A fondo

La persona en el centro…, o ¿no?

Mª Carmen Nieto León. Trabajadora social y Antropóloga social. Técnico del equipo de Inclusión de Cáritas Española.

 

Si queremos conseguir una sociedad fraterna, donde ponga en el centro a la persona, independientemente de sus circunstancias, este es el camino: poner a la persona, a su dignidad, por encima de todo. Amamos a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los más empobrecidos, no podemos negarlo. Pero, además de decirlo, ¿lo hacemos vida? ¿les tratamos como a los preferidos del Señor? Reflexionaremos sobre ello a través de las situaciones difíciles que plantean las vidas de Ana y Daniel.

 

Ana es una mujer que hasta hace 3 años ha tenido trabajo limpiando en un colegio. Cuando se le terminó el contrato gestionó su documentación para poder acceder a la prestación por desempleo. Sus planes eran cobrar esta prestación y mientras buscar trabajo. Tenía 8 meses de prestación y estaba segura de que si buscaba bien durante ese tiempo encontraría algo. Pero los meses iban pasando y la respuesta a todos los curriculums que envió no llegaba… bueno, si se acaba la prestación, tenía unos ahorros, aún podía tirar otro poco tiempo… seguro que antes le llegaría alguna oferta de empleo, estaba segura.

El tiempo pasó, la prestación se acabó, los ahorros se acabaron y el trabajo no llegó. En ese momento Ana se sintió perdida, no sabía qué hacer, había buscado por todas partes y había enviado cientos de curriculums, pero no había tenido respuesta. Sus dos hijos, de 10 y 12 años, no eran consciente de la situación que estaba viviendo la familia. Desde que se separó de su marido intenta protegerles de los problemas familiares. Durante este tiempo ha intentado estirar el dinero, no hacer gastos innecesarios; cuando sus amigas le proponían salir al cine, ponía cualquier excusa, porque el cine le suponía un pico y si a alguna se le ocurría decir de ir a cenar después ya sí que para ella era imposible. Siempre que proponían en el grupo de WhatsApp de las amigas, alguna actividad, ella ponía cualquier excusa para no ir. Al final decidió no contestar en el grupo, y poco a poco se fue aislando de sus amigas. Para ella, salir a cenar o al cine, ya no era una opción. Esto provocó que poco a poco, se quedara sola.  No quiere compartir con sus amigas su situación real, aunque ellas saben que está pasando estrecheces económicas y que está buscando trabajo, no son conscientes de la situación tan extrema a la que se enfrenta, y ella no se lo quiere contar por vergüenza.

El primer mes que no tenía para pagar el alquiler le pidió prestado a su madre, que se lo dio, pero con eso sólo tenía para el alquiler y ¿cómo pagaría la luz? ¿Y el agua? ¿Y de dónde conseguiría más dinero para comer?

Su hermana mayor, que también la ayudaba ocasionalmente, aunque ella no le pedía nada porque la vergüenza, de nuevo, se lo impedía, le sugirió que fuera a Cáritas, allí ayudaban a la gente sin recursos. Ana pensó que eso era para los pobres, ella nunca se había encontrado en esa situación, siempre había trabajado y se había organizado muy bien sus gastos. Ella no era pobre ¿o sí? Su vida había cambiado en los últimos años, estaba claro, pero ella no quería ir a las colas del hambre, no quería ponerse en una cola a la puerta de cualquier entidad social, para que le dieran bolsas de comida, podía pasar alguien, reconocerla y entonces sus hijos lo sabrían y esa idea le atormentaba. Pero también era consciente que necesitaba ayuda, fuera de donde fuera.

