque la vulnerabilidad si se colectiviza puede hacerse potencia.

7-Compartir relatos de resistencias y búsquedas que nos estimulen, porque “no siempre   gana Goliat” y necesitamos narrárnoslo y celebrarlo. La risa, la fiesta, la celebración, el humor son también importantes como formas de resistencia que estimulan y fortalecen la cultura del encuentro.

8-Fomentar pensamiento crítico, la memoria histórica y la importancia de los contextos. Esto nos hará más conscientes de la complejidad de la realidad, de las causas y consecuencias de comportamientos acciones u omisiones personales.

9-Alfabetización mediática.  Evaluar la credibilidad de las fuentes de lo que escuchamos y circula por las redes. Desarrollar habilidades que identifiquen sesgos e intereses que hay detrás de las comunicaciones y mensajes.

10-Promoción de valores democráticos y la cultura de la participación critica, frente al autoritarismo (respeto a la diversidad, negociación, procesos).

11-Promoción de una justicia más allá del punitivismo, que busque no solo castigar sin reparar daños, promover cultura de la paz y la justicia restaurativa.

12-Ampliar el concepto de seguridad. Una seguridad que lo sea para todas y todos, desde un enfoque de derechos humanos y no tanto militarista. Hace unos años hice una pequeña encuesta a amigos y amigas migrantes sobre lo que significaba para ellos y ellas la seguridad y me respondieron cosas como las siguientes: tener una casa para vivir, no ser identificado en una redada por el color de mi piel, no ser acosada por mi jefe por ser mujer y brasileña y si lo soy que no se presuponga que algo abre hecho para provocarle. Por eso la seguridad tiene que ver también con las políticas de equidad, con políticas públicas inclusivas y transparentes que devuelvan la confianza en las instituciones.

Como Dany Zelco en su fascinante Oreja Madre estoy convencida que ante la realidad que nos atraviesa como civilización y como planeta no podemos ser ni plañideras, ni meros espectadores y espectadoras, sino que nos toca también ser llave para recuperar y resignificar la cultura del encuentro y la democracia participativa e inclusiva.

[1] Dany Zelco, Oreja Madre, Buenos Aires, Caja Negra, 2025

[2] Ibid., pág. 198

 

Número 21, 2025
Conversamos

Del bienestar al biencuidar

Puedes escuchar la conversación con Raúl Flores en YoutubeiVoox Spotify.

Número 21, 2025

 

En marcha

Aproximarse a lo inaccesible. El pacto de silencio de la infancia que viaja en solitario

Natalia Arcajo Fuentes. Técnica de investigación en ZIES Investigación y Consultoría

Puedes encontrar a Natalia en Linkedin.

 

Introducción  

Los sistemas de protección a la infancia trabajan con niños y, sobre todo, con jóvenes varones que han migrado solos, recorriendo trayectos que a menudo se prolongan durante años. En ese tiempo han atravesado fronteras, desiertos y mares, y han soportado violencias físicas, institucionales y sexuales que marcan de manera indeleble sus biografías. Al llegar, se encuentran con un sistema autonómico que, al menos sobre el papel, debe garantizar el respeto de sus derechos fundamentales.

Este artículo reflexiona sobre la labor profesional de las ciencias sociales ante lo que parece un pacto tácito de silencio en esta población. Un silencio que funciona como estrategia de supervivencia, pero que también marca el límite a la hora de articular respuestas efectivas desde los servicios sociales y la investigación.

 

La infancia migrante

Jon es de Guinea. Llegó en patera a Motril con 16 años. Allí permaneció unos meses en un centro de acogimiento residencial y después lo trasladaron a otro. Cuando cumplió la mayoría de edad abandonó el sistema de protección. Su historia fue un interrogante para la mayoría de profesionales que trabajaron con él. Una corta estancia en los diferentes recursos, la barrera idiomática, la desconfianza institucional o la resistencia a verbalizar su experiencia personal explican por qué, en muchos casos, apenas se llega a conocer la realidad de estos chicos.

Al estar bajo la guarda del Estado, son las instituciones quienes deben velar por el interés superior del menor. Esto implica algo más que cubrir necesidades básicas: exige comprender en profundidad sus historias, los eventos de alta intensidad que han vivido y los factores de riesgo que arrastran. Solo desde ese conocimiento es posible prevenir consecuencias peores.

Los datos del Estudio sobre Violencia Sexual en el Sistema de Acogimiento Residencial de Aragón (Arcajo et al., 2023) reflejan estas sombras. En los casos de agresiones sexuales solo aparece un joven proveniente de África central, pese a que este colectivo representa una proporción significativa en la muestra y en el sistema de protección en general. En la categoría de explotación sexual no hay ningún caso registrado. Lo que a simple vista puede parecer la ausencia de incidencia es, en realidad, un vacío de información: no es que no existan los casos, sino que el sistema no logra detectarlos ni registrarlos.

Esta realidad evidencia las barreras entre los chicos y el sistema de protección. La investigación social trata de aproximarse al fenómeno con encuestas, entrevistas y estadísticas, pero surgen preguntas incómodas: ¿puede un cuestionario llegar a un niño que no sabe leer? ¿puede una entrevista con un desconocido traspasar el muro de silencio? ¿existen técnicas capaces de acceder a lo que permanece oculto? Y, sobre todo: ¿cómo diseñar políticas públicas ajustadas si no somos capaces de conocer esta realidad? Aproximarse a lo inaccesible no es una metáfora del trauma, sino la constatación de que el entramado institucional se queda mudo frente a una vivencia que desborda sus herramientas.

 

El interés superior del menor como eje transversal

La Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 reconoce el interés superior del menor como un principio jurídico universal y un criterio rector en todas las medidas que le conciernan. Su artículo 3 establece que debe ser una consideración primordial, el 3.2 obliga a los Estados a garantizar la protección y los cuidados necesarios para su bienestar, y el artículo 19 dispone la obligación de proteger al niño frente a toda forma de violencia.

En el plano interno, la Constitución española recoge en su artículo 39.4 que la infancia gozará de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos. Este mandato, ubicado entre los principios rectores de la política social y económica, no es un derecho fundamental directamente exigible, pero sí impone una obligación clara al Estado y a las administraciones públicas.

A ello se suman normas específicas que refuerzan este marco. La Ley Orgánica 1/1996, de Protección Jurídica del Menor, reformada en 2015, establece la prioridad del interés superior en todas las decisiones que afecten a la infancia y explicita la obligación de escuchar a los niños en los procedimientos que les conciernan. Más recientemente, la Ley Orgánica 8/2021, de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia (LOPIVI), ha consolidado un marco más garantista frente a la violencia, reconociendo de manera específica la situación de los menores en el sistema de protección.

En este ámbito, el Plan de Acción contra la Explotación Sexual de Niñas, Niños y Adolescentes del Sistema de Protección en España reconoce a estos menores como un colectivo con una vulnerabilidad mayor, y reclama una atención especializada frente a los riesgos de abuso y explotación sexual.

Así, nos encontramos ante un marco jurídico que subraya la especial vulnerabilidad de la infancia bajo medida de protección, y que prima la protección integral de los niños y niñas frente a cualquier forma de violencia, otorgando un lugar central a su voz y protagonismo.

 

El silencio institucionalizado

Para hacer efectiva la escucha hacen falta recursos humanos y técnicos en los centros de acogimiento residencial. La cotidianeidad de un centro, marcada por la urgencia, dificulta un trabajo profesional que vaya más allá de apagar fuegos. Además, la duración de la estancia condiciona la posibilidad de establecer vínculos de confianza entre un joven y una educadora. A esto se suman condiciones laborales precarias, una dotación insuficiente de recursos y un panorama que en nada favorece la creación de espacios seguros.

El sistema no logra generar condiciones reales para escuchar. Lo que debería ser la base de la intervención —la voz del menor— se diluye entre protocolos incompletos y recursos insuficientes. Más allá de la voluntad individual de quienes trabajan en primera línea, falta una estructura capaz de transformar esas historias en conocimiento útil para la protección.

De este modo, la infancia migrante en solitario vive bajo un doble silencio. Por un lado, el suyo propio: no hablan porque no hay condiciones para hacerlo. El idioma, la desconfianza hacia las instituciones o el miedo a que sus palabras tengan consecuencias jurídicas los lleva a callar. Y aquí hay que subrayar un hecho: los chicos denuncian menos que las chicas. La tasa de notificación de las niñas es entre dos y tres veces superior a la de los niños (Radford et al., 2015). A esa baja notificación se asocian la vergüenza, la culpa y la influencia de elementos culturales (Sorsoli, Kia-Keating & Grossman, 2008). Tanto en los casos de abuso como de explotación existe una mayor invisibilización de niños y adolescentes, reforzada por la socialización de género y el estigma ligado a la homosexualidad, que puede hacer aún más difícil reconocerse como víctima (Josenhans, Kavenagh, Smith & Wekerle, 2020).

Por otro lado, está el silencio del sistema. Unas instituciones que carecen de medios suficientes para escuchar, registrar y dar respuesta a lo que sucede. Lo que no se recoge, sencillamente no existe a efectos de política pública. Con la infancia migrante podría suceder lo mismo, la falta de datos fiables sobre sus trayectorias y necesidades se convierte en un agujero negro que condiciona cualquier intervención.

El silencio del menor se superpone al silencio institucional, y el resultado es una invisibilidad que opera como una segunda vulnerabilidad. Un pacto tácito en el que, sin quererlo, ambos lados quedan atrapados: el niño calla porque el sistema tampoco está preparado para escuchar.

 

Externalización de fronteras: producir lo inaccesible

El silencio de la infancia migrante no empieza en los centros de acogida. Se gesta mucho antes, en los trayectos, donde la violencia se mezcla con la invisibilidad. La llamada externalización de fronteras —los acuerdos por los que la Unión Europea y España delegan en terceros países el control migratorio— ha creado auténticos vacíos de protección.

El caso de Mauritania Palizas, hambre y expulsiones: la violencia en Mauritania que explica la caída de llegadas de cayucos a Canarias (El País, 2025) es ilustrativo. Allí se documentan palizas, hambre, detenciones arbitrarias y expulsiones colectivas de migrantes, incluidos menores. Muchos son abandonados en el desierto, lejos de cualquier registro oficial. España y la UE financian estas prácticas con el objetivo de reducir la llegada de cayucos a Canarias. Y lo logran: las estadísticas muestran un descenso, presentado como éxito político, que en realidad oculta un aumento invisible de violencias.

Estos espacios de contención no solo frenan cuerpos, también borran historias. Para cuando los niños llegan a nuestro país, traen consigo un silencio fabricado por las propias políticas de control. El sistema de protección recibe entonces no solo a un menor con reservas personales, sino a alguien que carga con el peso de un silencio político, construido deliberadamente a miles de kilómetros de distancia.

