Conversamos

Consumir como acción ciudadana

Puedes escuchar la conversación con Luis Enrique Alonso en YoutubeiVoox Spotify.

 

Número 20, 2025
A fondo

Mirar lo que viene y construir futuro desde la acción voluntaria

Clara Sánchez Canas y José Luis Graus Pina. Equipo Desarrollo Organizativo Cáritas Española.

 

El texto destaca la necesidad de repensar la acción voluntaria en un contexto de cambio e incertidumbre. Aboga por no caer en visiones pesimistas ni aferrarse a viejos esquemas, sino abrirse a nuevos paradigmas que reconozcan la complejidad y la diversidad. Propone cuestionar la práctica voluntaria, adaptándola a nuevas realidades y desafíos, y subraya que el voluntariado debe centrarse en la transformación social. Llama a construir redes solidarias y ciudadanía activa, promoviendo la participación y la cooperación para afrontar los retos actuales.

 

Estamos en un cambio de época, así de radical se muestra Luis Aranguren en su libro Fraternidades a la intemperie[i]. Esto que, efectivamente, parecen palabras mayores, la realidad se está empeñando en ayudarnos a entenderlo de mil maneras posibles. Muchos son los acontecimientos que nos invitan a movernos de nuestra baldosa, a salir de nuestras zonas de confort, de seguridad y a mirar con atención lo que viene.

La primera tentación es hacer una lectura fatalista o pesimista de lo que ahora nos va aconteciendo. Nos resulta más fácil imaginar el colapso que la utopía. Lo primero lo vemos como inevitable y lo segundo como imposible. Parte de esto tiene que ver con el miedo que nos genera la incertidumbre, y mucho de lo que sucede ahora tiene que ver con la incertidumbre, con el no saber, con no tener toda la información necesaria o tener una información imprecisa para dar el siguiente paso.

La segunda tentación es recurrir a lo que sabemos, a lo que conocemos, a lo que nos da confianza para responder a los retos que este momento histórico nos va presentando. Y, si algo estamos comprobando, es que lo que nos va aconteciendo cada vez entra con más dificultad en los parámetros establecidos que hemos adquirido de momentos históricos anteriores.

Y la tercera tentación es pensar que un único relato, que un único discurso, va a explicar y dar respuesta a la realidad que día a día no deja de sorprendernos. En la actualidad, muchos son los relatos que tratan de explicar la realidad desde diferentes lugares, por lo que quedarnos con una única mirada no nos va a ayudar. En un mundo complejo como el que nos ocupa, debe promoverse una mirada habituada a la complejidad.

 

Ponernos en cuestión…

Para afrontar este momento sin permitir que las tentaciones citadas nos marquen el camino a seguir es importante que podamos avanzar por procesos y por paradigmas poco transitados hasta ahora y que nos hagamos algunas preguntas, entre otras: ¿Qué papel puede jugar el voluntariado en esta nueva realidad? ¿Están preparadas las entidades del tercer sector para afrontar este nuevo momento? ¿El voluntariado puede aportar valor a una configuración de ciudadanía responsable?

Así, la primera invitación es atrevernos a ponernos en cuestión a nosotras mismas y a las entidades en las que participamos de un modo u otro. En este camino propositivo no se trata de dejarnos permear por los discursos negativos, por ofrecer lo nuestro como lo único válido, cuando no, como lo único bueno. Se trata más bien de mirar al futuro desde una perspectiva esperanzada que puede reconocer lo que emerge, aunque sea pequeño; de dialogar con el diferente, con lo distinto, con la diversidad, en busca de ese camino hacia lo común.

Ponernos en cuestión es aceptar con gratitud lo que nos ha traído hasta aquí: tiempos de compromiso sólido, de militancias a pesar de casi todo, de barricadas, de conquista de la democracia, al tiempo que reconocemos que todo eso ya no nos puede acompañar en el futuro que se va dibujando.

Esto implica poner en cuestión la realidad del voluntariado como la hemos ido conociendo hasta ahora y tratar de aventurar una mirada más allá.

Ponernos en cuestión implica tomar conciencia de que el voluntariado está en lugares en los que quizás no pueda, no quiera o no deba estar. No podemos ignorar que nos encontramos ante un tercer sector cada vez más empresarializado y profesionalizado en el que el voluntariado ocupa un lugar muy determinado, generalmente vinculado al mundo de la tarea y de la práctica concreta.

Ponernos en cuestión implica tener la disposición de ensanchar los horizontes y los límites que nos han traído hasta aquí. La globalización es un fenómeno paradójico: por un lado, nos ha mostrado que hay realidad más allá del alcance de nuestra mirada, pero, por otro, nos ha puesto el mundo demasiado cerca y nos ha hecho pensar que podemos conocerlo todo, que todo está a golpe de clic. Estamos en un mundo inabarcable, inaprensible. Solo podemos acceder a una parte del mismo, aunque es cierto que nuestra conciencia puede ganar cada vez en más globalidad.

Por tanto, a la hora de construir el futuro es necesario que los epicentros cambien. No tanto nuestras convicciones, nuestras reflexiones, cuanto una realidad nueva que está emergiendo y a la que tenemos que prestar mucha atención. Ahí el voluntariado puede tener un juego propicio para imaginar nuevas realidades, nuevos vínculos, nuevos espacios que surjan, pero también propicien el encuentro y una nueva relacionalidad, una nueva ciudadanía basada en la cooperación y la transformación.

 

Palabras que nos explican

Partimos de la convicción de que el voluntariado es un medio, un instrumento. No es un fin en ningún momento. No podemos olvidar que el fin tiene que ver con la mejora de las situaciones de tantas personas vulneradas que no pueden tener un lugar digno en nuestra sociedad. Por tanto, es necesario acudir a aquello a lo que el voluntariado apunta y desde ahí tratar de releer, de redefinir, de actualizar el nuevo momento que enfrenta este medio.

El voluntariado y su acción tienen como finalidad la transformación de la sociedad y de la realidad en la que se mueven. Esta transformación se produce porque existe una situación deficitaria que influye directamente sobre personas y comunidades. Muchos informes y muchas entidades nos explican la realidad, nos indican lo que no funciona de la misma y, ante eso, se nos reclama la respuesta. Es necesario el cambio, la transformación, para que la realidad de las personas más vulneradas pueda mejorar.

Dicha transformación está sostenida en una corriente de solidaridad que emerge desde diferentes afluentes:

  • el antropológico, pues sin duda la solidaridad reside en lo más profundo de las personas. Basta ver la reacción que tenemos personal y colectivamente ante cualquier tragedia, surge de forma cuasi espontanea ponerse en pie y hacer algo.
  • Existe también el afluente psicológico. La relación que las personas tenemos con la necesidad y las situaciones que ésta produce encuentran acomodo en nuestra psique. La relación con la necesidad y con las personas que no pueden satisfacerlas de modo natural nos lleva a querer ayudar, a poner algo de nuestra parte para que las cosas puedan cambiar. Podríamos decir que somos personas ayudadoras por naturaleza.
  • Existe también el afluente social, relacional, comunitario de la solidaridad. En este, la solidaridad se redimensiona, se reubica desde lo común. Las respuestas ante las situaciones adversas no se dan solo desde el yo, sino que sobre todo se dan desde el nosotros.
  • Por último, el afluente de la moral y la ética, del valor y del comportamiento. Tiene la solidaridad una dimensión profunda y otra más práctica y concreta en comportamientos que necesariamente se necesitan e interpelan: la solidaridad no solo radica en convicciones, sino que también lo hace en comportamientos y eso hace que el propio concepto quede enmarcado en un lugar determinado.

Los caminos asistenciales van quedando cada vez más enmarcados en contextos más amplios en los que la participación va dotando de sentido a la acción voluntaria. Estamos transitando, como sociedad en conjunto, desde sus diferentes estamentos, del hacer para al hacer con. Es un tránsito que reclama mucho de las personas, pues el hacer con incide plena y directamente en la transformación a la que antes aludíamos. La pedagogía de la participación aparece cada vez de un modo más esencial en la realidad del voluntariado, pone en crisis modelos de intervención en los que se subestiman el valor y la potencia de todas las personas y pone en crisis un modelo de ayuda pública y privada sustentado en la unidireccionalidad del que da y del que ayuda.