Se acercó a Cáritas, le dieron una cita para dentro de dos días y apenas pudo pegar ojo, esas dos noches, pensando en la situación a la que se tenía que enfrentar. Nunca se hubiera imaginado llegar a la situación en la que estaba. Pero allí estaba y tendría que salir adelante. En la entrevista con la persona que le atendió, se sintió cómoda, iba con mucha desconfianza, pero le informaron, le preguntaron si había ido a los Servicios Sociales, le preguntaron si había gestionado el Ingreso Mínimo Vital, si quería que la incluyeran en el programa de empleo de Cáritas y sobre todo le dijeron que le iban a apoyar para que pudiera hacer frente a sus gastos mientras iba poniendo en marcha todos estos recursos. Ella dijo que no quería ponerse en ninguna cola para que le dieran comida, que no quería que la conocieran en el barrio. Por lo tanto, Ana estaba manifestando una de sus grandes preocupaciones; no quería mostrar su vulnerabilidad, su situación de necesidad, porque quería que la siguieran percibiendo como Ana, no como a una persona sin recursos, porque eso, pensaba ella, le restaba dignidad, sería señalada por sus problemas económicos y pensaba que eso también estigmatizaría a sus hijos. Lo que deseaba era una ayuda que le permitiera vivir como al resto de personas, que le permitirá seguir viviendo como antes, con ajustes en sus gastos, pero con la libertad de poder gestionar sus necesidades. A día de hoy, hay muchas formas de mantener el deseo de Ana. Las ayudas sociales destinadas a personas como ella no tienen por qué restarles ni un ápice de dignidad. Por ejemplo, en Cáritas se puede apoyar a través de transferencias bancarias, dinero en efectivo o tarjetas monedero, lo que le permitiría ir a comprar o pagar los recibos que tuviera pendientes sin que nadie supiera de donde procedía ese dinero. Además, estas formas de apoyo o ayuda, llevan consigo la posibilidad de que las personas sigan gestionando su vida, organizando sus gastos, dándole prioridad a sus necesidades más acuciantes.

Desgraciadamente, hay muchas anas en nuestros entornos más cercanos, en nuestros barrios, en nuestras parroquias, en nuestros pueblos. La situación de estas personas nos muestra cómo vivimos en una sociedad semi-segura, es decir, la mayoría de los salarios apenas nos da para pagar el alquiler o la hipoteca, cubrir nuestras necesidades básicas, pagar los recibos de los gastos corrientes, es más, si un mes nos viene un recibo extra (IBI, seguro de la casa, del coche…) nos vemos en una situación complicada. Cualquier persona se puede encontrar en esa situación.

Tampoco nos olvidemos de que las personas necesitamos ocio que nos ayude a disfrutar y a vivir nuestra vida de forma más sana, porque el ocio también es una necesidad y nos ayuda a tener una salud mental más equilibrada, nos socializa y nos permite relacionarnos. Las personas sin recursos, o sin recursos suficientes, parece ser que no tienen ese derecho, como no tienes apenas recursos, no te puedes tomar un café o salir un rato con amigos, o ir un día al cine, si hacen esto, les juzgamos, ¿cómo puede gastarse dinero en tomarse un café con la situación que tiene?, pero nadie valora lo que supone tomarte ese café con unas amigas, pasar un rato conversando, intentando no estar todo el día pensando en cómo podré seguir adelante sin trabajo, y con pocas perspectivas de encontrarlo. Estos ratos, como otros muchos que nos facilita el ocio, son sanadores, todas las personas los necesitamos, necesitamos relacionarnos, no vivir todo el tiempo de forma estresante, tenemos que ponernos medios para tener una salud mental equilibrada, que me ayude a gestionar mi situación y a vivir de la manera que menos daño me haga, porque vivir estas situaciones, dañan. Dañan la vida de las personas, minan su autoestima, la percepción de sus capacidades, el mapa de pensamiento, que te hace creer que eres menos que nadie, asumes que el encontrarte en esta situación de carencia lleva consigo el recorte de tus derechos como persona y como ciudadana. Y eso no es así, por eso, las personas que nos encontramos en otra situación o que hemos tenido la suerte de tener recursos para cubrir nuestros gastos, nos tenemos que trabajar la mirada hacia estas personas; no están así porque se lo merezcan, ni porque sean menos que nosotros, están así porque la sociedad no está bien organizada para asegurar que todas las personas podamos tener una vida digna, sin excesos pero sin encontrarnos en situaciones donde tener una vivienda, sea de alquiler o en propiedad, es una misión prácticamente imposible, por ejemplo, la sociedad, la organización de la misma, ha de facilitar que Ana tenga sus necesidades cubiertas y se desarrolle como persona, en todas sus dimensiones, a pesar de su situación.

Ana, encontró una puerta abierta en Cáritas, que la apoyaron y le informaron para intentar paliar su situación. Pero lo que le hizo sentir bien es que se sintió escuchada y que no le juzgaran, por lo que no sintió vergüenza. Agradeció mucho la información, ahora tenía un nuevo camino por el que transitar, pero lo más importante es que se sintió tratada de igual a igual, así lo manifestó en otras intervenciones posteriores, se dio cuenta de que le habían entendido, aunque ella le contó su historia personal, esta fue saliendo de forma natural, no la presionaron ni le preguntaron por sus intimidades, aunque fueron saliendo, pero sobre todo se sintió escuchada, comprendida y vio una cercanía que le hizo sentir que ser pobre no tiene que ver con cómo sean las personas, sino que es una situación en la que cualquiera nos podemos encontrar y que pedir ayuda o apoyo, no tiene por qué ser estigmatizante si la respuesta que encontramos pone en el centro a la persona y su dignidad.