 

Conclusión: el pacto de silencio colectivo

Las consecuencias de haber experimentado violencia en la infancia son múltiples y graves. Entre ellas destacan la mayor probabilidad de realizar conductas delictivas, desarrollar trastornos de la alimentación, sufrir problemas físicos de salud, consumo y abuso de sustancias, ideación y conducta suicida o autolesiones (Feiring, Miller-Johnson & Cleland, 2007). Además, el hecho de ser víctima de abusos o presenciarlos aumenta la probabilidad de convertirse en agresor en etapas posteriores (Echeburúa & De Corral, 2006).

El trabajo con la infancia bajo medida de protección ha de velar por sus derechos, por su seguridad y por la prevención de futuras consecuencias. En definitiva, debe garantizar su dignidad como seres humanos. El pacto de silencio de la infancia migrante pone en evidencia los vacíos institucionales y administrativos ante un colectivo con características propias, que requiere respuestas adecuadas y específicas.

Ese pacto de silencio no es solo suyo. También lo firma la sociedad cuando prefiere mirar hacia otro lado, cuando tolera sistemas de protección desbordados, cuando no dota de medios suficientes a quienes acompañan y cuando externaliza fronteras para producir zonas de invisibilidad.

Aproximarse a lo inaccesible no significa forzar al niño a hablar, sino exigir que el sistema se prepare para escuchar. Significa aceptar que el silencio de la infancia migrante es un espejo incómodo de nuestras propias carencias. Y significa, sobre todo, que el deber ético de la investigación y de los servicios sociales no es arrancar un relato, sino construir las condiciones para que ese relato, cuando llegue, pueda ser comprendido y protegido.

 

Referencias bibliográficas

Arcajo, N. et al. (2023). Violencia sexual en centros de acogimiento residencial de Aragón: Abuso y explotación sexual en adolescentes. Zaragoza: Instituto Aragonés de los Servicios Sociales, Gobierno de Aragón.

Echeburúa, E. y De Corral, P. (2006). “Secuelas emocionales en víctimas de abuso sexual en la infancia”. Cuadernos de Medicina Forense, vol. 12, núm. 43-44, p. 75-82.

España(1978). Constitución Española. Madrid: Boletín Oficial del Estado. Disponible en: https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1978-31229

Feiring, C., Miller-Johnson, S. y Cleland, C. M. (2007). “Potential pathways from stigmatization and internalizing symptoms to delinquency in sexually abused youth”. Child Maltreatment, vol. 12, p. 220-232.

Josenhans, V., Kavenagh, M., Smith, S. y Wekerle, C. (2020). “Gender, rights and responsibilities: The need for a global analysis of the sexual exploitation of boys”. Child Abuse & Neglect, vol. 110, art. 104291.

Martín, M. (2025). “Palizas, hambre y expulsiones: la violencia en Mauritania que explica la caída de llegadas de cayucos a Canarias”. El País, 27 de agosto de 2025. Disponible en: https://elpais.com/espana/2025-08-27/palizas-hambre-y-expulsiones-la-violencia-en-mauritania-que-explica-la-caida-de-llegadas-de-cayucos-a-canarias.html

Naciones Unidas (1989). Convención sobre los Derechos del Niño. Nueva York: Asamblea General de Naciones Unidas. Disponible en: https://www.ohchr.org/es/instruments-mechanisms/instruments/convention-rights-child

Sorsoli, L., Kia-Keating, M. y Grossman, F. K. (2008). “I keep that hush-hush: Male survivors of sexual abuse and the challenges of disclosure”. Journal of Counseling Psychology, vol. 55, p. 333-345.

Radford, L., Allnock, D. y Hynes, P. (2015). Preventing and Responding to Child Sexual Abuse and Exploitation: Evidence review. Nueva York: UNICEF.

 

Número 21, 2025
A fondo

Reflexiones sobre la evaluación de las políticas públicas: de la epistemología a la estrategia

Fernando Fantova Azcoaga. Titular de Besaldi-Órgano de evaluación de las políticas de empleo e inclusión del Gobierno Vasco

Puedes encontrar a Fernando en X, Facebook y LinkedIn.

 

Desde la experiencia de construcción de Besaldi-Órgano de evaluación de las políticas de empleo e inclusión del Gobierno Vasco, se elabora una reflexión de carácter fundamentalmente epistemológico sobre la complejidad de saberes relacionados con la evaluación de políticas públicas, con consecuencias estratégicas para su institucionalización.

 

Nos propone la querida revista Documentación Social compartir algunas reflexiones sobre la evaluación de las políticas públicas, a partir de la experiencia práctica de estar cocreando Besaldi, el Órgano de evaluación de las políticas de empleo e inclusión del Gobierno Vasco[i]. Después de darle algunas vueltas, hemos decidido proponer a quienes lean este artículo recorrer un edificio imaginario, una fábrica de varias plantas en la que vamos a intentar representar realidades y conocimientos relacionados con la evaluación de políticas públicas. Creemos que la metáfora de la fábrica y la reflexión sobre sus contenidos nos va a permitir expresar y compartir algunas consideraciones que pueden resultar de interés sobre el tema que se nos propone.

Comenzamos la visita accediendo al primer piso del edificio y allá se nos (re)presentan las situaciones o fenómenos de los que se ocupan las diferentes políticas públicas. En el caso de Besaldi, se trata de la inclusión social y del empleo, pero en otros casos pueden ser, por citar tres ejemplos más, la movilidad urbana, la seguridad ciudadana o la calidad del aire. Estos fenómenos o realidades pueden ser vistas, al menos, como necesidades a satisfacer, como bienes a proteger, como capacidades a fortalecer o como derechos a garantizar por parte de las políticas públicas. Por cierto, aunque parece existir la tendencia a nombrar las políticas públicas haciendo referencia al bien protegible del que se ocupan, también pueden, en otros casos, tomar la denominación del mal o del problema que pretenden evitar, paliar o superar. Por eso, entre los fenómenos que podemos encontrar representados en este primer piso de nuestra fábrica también están, por citar algunos, el calentamiento global, la pobreza o la violencia de género. Notemos que la denominación, delimitación, calificación, caracterización o definición de los fenómenos, bienes, males o problemas como tales es todo menos natural y evidente para las políticas públicas. Por ejemplo, ¿da lo mismo hablar de rearme militar que de autonomía estratégica?

En cualquier caso, a la hora de saber sobre estas realidades o situaciones de las que venimos hablando, preferimos contar con esos dispositivos o conjuntos de conocimientos que llamamos ciencias: la geografía, la criminología, la química y así sucesivamente. A veces a estas ciencias que se ocupan de parcelas o aspectos importantes de la realidad se las llama básicas (en contraposición a las llamadas ciencias aplicadas). Ese saber científico incluye el conocimiento del llamado método científico y, dentro de éste, de la investigación científica. Por cierto, hemos de advertir que el análisis de las necesidades a las que da respuesta una determinada política pública (o sea, el estudio de estos fenómenos representados en la planta primera de nuestra fábrica) puede ser realizado por una ciencia básica o pura o por varias de ellas en modo multidisciplinar, interdisciplinar o transdisciplinar. Incluso se puede llegar a dar una intersección, integración o hibridación entre ciencias o, en general, áreas de conocimiento[ii]. El reparto del trabajo entre unas y otras ciencias o disciplinas no siempre es incruento.

La segunda planta de nuestra imaginaria fábrica es la destinada a las actividades (normalmente profesionales) que permiten lograr esos fines o bienes que hemos visto representados en el primer piso. Frecuentemente, las políticas públicas tienen una o unas pocas actividades profesionales que son las esenciales o principales, como podría ser el caso de la medicina dentro de la política pública de salud o de la arquitectura en la política de vivienda. Podemos denominar operativas a estas actividades que vertebran la cadena de valor de su correspondiente política pública y que acostumbran a desembocar directamente en las destinatarias de la política, satisfaciendo la necesidad correspondiente. Lógicamente, además de estas actividades profesionales emblemáticas de cada política pública, hay muchas otras representadas en esta segunda planta de la fábrica.

Para la realización de estas actividades que se nos presentan en el segundo piso, también apreciamos el saber científico, aunque en una imprescindible combinación con otros, como el saber técnico y el saber práctico. Se suele subrayar el carácter aplicado y fuertemente tecnológico o metodológico de estas actividades, en las que frecuentemente coincide la denominación de la actividad profesional o de la propia profesión con la de la formación, cualificación o titulación que habilita a las personas para ejercer esa profesión o realizar esa actividad. Ciertamente, estas actividades, intrínsecamente, contienen algo de evaluación: es decir, no se puede hacer bien un trabajo de psicólogo o de ingeniera sin evaluar. Así pues, los procesos de trabajo recogidos en este segundo piso de la fábrica, necesariamente, tienen subprocesos de diseño o planificación, subprocesos de ejecución o implementación de lo que se ha decidido realizar y subprocesos de evaluación (con ese nombre o con otros como, por ejemplo, diagnóstico)[iii].

Al subir a la tercera planta vemos un letrero con la pregunta sobre si es conveniente ser cocinero antes que fraile. Esa pregunta, con independencia de la respuesta que le demos, nos recuerda la diferencia entre la naturaleza de las actividades operativas, de fuerte contenido técnico específico de cada ámbito de actividad o política pública y otras, que solemos llamar administrativas, de gestión o de gobierno, que van emergiendo en la medida en que las actividades que hemos visto en la planta segunda se vayan iterando y estructurando en (o como) organizaciones cada vez más grandes y complejas. Cualquiera que haya ascendido en una jerarquía ha experimentado la necesidad de incorporar nuevas herramientas cognoscitivas (nuevos saberes) a medida que iba asumiendo responsabilidades sobre un proceso o estructura de más envergadura y alcance. Así como las actividades operativas son muy diferentes entre organizaciones de ámbitos de actividad diferentes (como una clínica odontológica, una destilería de whisky y una compañía de teatro), los procesos administrativos, de gestión y de gobierno pueden parecerse bastante. Ciertamente, los procesos administrativos, de gestión organizacional o de gobierno estratégico también tendrán subprocesos de planificación y evaluación. Por otro lado, en estas organizaciones, además de la línea jerárquica, aparece también la autoridad funcional y figuras con funciones como el control económico o la gestión de la calidad, por citar dos que pueden ser entendidas y ejercidas (en menor o mayor medida) en clave de evaluación.