Esta participación sin duda construye ciudadanía y promueve cohesión social. La acción voluntaria como herramienta de transformación no acaba en sí misma, se despliega hacia una realidad mejor. Una ciudadanía más implicada, corresponsable, propositiva es elemento clave para construir nuevas sociedades y realidades políticas en las que la vulneración de derechos no sea un elemento significativo y significante de éstas.

Esto pasa por el compromiso real de personas concretas que de un modo generoso y altruista deciden poner su tiempo, competencias y saberes al servicio de la transformación social.

Estos son los términos que deberían estar presentes en la vertebración de la acción voluntaria y del voluntariado en los años que nos vienen, en el cambio de época en el que nos estamos ubicando cada vez de un modo más claro.

Ahora bien, ¿estos términos van a ser comprendidos y, por tanto, definidos de la misma manera en la que actualmente se comprenden y definen? Cuando hablamos de solidaridad, de compromiso, de ciudadanía, participación… ¿todas estamos hablando de lo mismo?

 

¿Palabras que nos explicarán?

Hace ya muchos años, Peter Drucker decía en su obra Management: Tasks, Responsibilities, Practices que “lo difícil e importante no es encontrar las respuestas correctas, sino encontrar la pregunta adecuada. Ya que hay pocas cosas tan inútiles, incluso peligrosas, como la respuesta correcta a la pregunta equivocada”.

Estamos viendo que en este mundo que cambia tan rápido los paradigmas que lo explican y lo aprehenden también cambian. Por eso, nuestro reto no es tanto preguntar al futuro, a lo que emerge, desde nuestro presente, sino desde una realidad en tránsito que también va emergiendo y cambiando. Intentaremos pues, hacer las preguntas adecuadas.

La rapidez con la que todo se va moviendo requiere de nosotras, personal y estructuralmente, una agilidad y una flexibilidad para la que no siempre tenemos preparación y herramientas.  Las construcciones sólidas que hasta ahora construíamos y nos configuraban nos reclaman un tiempo del que quizás no disponemos.

Durante muchos años, desde el voluntariado y las entidades del tercer sector, hemos tratado de responder al todo de lo que acontece y eso ha reclamado procesos largos de reflexión, de debate. Quizás sin perder la vocación de absoluto, podríamos centrarnos más en trabajar desde la parte. Intentaríamos, desde la parte, acceder a la mayor parte posible del todo.

El riesgo de este planteamiento tiene que ver con la fragmentación. No se trataría tanto de configurar o alimentar la fragmentación, sino de trabajar desde una parte que se sabe, reconoce y siente integrada en un todo.

Evolución, cambio, transformación. Hasta ahora la acción voluntaria ha tenido que ver sobre todo con la transformación social y el cambio personal. En este mundo que evoluciona rápidamente, ¿seguirá siendo así? Parecería que los procesos de aislamiento e individualización que se hacen muy presentes en las sociedades neoliberales pueden condicionar dicha acción reduciéndola al ámbito de la atención y el cuidado de personas vulneradas. Con la globalización y los procesos de carácter macroestructural, da la sensación de que la transformación social queda más alejada del alcance de nuestra acción.

Y aquí es curioso observar la distinción conceptual que comienza a emerger en algunos ámbitos: hablamos de voluntariado cuando lo que parece predominar es la atención a las personas y de activismo cuando se pone el acento en la incidencia política. ¿Es necesario hacer esta distinción?, ¿qué puede haber detrás de ella?

Observamos que entre los movimientos que se reconocen como activistas, el voluntariado aparece como algo blando, muy centrado en la atención a las personas, pero sin poner en cuestión el sistema. ¿Este es el camino en el que se debe circunscribir la acción voluntaria? La regulación establecida por medio de las diferentes leyes de voluntariado, tanto estatales, como autonómicas, parecen apuntar en esa dirección. La legislación, las normas y reglamentos, alimentan, sin duda, el orden, la claridad, la universalidad, pero, al mismo tiempo, también el riesgo de encorsetar, de controlar lo que sucede, es amplio.

Al menos reflexivamente deberíamos atrevernos a pensar y a transitar los límites de la realidad del voluntariado. Siendo necesario el marco legal, este no debería impedir que una realidad viva y dinámica como es la del voluntariado quedara incluida en unas lindes en las que el margen de maniobra y de innovación global quedara reducido a la mínima expresión.

Cuando acontecen fenómenos extraordinarios como los que nos visitan últimamente (covid, volcán de La Palma, Dana en Valencia) podemos constatar algunos elementos que nos interpelan:

  • La solidaridad se confirma como una realidad muy presente en nuestra sociedad y las personas que la conforman. Hay una reacción espontánea de querer ayudar, de querer ser útiles en contextos de dificultad.
  • Las entidades no estamos preparadas para acoger, ni en fondo ni en forma, estos movimientos con la agilidad que precisan tanto la realidad, como las personas.

Sin entrar a hacer juicios de valor, no es momento de moralizar, constatando meramente los acontecimientos, podríamos intentar hacernos preguntas acertadas y grandes que, en realidad, ya hemos ido lanzando, pero a las que cabría sumar otras:

  • ¿Esa capacidad de movilización personal y social solo se produce ante emergencias?
  • ¿Podemos trabajar de alguna manera para que esos torrentes de solidaridad puedan expresarse cotidianamente en situaciones tan graves como las producidas por estos fenómenos, pero más silenciosas en su expresión?
  • ¿Las entidades necesitamos revisar nuestros sistemas organizativos para ver qué posibilidades y mecanismos de adaptación tenemos?

Pero con esto solo abordamos un aspecto importante de la realidad, aquel que tiene que ver con lo sobrevenido, con lo extraordinario. ¿Qué sucede con la pobreza estructural que se construye en nuestras sociedades? ¿Qué ocurre con los niveles de precariedad crecientes en ámbitos esenciales tales como la vivienda, el empleo, los movimientos migratorios? ¿Qué ocurre con el dolor y el sufrimiento social que cada vez están más presentes?

Necesitamos respuestas emergentes. Necesitamos que el voluntariado pueda acercarse de un modo fresco y nuevo a estos aspectos para poder ser respuesta y propuesta hábil y eficaz.

Necesitamos la transformación contagiosa, desde lo pequeño. Es una clave que quizá pueda ayudarnos a imaginar cosas distintas. El pensamiento local integrado e integrador debería impulsarnos a construir nuevas realidades. Reducir los espacios, los escalones entre los lugares de toma de decisiones y la realidad. Atrevernos a imaginarnos cosas pequeñas con aspiración de globalidad.

Necesitamos la transformación contagiosa, desde lo relacional. Está claro que todo el tema de lo virtual, internet, redes sociales, tecnología, inteligencia artificial… está poniendo en cuestión nuestros modelos tradicionales de relación. Lo presencial se está viendo cuestionado, estresado, por otros modelos que, en mi opinión, no se contraponen, sino que pueden complementarse con un gran potencial de acción. Desde el voluntariado podemos buscar nuevos sistemas de relaciones que, sin perder la humanidad, puedan establecer nuevas redes, nuevas colaboraciones. El voluntariado puede favorecer la construcción de nuevos tejidos sociales que, estando cerca, muy cerca de la realidad, puedan imaginar futuros posibles y mejores.

Necesitamos la transformación contagiosa, desde la ciudadanía. Un voluntariado desde lo pequeño, con un modelo de relaciones profundo y sano, sin duda puede ser generador de nueva ciudadanía y, por tanto, de políticas posibles, mejores, al servicio de lo común, con ánimo de responder los retos mejor que las que actualmente nos acompañan.

El voluntariado que podemos dibujar no empieza ni acaba en sí mismo. Empieza para los demás y acaba con ellos. Desde ahí se puede dibujar un voluntariado como correa de transmisión (no es la única) que puede movilizar los mecanismos sociales esenciales para provocar una nueva realidad.