Cada persona tiene una situación diferente que le puede llevar a encontrarse sin recursos. Pero no todas las personas que se encuentran en esa situación son iguales, ni las causas que les han llevado a ella son las mismas, ni los apoyos, por lo que los caminos para mejorar las situaciones pueden parecerse o no. No vale el mismo traje para todos, cada uno tiene su medida. Cada persona tiene que ser tratada desde su situación particular, aunque los medios puedan ser los mismos, pero las situaciones son diferentes, de eso no cabe la menor duda.

También me gustaría reflexionar sobre la situación de las personas migrantes, que en la actualidad abundan en nuestras parroquias. Estas personas llegan a nuestras ciudades y pueblos en busca de una vida mejor, huyendo de guerras, hambrunas, carestía, sistemas políticos corruptos… Vienen llenas de esperanza ante la posibilidad de que su vida pueda mejorar, a pesar de dejar atrás la vida que han llegado hasta ahora y, en la mayoría de los casos, a sus seres queridos. La movilidad humana en el mundo es un derecho, aunque, tristemente, en la actualidad pueden moverse con más libertad por el mundo las cosas que las personas. Además de sueños y esperanza, también traen mucho miedo a lo desconocido, a lo distinto a no saber que se van a encontrar…

Ante la llegada de estas personas, me surge el siguiente interrogante: ¿cómo les acogemos los que estamos aquí?, ¿les escuchamos?, ¿les reconocemos como personas iguales a nosotros?, ¿entendemos las causas por las que ha tenido que emigrar?, ¿nos ponemos en su lugar? o ¿les juzgamos y les tratamos como personas inferiores, porque son distintas a nosotros? Conozcamos la historia de Daniel, por si nos ayuda a situarnos mejor en lo que quiero decir.

Daniel llega de Colombia a una ciudad pequeña de España. Lleva 7 días en esa ciudad, ha tenido que venir de su país, dejando allí a su familia, su trabajo, y la vida tan organizada que llevaba hasta ahora. El motivo por el que ha salido de su país es que está amenazado por un grupo de paramilitares, que le quieren extorsionar porque piensan que tiene dinero, pero como no es así y él no ha cumplido con las perspectivas de este grupo, le han agredido físicamente varias veces. Ante estos hechos, reflexionándolo con su mujer, decidieron que se fuera del país, a pesar de que eran conscientes de todo lo que suponía para la vida de ambos; ella se queda allí con los niños, él se marcha, teniendo por delante un futuro incierto, con el objetivo de intentar empezar su vida en paz en otro lugar. Después, cuando él esté ubicado, se reagrupará la familia. Esa idea, a pesar de ser consciente de la dificultad que entraña, es la que Daniel tiene en su cabeza durante mucho tiempo. Tiene claro que no puede seguir viviendo en esa situación de miedo permanente, ni por su mujer, ni por sus hijos, ni por él. Desde estas premisas, la familia invierte la mayor parte de sus ahorros en el billete de avión que trasladará a Daniel de Colombia a España.

Después de pasar por Madrid, llega a esta ciudad de España donde le han dicho que lo tendrá más fácil para encontrar vivienda y trabajo. Daniel apenas tiene 300€ en el bolsillo, con ese dinero se alquila una habitación durante un mes, que le cuesta 250€, por lo que apenas le quedan 50€ para el resto de gastos. En este momento empieza a ser consciente de lo que le toca vivir y se siente acorralado, desesperado, no conoce a nadie en la ciudad, no tiene casa, ni dinero, ni comida, ni sabe qué hacer… La vida de Daniel, hasta ahora había sido la de una persona normal, tenía a sus dos hijos, su mujer, tenía un trabajo y amigos y familia. Ahora en España se encuentra solo, sin dinero, ni trabajo, ni familia…, su vida se ha roto, ya no puede sentir ni pensar con claridad. Él es un hombre creyente, confía en Dios, a pesar del dolor que siente en ese momento, a pesar de la soledad, siente que no puede rendirse, aunque las cosas están mal, tiene que seguir adelante, ha de regularizar su documentación, tiene que buscar un trabajo, conseguir un sitio donde vivir. Pero siente mucha tristeza, mucha impotencia, porque no sabe por dónde empezar ni adonde dirigirse para comenzar con todos estos trámites. No sabe con quién hablar para expresar sus sentimientos, sus anhelos, siente que ante todo necesita a alguien que le escuche, alguien con quién llorar la pena, alguien a quien contarle todo lo que está pasando por su cabeza y por su corazón. También necesita ayuda material, evidentemente, necesita tener un sitio donde cobijarse, necesita poner su documentación en regla, necesita comer, y ropa para abrigarse. Pero lo que más desea es estar cerca de alguien que le escuche, que le consuele, que le deje llorar en su hombro y les transmita la fuerza que tiene el sentirte acogido y escuchado para avanzar y continuar, a pesar de las dificultades.