¿Qué áreas de conocimiento corresponden a estas funciones administrativas, de gestión y gobierno? Por ejemplo: la dirección de empresas (management), frecuentemente de matriz económica; el estudio de las organizaciones, posiblemente de corte sociológico; o, por poner otro ejemplo, la logística. De nuevo nos encontramos con combinaciones entre tipos de saber (ético, científico, técnico y práctico, cabe decir) y entre conocimientos vinculados a la rama de actividad (zapatero a tus zapatos) y otros que permiten funcionar en diferentes ámbitos sectoriales (como hace la Chief Executive Officer de una multinacional del automóvil fichada por otra dedicada a las telecomunicaciones)[iv].

En la cuarta planta volvemos a encontrarnos con organizaciones dedicadas a realización a cierta escala de las actividades vistas en el piso segundo para perseguir las finalidades que nos han mostrado en el primero, con la diferencia de que ahora son organizaciones, administraciones o instituciones públicas: agentes con competencia legal para decidir sobre una determinada materia en un ámbito territorial determinado y dentro de un marco normativo establecido. A los conjuntos articulados de actuaciones o cursos de acción decididos y sostenidos por esos agentes mediante los cuales se responsabilizan de la protección y promoción de un determinado bien (sobre los que se nos ilustró en la primera planta) los llamamos políticas públicas. En cualquier caso, cabe suponer que, si en este cuarto piso están representadas las políticas públicas, estará todo su ciclo de vida, incluyendo la planificación y presupuestación, su implementación o ejecución y su seguimiento y evaluación. Por otra parte, tal como sucedía en el caso de las organizaciones privadas, en las administraciones públicas aparecen puestos dotados de autoridad funcional en el amplio terreno del control (tanto interno como externo) y la correspondiente fiscalización de la acción pública. Terreno en el que encontramos, por ejemplo, las auditorías operativas o de gestión, que pueden considerarse evaluaciones[v].

Conocimientos de tipo jurídico y politológico, por ejemplo, parecen muy pertinentes en esta cuarta planta. Desde el conocimiento jurídico se podrá hacer, entre otras muchas cosas, un análisis del impacto normativo de una nueva Ley, mientras que la politología nos permitirá, por poner un solo ejemplo, hacer un análisis comparativo de los sistemas de Seguridad Social de dos países. Desde luego, en las personas que realizan funciones de presupuestación, control interno o externo, fiscalización o auditoría suele estar muy presente la formación económica. Vemos que hay conocimientos que son de utilidad tanto en las organizaciones privadas como en las públicas mientras que otros son específicos de cada tipo de organización. En cualquier caso, parece claro que saber de política pública educativa (cuarta planta) es diferente de saber sobre el aprendizaje (primer piso), la enseñanza (segunda planta) o la dirección de centros escolares (tercer piso).

La quinta planta de la fábrica está dedicada a la evaluación, entendida como un proceso sistemático de aplicación de métodos y técnicas de investigación científica (de las ciencias sociales, en particular) en orden a la descripción, análisis y valoración de una actuación o intervención o de alguna de sus dimensiones, partes, elementos o factores. En la definición, hay dos aspectos clave: el rigor en el proceso y el propósito de llegar a emitir algún juicio de valor sobre el objeto de la evaluación. En los pisos anteriores de la fábrica nos hemos encontrado varias veces con la evaluación (así llamada o no) como tarea dentro de una actividad, como dimensión de una acción, como subproceso dentro de un proceso, como fase de un ciclo, como parte dentro de un todo. En la quinta planta, en cambio, es representada como una actividad en sí misma, como una función con entidad propia y, en algunos casos, como una profesión, aunque va de suyo que la evaluación, por definición, además de producir evidencia y, por tanto, conocimiento útil al respecto de la actuación en cuestión (y permitir la rendición de cuentas), lo hace dentro de un continuo cíclico de intervención de cara a volver a iniciarlo en mejores condiciones, con mayores posibilidades de éxito (por el aprendizaje obtenido). La evaluación de la que hablamos sería la evaluación de programas, evaluación de proyectos, evaluación de servicios o evaluación de centros[vi].

En este quinto piso escucharemos hablar del saber necesario para evaluar como un campo o área del conocimiento (como una disciplina, quizá). Ciertamente, si escuchamos conversaciones entre profesionales de la evaluación o leemos los libros sobre evaluación más consultados descubrimos un lenguaje común (con términos como encargo, eficiencia, teoría del cambio, estándares, contrafáctico, monitorización, evidencia o impacto) y un corpus metodológico característico, de igual modo que veremos unas referencias y tradiciones en las que las evaluadoras y evaluadores se reconocen. No parece haber una ciencia base predominante sino más bien una clara vocación interdisciplinar y aplicada, muy centrada en lo metodológico, con amplio pluralismo al respecto[vii].

La sexta planta de la fábrica está dedicada a la evaluación de políticas públicas[viii]. Según quién hubiera diseñado esta fábrica, posiblemente, la evaluación de políticas públicas no tendría una planta propia sino quizá una sección en la quinta. Sin embargo, sin negar la continuidad existente entre la evaluación de programas (por escoger un nombre de los cuatro mencionados antes) y la evaluación de políticas públicas, cabe percibir una diferencia cualitativa entre una y otra. No sólo porque los cuatro objetos citados pueden ser o no públicos sino, sobre todo, porque hablar de la política pública sería hablar de lo más global, estratégico, estructural, impactante o perdurable (por oposición a lo más bien técnico, operativo, coyuntural, parcial o táctico) y, por lo tanto, la evaluación representada en la sexta planta de la fábrica presenta diferencias en propósito, complejidad y contexto respecto del quinto piso. Con todo, también hay diferencias entre evaluar una política pública sectorial instalada permanentemente en la estructura del sector público (como la de turismo), una transversal también estructural en la Administración (como la de igualdad) y una transversal sin incardinación institucional estable propia (como la de transformación del modelo de cuidados). Por último, evaluar una política pública no es siempre y cada vez evaluarla toda entera[ix].

En lo relativo al conocimiento que habilita para la evaluación de políticas públicas, lógicamente, encontramos continuidades y discontinuidades entre la planta quinta y la sexta de la fábrica (como las había entre los saberes mencionados en el piso tercero y el cuarto). En todo caso, aunque, lógicamente, la comunidad de conocimiento representada en la planta sexta ha de ser menor que la de la quinta, quizá esté, proporcionalmente, más fragmentada en función de opciones metodológicas y disciplinas de referencia, con enfoques o subrayados más o menos descriptivos, experimentales, cualitativos, normativos, ideológicos, participativos, teóricos, cuantitativos, pragmáticos o críticos (en pinceladas sin pretensión clasificatoria). Por cierto que, en este momento, una atmósfera mediática y digital alienante, individualista, polarizadora, negacionista y reaccionaria desafía a observatorios, consultoras, cátedras, think tanks u otros dispositivos a potenciar el conocimiento ético, científico, técnico y práctico para la evaluación de políticas públicas con vectores narrativos e inspiradores de sentido, legitimación y movilización como los que tienen que ver con conceptos como participación, sostenibilidad, proximidad, datos abiertos, comunidad, transparencia, productividad, agilización, conectividad, prosperidad, colaboración, esperanza y otros[x]. Para no ser un conocimiento estéril.

La séptima planta de la fábrica está dedicada a la institucionalización de la evaluación de políticas públicas. Y tiene sentido este séptimo piso porque una cosa es la evaluación de políticas públicas (sin más) y otra cosa es la evaluación de políticas públicas institucionalizada. Institucionalizar la evaluación de políticas públicas supone optar por una determinada fórmula jurídica de incardinación en el sector público de un nuevo agente específicamente dedicado a ella, coherente con un determinado posicionamiento estratégico en el seno del entramado de agentes interesados e implicados y ante en su entorno, partiendo de una determinada comprensión (modelo, si se quiere) de la evaluación de políticas públicas[xi].

¿Y qué conocimientos o saberes se necesitarán para la institucionalización de la evaluación de políticas públicas? Pues diríamos que, a quienes quieran acometer o sostener un proceso de institucionalización de la evaluación de políticas públicas, no les vendrá mal llevar en la mochila, al menos: un buen conocimiento del corpus metodológico propio de la evaluación, saberes jurídicos sobre la configuración y funcionamiento del sector público y un buen bagaje en el campo de la dirección estratégica. Por lo demás, en un mundo en policrisis y aparente aceleración de la frecuencia de disrupciones sistémicas, en el que las ventanas de oportunidad política se pueden abrir y cerrar en un parpadeo, lo más prudente es suponer que no sabemos lo que tenemos que saber y, por lo tanto, dedicar siempre tiempo a la actualización, sistematización, formación, investigación, desarrollo e innovación[xii].

Además, nuestra visita a la fábrica no ha terminado. Advertimos que desde la séptima planta se accede al ático donde se realiza (se representa) la acción de gobierno, pero el acceso no parece directo y fácil. Además, a ese ático se accede también desde un terrado en el que se produce (en nuestra metafórica fábrica) la conversación, la disputa y la regulación públicas democráticas. ¿Cómo se gobierna atendiendo a los resultados y recomendaciones que vienen de la séptima planta (evaluación de políticas públicas institucionalizada) y, a la vez, a las propuestas, reivindicaciones o presiones que llegan desde el terrado (conversación, disputa y regulación públicas)?[xiii] ¿Cómo se construyen participativamente políticas públicas basadas en la evidencia? ¿Cuánta seguridad tenemos sobre la recomendación que hacemos desde el séptimo piso a la persona que toma las decisiones en comparación con las que le plantean desde el terrado o, simplemente, frente al dejar hacer, dejar pasar?

Por otra parte, no olvidemos que en la planta baja hay una serie de conocimientos, capacidades o competencias básicas, esenciales o clave de carácter matemático, lingüístico, lógico, estadístico, digital y así sucesivamente[xiv]. Se trata de saberes que, frecuentemente, se dan por supuestos en los siete pisos que hemos visitado: aprendizajes por los que hay que pasar antes de subir a cualquiera de las plantas de nuestra fábrica. Aparte, nos faltaba referirnos a:

  • Una escalera exterior por la que se puede subir y desde la que se puede acceder al ático que es la de la filosofía, la ética y la ideología. También, ciertamente, es una escalera comunicada en ambos sentidos con cada uno de los pisos de la fábrica (los saberes representados en esta escalera y los presentes en cada una de las plantas dialogan entre sí).
  • Ascensores dentro del edificio que representan otras vías diferentes a la evaluación de políticas públicas para lograr una acción de gobierno basada en el conocimiento, como, por ejemplo, el asesoramiento experto, el asesoramiento científico o la incidencia política.
  • Un ascensor exterior que representa la ciencia de datos y la inteligencia artificial[xv], capaces de alterar las cadenas de valor o procesos de trabajo, modificando, acelerando, fusionando, abaratando o eliminando disruptivamente eslabones o pasos.