 

Algunas claves para el futuro inmediato…

Corremos el riesgo de que lo dicho hasta ahora se quede en palabras, más o menos bonitas, más o menos acertadas, más o menos inspiradoras, pero palabras, a fin de cuentas. Intentamos ahora desgranar dos claves que puedan ayudarnos a construir el nuevo momento del voluntariado.

La primera es la de cambiar nuestros lugares de pensamiento. No podemos pensar desde los lugares físicos o conceptuales de siempre. Debemos aventurarnos a lugares diferentes. Cambiar nuestras atalayas de observación y análisis por los lugares en los que la realidad sucede. El criterio de discernimiento no somos nosotros, ni tan siquiera lo que hasta ahora nos ha sostenido. Piensa también con los pies, que decía Pedro Casaldáliga.

La segunda clave tiene que ver con los sujetos del pensamiento. En este momento no nos toca pensar solos. Nos toca pensar con otras personas, con otras entidades, con otras realidades. La construcción colectiva, el diálogo compartido, la reflexión común, sin duda podrán ofrecernos perspectivas que por nuestra cuenta no podemos acceder. La conciliación entre identidad y comunidad es fundamental. Para esto puede ayudarnos a contemplar cómo los grandes objetivos son compartidos por muchas personas.

 

[i] Aranguren Gonzalo, L. (2024). Fraternidades en la intemperie. Vínculos que cuidan. Zaragoza: Khaf (Edelvives).

 

Número 20, 2025
Documentación

"El arte de ejercer la ciudadanía" Una lectura necesaria.

José Luis Graus, equipo de desarrollo organizativo y responsable de voluntariado en Cáritas Española.

 

El libro El arte de ejercer la ciudadanía (2023), de los autores Carlos Berzosa, Emilio José Gómez Ciriano y Francisca Sauquillo, constituye una profunda reflexión sobre el estado actual de los derechos humanos y la ciudadanía en un contexto marcado por el neoliberalismo y sus implicaciones socioeconómicas. A través de un enfoque plural y colaborativo, el texto pretende aportar soluciones a la crisis mundial que atraviesa el ejercicio de la ciudadanía y los derechos humanos, al tiempo que llama a la acción colectiva y consciente. 

El prólogo, a cargo de Federico Mayor Zaragoza, exdirector general de la UNESCO y presidente de la Fundación Cultura de la Paz, ofrece una visión histórica y ética sobre la importancia de la educación, la solidaridad y el respeto a los derechos humanos. Mayor Zaragoza destaca la necesidad de una ciudadanía global activa, comprometida con la igualdad y la dignidad humana, que se enfrente a las amenazas del autoritarismo, la desigualdad y el deterioro ambiental. Este marco introductorio posiciona al lector en la urgencia de repensar y actuar sobre los desafíos contemporáneos. 

El primer capítulo, escrito por Carlos Berzosa, profundiza en el contexto neoliberal, detallando cómo las políticas económicas globales han erosionado los derechos sociales y económicos. Berzosa ilustra cómo la crisis económica de 2008 exacerbó la desigualdad y debilitó el estado de bienestar, reduciendo las oportunidades para la mayoría de la población mundial de disfrutar plenamente de sus derechos humanos. 

Emilio José Gómez Ciriano, en el segundo capítulo, aborda la relación entre los derechos y la ciudadanía en un entorno cada vez más hostil y fragmentado. Reflexiona sobre los efectos nocivos de la meritocracia y el individualismo exacerbado que han deteriorado las relaciones comunitarias y la democracia participativa. Propone recuperar el sentido de comunidad a través de la solidaridad y la acción colectiva. 

El tercer capítulo, a cargo de Francisca Sauquillo, analiza los derechos humanos de cuarta generación, como el derecho a la identidad sexual, la memoria democrática y la muerte digna. Estos derechos emergen en un contexto donde las cuestiones éticas y sociales son cada vez más complejas, y requieren una reflexión profunda para garantizar la protección y la dignidad de todos los seres humanos. 

En resumen, El arte de ejercer la ciudadanía es una obra que invita a la reflexión crítica y el debate social en torno a los derechos humanos y el ejercicio de la ciudadanía en tiempos convulsos. Los autores plantean propuestas que van más allá de la emotividad inmediata y promueven una transformación social basada en la solidaridad, la justicia y la participación activa. Este libro resulta fundamental para quienes deseen comprender las dinámicas actuales del poder, la política y los derechos, y para aquellos comprometidos en la construcción de un futuro más igualitario y democrático. 

De la lectura de El arte de ejercer la ciudadanía surgen varias propuestas concretas para abordar los desafíos sociales, políticos y económicos actuales desde una perspectiva que prioriza los derechos humanos y la participación activa de la ciudadanía. A continuación, se destacan las más relevantes:

1. Revalorización de los derechos sociales y económicos: Carlos Berzosa propone reforzar el Estado del bienestar y recuperar los derechos sociales que han sido mermados por el neoliberalismo. Plantea que, para ello, es necesario un modelo de desarrollo más equitativo que promueva la redistribución de la riqueza, a través de políticas fiscales progresivas y el fortalecimiento del sector público. Este enfoque aboga por que los Estados garanticen un nivel de vida digno para toda la población.

2. Recuperación del sentido comunitario: Emilio José Gómez Ciriano destaca la importancia de revitalizar la comunidad frente al individualismo exacerbado. Propone que se fomente una cultura de solidaridad y cooperación, basada en el respeto mutuo y el diálogo. Gómez Ciriano sugiere que el fortalecimiento de los vínculos comunitarios es esencial para enfrentar los efectos de la meritocracia y el aislamiento social, promovidos por el neoliberalismo.

3. Educación en derechos humanos: Tanto el prólogo de Federico Mayor Zaragoza como los capítulos de los otros autores insisten en la necesidad de una educación orientada a la ciudadanía global, que forme a individuos críticos, solidarios y comprometidos con la igualdad y la justicia. Proponen una educación integral que no solo incluya el conocimiento teórico, sino también la vivencia práctica de los derechos humanos, fomentando la participación y el compromiso ciudadano desde edades tempranas.

4. Protección de los derechos de cuarta generación: Francisca Sauquillo aboga por la protección y promoción de los derechos emergentes, como el derecho a la memoria democrática, la identidad sexual, la muerte digna y el acceso a un medio ambiente saludable. Estas propuestas incluyen la revisión de las legislaciones nacionales e internacionales para garantizar que estos derechos sean reconocidos y respetados en todo el mundo.

5. Fomento de la participación ciudadana activa: Se propone que la ciudadanía no sea meramente espectadora, sino que se convierta en protagonista activa de la gobernanza, tanto a nivel local como global. El libro aboga por crear mecanismos que favorezcan la implicación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas, la lucha contra la corrupción, y la supervisión de las políticas públicas, con especial énfasis en los derechos humanos.

6. Lucha contra la desigualdad y la pobreza: Una de las propuestas clave es la necesidad de erradicar las enormes desigualdades económicas y sociales existentes, tanto entre países como dentro de ellos. El libro propone una acción global coordinada para reducir la brecha entre ricos y pobres, con medidas que incluyan reformas fiscales justas, redistribución de recursos, y políticas de desarrollo sostenible que promuevan el bienestar de las poblaciones más vulnerables.

7. Fortalecimiento del multilateralismo y las instituciones internacionales: Los autores sugieren que es fundamental revitalizar organismos internacionales como las Naciones Unidas para que puedan enfrentar los desafíos globales, desde los conflictos armados hasta el cambio climático. Además, proponen un rediseño del sistema multilateral que elimine las estructuras de poder dominadas por unos pocos países y promueva un enfoque más democrático y equitativo.

Estas propuestas subrayan la necesidad de un cambio estructural profundo, en el que la ciudadanía, bien informada y educada en derechos humanos, juegue un papel central en la transformación social hacia un mundo más justo y sostenible. 