Ante esta situación desde Cáritas ¿qué podemos hacer? A veces en nuestros recursos tenemos normas y criterios que, ayudándonos en la organización y con la mejor de las voluntades, lo que hacen es impedir que Daniel encuentre en nosotros, quizá, ese hombro en el que apoyarse, esos ojos que le miren y le reconozcan, esa mano que le acaricie el hombro. Daniel, lo que busca es alguien que le reconozca como persona y también necesita cubrir sus necesidades materiales. Cuando llegue a Cáritas, ha de encontrar esto, bajo mi punto de vista, primero esa acogida incondicional, que reconoce que Daniel es una persona con las mismas necesidades que yo, con los mismos sueños y los mismos anhelos, y que, por lo tanto, necesita que le traten de igual a igual, con dignidad, con esa dignidad que le viene de ser hijo de Dios y que es inherente a su ser persona. No necesita un vale para ir a la tienda del barrio, donde le reconocerán y le pondrán la etiqueta de persona sin recursos. Necesita un espacio donde sentarse y se le ayude a aclarar el horizonte, donde se le acoja desde la globalidad de su ser persona. Necesita a alguien que le ayude a explorar por donde continuar y sentir que a otras personas les importa lo que le está pasando. Quizá hasta encuentre, en el entorno parroquial, personas que quieran acogerle en alguna vivienda, que le ofrezcan un espacio donde vivir y así poder quitarse algo de preocupación, ¿por qué no? Hay multitud de experiencias en algunas de nuestras ciudades donde los miembros de la parroquia se abren a la hospitalidad y ofrecen sus casas a estas personas, haciendo vida los valores del evangelio: fui forastero y me acogisteis[1].

Si queremos conseguir una sociedad fraterna, donde ponga en el centro a la persona, independientemente de sus circunstancias, si queremos que el Reino de Amor y de justicia que Cristo nos propone se haga realidad, este es el camino: poner a la persona, a su dignidad, por encima de todo, y compartir los bienes que tenemos. Mientras haya personas que sufran, que no tengas cubiertas sus necesidades, que tengan que abandonar sus hogares y no encuentren acogida allá donde lleguen, mientras todo esto siga sucediendo, no es posible el desarrollo de los derechos humanos ni será posible el Reino de Amor que Dios quiere para todas las personas.

Tanto Ana como Daniel plantean situaciones difíciles en sus vidas, en un mundo, donde el valor de las personas ha dejado de tener el valor absoluto. Hemos de reclamar, a nuestras sociedades y a nuestros gobiernos, que el valor de la vida de cada persona, su bienestar, sea lo que prime a la hora de organizar la vida. En un Estado de Derecho, no se trata de que, a través de los servicios sociales, a los cuales Daniel, por ejemplo, no puede acudir porque no está empadronado, se les de lo que nos sobra y además organizando todo lo que tiene que tener y cómo lo tienen que hacer.

Ayudar a Daniel o a Ana es reconocerle su dignidad de persona, es poner en tela de juicio que no les estamos ayudando, si no que estamos dándoles lo que en justicia merecen. Es tratarle como a mí me gustaría que me trataran, es facilitar el acceso a todos los derechos que tiene como persona, por ser hijo de Dios y por ser ciudadano. ¿Nos creemos esto? ¿somos capaces de analizar lo que pasa en el mundo y lo que favorecen los gobernantes con sus políticas? ¿estamos dispuestas a ver en el otro y la otra al hermano y tratarle como tal? Pues ese es el camino, bajo mi punto de vista, para conseguir un mundo más justo, más igualitario y más fraterno, en definitiva, hacer posible y real el Reino de Amor que Dios quiere para todas las personas.

[1] Evangelio de Mateo 25,35

Número 14, 2023
Acción social

Nuevas formas de hacer en la acción social, ¿quizá un nuevo paradigma?