Después de recorrer toda la fábrica podemos volver a la séptima planta y reflexionar estratégicamente sobre la institucionalización de la evaluación de las políticas públicas. Comenzamos por alegrarnos de que el desafío que tenemos delante nos está obligando a discurrir, a aprender y a experimentar. A leer, escuchar y conversar. A no dar cosas por supuestas ni quedarnos con la primera respuesta que se nos ocurra. La visita al edificio nos ha hablado, sobre todo, de complejidad, de la necesidad de pertrecharnos, al menos, en unos cuantos de los sitios que hemos visitado dentro de la fábrica. Hemos de visualizar y sopesar pros y contras de diferentes constelaciones y secuencias de decisiones estratégicas que hemos de tomar sobre aspectos clave.

Si la evaluación se institucionaliza se hace, ella misma, política pública que ha de ser capaz de someterse a evaluación en tanto que actividad y en tanto que política pública. No debe haber contradicción entre su praxis y su discurso y debe ser la primera en reconocer sus debilidades y limitaciones, fruto de su momento histórico, como herramienta cognoscitiva. Debe saberse (y saberse gestionar como) bien de mercado, activo público y recurso compartido por comunidades de práctica y conocimiento. Debe enriquecerse y potenciarse en las relaciones entre agentes de las políticas (incluyendo destinatarias), academia, profesionales, Administración y ciudadanía [xvi]. Sin embargo, evidentemente, hay que arriesgar y, por supuesto, una verdad que no cambia: trabajar, trabajar y trabajar. Nunca es suficiente, pero desde luego, es imprescindible.

 

[i] euskadi.eus/besaldi

[ii] GÓMEZ, F.J. ¿El mito de la ciencia interdisciplinar? Obstáculos y propuestas de cooperación entre disciplinas. Madrid: Los libros de la catarata, 2016.

[iii] FANTOVA, F. Diseño de políticas sociales. Fundamentos, estructura y propuestas. Madrid: CCS, 2014.

[iv] INNERARITY, D. Una teoría crítica de la inteligencia artificial. Barcelona: Galaxia Gutenberg. 2025.

[v] GARDE, J.A. y LÓPEZ, A.M. “Institucionalización de la evaluación y auditoría operativa: ¿Rivalidad o complementariedad?”. Revista Española de Control Externo. 68, 2021, p. 48-65.

[vi] LIGERO, J.A. et al. Rayuela. Un ejercicio de reflexión y comprobación para hacer una evaluación consciente. Madrid: Means, 2019.

[vii] BRANCHINI, B. La Teoría del Cambio: una herramienta clave para la evaluación y la planificación de programas sociales. fresnoconsulting.es, 2024.

[viii] OCDE. Recomendación del Consejo sobre la evaluación de las políticas públicas. 2022.

[ix] CASADO, J.M. y DEL PINO, E. “Evolución, situación actual y retos de la evaluación de políticas públicas en las Administraciones españolas”. Cuadernos Económicos de Información Comercial Española. 102, 2021, p. 13-38.

[x] PATTON, M.Q. “Public policy evaluation: origins and evolution”. VARONE, F. et al. Handbook of public policy evaluation. Cheltelham, Elgar, 2023, p. 16-30.

[xi] PANIAGUA, M. “El uso de registros administrativos tributarios y de Seguridad Social para el diseño y la evaluación de políticas públicas: la creación del Ingreso Mínimo Vital”. Centro Interamericano de Administraciones Tributarias. 2025.

[xii] SCHÖN, D. El profesional reflexivo. Cómo piensan los profesionales cuando actúan. Barcelona, Paidós. 1998.

[xiii] AEVAL. Fundamentos de evaluación de políticas públicas. 2010.

[xiv] SPIEGELHALTER, D. El arte de la estadística. Cómo aprender de los datos. Madrid, Capitan Swing. 2023.

[xv] NIELSEN, S.B. et al. “Evaluation in the era of artificial intelligence”. NIELSEN, S.B. et al. Artificial intelligence and evaluation. Emerging technologies and their implications for evaluation. New York: Routledge, 2025, p. 1-12.

[xvi] EUROPEAN COMMISSION. Evaluation handbook. European Union. 2024.

 

Número 21, 2025
A fondo

Evaluar procesos de acción comunitaria

Óscar Rebollo y Ernesto Morales. Investigadores del Instituto de Gobierno y Política Pública. Universidad autónoma de Barcelona (IGOP-UAB)

Puedes encontrar al Instituto de Gobierno y Política Pública en Bluesky, LinkedIn y Youtube.

 

El texto reflexiona sobre el sentido de la evaluación y el sentido de la acción comunitaria, presenta un prototipo para construir modelos de evaluación adaptados a distintos proyectos, y ofrece unas reflexiones finales sobre la mirada evaluativa en distintos escenarios de intervención.

 

El presente artículo reflexiona sobre el sentido de la evaluación y el sentido de la acción comunitaria. Parte de la idea de que, tanto impulsar proyectos comunitarios, como evaluarlos, deben ser ambas actividades dotadas de intencionalidad, de sentido. Presenta acto seguido un prototipo de evaluación desde el que construir modelos ad hoc, adaptados a los distintos proyectos. Finalmente ofrece unas breves reflexiones, o apuntes, sobre la mirada evaluativa en distintos escenarios de intervención.

 

1. El sentido de la evaluación

No existe una única propuesta metodológica para evaluar los procesos comunitarios. Una única manera que sea la correcta y todas las demás no. La información disponible, las herramientas a nuestro alcance, el tiempo y los recursos, nos permitirán trazar unas u otras estrategias de evaluación. Pero el sentido de la evaluación no proviene tanto de las metodologías que utilicemos como de las preguntas que nos hagamos y, muy especialmente, de la finalidad que perseguimos evaluando. Partimos de la base de que nadie evalúa por evaluar. Que se evalúa por algo y para algo, y ahí radica el sentido de la evaluación.

Muchas veces no le dedicamos tiempo a evaluar, nos da pereza, lo encontramos fastidioso o nos resistimos a hacerlo porque no le vemos el sentido o porque lo interpretamos como un ejercicio fiscalizador hacia unos equipos profesionales maltratados e incomprendidos; cuando no una absoluta pérdida de tiempo: ¿Servirá para algo? ¿Qué uso se hará y cómo nos afectará? Definir y explicitar el sentido de la evaluación y sus usos es de lo primero que deberíamos hacer para obtener unos resultados confiables.

Ciertamente, falta bagaje y cultura de la evaluación en nuestras organizaciones y proyectos. Sin esconder, en el caso de los procesos comunitarios, un descreimiento hacia la evaluación en sí misma, basado en la creencia de que nos dedicamos a aspectos intangibles que nadie ve ni reconoce, y trabajamos procesos que son lentos y a largo plazo, en los que cuesta ver impactos y rendimientos captables en evaluaciones que nunca son a tan largo plazo. Una posición muchas veces defensiva frente a toda la presión que reciben los procesos comunitarios para que justifiquen su financiación demostrando lo que valen y para qué sirven.

¿Qué le podemos pedir y qué no a la evaluación de un proceso comunitario? Seguramente no le podemos pedir que muestre todo el conjunto de beneficios que sabemos que aporta el hecho de formar parte de acciones colectivas, disponer de una rica vida relacional, y de un amplio y diverso capital social. Demostrar todo eso en cada proyecto exigiría más esfuerzo y recursos destinados a la evaluación que al propio proyecto. Existe suficiente evidencia en la literatura académica como para tener que andar cuestionando continuamente el sentido de la acción comunitaria (Twelvetress, 2008);[i] gracias a ello sabemos que la acción comunitaria puede tener impactos positivos en la salud comunitaria y en la reducción de las desigualdades entre barrios (Palència et al, 2018)[ii], que la confianza y la reciprocidad juegan un papel clave en la creación de capital social (Putnam, 2000)[iii], o que las infraestructuras comunitarias y los lazos vecinales contribuyen a la resiliencia y la supervivencia ante desastres naturales (Klinenberg, 2002)[iv].

Lo que debemos evaluar en un proyecto comunitario es si es capaz o no de cumplir su propia promesa: las maneras de hacer y relacionarse, y los objetivos que propone; que deben ser explicitados.

Con todo, para evaluar procesos comunitarios, lo primero es comprender la naturaleza de dichos procesos. Sino difícilmente nos podremos hacer preguntas relevantes y significativas.

 

2. El sentido de la acción comunitaria

No contamos con una definición universalmente aceptada de qué cosa sea la Acción Comunitaria. Hablamos de acción comunitaria para referirnos a una perspectiva de intervención en lo social, y/o desde lo social, que admite infinidad de formatos (planes y proyectos, agendas culturales y calendarios festivos, asociacionismo y movilización social, gestión de equipamientos y servicios públicos, autogestión, etc.), que puede ser puesta en práctica por una gran diversidad de actores (ciudadanía organizada, asociaciones, ONG, tercer sector, cooperativas, servicios y equipamientos públicos, etc.), y que puede obedecer a intencionalidades no solo diversas, sino incluso contrapuestas: según se traten la desigualdad, la diversidad o los derechos humanos en dichas acciones, por ejemplo.

Lo único que puede llegar a tener en común este universo de prácticas recién apuntado, es que se trata siempre de personas organizadas para cooperar de algún modo. Tres conceptos dibujan así el campo social que nos interesa: acción, organización y cooperación.

La participación comunitaria a diferencia de la participación ciudadana es una participación del hacer, y no solo del opinar, proponer o presionar (Pindado, 2008, 2015)[v], por eso ponemos la acción en el centro (Morales y Rebollo, 2025)[vi]: hacemos cocinas comunitarias, huertos urbanos, redes de apoyo mutuo o fiestas populares, no solamente las opinamos. Al hacer colectivamente, entramos en un tipo específico de relación con los demás que nos permite experimentar la organización y la cooperación. Esto es, tener experiencias vitales significativas desde el punto de vista comunitario

Pero organizarnos y cooperar… ¿Quiénes y cómo? y, sobre todo, ¿para qué? Dar respuesta a estas preguntas define una intencionalidad, y es lo que acaba dando un sentido específico a las distintas acciones comunitarias. Es frecuente preguntarse hasta qué punto son comunitarias determinadas acciones, buscando la respuesta en pretendidos aspectos de una supuesta idoneidad metodológica, cuando, la mayoría de las veces, la diferencia que nos interesa subrayar tiene más que ver con la intencionalidad que se persigue que con el método utilizado. Si hay gente organizada para cooperar, es comunitario. No le demos más vueltas. Pero ¿cómo y con qué intencionalidad cooperan? (Rebollo, 2012)[vii]

Cooperar es una forma de relacionarse que exige cierta organización. Por eso decimos que la intervención comunitaria es de naturaleza relacional y organizativa. Así que deberemos prestar atención a (evaluar) cómo nos relacionamos y cómo nos organizamos.