Número 18, 2024
En marcha

Las personas, imprescindibles para construir una sociedad más justa

Ana Abril

Coordinadora equipo Incidencia Política y Análisis Jurídico, Cáritas Española

Puedes encontrar a Ana Abril en X (antiguo Twitter).

 

Transformar las situaciones de injusticia e impulsar cambios en las causas que generan desigualdad, pobreza y exclusión, forma parte de la misión e identidad de Cáritas.

De ahí el compromiso firme con promover cambios en la legislación y las políticas como vía imprescindible para el acceso y garantía de los derechos humanos de todas las personas en todos los ámbitos desde lo local a lo internacional. En este marco desarrollamos procesos de incidencia política que parten de las vulneraciones de derechos de las personas y pueblos con objetivo de revertir esas situaciones a través de la propuesta de políticas y de su efectiva aplicación.

Un momento especialmente importante para realizar propuestas que posibiliten una sociedad más justa se produce en las elecciones generales, cuando los partidos deben plasmar sus compromisos en los programas electorales. Cáritas, en cada convocatoria electoral, presenta a los partidos políticos sus propuestas con el objetivo de que, en un primer momento, sean incorporadas en los programas y, posteriormente, se desarrollen durante la legislatura concretándose en leyes y políticas que sean implementadas y evaluadas.

Determinar cuáles son estas propuestas es una decisión clave en una doble vertiente. Internamente implica fijar aquellos temas en los que Cáritas va a focalizar su acción de incidencia política en los próximos años a través de un proceso que establece las prioridades. Externamente supone optar por los ámbitos que consideramos prioritarios para la construcción del bien común, una elección de los espacios en los que avanzar hacia una sociedad más justa.

Ser parte de la polis

En expresión de Adela Cortina, edificar una sociedad justa es cosa de todos. Sin embargo, las personas en situación de exclusión participan en procesos electorales en mucha menor medida que las personas en situación de integración. Si la media de personas que no participan es del 6,5% en el conjunto de la población, esta cifra sube hasta el 13,9% en el caso de la población en situación de exclusión y el 17,5% en las situaciones de exclusión severa.

La desafección política de las personas que en situación de vulnerabilidad es una constante en todos los procesos electorales. Esto requeriría de una reflexión profunda como sociedad, ya que quienes más tendrían que sentir que las políticas públicas son la vía para garantizar los derechos, protección social, educación, vivienda, empleo, salud, … para la igualdad de oportunidades, para lograr esa red que protege a todas las personas, son las que perciben que los procesos políticos no tienen nada que ver con su situación. Esta pérdida del sentido de ciudadanía, de ser parte de la sociedad, es un factor claro de los procesos de exclusión donde las personas van estando cada vez más alejadas del espacio central de pertenencia e integración en la sociedad. La erosión del día a día, las múltiples situaciones de vulneración de derechos unas tangibles y otras sutiles, generan una distancia con las decisiones que se toman en los centros de poder.

La incidencia política tiene como objetivo promover o cambiar normas y políticas o su aplicación para el acceso efectivo y garantía de los derechos. Y también implica el fortalecimiento de la sociedad civil, esa sociedad civil de la que formamos parte todas las personas sin excepción, generando cauces de participación que vinculen a la ciudadanía (en un concepto que no excluye a nadie) con la toma de decisiones. Frente a la invisibilidad de las realidades de exclusión[i] la opción es ponerlas en el centro de la agenda pública y frente a la impotencia que genera desmovilización y desvinculación es generar espacios que equilibren las relaciones de poder, que ofrezcan vías de posibilidad para que quienes parece que no son relevantes tengan un lugar en los espacios de toma de decisión.

Ser parte de Cáritas

Desde todas estas perspectivas vinculadas a la incidencia política era imprescindible que las personas participantes en los proyectos de Cáritas fueran parte del proceso de definición de las propuestas políticas para las elecciones de 2023.

Y, desde un marco más amplio, responde a la identidad y misión de nuestra entidad, a nuestros valores y objetivos[ii] definidos en el V Plan Estratégico y a los procesos que se están desarrollando desde hace tiempo en las Cáritas Diocesanas que ponen la participación en el centro como factor transversal, requisito previo y necesario en todo proceso.

Por todo ello, en un proceso estratégico de definición de las prioridades de la organización en su acción de incidencia política, la participación directa forma parte de lo esencial.

Proceso de construcción de las propuestas políticas de Cáritas

Siendo la razón fundamental de los procesos de incidencia partir de las realidades de injusticia y de las vulneraciones de los derechos de las personas con el objetivo de impulsar normas y políticas que transformen esas situaciones, resulta evidente que quienes están sufriendo esas realidades deben formar parte de la identificación y elección de las prioridades.

Una premisa: la anticipación

Los tiempos políticos marcan los procesos de incidencia. De poco sirve un buen proceso si se llega tarde para poder influir en los espacios adecuados y con los actores oportunos.

Este proceso se inició casi dos años antes del final teórico de la legislatura (se inició en febrero de 2022 con elecciones previstas en diciembre de 2023) de modo que aun produciéndose el adelanto electoral el proceso estaba desarrollado y las propuestas definidas.

Identificación de las vulneraciones y priorización

A través de los proyectos de Cáritas de migraciones, vivienda, empleo, asentamientos, violencias machistas, infancia, personas en situación de sin hogar, empleo de hogar, mayores, trata, rural, … se propuso a las personas participantes en ellos incorporarse a este proceso de definición de las propuestas de Cáritas para las elecciones generales. También se incorporaron en él los grupos de participantes ya constituidos de forma estable en la Confederación.

A esta invitación se sumaron 990 personas en 95 grupos a lo largo de todo el territorio.

Este proceso ha estado marcado por las dos dimensiones, externa e interna. Esta doble vertiente de ser parte de la polis y de decisiones políticas y ser parte de Cáritas y de las opciones de la institución dio lugar a un primer momento, en los grupos de contexto y diálogo sobre las diversas citas electorales (locales, autonómicas y estatales) y un segundo momento, sobre el objetivo del proceso interno de definición de las propuestas de Cáritas.

La participación tiene una dimensión personal y colectiva. En lo personal ejerciendo esa ciudadanía activa que parte de nuestra implicación, visión y experiencia; y en lo colectivo porque solo desde la generación de comunidad, de sentido de corresponsabilidad, de vinculación con un propósito común podemos influir para transformar la realidad. De este modo, cada persona compartió las vulneraciones de derechos que constata en su vida e indicó cuáles serían sus prioridades para que Cáritas se centrara en ellas. Posteriormente, a partir de las reflexiones y aportaciones personales se alcanzaron conclusiones colectivas priorizando dos ámbitos en cada uno de los grupos.

Las conclusiones de estos grupos con la identificación de vulneraciones de derechos y la priorización de los focos para la incidencia política generaron un análisis global de prioridades entre las que destacaron temas relacionados con el empleo, la vivienda y las vías de regularización de las personas migrantes. Ese análisis también reflejó temas transversales que tienen un efecto en el acceso a los derechos, así de forma reiterada reflejaron barreras como la administración electrónica o la complejidad de los trámites en diferentes ámbitos.

Causas de las vulneraciones

Las conclusiones de estos grupos fueron la base sobre la que desarrollar la segunda fase del proceso. En esta fase, siguiendo la metodología del árbol de problemas en los procesos de incidencia política[iii], se trabajó en 15 espacios temáticos, partiendo de las vulneraciones de derechos definidas, los efectos y las causas de esas vulneraciones definiendo la causa prioritaria.

Todo vale, todo suma

El proceso tenía como objetivo determinar las propuestas políticas para las elecciones generales, pero todo lo que emergiera de este proceso participativo era relevante, todo es reflexión y aportaciones que podían enriquecer procesos también en otros ámbitos. Por ello, esta fue una de las claves desde el inicio: todo suma.