Pedro Fuentes Rey

Sociólogo. Equipo de estudios Cáritas Española

 

En el entorno de las organizaciones de acción social están emergiendo desde hace tiempo nuevas formas de hacer que suponen novedad y sobre todo,  parece que cuestionan algunos de los elementos que el modelo mayoritario asume como imprescindibles y consensuados.  Desentrañamos algunas de esas cuestiones, señalando los debates que parece estas experiencias están poniendo encima de la mesa.

 

Resulta exagerado hablar de paradigma al referirnos a la acción social, sin entrar en ese debate, usaremos el término para referirnos a la manera de comprender la realidad,  de fundamentar el Método (así, con mayúsculas) de intervención,  y de definir el papel de los agentes de la acción social.

Una manera de comprender y definir que en este campo, como en cualquier otro, toma forma de “paradigma” cuando es compartida por la totalidad o, al menos, por la inmensa mayoría de quienes reflexionan sobre la materia y, por ende, prescriben los contenidos de la formación de los agentes, sancionan como buenas o no las intervenciones y legitiman el status quo.

A juicio de algunos, los paradigmas evolucionan y, al de otros, revolucionan. No entraremos aquí a mediar en esa disputa, nos basta con quedarnos con la idea compartida por ambas corrientes de que si bien se trata de constructos sólidos y resistentes al cambio, no son inmutables y mutan.

Queremos en este artículo abordar de manera, aún muy tentativa, la pregunta sobre si está emergiendo un nuevo paradigma en la acción social que, por evolución o por revolución, pueda estar poniendo en cuestión las seguridades de actual paradigma.

Otra forma de mirar la realidad

En muchos lugares, centros, recursos y servicios de tipologías diferentes (residenciales, formativos, ocupacionales, de ocio…) llevan tempo experimentado la mixtura. Los requisitos de admisión no tienen que ver con un determinado perfil, sino con la necesidad u oportunidad de su oferta en el proceso de la persona. E incluso en algunos de ellos, enraizados en un territorio y abiertos a la participación de y a la interacción con la población no demandante del recurso.

Una mezcla, hasta no hace mucho denostada como muy peligrosa por la mirada de la hiperespecialización,  que en bastantes de estos lugares está resultando profundamente enriquecedora y favorecedora de los procesos de inserción. Que lejos de provocar “contagios negativos” genera sinergias inesperadas.

Un modelo de gestión de centros, espacios y servicios que está comenzando a mirar la realidad que enfrenta de una manera más holística y más centrada en comprender que trabajamos con personas que, es cierto,  tienen problemas, pero estos no las definen. Y que junto a sus carencias y necesidades, ante todo son personas con potencialidades y capacidades que deben ser descubiertas y explotadas.

Participar y empoderar

Muchas entidades de la acción social están impulsando programas específicos o acciones transversales a los que ya tienen, en los que se busca crecer en cantidad y calidad de la participación de los, hasta ahora, considerados como beneficiarios o destinatarios.

Participación no solo ya en el desarrollo de los proyectos en los que están implicados, sino en eso que vino en llamarse la incidencia política, que ya no pretende ser la voz de los que no la tienen, sino darles la voz directamente, porque sus situaciones y problemáticas no les han vuelto mudos, solamente nos ha hecho sordos a los demás.

Un tipo de empoderamiento que no solo trabaja la protesta y la propuesta, sino que desarrolla experiencias de autogestión o autosolución de problemas mientras esa protesta y propuesta se materializa en leyes y presupuestos, cosa esta de natural lenta. Así, bancos de tiempo, cooperativas de compras, incluso ollas comunes… emergen impulsadas desde la acción social.

Experiencias y realidades que hacen emerger la pregunta por el sujeto de la acción social.  Que pueden estar girando la mirada para empujar a las organizaciones a dar el paso de convertirse en organizaciones “con” en lugar de ser organizaciones “para”. Grupos en las que conviven y trabajan juntas, en igualdad,  gentes solidarias “con” y gentes afectadas “por.” Y que, desde luego, confrontan con un modelo de hiperprofesionalización de la acción social, en el que el sujeto esta nítida y claramente situado a un lado de la mesa, lo que convierte al otro en  el objeto de intervención.

El acompañamiento

Como causa o como consecuencia, probablemente ambas, de todo lo anterior, algunos  agentes de la acción social están experimentando una modificación en su rol tradicional.

En tanto hemos puesto la mirada en la persona, el rol de hiperespecialista en un determinado aspecto de la realidad se modifica, y ya no es el prescriptor de lo que hay que hacer, es más como no existen los “personólogos”, la construcción del conocimiento en el que apoyarse pasa de ser un patrimonio de alguien, a un proceso de construcción colectiva.