Como ponemos en el centro lo relacional, acostumbramos a hablar de procesos, poniendo énfasis en la dimensión relacional. Pero no olvidemos que no se trata de relacionarse por relacionarse, de dinamizar relaciones sin que importe la intencionalidad. La idea de trabajar procesos se asocia frecuentemente a trabajar a largo plazo, a cambios lentos, y otras expresiones similares que no deberían convertirse en justificaciones de un ir haciendo cotidiano basado en recrear un ámbito relacional en el que nos sentimos cómodas. Por muy a largo plazo que sean nuestros objetivos más generales, si queremos evaluar lo que hacemos debemos plantearnos objetivos intermedios que sean evaluables.

 

3. En el punto de partida de la tarea evaluadora

Los proyectos se expresan a través de conceptos que no siempre tienen un significado evidente, claro y compartido. Acción comunitaria, transformación social, empoderamiento, inclusión, etc., ni está claro qué significan, ni significan lo mismo para todo el mundo, admitiendo múltiples interpretaciones. Por ello, es crucial que los proyectos de intervención social dispongan de marcos conceptuales que otorguen un sentido lo más preciso y operativo posible a los términos utilizados. Esto permitirá establecer objetivos y estrategias de trabajo claros, así como evaluarlos eficazmente. ¿Cómo podemos ejecutar y evaluar acciones cuando su significado es indeterminado o varía entre los distintos actores involucrados?

También es clave para la evaluación (y para la planificación) disponer en el punto de partida de una teoría del cambio explícita. No hacemos las cosas porque sí, ni lo primero que se nos ocurre. La teoría del cambio refleja la forma de pensar y de actuar de las organizaciones y equipos promotores; y ha de ser objeto/objetivo prioritario de evaluación. Es el relato que explica por qué y cómo, a través de las actividades propuestas, se espera alcanzar los objetivos.

Junto al marco conceptual y a la teoría del cambio, debemos pensar los modelos de evaluación a la par que se piensan los de intervención. Es muy importante que la evaluación no sea algo sobrevenido, o dejado para el final y ya veremos cómo lo resolvemos cuando toque. Evaluar exige algunas reflexiones, y cierta planificación desde el primer momento. Así sabremos, por ejemplo, qué información necesitaremos ir recogiendo en todo momento, o a qué personas nos puede interesar entrevistar en el futuro y, por lo tanto, no perderles la pista y, por encima de todo, qué preguntas deberemos hacernos en cada fase o ámbito de implementación.

Finalmente, el proceso o proyecto comunitario deberá tener un propósito claro y unos objetivos evaluables. Los objetivos muy generales, que parecen más una declaración de voluntad que una meta razonablemente asumible, son imposibles de evaluar. La experiencia nos muestra que tres años es un periodo relevante para evaluar resultados significativos en procesos comunitarios: ciertos logros en cuanto a empoderamiento y organización comunitaria, por ejemplo, cuesta pensar que se obtendrán en menos tiempo, pero si en tres años no somos capaces de mostrar ningún logro significativo algo deberemos replantearnos.

 

4. Qué evaluar

El Cuadro1. propone un prototipo para construir modelos ad hoc de evaluación de acciones comunitarias. Hablamos de prototipo para trasmitir la idea de que cada equipo, en cada proyecto, según sus objetivos y necesidades, pueda construir su propio modelo adaptando y modificando este prototipo tanto como considere.

Cuadro 1. Prototipo para la evaluación de acciones comunitarias

 

4.1 Las dimensiones a evaluar

Este prototipo responde a la pregunta sobre Qué evaluar en la primera columna: identificando tres bloques, con tres dimensiones en cada bloque.

El primer bloque tiene que ver con los impactos de las acciones comunitarias, entendiendo dichos impactos desde la intencionalidad comunitaria que proponemos: (1) el empoderamiento individual y colectivo, (2) la mejora producida en las condiciones de vida, y (3) lo inclusivos que llegan a ser nuestros procesos comunitarios (Morales y Rebollo, 2014)[viii].

El segundo bloque de dimensiones o aspectos a evaluar se centra más en lo metodológico: en los procesos relacionales y de trabajo comunitario, pues toda metodología comunitaria puede entenderse como una estrategia relacional. (1) Qué tipo de relaciones promovemos; (2) el funcionamiento de las actividades; y (3) el del propio equipo impulsor del proyecto, conforman las tres dimensiones de este bloque. Son tres dimensiones que, insistimos, tiene que ver siempre con nuestras formas de hacer y relacionarnos.

Finalmente, el tercer bloque apunta directamente a nuestras hipótesis y teorías del cambio. Debemos ver las teorías del cambio como herramientas para el cambio. Unas herramientas que construimos mediante la sistematización y el intercambio de aprendizajes. Por eso queremos evaluar qué vamos aprendiendo a lo largo del proceso, cómo traducimos esos aprendizajes en cambios [¿o es que aprendemos, pero no cambiamos?], y si/como trasladamos o transferimos esos aprendizajes a otros espacios, equipos, lugares o proyectos. Esto último lo queremos evaluar porque pensamos que el intercambio y la transferencia de conocimiento es importante.

4.2 La situación inicial

Una vez tenemos definidas las dimensiones que queremos evaluar, y antes de pasar a ver los impactos que podamos haber conseguido, hagamos un diagnóstico de la situación de partida. Aunque se trate de un diagnóstico intuitivo, basado en pocos datos, en impresiones, o en un conocimiento que sale de nuestras propias vivencias en el entorno en el que nos disponemos a trabajar, fijar mínimamente la situación inicial, no solo nos ha de ayudar a valorar mejor el alcance real de los logros conseguidos, también nos ayudara a plantearnos unos objetivos razonables y realistas.

4.3 Los objetivos a tres años

Nuestro prototipo parte de una hipótesis basada en nuestra propia experiencia de trabajo sobre el terreno. Buscamos conseguir impactos significativos. Sabemos que cuesta mantener procesos comunitarios cuando los objetivos que se persiguen se viven como insignificantes por parte de la población que participa, pero también cuesta movilizar para unos objetivos inalcanzables (Simone, 2022)[ix]. Así que nos propondremos unos objetivos que no sean ni insignificantes ni inalcanzables, a los que llamamos significativos. También sabemos que es importante celebrar victorias, conseguir cosas, que los proceso den resultados; y la experiencia nos dice que eso no se consigue en muy poco tiempo. Como nos dice que a largo plazo todos calvos. En cambio, sí podemos plantearnos ciertos resultados en los plazos medios. Por último, consideramos también en los procesos que trabajamos los ciclos temporales, tanto vitales como institucionales, que acaban marcando tiempos, hitos, y expectativas. Todo lo anterior nos hace proponer una hipótesis temporal para conseguir impactos significativos: plantearse objetivos a tres años vista.

4.4 Las preguntas

Evaluar es hacerse preguntas, y la buena evaluación parte siempre de hacerse buenas preguntas: pertinentes y esclarecedoras con relación a nuestros objetivos y procesos de trabajo. Las preguntas son clave. Nos dicen qué debemos miran, en qué debemos fijarnos, qué es lo realmente importante. Cuántas veces hemos oído que nos cuesta hacernos preguntas más allá de la acostumbrada ¿Cuántos son?

Pues bien, podemos preguntarnos también ¿Quiénes faltan? ¿Quiénes no han venido? ¿Cuánto se parecen los que han venido a los que viven por aquí cerca? ¿Quiénes toman la palabra? Si quienes dan, aportan, hablan … son siempre los mismo: ¡Porque los que más integra es poder aportar!

A los equipos les podemos preguntar cuánto tiempo pasan en relación directa con la gente y cuánto haciendo gestiones individuales, reuniones profesionales y gestiones burocráticas. O a cuánta gente conocen por su nombre y cuánta gente los conoce por su nombre también.

¿Nos preguntamos alguna vez por qué todas aquellas cosas que queremos cambiar y que podríamos cambiar, no cambian?

4.5 Los indicadores

Un indicador es un resumen informativo que nos permite contestar las preguntas que nos acabamos de hacer. No nos los dice todo, nos dice algo importante. Hay muchos tipos de indicadores y algunos tienen una gran capacidad indirecta de respondernos preguntas. Es más fácil conseguir indicadores a partir de un buen trabajo de preguntas, por eso en nuestro prototipo están situados en columnas colindantes.

 

5. Apuntes sobre escenarios de evaluación

Decíamos al principio de este texto que la acción comunitaria admite infinidad de formatos y contextos, y puede ser puesta en práctica por una gran diversidad de actores. Dedicamos este último aparatado a dibujar los escenarios de trabajo comunitario más frecuentes: allí dónde acostumbran a impulsarse procesos comunitarios. La idea aquí es aportar algunas consideraciones específicas de cada escenario que permitan afinar un poco más la mirada evaluativa. Enseguida se verá que se trata de apuntes muy parciales, sin más afán.

Escenario 1. Un proyecto comunitario sectorial

Nos referimos aquí a aquellos proyectos específicos de un determinado ámbito de intervención, como puedan ser la salud, la educación, los jóvenes, las personas migrantes, etc. Aquí los proyectos comunitarios suelen aspirar a reunir a un número significativo de personas del sector para realizar actividades con dichas personas que, según la teoría del cambio que se aplique, permita alcanzar los objetivos buscados. Muchos de estos proyectos corren el riesgo de cerrarse al grupo original, anclándose en determinadas formas de funcionar poco permeables al cambio y a nuevas incorporaciones. Por eso la evaluación debería estar atenta a esos cierres, si es que se producen, y a sus causas. Seguramente no podemos pedir a estos proyectos que tengan la capacidad de estar incorporando nuevos actores y ciudadanía constantemente. No es fácil llegar a más gente y estar permanentemente abriendo el proceso, pero sí que es fácil cerrarlo y caer en dinámicas de autocomplacencia que justifiquen ese cerramiento.

Escenario 2. Un proyecto comunitario de base territorial

Los planes o proyectos de mejora de barrios o territorios concretos acostumbran a incorporar en alguna medida una perspectiva comunitaria, no siempre fácil de operativizar. Esa dificultad puede llevar a equiparar acción comunitaria con soporte al mundo asociativo, o confundirla con la constitución de mesas de trabajo o espacios similares, de seguimiento y/o coordinación, a las que suelen acudir mayoritariamente profesionales, también del sector asociativo. En este escenario, afinar la mirada evaluativa nos exigirá un esfuerzo conceptual: ¿Qué entendemos concretamente por proyecto comunitario de barrio? y, sobre todo, ¿qué le pedimos? Si dijésemos, por ejemplo, que lo que pretendemos es el fortalecimiento comunitario del barrio, ¿qué significa eso, en qué consiste?