Dos ejemplos de resultados que aportaron a otros procesos:

  • El objetivo era definir las propuestas políticas para las elecciones generales, pero algunas vulneraciones detectadas y priorizadas tenían que ver con competencias locales o autonómicas. Esto constituyó una aportación para las Cáritas Diocesanas y Regionales en la incidencia en las elecciones locales y autonómicas.
  • En el proceso de priorización de las causas algunos grupos se centraron en aspectos de sensibilización, señalando como causa de las vulneraciones de derecho la existencia de una ciudadanía de segunda o la negación de la condición de ciudadanos/as. Esto fue algo muy presente en algunos grupos y señalado como condición previa para cualquier legislativo, siendo la opción de los grupos priorizar, antes de cualquier proceso de incidencia política legislativa, un cambio en la sociedad. Estas conclusiones aportaron líneas para la sensibilización y la comunicación.

Priorización

El compromiso de Cáritas no es solo presentar las propuestas a los partidos para que los incorporen en los programas electorales, sino que estas propuestas constituyen las prioridades de incidencia política durante la legislatura, el eje de un trabajo hondo y sostenido que para ser viable implica que las propuestas tengan que estar muy ajustadas en número.

Por ello el proceso previo realizado por los grupos de participantes y los grupos temáticos fue llevado a una jornada en la que, partiendo de los resultados y las conclusiones alcanzados, era necesario optar por 8 propuestas.

En una jornada en las que participaron representantes de los 15 grupos con personas de las Cáritas Diocesanas y de los grupos de participantes se priorizaron 8 causas relacionadas con leyes y políticas para que constituyeran las propuestas políticas en las elecciones generales de 2023.

Esta priorización se realizó desde el diálogo, las reflexiones compartidas, las vinculaciones existentes entre lo identificado por unos grupos y otros, y también estuvieron presentes las dudas, la esperanza o el escepticismo de los cambios reales posibles en las políticas.

Proceso de aprobación, difusión y devolución

Como hemos señalado este es un proceso clave en la institución que requiere un proceso de aprobación en los órganos confederales. Este aspecto fue señalado y explicitado en el proceso previo y en la jornada de priorización, para que el conjunto de participación y construcción interna del proceso fuera compartido.

Aprobado el documento de propuestas políticas para las elecciones generales, además de la estrategia de interlocución política, es clave que los agentes de Cáritas y el conjunto de la sociedad conozcan y se identifiquen con las propuestas para una sociedad más justa, y para ello se desarrolló una estrategia de comunicación y sensibilización.

Todo ello fue presentado, antes de ser lanzado públicamente, en una jornada a la que fueron invitadas todas las personas que participaron en el proceso. En esa jornada se rindieron cuentas del conjunto del proceso, de los resultados de cada fase, de las propuestas y de la estrategia de comunicación. De esto modo, todas las personas que formaron parte del proceso en alguna de las etapas pudieron tener una devolución directa de los resultados y un espacio abierto de intercambio y aportación.

Interlocución política

Las propuestas fueron presentadas en reuniones con los partidos políticos señalando el proceso de participación que había dado lugar a las mismas. Posteriormente se realizó en análisis de los programas electorales en cuanto a la incorporación y en qué medida de las propuestas realizadas por Cáritas.

Claves y aprendizajes

Este proceso ha sido un paso en un camino a consolidar y profundizar. La participación de las personas en situación de vulnerabilidad en la institución y en la construcción del bien común, siendo parte central de la sociedad que, conjuntamente, queremos construir, es imprescindible.

Desde esa premisa este proceso nos marca aprendizajes para el futuro. Algunos de ellos son:

  • En procesos de medio plazo es necesario evaluar y devolver resultados en períodos de tiempo más cortos, especialmente con personas con gran movilidad, que durante los meses que transcurrieron han podido cambiar de lugar y salir de los proyectos. Mantener la continuidad en contexto de vida complejos es un reto a futuro.
  • Extender estos procesos de participación a otros procesos de propuesta a las políticas públicas como ya se ha hecho con la estrategia de personas sin hogar[iv].
  • Dar continuidad a espacios en los que la aportación e implicación en la comunidad, el barrio, las políticas locales, la defensa de los derechos, sean una constante.

Algunos grupos de participantes existían previamente, otros se constituyeron con motivo de este proceso, en unos y otros constatamos la valoración positiva por participar en este proceso[v] y en los segundos, el deseo de dar continuidad.

En todos ellos la conciencia clara de los derechos y de su vulneración fue una constante y la conciencia de que la vía grupal y colectiva de defensa de los derechos es una alternativa ante los riesgos que a veces implica la defensa individual[vi].

Este proceso ha constituido un paso significativo en la participación vinculada a la toma de decisiones interna en un proceso estratégico como es la definición de las prioridades de incidencia política y en la vinculación con la construcción de lo público para generar un cauce de influencia en los actores políticos. La voluntad es seguir consolidando procesos de participación como principio transversal para el ejercicio de los derechos y porque solo alcanzaremos una sociedad justa si todas las personas somos parte imprescindible de ese proyecto.

 

[i] “Este precariado político tiene una especial incidencia en el precariado social. Las personas al margen de lo social son también personas al margen de lo político. La exclusión social, como se analizó en el capítulo anterior, es una exclusión discursiva: sin voz ni visibilidad”. Sebastián Mora. “Voces insólitas. La participación de las personas en proceso de exclusión en el tercer sector de acción social como espacio político”

[ii] “La advocacy promueve el reparto equitativo del poder” Un modelo de advocacy ignaciana Frank Turner sj https://www.educatemagis.org/wp-content/uploads/2015/10/ian_esp_online1-Ign-Adv-Netw-SP.pdf

[iii] Manual para la facilitación de procesos de Incidencia Política. Wola https://www.wola.org/wp-content/uploads/2005/06/atp_manual_para_facilitacion_jun_05-1.pdf

[iv] La participación de las personas y familias vulneradas en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas con enfoque de derechos humanos: propuestas de Cáritas para la 2ª Estrategia Nacional Integral para Personas sin hogar. Sonia Olea. Documentación Social

[v] “A los participantes en este proceso nos ha parecido muy interesante, gratificante, interactivo y sobre todo valoramos haber podido poner voz a nuestros derechos vulnerados”. Grupo de participantes.

[vi] El Informe de Vulneraciones de derechos laborales en el sector agrícola, la hostelería y los empleos del hogar, elaborado por Cáritas mostraba como el 68% de las personas no denunciaba situaciones de vulneración de derechos por miedo a perder su trabajar y el 23% (se incrementaba hasta el 48% en el caso de los temporeros) por sentir que no iba a tener ningún resultado.

 

Número 15, 2023

En marcha

Empoderarnos y alzar la voz

Mª Eugenia Rodríguez Fernández

Trabajadora Social del Centro La Anjana. Cáritas Diocesana de Santander

 

La participación de las personas con las que trabajamos es una preocupación y una apuesta que desde Cáritas Diocesana de Santander mantenemos con fuerza. En ese contexto recibimos una propuesta de la Universidad de Cantabria para poner en marcha, de manera conjunta, una experiencia piloto. Se trata de un grupo de reflexión en el que los participantes abordan aspectos de su vida, entendiendo por tal no solo su situación de dificultad, sino, sobre todo, su condición de ciudadanos y ciudadanas.

El Taller de Personas sin Hogar, el Hogar Belén y el Centro de la Mujer La Anjana  son los  elegidos para iniciar el trabajo. Son proyectos de Cáritas Diocesana de Santander en los que las personas participantes son estables en el tiempo y tienen un alto grado de compromiso con el proyecto. Esto hace posible realizar un trabajo de largo recorrido con compromiso de permanencia.  

Se incorporan al proyecto dos profesionales de Cáritas Diocesana de Santander y catorce participantes de los tres proyectos. Y el grupo es también acompañado por dos docentes de la Universidad de Cantabria.

1. A partir de la realidad

Comenzamos hace un año. El primer reto era hacer grupo, para ello resultó fundamental el generar un espacio acogedor y bonito donde conocernos, compartir nuestras historias, preguntas, preocupaciones. Muy importante la creación de  un clima agradable, café y dulces como elemento de acogida y disfrutando del tiempo, sin prisas.