La participación activa de las personas que antes eran los beneficiarios de mi acción, resta poder, resitúa las relaciones pues ahora hacemos juntos, relaciones que siguen siendo asimétricas, pero esa asimetría se recoloca en nuevos parámetros.

En general cambios en el rol del agente que se agruparían en una nueva comprensión que parece estamos llamando “acompañamiento”, en la que el agente no es ya prescriptor de la acción con distancia terapéutica, sino el compañero de un camino que desde la empatía y la implicación responsable, lo recorre también, al menos temporalmente.

De la realidad al papel, para volver a la realidad

De manera consciente hemos comenzado a definir los probables elementos de un nuevo paradigma relatando acciones reales, concretas. Que esto está ocurriendo es innegable. La lectura que hacemos aquí  ya no lo es.

La realidad siempre va por delante del pensamiento, y la descrita no es, ni toda ni la mayor parte de ella. Solo la que nos parece más innovadora y con más capacidad de transformación, a mejor, de la acción social.

Pero junto esta tendencias, también hay otras que plantean una vuelta radical a la especialización y la profesionalización, quienes apuestan por la protocolización exhaustiva de la acción…

En cualquier caso, hay una realidad que debería retarnos. Situados en uno u otro punto de este debate, y probablemente en ninguno de los dos, los agentes y las organizaciones de la acción social, hacen, pero no escriben lo que hacen (más allá del proyecto al financiador). Hacen pero no se paran a reflexionar despegándose de lo concreto para preguntarse por los “porqués” y por los “cómos”.

Esa agrafia y ese activismo son dos errores a enmendar. Solo así seremos capaces de que los cambios que se están de hecho incorporando en el proceso de mejora continua, puedan sobrevivir al agente o al grupo que los hace.  Y quizá, a modificar el paradigma, evolucionando o revolucionándolo.

 

Noviembre 2019
En marcha

Acompañamiento para la inclusión social

Comisión Regional del PAIN – Servicio de Planificación y Evaluación

Dirección General de Familia y Políticas Sociales. Región de Murcia

 

El Programa de Acompañamiento para la Inclusión Social surge en Murcia en el año 2003 a partir del trabajo de análisis de necesidades y planificación que realizaron inicialmente responsables técnicos y profesionales de la Administración Autonómica y Local de la Región de Murcia.

Se parte desde un planteamiento de base: Los servicios sociales de Atención Primaria constituyen el principal instrumento de intervención del sistema Público de Servicios Sociales para la atención de las necesidades sociales de las personas. Y realiza un diagnóstico de inicio: Pese a su afianzamiento, la Red Pública tiene una serie de limitaciones que suponen una disminución de la capacidad de acción para abordar de forma adecuada los procesos de incorporación social de las personas en situación de grave exclusión social: centran su actividad muy fuertemente en el acceso a prestaciones sociales con carácter general, tendencia a actuar a remolque de la demanda, escaso desarrollo de la intervención comunitaria, limitación profesional para atender los complejos aspectos subjetivos en el acompañamiento a las personas en situación de grave exclusión social.

Desde esta necesidad de potenciar las acciones de los centros de servicios sociales dirigidas a favorecer procesos de incorporación social de personas en situación de grave exclusión social, surge el Programa de Acompañamiento para la Inclusión Social (PAIN).

Desde un primer momento, se diseña el Programa con el objeto de establecer equipos profesionales en el contexto del Sistema Público de Servicios Sociales de Atención Primaria. Su intervención tiene como fin promover procesos intensivos de acompañamiento a personas en situación de grave vulnerabilidad y exclusión social, que favorezcan el cambio humano, a través de la recuperación de la persona (autoestima, autonomía, capacidades personales, redes sociales de apoyo) y de la atención a los diversos déficits y factores de discriminación que han ido acumulándose y provocando situaciones de exclusión social (económica, vivienda, educación, formación, judicial, de salud…), desde la metodología del acompañamiento social.

A lo largo de los años, se ha ido profundizando tanto en metodologías, técnicas e instrumentos que hagan realidad este objetivo inicial, dirigido a la recuperación de las personas en situación de exclusión social, evaluándose permanentemente y adaptándose a las realidades que han ido surgiendo.