Escenario 3. Impulsar acciones comunitarias desde los servicios

La distinción entre proyecto y mirada es muy útil para trabajar con los servicios y evaluar su desempeño comunitario (Ajuntament Bcn, 2018)[x]. Un proyecto comunitario es algo reconocible y nombrable. Está mínimamente organizado, consume recursos y suele estar documentado. Sin embargo, los servicios que no impulsan proyectos comunitarios pueden trabajar con mirada comunitaria si toman conciencia de las especificidades del barrio en el que operan, adaptando de algún modo sus respuestas a las condiciones sociales del entorno, o si no individualizan las respuestas que brindan a las personas atendidas. La prescripción social desde un centro de salud (enviar a la gente al centro cívico o la biblioteca y no solo a la farmacia) sería un ejemplo de mirada comunitaria. Es esencial evaluar la mirada comunitaria en los servicios y no únicamente los proyectos que estos desarrollan.

Escenario 4. Acción comunitaria desde los equipamientos

El concepto de Infraestructura social, que aparece recogido en la literatura más reciente (Klinenberg, 2021)[xi], resulta de gran relevancia para la acción comunitaria. Las infraestructuras sociales son espacios físicos en los que se dan relaciones recurrentes entre personas diversas. Desde una mirada amplia estaríamos hablando de equipamientos cívicos, parques, huertos urbanos, o comercios de proximidad como ciertos bares o peluquerías, por ejemplo. Espacios donde la gente se relaciona con asiduidad, se acaba conociendo y establece vínculos que no por débiles dejan de ser altamente significativos (Granovetter, 2000)[xii]. Son las fábricas dónde se produce el capital social, nos dice Klinenberg. Si nos centramos en centros cívicos, casas de cultura, bibliotecas, casas de jóvenes, de mujeres, o tantos otros equipamientos que tienen la voluntad de ser motores de proyectos comunitarios, la mirada evaluativa nos debería resaltar el funcionamiento de dichos espacios como Infraestructuras sociales: ¿Facilitan el encuentro y la relación entre personas diversas? ¿Se trata de espacios acogedores? ¿Quién entra y quién no, de los que viven cerca?

Escenario 5. Los proyectos asociativos

Independientemente de impactos y recorridos, muchos proyectos asociativos son comunitarios por el hecho de ser asociativos; pues el asociacionismo nos habla de gente que se junta para hacer cosas y perseguir finalidades compartidas. Así que, en puridad, el asociacionismo deviene una representación formal de lo comunitario. Esto no quiere decir que todos los proyectos asociativos, aun siendo de alguna manera comunitarios, tenga el mismo interés o valor social. Ni quiere decir tampoco que todas las asociaciones formalmente constituidas dispongan de vida asociativa en su interior. La mirada evaluativa hacia los proyectos asociativos se debería fijar en ambos aspectos: la calidad del proyecto y la calidad (¿democrática?) de la vida asociativa.

 

[i]Twelvetress, A. (2008). Community work. United Kingdom: Palgrave Macmillan.

[ii] Palència, L., Rodríguez-Sanz, M., López, M. J., Calzada, N., Gallego, R., Morales, E., Barbieri, N., Blancafort, X., Bartroli, M., & Pasarín, M. I. (2018). “Community action for health in socioeconomically deprived neighbourhoods in Barcelona: Evaluating its effects on health and social class health inequalities”. Health Policy, 122(12),2018; 1384–1391. https://doi.org/10.1016/j.healthpol.2018.10.007

[iii] Putnam, R. D. Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community. Simon and schuter, 2000.

[iv] Klinenberg, Eric. Heat wave: A social autopsy of disaster in Chicago. University of Chicago press, 2015.

[v] Pindado, F. La participación ciudadana es la vida de las ciudades. Barcelona: Ediciones del Serbal, 2008.

Pindado, F., Rebollo, O. El debate público: Barcelona, Edición propia IGOP, 2015. https://igop.uab.cat/wp-content/uploads/2015/04/DEBATE_PUBLICO_2015_A4-IGOP.pdf

[vi] Morales, E. y Rebollo, O. Acción Comunitaria: guía metodológica. Diputación foral de Gipuzkoa: 2025

[vii] Rebollo, O., “La transformación social urbana: la acción comunitaria en la ciudad globalizada”. Gestión y Política Pública. Ciudad de México, 2012

[viii] Morales, E. y Rebollo O. «Potencialidades y límites de la acción comunitaria como estrategia empoderadora en el contexto de crisis actual.» Revista de Treball Social 203 (2014); 9-22.

[ix] Simone, B. Cómo resolver problemas públicos. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2022, p. 100

[x] Ajuntament de Barcelona. Àrea de Drets Socials Marc d’intervenció comunitaria als serveis socials de Barcelona. Barcelona: 2018. Np

[xi] Klinenberg, E. Palacios del Pueblo. Madrid: Capitán Swing, 2021

[xii] Granovetter, M. “La fuerza de los vínculos débiles”. Política y Sociedad: Madrid, 33. 2000; p. 41-56

 

Número 21, 2025
A fondo

¿Evaluar la vida?

Amaia González Llama e Imanol Zubero. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea

 

¿Se puede evaluar una vida? AURKIGUNE, proyecto de inclusión en Bilbao impulsado por Bizitegi y Zubietxe, acompaña a personas en exclusión severa desde una mirada comunitaria. Más allá de cifras, apuesta por vínculos, afectos y pertenencia. Con 40 participantes y más de 500 actividades, ha tejido redes humanas y sentido de comunidad en dos barrios. Frente a métodos cuantitativos poco útiles para medir transformaciones vitales, ha usado historias de vida, sociogramas y diarios de campo. Así, visibiliza avances reales: alguien que ahora es saludado, otra que ha encontrado un grupo, o quien por primera vez se siente persona. AURKIGUNE no ha cambiado el mundo, pero sí los mundos de quienes lo habitan. Su mayor logro: la confianza recuperada, la voz que resurge, ese yo existo que nace cuando alguien, simplemente, saluda.

 

1. Presentación

AURKIGUNE [https://aurkigune.org/es/inicio/] es un proyecto de inclusión social impulsado por las entidades Bizitegi y Zubietxe, orientado a personas en situación de exclusión severa. Su objetivo principal es crear centros comunitarios que fomenten la participación social de colectivos vulnerables, fortaleciendo sus vínculos con el entorno y su sentido de pertenencia. Basado en la Pedagogía Social Comunitaria y el acompañamiento en medio abierto, el modelo prioriza la cercanía, la flexibilidad y la atención personalizada, evitando itinerarios rígidos y favoreciendo relaciones de confianza que conectan a las personas con recursos sociales, sanitarios y comunitarios.

La iniciativa entiende la activación sociocomunitaria como una herramienta transformadora que supera la lógica del empleo, promoviendo vínculos, redes y una ciudadanía activa. Se enmarca en un enfoque relacional que responde a los desafíos sociales surgidos tras la crisis de 2008 y la pandemia, reivindicando el papel de la comunidad como sostén del bienestar colectivo frente al individualismo.

AURKIGUNE ha sido financiado por el Departamento de Trabajo y Empleo del Gobierno Vasco como proyecto experimental dentro del V Plan Vasco de Inclusión, desarrollándose entre junio de 2023 y diciembre de 2024. Se ha implementado en los barrios bilbaínos de Abusu-La Peña y Errekaldeberri, permitiendo contrastar su aplicación en contextos distintos. En Abusu tuvo mayor visibilidad gracias a un espacio físico propio (La Casa Amarilla), mientras que en Errekaldeberri se integró en redes e iniciativas barriales ya existentes.

En el proyecto han participado 40 personas seleccionadas por criterios de vulnerabilidad (como recibir la RGI, tener discapacidad reconocida, estar en desempleo de larga duración, entre otros). El perfil mayoritario ha sido masculino (63%), extranjero (57%) y de entre 45 y 64 años. Durante el desarrollo del proyecto se han llevado a cabo unas 500 actividades divididas en formativas (95), lúdicas (176) y comunitarias (229), en colaboración con 80 entidades locales.

 

 2. Evaluación

Desde el inicio, el proyecto AURKIGUNE identificó el reto de evaluar el progreso de personas en exclusión severa, cuya evolución no sigue patrones previsibles ni se adapta bien a herramientas cuantitativas tradicionales. En la propuesta original se partía de herramientas de evaluación fundamentalmente cuantitativas: registros de actividades y asistencias, encuestas de satisfacción o puntuaciones en un Plan Individual General. Estas herramientas se han mantenido, adaptadas al desarrollo del proyecto.

También se contemplaba el uso de otras mediciones tales como la Escala Básica de Empleo e Inclusión (EBEI) o la Escala GENCAT de Calidad de Vida. Desde el principio se comprobó que estas herramientas no eran adecuadas para un proyecto tan orgánico y abierto como AURKIGUNE y para unas personas participantes en condiciones de alta exclusión como las destinatarias del proyecto. A mediados de 2024 se realizó un ensayo de aplicación de la escala GENCAT, pero la mayoría de las cuestiones contenidas en la misma (bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal, bienestar físico, autodeterminación, inclusión social, derechos) suponían para ellas un punto de partida tan precario que no fue posible detectar cambios significativos en tan corto periodo de tiempo.

Vinculado a la vida cotidiana de cada barrio, el proyecto posee una característica de organicidad que desborda las mediciones numéricas. La experiencia nos indica que las realidades de exclusión social severa son especialmente refractarias a mediciones y análisis cuantitativos o estadísticos. Por ello, se optó por una evaluación combinada (triangulación metodológica) que ha incorporado herramientas cuantitativas y cualitativas:

  • Evaluación cuantitativa: Se midió la participación, asistencia a las actividades, encuestas de satisfacción (100% positivas), y datos de impacto (139 personas participantes, 80 entidades colaboradoras, 300 interacciones en redes).
  • Evaluación cualitativa: Se aplicaron entrevistas en profundidad (historias de vida), sociogramas para mapear redes de apoyo y diarios de campo elaborados por el equipo para registrar procesos individuales y colectivos.

Estas herramientas permitieron captar aspectos invisibles para las métricas convencionales, como vínculos, emociones, ritmos personales y relaciones comunitarias. Además, se reconocieron limitaciones como la dificultad de medir impactos a largo plazo, la falta de registros previos y la naturaleza cambiante de las trayectorias vitales. En suma, el enfoque evaluativo del proyecto se adaptó a su complejidad, priorizando la comprensión relacional y contextual de los procesos de inclusión, más allá de los indicadores numéricos.

En referencia a las herramientas cualitativas, las personas responsables del proyecto en cada barrio han elaborado diarios de campo en los que se ha recogido sintéticamente la actividad diaria de cada persona participante: actividades realizadas, actitud observada, incidencias, valoración por parte de la persona responsable. Estos diarios han permitido hacer un seguimiento de las personas participantes, de forma natural, no intrusiva, como un ejercicio de observación participante que da cuenta del proceso personal de cada persona, respetando sus ritmos y necesidades.