Lo primero que nos plantemos conocer fue cuál era nuestra preocupación común, sobre la que queremos empezar a hablar y para ello recurrimos a unas sencillas preguntas absolutamente abiertas: ¿cómo veo mi futuro?, ¿qué deseo que me suceda?, ¿qué me preocupa?, ¿qué me cabrea?

En esta primera fase de consulta y deliberación democrática no se impuso ningún tema, es en el dialogo con el grupo donde se definieron los dos temas elegidos y comenzamos a indagar, trabajando juntos, compartiendo ideas y habilidades. Nos reuníamos quincenalmente.

Utilizamos papel continuo y lluvia de ideas para reflejar todas las propuestas e ir consensuando y simplificando. Haciendo mini resúmenes de lo hablado y debatido. Nadie decide por nadie, cada opinión tiene la misma validez y es el grupo el que decide si la propuesta queda o se descarta. Al final, de los 22 temas que surgieron, dos asuntos quedaron como consenso: la vivienda y el empleo.

Y sobre ellos nos pusimos a trabajar para saber más. Compartimos nuestras vivencias, leímos y escuchamos, pero no queríamos quedarnos en algo solo para el propio grupo. Nos surgió la necesidad de contárselo a otros, de  denunciar, visibilizar, y de poner nuestro granito de arena para cambiar las cosas.

Para todo esto hemos realizado alrededor de 20 sesiones incluso al final intensificamos la frecuencia pasando a encuentros semanales y ahora estamos en el momento de ejecución del proceso creativo.

Estamos realizando una obra con materiales reciclados para mostrar en una exposición que se celebrará la segunda semana de noviembre de 2019, en la que presentaremos el fruto del trabajo realizado. Actualmente estamos en fase de creación, plasmando en los objetos seleccionados las ideas que queremos trasmitir. Nos queda la última fase de evaluar la experiencia y difundirla. Queremos que nuestras voces e ideas se escuchen.

2. Trabajando con personas no con problemas

Pero más allá de la experiencia concreta que, como todas, tiene sus luces y sus sombras, este artículo quiere profundizar en las razones de fondo de esta experiencia. Desde nuestro modelo de acción social, la participación es un elemento transversal. Consideramos que la participación de las personas en situación de exclusión es una referencia necesaria en todos los niveles de nuestra acción. Participar es colaborar para sentirse protagonista y sentir que lo que piensas, haces y dices es importante para la sociedad.

Porque las personas con las que trabajamos son, ante todo, personas y no son lo que les pasa. Que no necesitan que nadie hable por ellas, porque siguen teniendo voz. Que su situación, por complicada que sea, no les ha arrebatado su condición de sujetos, responsables y activos en la sociedad.

El hacer realidad las teorías nos ayudan a comprenderlas mejor, nos abren oportunidades de investigación práctica y aplicada para continuar profundizando en ellas, contando además con la participación de los, en principio “objetos” de la misma, lo que la dota de una cualidad especial, bastante poco común. Porque el conocimiento no es patrimonio de nadie, sino un tesoro para la  humanidad, al que todos podemos contribuir.

En definitiva, estamos desarrollando un experimento de construcción colectiva. Con este proceso queremos  demostrar que las ideas pueden convertirse en  objetos tangibles y mostrar a la sociedad por medio de esa obra, que otra mirada desde y para la incorporación social es posible cuando las personas nos implicamos en el proceso y nos lo creemos.  Estamos usando una herramienta de esas que no se gastan con el uso, sino más bien al contrario, más crece cuanto más se usa: la creatividad. Que, de nuevo no es patrimonio solo de genios, pues consiste en construir con aquello de lo que dispones.

3. En aprendizaje permanente

Como dijimos, se trata de un proceso en marcha, aún no hemos acometido la fase de difusión, y por consiguiente tampoco hemos realizado una evaluación del conjunto de la experiencia. Queremos, al final, elaborar una guía y recoger los resultados del experimento. Es un camino en construcción y negociación constante por lo que cuando finalice el proceso podremos plasmar en un documento más completo todo el aprendizaje por si a alguien más le sirviera.

No obstante, como esto de evaluar y aprender no es algo que se haga de golpe al final, algunas cosas sí que vamos viendo muy claras.

El espacio en el que estamos se convierte en clave, fundamentalmente si logramos que este sea bonito y cómodo. Que resulte acogedor y que cuidarlo sea una responsabilidad compartida. Vamos a intentar sentirnos como en “nuestra propia casa” con “nuestra familia”. Elemento que resulta especialmente significativo para personas para las que esta experiencia no pertenece a su cotidianeidad, personas sin hogar, lo que es mucho más amplio y sobre todo más hondo que sin techo.

El VIII Informe FOESSA nos enfrenta al proceso de construcción de una sociedad desvinculada, cada vez más individualista, por el contrario, en nuestra experiencia ha resultado clave  la capacidad de generar vínculos emocionales entre los participantes del proceso. Gentes que no se conocían pero hemos ido desarrollando lazos afectivos y una relación de confianza, en el sentido de que nos “fiamos con” los otros de un proyecto que compartimos. Las personas en situación de exclusión social también sufren, y probablemente en mayor medida, las consecuencias de un modelo social que nos aísla y deja las soluciones al arbitrio de la iniciativa individual, del sálvese quien pueda.

Esta confianza ha permitido que todos los participantes nos sintamos escuchados, que nuestras ideas se debatan al mismo nivel, ninguna persona sabe más que otra, ninguna opinión cuenta más que la de otro. Todos decimos tonterías y todos damos en el clavo, no tenemos miedo a compartir lo que pensamos, nadie lo juzga, y sobre todo nadie te juzga solo se escucha y se debate. Y hasta a veces se consensúa, de manera que lo que termina saliendo no es ni lo tuyo ni lo mío, sino lo nuestro. Experiencia esta muy nueva para personas que, de habitual no solo no son escuchadas, sino que ni quiera son vistas, que están, socialmente invisibilizadas.

Y por último, el tiempo. No hay prisa, los procesos duran lo que tengan que durar, los plazos son los que hayan de ser porque los ritmos son diferentes pero terminan acompasándose. Los que corren se esperan y los lentos se apresuran. El tiempo es nuestro aliado no nuestro enemigo. Hemos roto la lógica de los plazos, de los tiempos que de habitual, damos a los demás para que hagan lo que les decimos que tienen que hacer.

Probablemente, al finalizar podremos decir muchas más cosas, de eso se trata. De empoderarnos para alzar la voz.

 

Número 3, 2019
A fondo

La participación en clave de derecho humano

Paloma García Varela

Activista en Derechos Humanos y consultora de ISI Argonauta

 

La participación es un derecho reconocido en los principales instrumentos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y un principio básico y requisito imprescindible para el logro de todos los demás derechos humanos.

El derecho a la participación en los asuntos públicos se encuentra reconocido en el artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el artículo 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y ampliado en la Observación nº 25 sobre Participación en los Asuntos Públicos y Derecho al Voto del Comité de Derechos Humanos. También está recogido como derecho fundamental en la Constitución española en su artículo 23.

En ellos se establece que todas las personas, sin discriminación alguna, tienen derecho a participar en la dirección de los asuntos públicos, votar y ser elegidos en elecciones periódicas, justas y auténticas y tener acceso a la función pública, en el marco de procesos democráticos basados en el consentimiento del pueblo que garanticen su goce efectivo junto a la libertad de expresión, reunión pacífica y asociación, cualquiera que sea la forma de constitución o gobierno que adopte un Estado.

Como derecho humano obliga a los Estados a respetar, proteger y garantizar que todas las personas puedan participar en los asuntos públicos y establece un deber en la ciudadanía en cuanto que forma parte del propio ejercicio de los derechos.

La participación ciudadana en los asuntos públicos está en el centro de la sociedad y es el eje central de la gobernabilidad democrática, al establecer las relaciones entre una ciudadanía y los poderes públicos. Por un lado, la ciudadanía ejerce sus derechos y demanda, a su vez, a los poderes públicos que cumplan con sus obligaciones, y por otro, unos poderes públicos que deben adoptar las medidas necesarias para que todas las personas puedan gozar de sus derechos.