1. A quién va dirigido el PAIN

El PAIN es un recurso que da respuesta, en el contexto del centro de servicios sociales, a un perfil determinado: personas en situación de alta vulnerabilidad o exclusión social, que tengan una mínima motivación personal (voluntariedad), y que se considere que está en un momento adecuado (oportunidad) para iniciar un proceso de cambio personal, que logre parar el proceso de exclusión y revertir ese proceso de deterioro hacia la consecución de un mayor empoderamiento personal que le facilite hacerse cargo lo más autónomamente posible de su propia vida. De manera sintética: ayudar a aprender a ayudarse.

2. Principios metodológicos

Partiendo del análisis teórico de la exclusión social, nos encontramos ante un fenómeno complejo que va a determinar un proceso de deterioro de la biografía de la persona. Utilizando la conceptualización de Joan Subirats: La exclusión social se define como una situación concreta fruto de un proceso dinámico de acumulación, superposición y/o combinación de diversos factores de desventaja o vulnerabilidad social que pueden afectar a personas o grupos, generando una situación de imposibilidad o dificultad intensa de acceder a los mecanismos de desarrollo personal, de inserción socio comunitaria y a los sistemas preestablecidos de protección social [1], el PAIN establece un proceso de acompañamiento de alta intensidad que va a incidir en la paralización del proceso de exclusión y en la recuperación de la autonomía de la persona que permita, en la medida de lo posible, la recuperación de su capacidad para poder afrontar las vicisitudes de su vida, y la mejora de sus redes de apoyo naturales y sociales que puedan sostener nuevas situaciones de crisis biográficas.

Destacamos algunos principios metodológicos que desarrolla el PAIN:

  • Acompañamiento social intensivo, basado en el derecho a una relación de ayuda y a una atención social personalizada, que va a desplegar todo un abanico de intervenciones dirigidas a la atención asistencial de necesidades y de acceso a recursos y dispositivos sociales; otras atenciones de promoción personal de apoyo emocional, educativo y relacional, encaminadas a la recuperación personal del proceso de exclusión y mejora de su autonomía; y acciones de recuperación del vínculo social dañado con la persona y con sus redes familiares y sociales.

El acompañamiento social se realiza desde las bases metodológicas de la relación de ayuda humanista y de las teorías del cambio humano, que permitan un proceso proactivo y vincular de reducción de daños y de desarrollo (en la medida de lo posible) de las potencialidades y capacidades de la persona, ayudándola en su toma de conciencia que permita una reinterpretación de su vida que posibilite un cambio real en su situación personal y social.

El proceso de acompañamiento en el PAIN se realizará en dos niveles metodológicos: el acompañamiento individual y el trabajo grupal.

  • Profesional de referencia. La complejidad por la acumulación de situaciones de discriminación, y la situación de impotencia e indefensión de las personas afectadas, requieren de la existencia de un profesional que sostenga todo el proceso, que catalice de manera coherente y coordine de forma integral todas las intervenciones de profesionales y sistemas que habrá que poner en marcha. Y que facilite la recuperación el trabajo de vinculación y confianza que ayude a redefinir el vínculo personal (autoestima) y el social (pertenencia social).
  • Codiagnóstico. Un proceso de cambio humano no será posible si la persona no toma protagonismo en su propio proceso de cambio individual y en sus contextos sociales. Para ello, el acompañamiento profesional estará complementado con un proceso de toma de conciencia personal y una paulatina toma de responsabilidad de la persona en su propia vida. Utilizaremos el Acuerdo de Acompañamiento como instrumento de toma de conciencia y de asunción gradual de responsabilidades que ayuden a dirigir su propio proceso de intervención.
  • Trabajo en red: Potenciando la cooperación de todos los sistemas de protección social y de la iniciativa social ubicada en el territorio. Además de incorporar en el desarrollo del acompañamiento a las redes familiares y sociales de la persona que permitan reducir los contextos excluyentes y ampliar las posibilidades de apoyo de estas redes cercanas en futuras situaciones de conflicto personal y social.
  • Trabajo grupal como instrumento que permite un avance en el proceso de recuperación relacional y personal a partir de la creación de procesos de dinámica grupal que permitan generar un laboratorio de experimentación social donde se trabaje la recuperación de la pertenencia social, la relación entre iguales, y ejercitar y reparar el vínculo social. Nuestra experiencia de incorporar la dinámica de grupos en los procesos de acompañamiento social nos está demostrando la potencialidad de esta herramienta para la recuperación personal y promoción de actitudes de autoayuda y solidaridad entre las personas afectadas por biografías de exclusión social.