Con el fin de complementar el seguimiento y la observación externa por parte de las personas responsables del proyecto en cada barrio, también se han elaborado breves historias de vida para cada una de las personas participantes. Mediante entrevistas en profundidad, se ha intentado que fueran ellas mismas las que construyan un relato de su experiencia en el proyecto.

Teniendo en cuenta que el proyecto AURKIGUNE aspira a testar estrategias y herramientas que favorezcan la inclusión socio-comunitaria, se ha recurrido a adaptar la herramienta del sociograma para observar y visualizar las interacciones y relaciones que las personas participantes han ido desarrollando y el papel que en la construcción de las mismas ha jugado el proyecto. El objetivo ha sido elaborar un sociograma para cada una de las personas participantes en el proyecto, como una representación del mapa de relaciones de cada cual. La fuente para la elaboración de los sociogramas han sido las historias de vida y los diarios de campo elaborados por las personas responsables del proyecto en cada barrio.

Como trasfondo teórico, nos hemos inspirado en la conocida reflexión de Mark S. Granovetter sobre la fuerza de los vínculos débiles. Su tesis central es que estos vínculos, aunque suelen considerarse superficiales o marginales, desempeñan un papel crucial en la cohesión social y la difusión de información. Los vínculos fuertes, propios de grupos pequeños y cercanos, como la familia o las amistades íntimas, se caracterizan por una mayor frecuencia de interacción, confianza emocional e intercambio mutuo. Por su parte, los vínculos débiles se basan en interacciones menos frecuentes y menor confianza emocional, pero conectan a individuos de diferentes grupos o ámbitos sociales. Por ello, los vínculos débiles sirven como puentes entre diferentes redes sociales y a través de ellos las personas pueden acceder a recursos e información que no estarían disponibles en sus círculos cercanos. En términos comunitarios, la cohesión social efectiva depende de la existencia de múltiples vínculos débiles que conecten subgrupos, permitiendo la organización para objetivos comunes, y son esenciales para conectar los niveles micro (interacciones personales) con los macro (estructuras sociales amplias).

En conjunto, como ya hemos indicado, han sido 40 las personas que han participado y con las que hemos elaborado sus historias de vida y sociogramas: 15 en Abusu-La Peña y 25 en Errekaldeberri.

Nos parece importante señalar los perfiles tan diferentes entre las personas participantes, tanto por su características sociodemográficas como por sus trayectorias vitales. Varias personas mantenían vínculos estrechos con sus familias (aunque estén a distancia), mientras que otras estaban completamente desconectadas de sus entornos familiares. Muchas historias incluyen episodios de adversidad significativa, como migración forzada, violencia, problemas de salud mental o rupturas familiares. Hay orígenes diversos, incluyendo África, América Latina y Europa, lo que genera una rica mezcla cultural en los grupos. Esta diversidad también planteaba desafíos, como el aprendizaje del castellano y la integración cultural. A pesar de las diferencias individuales, las biografías comparten una narrativa de superación y construcción de comunidad, donde la participación en asociaciones y actividades grupales han jugado un papel crucial en la integración y el desarrollo personal. AURKIGUNE ha sido, en este sentido, una referencia fundamental para todas ellas.

La mayoría han participado activamente en casi todas las actividades y algunas han limitado su implicación debido a diversas situaciones personales. Las mujeres han tendido a participar más en actividades grupales y feministas, generando redes de apoyo específicas, mientras que algunos hombres se han involucrado en mayor medida en actividades manuales o artísticas individuales. Hay un interés recurrente en el acceso a la educación, tanto formal (como cursos de Educación de Personas Adultas o formación técnica) como no formal (talleres de costura, tecnología y manualidades). Muchas de las personas participantes buscaban mejorar habilidades básicas como lectura, escritura o manejo de tecnología, a menudo como parte de su proceso de construcción de autonomía. Tanto los talleres creativos como las actividades de barrio (teatro comunitario, eventos culturales) han sido fundamentales para establecer lazos con el vecindario. Este aspecto es particularmente relevante en contextos de vulnerabilidad social, donde las redes comunitarias se convierten en pilares fundamentales para el bienestar emocional, la integración social y el acceso a oportunidades.

La participación en el proyecto ha permitido generar relaciones significativas con el entorno vecinal a través de las diversas actividades realizadas. La participación en talleres, grupos de mujeres, actividades artísticas, fiestas populares o juegos de mesa fomenta un entorno colaborativo y accesible para personas con trayectorias dispares. En varios casos, los grupos de mujeres destacan como plataformas críticas para construir redes solidarias, especialmente en contextos de migración y aislamiento social. Por otro lado, la convivencia de personas de orígenes distintos en espacios compartidos ha fomentado relaciones interculturales basadas en el respeto y el aprendizaje mutuo. Estos espacios ayudan a desdibujar fronteras culturales y refuerzan un sentido de pertenencia local.

El impacto de estas redes en situaciones de tanta vulnerabilidad es muy evidente. Muchas personas han encontrado en ellas un espacio seguro para expresar sus emociones, como se observa en los talleres de psicología que proporcionan un entorno de confianza y respeto mutuo. La posibilidad de participar en actividades autogestionadas, como las organizadas por los grupos de mujeres, fortalece la autoestima y su capacidad de tomar decisiones. En cuanto a las relaciones establecidas en actividades vecinales y proyectos comunitarios generan un sentido de pertenencia y contribuyen a la cohesión social.

Yo conozco ahora mucha gente, mejor que antes. Antes yo no conocía a nadie, gente, poca gente, pero ahora yo conozco mucha gente, comenta F.A. Vale más la gente que se tira conmigo cinco minutos hablando y me pregunta sobre mí a que me dé un euro, nos dice J.M.L. Originario de Senegal, M.S. valora así su experiencia en AURKIGUNE: Las personas me saludan a mí porque me conocen del barrio, de las actividades que hacemos y nos conocimos, me saludan y muy contento con ellos también​. Una experiencia que también comparte S.M.: Me he sentido que tengo a alguien cerca de mí, que me puede valorizar un poco​.

Como estas, son muchas las experiencias que sienten y transmiten que sus vidas se han ampliado, que sus relacionas han crecido y se han ramificado: Es una forma también de relacionarnos entre el mismo grupo con el resto de personas que puedan venir del barrio. Quiero decir, ampliar un poco más el círculo, dice A.D.G. O lo que nos comparte M.M.G.M.: Yo llevo pocos años viviendo aquí, entonces sí que conozco gente, pero no como para meterme en el barrio, en alguna asociación. Está bien conocer a las personas primero y con la ayuda de Aurkigune eso se está consiguiendo y se puede conseguir. O, por terminar con una experiencia más, la que transmite A.T.:

Es una forma de salida para que te conozca la gente, que no te juzgue. Si así, de ejemplo en el barrio de Rekalde si, como ha salido de fiesta y hay más cosas de hacer poco a poco ya te conoce, y la gente comunica. Mira, este chico estaba ahí, jugando con los niños y eso, ha participado de fiesta, de marmitako y así… Yo no lo veo mala persona entonces te conoce la gente. Ya te considera como persona, como persona. No, como te ve retirado y no te conoce y claro, te ve durmiendo en la calle y tiene miedo o te juzga mal sin saber que está pasando contigo. Pero así, conociéndote, claro. Es diferente. Ya empieza a saludarte. Ya no tiene ni miedo, porque está siempre por ahí…

El fortalecimiento de redes sociales en estos contextos no solo es una estrategia contra la exclusión, sino también un medio para construir comunidades más integradoras y solidarias. Estas redes son particularmente valiosas para personas en situaciones de vulnerabilidad, proporcionando tanto apoyo práctico como emocional, y creando oportunidades de integración y crecimiento personal. Es evidente la riqueza que adoptan sus vidas tras su contacto con el proyecto. Reflejadas en los sociogramas, son vidas que experimentan, literalmente, un auténtico florecimiento. A modo de ejemplo presentamos cuatro de estos sociogramas.

Sociograma 1. A.A.G. es una mujer portuguesa de 62 años que vive en Bilbao, en un piso gestionado por Zubietxe que comparte con dos hombres. Tiene dos hijos: uno vive en Burdeos, con quien mantiene una relación cercana y a quien visita varias veces al año; el otro, con quien la relación es difícil, reside en un centro en Muskiz y ha limitado el contacto con ella. En su día a día acude cada mañana a la EPA, donde aprende matemáticas -que se le dan especialmente bien- aunque le cuesta seguir las conversaciones del grupo debido a dificultades con la lectura y escritura. Los fines de semana se relaciona con un grupo de amigas con las que sale, aunque últimamente empieza a priorizar su descanso y bienestar sobre el ocio nocturno. Destaca su actitud respetuosa hacia una compañera transexual, a pesar del rechazo de otras del grupo.

A nivel comunitario, participa activamente en AURKIGUNE, siendo una de las personas más constantes. Ha establecido vínculos significativos con vecinas del barrio, como A. y R., y ha generado una conexión especialmente valiosa con R., una mujer ghanesa con la que ha compartido aprendizajes en el grupo de costura de La Casa Amarilla, superando la barrera del idioma. Además, participa semanalmente en el grupo de mujeres de Zubietxe, donde ha desarrollado lazos de confianza con otras participantes. Su implicación se ha extendido a actividades organizadas en el barrio por Abusu Sarean, SIAL y la asamblea feminista, especialmente con motivo del 8M. Aunque a veces necesita apoyo para involucrarse, su motivación por formar parte de la vida comunitaria es muy alta y constante.

Sociograma 2. A.F.M., mujer de 25 años nacida en Vigo, vive actualmente en un piso compartido en el barrio de La Peña gestionado por Zubietxe, donde recibe acompañamiento educativo puntual. Comparte el piso con tres compañeros, con quienes mantiene una buena convivencia. Tras una infancia marcada por la pérdida de su abuela -su principal figura de cuidado-, pasó por centros de protección y distintas modalidades de vivienda, hasta estabilizarse en su actual situación. Su red social es amplia y diversa. Mantiene una relación muy cercana con una amiga íntima, A., con quien realiza planes de ocio propios de su edad. Además, tiene un grupo numeroso de amistades en Santutxu con quienes se relaciona de forma habitual. Ha estado implicada en una relación afectiva desigual con un hombre mayor, con el que aún mantiene cierto contacto, aunque actualmente no están juntos.