Para comprender la implicación del pleno ejercicio del derecho a la participación debemos profundidar sobre algunas cuestiones que vamos a desarrollar a lo largo del artículo como por ejemplo: ¿sobre qué asuntos públicos se puede participar?; ¿quién puede participar en estos asuntos?; ¿para qué participa?; ¿qué condiciones se tiene que dar para poder participar?; ¿cómo podemos participar?

1. ¿Cuáles son los asuntos públicos de interés de la ciudadanía?

Los asuntos públicos son el conjunto de demandas de la población que reflejan sus preocupaciones y necesidades y que exigen de un proceso de toma de decisiones en las diferentes instancias gubernamentales para generar soluciones basadas en el bien común. Desde esta perceptiva, la agenda sobre los asuntos públicos y la priorización de los mismos la define la ciudadanía, no los representantes políticos.

¿Cuáles son entonces esos asuntos públicos de interés para la ciudadanía? En un mundo interconectado y global, como en el que vivimos hoy en día, no podemos limitar el ámbito de los asuntos públicos a lo estrictamente local o a las fronteras de los Estados.

Nos enfrentamos a retos globales como las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a la construcción de sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a la protección de los derechos humanos o la protección duradera del planeta y sus recursos naturales. Retos que influyen en nuestro día a día y que pocas veces pensamos en ellos.

Desde el ámbito local, nuestras preocupaciones más cercanas y que forman parte de los asuntos públicos son aquellas que están relacionadas con las acciones que realizamos de forma cotidiana y que afectan a nuestras condiciones de vida. El precio o el alquiler de una vivienda, el coste y el acceso al agua, la luz, la electricidad, la educación de los niños y niñas, el transporte público, la recogida de basuras, los sistemas de producción y de consumo, la existencia de parques y zonas verdes y/o los transportes públicos. Todas estas y muchas más son preocupaciones o demandas que traslada la ciudadanía a los poderes públicos y a los gobernantes elegidos.

Pero también las políticas comerciales internacionales o la política exterior forman parte de los asuntos públicos que nos interpelan como ciudadanía en tanto en cuanto, hemos elegido a unos representantes políticos cuyas decisiones influyen en los derechos humanos de miles de personas en otros países.

De esta forma, la agenda de los asuntos públicos incluirá demandas sobre el crecimiento económico sostenible, el acceso a la justicia, la erradicación de la pobreza, el cambio climático, la explotación de los recursos naturales, las políticas comerciales, el acceso al agua y la energía, el fin de la discriminación y/o a apertura de las fronteras a la movilidad humana.

Por este motivo, todas las personas tienen derecho a participar en todas estas decisiones que organizan la vida social, económica y política de la sociedad en su conjunto y que influyen en lo local y en lo global, transcendiendo las fronteras de los Estados. Tienen, por tanto, derecho a participar en los asuntos públicos en su sentido más amplio que incluye el ejercicio de los poderes legislativo, ejecutivo y administrativo y abarca todos los aspectos de la administración pública y la formulación y aplicación de políticas internacionales, nacionales, regionales y locales [1].

2. ¿Quién puede participar?

Todas las personas sin discriminación alguna tienen derecho a participar en los asuntos públicos. Sin embargo, en la práctica esta participación se ve limitada por la propia definición tradicional de ciudadanía y los mecanismos establecidos para la participación.

Respecto al concepto de ciudadanía ha ido cambiando según el contexto histórico y se ha ido afianzando con el fortalecimiento de la democracia y del Estado de Derecho. Son muchas las definiciones que podemos encontrar de este concepto desde una visión política, social, sociológica, filosófica, e incluso teológica.

Pero todas ellas parten de la idea de que la ciudadanía es una forma de interpretar y entender las relaciones sociales basadas en derechos y deberes. A través de la ciudadanía se establecen unas relaciones sociales que asignan obligaciones y responsabilidades a los distintos actores sociales.

Tradicionalmente, la ciudadanía es una cualidad de las personas adquirida por el hecho de convivir con otras personas en un lugar determinado, una comunidad, un pueblo, una ciudad o un Estado. Esta cualidad confiere derechos a los ciudadanos para gestionar ese lugar, lo que implica que los derechos adquiridos y su ejercicio se limitan a ese espacio determinado, tradicionalmente el Estado. Además, la ciudadanía no es pasiva, sino que se ejerce y viene acompañada de una serie de responsabilidades.

Desde esta perspectiva, el Estado es el que determina quién es ciudadano y ciudadana y cuáles son sus derechos. En la práctica, no todas las personas que conviven en un mismo país son consideradas ciudadanos/as con los mismos derechos. Por ejemplo, grupos étnicos, indígenas, inmigrantes, incluso las mujeres, en muchos países no son considerados parte de la ciudadanía y no tienen los mismos derechos.

En este sentido, la interpretación tradicional de ciudadano o ciudadana según la cual el Estado define y delimita quién tiene derechos restringe en gran medida la participación y el ejercicio de los derechos humanos.

Por todo lo anterior, se hace necesaria una interpretación más amplia donde la ciudadanía transciende los límites impuestos por los poderes públicos e incorpora plenamente el derecho a la igualdad y no discriminación. Una ciudadanía en la cual se establecen los derechos y deberes en función del sentimiento de pertenencia individual de la persona a una sociedad y el reconocimiento de esta sociedad como parte de la misma.

Sólo desde esta perspectiva se incorpora plenamente el principio de igualdad y no discriminación de forma que todas las personas forman parte de esa sociedad de la que deben participar en los asuntos públicos como uno de sus derechos y deberes.

3. ¿Para qué participa la ciudadanía?

Desde el propio concepto de participación ciudadana, el fin último que se pretende es influir en los procesos de toma de decisiones de los poderes públicos haciendo llegar sus demandas y propuestas, vigilando que los poderes públicos cumplan con sus obligaciones y estableciendo un diálogo constructivo para la construcción de una sociedad donde todas las personas puedan gozar de sus derechos.

Por otro lado, la participación es un principio fundamental y básico de los derechos humanos ya que es un medio necesario para conseguir su pleno ejercicio.

Los derechos humanos son un conjunto de valores, principios y normas universales, propios de la dignidad de la persona humana y se refieren a la vida, libertad, igualdad, seguridad, participación política, bienestar social y cualquier otro aspecto ligado al desarrollo integral de la persona, que permiten orientar el comportamiento de la persona en sociedad.

Los principios son los atributos o características propias de los derechos humanos. En este sentido los principios de los derechos humanos como la igualdad y no discriminación, la interdependencia, la indivisibilidad, la universalidad, la solidaridad y la participación, son la vía para su realización. Todos estos principios son comunes y están presentes en todos los derechos humanos. En este sentido, la participación en los asuntos públicos se convierte en un mecanismo imprescindible para lograr el ejercicio de todos los derechos humanos. La participación es imprescindible para lograr la igualdad, luchar contra la discriminación, superar los diferentes obstáculos que bloquean el ejercicio de nuestros derechos.

Desde esta perspectiva, el derecho a la participación permite ejercer a la ciudadanía su poder político para influir en los asuntos públicos, para:

  • Garantizar y dar legitimidad a las decisiones sobre los asuntos públicos, teniendo en cuenta que las políticas públicas, las leyes y las decisiones judiciales deben responder a las demandas de la sociedad en su conjunto.
  • Hacer llegar sus demandas y preocupaciones para que se formulen políticas públicas y leyes que den respuestas a estas demandas.
  • Vigilar el cumplimiento de las decisiones adoptadas.
  • Denunciar el incumplimiento de las obligaciones por parte de los poderes públicos de las decisiones adoptadas a través del diálogo y los mecanismos de partición establecidos.
  • Denunciar situaciones injustas y vulneraciones de derechos.

Además, la participación conlleva en sí misma unos principios básicos para su ejercicio. Todas las personas deben estar informadas de cómo y por qué se toman las decisiones antes y después; debe escucharse e incorporar las ideas, sugerencias y propuestas de las organizaciones que participan; debe incorporarse la diversidad como un valor añadido a la participación; debe respetarse la diferencia ya que toda persona está en su derecho de disentir de las decisiones tomadas; todas las personas deben ser integradas en los procesos de participación en igualdad de condiciones.