3. Instrumentos desarrollados por el PAIN

  • Herramienta de valoración de la exclusión social. La valoración de las situaciones individuales-familiares, a través de indicadores, ayuda a establecer en qué situación se encuentra la persona en relación a pobreza económica, vulnerabilidad social y grave exclusión social, permitiendo valorar el acceso al programa. Esta es una primera aproximación a la situación de exclusión de la persona. La realiza el profesional que canaliza / deriva al PAIN y es una aproximación diagnóstica inicial que da una fotografía de las áreas afectadas en la persona.
  • Módulo Sistema de Información de Usuarios de Servicios Sociales (SIUSS) del PAIN. El programa dispone de un módulo informático propio para la recogida de información de actuaciones y procesos de acompañamiento dentro del SIUSS.
  • Acuerdo de acompañamiento. Hay una necesidad de aportar a nuestro trabajo una dimensión socio-terapéutica, que pretenda lograr el cambio subjetivo, relacional y comunicativo de las personas, con el fin de que re-elaboren, re-signifiquen y superen el sufrimiento subjetivo. Que rompan con la repetitividad de su historia personal, familiar o comunitaria, cuando ésta se presenta como un obstáculo para su bienestar y el de su entorno. Es una herramienta cuyo fin es impulsar el desarrollo de la autonomía e inclusión social del usuario y acompañar el proceso de cambio humano a partir de la toma de conciencia de su realidad y su paulatina asunción de responsabilidades en el proceso de acompañamiento. Se realiza a partir de ayudar a la persona a realizar su propio diagnóstico de situación, que establezca sus propios objetivos y tareas en el itinerario de acompañamiento.
  • Registros para el trabajo grupal. El PAIN ha diseñado registros de planificación, recogida de información pormenorizada y de evaluación para los diversos procesos de dinámica de grupos que se realizan en los procesos de acompañamiento.

4. Apoyo profesional

El profesional del PAIN es el instrumento fundamental para la implementación adecuada y exitosa del acompañamiento. Ello requiere un perfil profesional con un buen repertorio de competencias cognitivas, actitudinales y estratégicas. Para ello el Servicio de Planificación y Evaluación de la Dirección General de Familia y Políticas Sociales de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, que coordina y apoya el programa a nivel regional, efectúa desde el inicio y de manera continuada el seguimiento, coordinación y apoyo a los profesionales. Lo que ha permitido la aproximación de criterios y el trasvase de experiencias, a través de:

  • Supervisión de apoyo profesional. Como un espacio donde “ayudar a los que ayudan”. La especial dificultad técnica de los acompañamientos y la alta carga emocional de este trabajo requiere un apoyo cercano a quienes lo desarrollan. Se realiza en sesiones de supervisión por zonas geográficas, supervisión de equipos y profesionales a nivel individual y de apoyo a los equipos profesionales.
  • Formación continuada que amplíe las competencias profesionales. Se desarrollan cursos y seminarios sobre metodologías de acompañamiento social para exclusión social, relación de ayuda, cambio humano, co-diagnóstico, salud mental, dinámica grupal, historias de vida, etc.
  • Portal web regional de información y comunicación Murcia Social. Donde se comparten a través de internet una biblioteca de documentación, un espacio de comunicación entre profesionales, las diversas experiencias de los diversos equipos de la Región.
  • Espacios de encuentro y coordinación. A través de la Comisión Regional del Programa (donde participan todos los profesionales), de grupos de trabajo temáticos y específicos de temas a profundizar, y con la organización de Jornadas Regionales abiertas a otros programas, instituciones y entidades públicas y de iniciativa social.

En 2018 el PAIN cumple 15 años de implementación en la Región de Murcia, considerándose un programa consolidado en el contexto de la Atención Primaria de Servicios Sociales regionales. El futuro se dirige a ir profundizando en la investigación de las peculiaridades y necesidades sociales de las personas en situación de grave exclusión social, e ir revisando y ampliando las respuestas metodológicas y técnicas ante estas necesidades. También es necesario continuar ahondando en cómo mejorar la evaluación de los procesos humanos del acompañamiento.

Y en ámbito institucional, el futuro se dirige a la ampliación del PAIN a más municipios de la Comunidad Autónoma (en este momento desarrollan el programa 27 municipios); y que la metodología de acompañamiento social sea transferida a otros programas, que pueda beneficiar a otros colectivos y personas una vez contrastada la eficacia metodológica a través del PAIN.

Casos de alta durante el año 2017: 1.172
Número de profesionales: 52

[1] Subirats, J. Pobreza y exclusión social: Un análisis de la realidad española y europea. Barcelona: Fundación La Caixa, 2014. (Colección Estudios Sociales, nº 16)