Una actividad especialmente significativa para ella es su terapia con caballos en la Asociación Anothe, que le proporciona bienestar emocional y un entorno seguro, gracias al vínculo con el grupo y la educadora responsable. Participa también en varias actividades de Zubietxe, como el grupo de mujeres y el centro de día, donde mantiene una relación cercana con otras jóvenes. Aunque su asistencia no siempre es constante, valora mucho estos espacios de relación y apoyo. En La Casa Amarilla participa en charlas formativas de psicología, feminismo y diversidad sexual, y especialmente disfruta del taller de juegos, donde ha establecido nuevos vínculos con personas del centro y del barrio. Destaca la conexión positiva con vecinas como M. y su hija N., con quienes ha compartido momentos cotidianos significativos fuera del espacio del proyecto.

Sociograma 3. S.M. es un hombre rumano de 40 años que comenzó a participar en AURKIGUNE desde el centro de día Onartu de Bizitegi en septiembre de 2023. Pese a una trayectoria marcada por la inestabilidad (estancias en calle, ingresos y expulsiones de recursos de alojamiento temporal), ha mantenido una implicación activa en diversas actividades comunitarias del barrio. Convive con una enfermedad mental y consumo de alcohol, lo que ha afectado su continuidad en algunos espacios. A pesar de tener un hermano en Bilbao, su red de apoyo es limitada. Es una persona inteligente y con habilidades musicales, especialmente con la guitarra, lo que le ha permitido integrarse en múltiples iniciativas como el grupo de teatro, presentaciones en centros educativos y actividades culturales junto a colectivos locales (gaiteros, trikitilaris, etc.).

Su implicación ha generado vínculos con numerosos grupos del barrio, destacando por su colaboración en actividades como talleres, preparación de eventos y apoyo logístico en fiestas populares, aunque le cuesta participar en eventos masivos por incomodidad personal, aunque realiza esfuerzos por involucrarse. También ha tenido momentos de ruptura con el equipo por conflictos de confianza, tras los que ha retomado el contacto de forma progresiva. Su evolución personal se refleja en pequeños gestos de apertura y compromiso, como su participación espontánea en acciones comunitarias fuera del horario habitual del centro o su disposición creciente a vincularse sin necesidad de recordatorios. Aunque su constancia es inestable, sigue siendo una figura reconocida y valorada por la comunidad, lo que refuerza su integración progresiva.

Sociograma 4. M.K. es un joven marroquí de 28 años en situación de calle. Aunque su nivel de castellano es limitado, muestra una actitud muy activa y participativa desde su llegada a AURKIGUNE, implicándose en múltiples propuestas como teatro, poesía, deporte o voluntariado. Sin embargo, su participación se ve afectada recurrentemente por su situación de extrema vulnerabilidad, marcada por desalojos constantes y la falta de estabilidad habitacional.

A pesar de no residir en Rekalde, empieza a generar vínculos con personas y colectivos del barrio, como Vaso Poético, el Homeless Film Festival o Korrikazaleak. Su motivación inicial es alta: escribe poesía, quiere recitar en árabe con traducción al castellano, propone grabar un cortometraje con contenido social, participa como voluntario en la San Silvestre y busca integrarse en el grupo de corredores. Sin embargo, cada vez que su participación está a punto de consolidarse, eventos externos como desplazamientos forzados, desalojos o la imposibilidad de pagar gastos mínimos (aunque estos se reducen con apoyo del equipo) lo alejan del proceso. Muestra un fuerte compromiso con la comunidad cuando su situación lo permite, pero reconoce que en su realidad actual, su energía está centrada en sobrevivir. A pesar de ello, su implicación inicial deja huella en el entorno, donde es recordado y valorado por las personas con las que interactua.

3. Resultados y aprendizajes clave

La evaluación del proyecto AURKIGUNE resalta la eficacia de un enfoque flexible e integral para medir el impacto social, combinando herramientas cuantitativas con metodologías cualitativas que captan transformaciones profundas en personas y comunidades. El proyecto, desarrollado en los barrios bilbaínos de Errekaldeberri y Abusu-La Peña, ha generado espacios inclusivos donde vecinas y vecinos, tanto destinatarios directos como participantes comunitarios, han encontrado un lugar de reconocimiento y participación.

Uno de los pilares ha sido la colaboración entre las entidades sociales Zubietxe y Bizitegi, junto con diversas asociaciones barriales, tejiendo redes de apoyo mutuo y revitalizando la vida comunitaria. Esta cooperación ha fortalecido el tejido social y promovido nuevas iniciativas adaptadas a las realidades locales.

AURKIGUNE ha sabido ajustarse a contextos muy diferentes: en Errekaldeberri se integró en una red asociativa ya consolidada, mientras que en Abusu-La Peña, con un entorno menos dinámico, se optó por una presencia más visible a través de La Casa Amarilla. En ambos casos, se construyeron relaciones de confianza esenciales para el éxito del modelo.

El proyecto ha sido coordinado por un equipo comprometido, apoyado por un grupo motor interinstitucional que garantizó su seguimiento y evaluación. Este proceso reveló que los métodos cualitativos eran más adecuados para capturar los efectos reales del proyecto, como el aumento de la autoestima, la participación activa y el sentido de pertenencia de las personas involucradas.

AURKIGUNE se presenta como un modelo de activación sociocomunitaria transformador, capaz de generar cohesión social, inclusión y vínculos duraderos, con potencial para ser replicado en otros contextos. Al tratarse de un proyecto tan orgánico, al ser la propia vida de las comunidades de barrio, con todo su azaroso dinamismo, el contexto donde experimentar los procesos de inclusión, AURKIGUNE ha exigido una permanente actitud de escucha con el fin de identificar oportunidades para la interacción positiva entre el barrio y las personas en exclusión. La construcción de relaciones de confianza ha sido trabajosa, pero ha funcionado. Por ello, contemplamos con mucha preocupación la posibilidad de que el proyecto no tenga continuidad, ya que estas relaciones de confianza se verían afectadas.

 

Número 21, 2025
Del dato a la acción

Las nuevas generaciones ante el cambio climático

Rufí Cerdán Heredia. Doctor en geografía, subdirector de evaluación ambiental Generalitat de Catalunya 2005-2011, exdirector de Caritas Diocesana de Vic 2017-2021

Puedes encontrar a Rufí en X y Bluesky.

 

Los niños nacidos en 2020 se enfrentarán a una exposición sin precedentes a los extremos climáticos.[i] Las olas de calor, las sequías, las inundaciones y otros fenómenos extremos van a crecer substancialmente exponiendo a las nuevas generaciones a grandes riesgos, aunque el calentamiento global siga la improbable senda de quedarse en 1,5º por encima de la temperatura media global respecto al periodo preindustrial. En 2023 y 2024 la temperatura media del planeta ya ha alcanzado el aumento de 1,5, ese temido límite.[ii]

El 10% más rico de la población mundial representó casi la mitad de las emisiones globales en 2019 a través del consumo privado y las inversiones, mientras que el 50% más pobre representó solo una décima parte de las emisiones globales. Al mismo tiempo, las regiones con bajos niveles históricos de emisiones e ingresos suelen estar expuestas con mayor frecuencia y gravedad a los impactos climáticos y tienen recursos limitados para la adaptación.[iii]

Los grupos más expuestos al cambio climático suelen ser las personas que viven en condiciones de pobreza, las poblaciones más vulnerables, los ancianos, los niños, las mujeres y los grupos ocupacionales que trabajan al aire libre. También son más vulnerables los pueblos indígenas y las personas que dependen directamente de la naturaleza para su supervivencia.

Para prevenir los efectos del cambio climático es crucial reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la eficiencia energética y promover la reducción justa del consumo, lo que pasa necesariamente por una redistribución de la riqueza. Esto implica adoptar hábitos de consumo responsables, impulsar la transición a energías renovables, proteger los ecosistemas, asegurar una renta universal y reducir la duración de la jornada de trabajo.

Pero dada la alta probabilidad de que ocurran esos problemas, además de las acciones individuales y los cambios globales en la movilidad, en los sistemas agroalimentarios y en la transición energética que deben promover todas las instituciones para reducir los consumos de materiales y de energía, es preciso tomar medidas de adaptación para mitigar los efectos de los fenómenos extremos:

  • Resiliencia urbana: Diseñar ciudades que sean resistentes a los impactos del cambio climático, como inundaciones, sequías, y olas de calor. Para ello se debe adaptar el espacio construido para evitar desastres en las inundaciones y mejorar las condiciones climáticas de las viviendas y de los espacios públicos.
  • Gestión del agua: Reutilizar el agua residual, promover la eficiencia en el riego, y construir infraestructuras para la gestión del agua en zonas vulnerables.
  • Agricultura sostenible: Desarrollar cultivos resistentes a la sequía, utilizar técnicas de agricultura que reduzcan las emisiones, y proteger los suelos.
  • Protección de ecosistemas: Restaurar y proteger los ecosistemas naturales, como los bosques y los humedales, que son importantes sumideros de carbono y reguladores del clima.

Hemos de trabajar juntos y a todos los niveles, transformando comportamientos y estructuras para conseguir ralentizar la crisis ambiental y proteger a los más vulnerables de sus peligrosos efectos. Vivamos la ecología integral convencidos de que es el camino.

[i] https://www.nature.com/articles/s41586-025-08907-1

[ii] https://climate.copernicus.eu/esotc/2024

[iii] https://www.nature.com/articles/s41558-025-02325-x

 

Número 21, 2025

Palabras clave: Alzheimer, familia, Humor, resiliencia

Documentación

Loli Tormenta. Saltando Obstáculos con Alma y Sonrisas

Pedro Fuentes. Equipo Estudios Cáritas Española

 

Película de 2023, del director catalán Agustí Villalonga, que falleció sin poder verla estrenada. Con guion de Mario Torrecilla, y basada en un comic homónimo del mismo autor y de Núria Farré.

Loli, una ex atleta de salto de vallas, vive con sus dos nietos, de los que se hizo cargo tras la muerte prematura de la madre. Una abuela vitalista, atípica que mantiene una relación de cariño y complicidad con sus nietos.  Con una economía de subsistencia, le sobreviene el Alzheimer y este proceso desata toda un interesante y a ratos divertida trama.

A pesar de la crudeza de las realidades que propone, Loli tormenta está hecha en clave de comedia, sin por ello frivolizar ni desmerecer su potente contenido social. Las carreras de obstáculos que Loli practicó de joven y que practica uno de sus nietos, se convierten en una metáfora de sus propias vidas, y de las de tantas otras personas y familias.

La película nos pone delante la vida en un barrio humilde y de sus tramas de vecindad, nos habla de la educación, de la inmigración, de la pobreza energética y de la otra, de los cuidados y sus dificultades.… todo ello con una tremenda dosis de ternura y de ingenuidad a atreves de la mirada de los dos chavales (Edgar y Robert) que han de afrontar una situación para la que no están preparados.

Muy recomendable para verla, disfrutarla y comentarla.

https://www.filmaffinity.com/es/film842447.html

 

Número 21, 2025