De esta forma, cuando la participación en los asuntos públicos tiene estas características se convierte en un potente mecanismo de transformación social hacia el logro del pleno ejercicio de todos los derechos humanos.

4. ¿Cuáles son las obligaciones de los poderes públicos?

Los Estados tienen la obligación de crear las condiciones necesarias para que todas las personas puedan ejercer el derecho a la participación en los asuntos públicos, específicamente tienen tres obligaciones fundamentales: respetar el derecho a la participación de forma que se abstenga de adoptar medidas que restrinjan la participación ciudadana, proteger el derecho a la participación para asegurar que terceros no vulneran este derecho y garantizar el derecho a la participación adoptando todas las medidas necesarias para que todas las personas puedan ejercerlo.

Para cumplir con estas obligaciones y poder ejercer plenamente el derecho a la participación en los asuntos públicos, el sistema de gobernabilidad debe establecer y respetar los principios democráticos de un Estado de derecho:

  • El poder público debe estar subordinado a la soberanía popular.
  • El poder ejecutivo, legislativo y judicial deben estar separados y ser independientes.
  • Los representantes de los órganos ejecutivos y legislativos deben ser elegidos libremente de forma periódica, por sufragio universal, directo y secreto.
  • La rendición de cuentas debe ser obligatoria para asegurar la transparencia en la gestión pública y luchar contra la corrupción y la impunidad.

Además, los Estados deben establecer los espacios y los mecanismos de participación necesarios para que la participación funcione de forma democrática y la ciudadanía pueda concurrir libremente, sin discriminación alguna. Debe facilitarse la información necesaria para que las decisiones se tomen de manera informada y disponer de espacios de debate, diálogo, denuncia y examen para las quejas y denuncias de la ciudadanía.

El pleno ejercicio del derecho a la participación está ligado a la garantía por parte de los Estados de tres derechos:

  • El derecho a la igualdad y no discriminación de forma que no se permite hacer distinción alguna entre los ciudadanos en lo concerniente al goce de esos derechos por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.
  • El derecho a la libertad de asociación, en particular el derecho a fundar organizaciones y asociaciones interesadas en cuestiones políticas y públicas y a adherirse a ellas es un complemento esencial del pleno ejercicio del derecho a la participación.
  • La libertad de expresión, de reunión y de asociación son condiciones esenciales para el ejercicio efectivo el derecho a la participación.

De esta forma, los poderes públicos de los Estados tienen la obligación de adoptar todas las medidas necesarias que permitan a toda la ciudadanía participar en los asuntos públicos a través de consultas, referéndum, procesos electorales, espacios de debate y mecanismos de control de los poderes públicos por parte de la ciudadanía.

El derecho a la participación exige a los Estados de unas instituciones trasparentes, conscientes de sus obligaciones y respetuosas con los derechos humanos, las cuales desarrollen la legislación necesaria para proteger y garantizar los derechos de la ciudadanía y establecer políticas públicas inclusivas, participativas y no corruptas que hagan efectiva la legislación.

5. ¿Cuáles son los deberes de la ciudadanía?

El derecho a la participación en los asuntos públicos es a su vez un deber de la ciudadanía que no puede ni debe eludirse, al formar parte del propio ejercicio de los derechos humanos.

De forma general, se tiende a pensar que ejercer nuestros derechos consiste en que el Estado como benefactor nos provea de unos servicios que cubran nuestras necesidades de educación, salud, trabajo, etc. Nos han transmitido que el derecho a participar en la vida pública se limita a votar cada cuatro años a las personas que queremos que nos representen. Que ejercer nuestros derechos es una acción pasiva en la que la ciudadanía es mera receptora de servicios que nos facilitan los gobernantes elegidos. Sin embargo, esto no es así.

Ejercer nuestros derechos es un acto de responsabilidad individual y colectiva. Ejercer nuestros derechos supone defender nuestros derechos y los derechos de todas las demás personas, denunciando cualquier vulneración de los mismos y exigiendo a los poderes públicos su garantía. Supone respetar los derechos de todas las personas, siendo consciente de la necesidad de aprender del otro, del enriquecimiento mutuo como camino para lograr un mundo donde todas las personas puedan ejercer sus derechos. Supone promover los derechos desde nuestro círculo más cercano a cualquier otro lugar. Supone participar en la vida pública pensando en el bien común y no en los intereses individuales.

Desde esta perspectiva, la participación forma parte del ejercicio de nuestros derechos en cuanto a ciudadanos y ciudadanas con capacidad de transformación social, con capacidad de influir en la toma de decisiones de los asuntos públicos. Pero la participación no podemos ejercerla en solitario. La participación es una acción colectiva donde el bien común está por encima de intereses individuales, asociativos o partidistas. Donde la escucha, la generosidad y la solidaridad son la base para el diálogo y la construcción conjunta.

Esta base nos permitirá ejercer nuestro poder como ciudadanía para, a través de la movilización social, las diferentes entidades de la sociedad civil, los movimientos sociales, las redes de personas o las plataformas de organizaciones, puedan denunciar, exigir, hacer llegar propuestas, demandar y vigilar el cumplimiento de sus obligaciones a los poderes públicos.

Para esto necesitamos la construcción de una ciudadanía activa, participativa y consciente de sus derechos. Personas con los conocimientos, aptitudes, valores y actitudes que son necesarios para ejercer la ciudadanía global “para llevar vidas productivas, tomar decisiones fundamentadas y asumir papeles activos en los planos local y mundial para hacer frente a los desafíos mundiales y resolverlos” [2].

6. ¿Cómo podemos participar?

Cuando se recogen 500.000 firmas acreditadas de personas y se registra una iniciativa popular en el Congreso de los Diputados estamos ejerciendo nuestro derecho a la participación proponiendo que una ley sea tramitada en el Parlamento español. Cuando miles de personas se manifiestan ante el Ministerio de Justicia contra una sentencia de los tribunales españoles, estamos participando en los asuntos públicos denunciando el incumplimiento, por parte del poder judicial, de sus funciones más básicas. Cuando nos organizamos y creamos redes que dialogan directamente con los poderes públicos para trasladar las demandas sociales e incidir en la toma de decisiones, estamos participando en los asuntos públicos construyendo conjuntamente con los representantes políticos.

En la actualidad existen múltiples formas y manifestaciones de participación ciudadana en diferentes niveles que van más allá de la participación en los procesos electorales.

Encontramos asociaciones de barrio, organizaciones no gubernamentales de desarrollo o de acción social, plataformas de sociedad civil o movimientos sociales formados por personas que les mueve un mismo interés, redes de entidades, personas que se juntan y hacen vida pública, debaten sobre las problemáticas que les preocupan y hacen propuestas para hacer llegar a los gobernantes.

También, son muy diversas las formas de hacer llegar sus demandas desde las manifestaciones y concentraciones, huelgas, foros de diálogo, espacio de trabajo conjunto, elaboración de informes y propuestas, campañas mediáticas, teatro y otras muchas formas de expresión para incidir en la toma de decisiones.

A pesar de todos estos espacios, son muchas las ocasiones en que el desánimo, la falta de confianza en las instituciones públicas, la falta de confianza en que nuestra voz va a ser escuchada, que nuestras propuestas son válidas y van a ser incluidas, nos paraliza y bloquea la participación.

Sin embargo, sólo si nos unimos, si generamos una confianza colectiva, si nos hacemos fuertes, si tomamos una acción decidida por cambiar podremos transformar el mundo. En definitiva, sólo si ejercemos nuestro derecho a participar en los asuntos públicos poniendo por encima el bien común y la defensa y promoción de los derechos humanos de todas las personas sin discriminación alguna, sólo así, lograremos un mundo más justo, libre y democrático donde todas las personas gocen plenamente de sus derechos.

[1] Comité de Derechos Humanos. Observación general nº 25, 1996.

[2] Declaración de Incheon para la educación 2030 y Marco de acción para la realización del ODS 4.