Editorial

Una economía por y para las personas y el cuidado de la vida.

En los últimos años estamos asistiendo a grandes cambios socioeconómicos y cada vez son más las voces de todos los signos que plantean la necesidad de incorporar una visión de la economía más humanista, orientada al bien común, y que sobre todo impida los excesos del pasado, el deterioro medioambiental y la creciente desigualdad del capitalismo tradicional.

 

En cuanto analizamos mínimamente el contexto social, económico y medioambiental en el que nos encontramos se evidencia la necesidad de un cambio de valores en la economía, de tal manera que la competencia, el individualismo y el incremento desorbitado de beneficios como único objetivo, den paso a la colaboración, la preocupación por el bien común y la redistribución de la riqueza.

 

De hecho, cada vez son más las instituciones y organizaciones sociales que apuestan por la Economía Solidaria como un modelo que propone una alternativa real al capitalismo imperante y donde las personas y el desarrollo de la vida se anteponen a la acumulación de capital y que plantea una trasformación social mediante principios como la solidaridad, la sostenibilidad de la vida, la participación, el empoderamiento y la garantía de derechos e igualdad de oportunidades. Estas organizaciones persiguen un mundo donde la economía esté al servicio del cuidado de la vida y el planeta y donde se garanticen los derechos humanos de todas las personas.

 

Por eso, defienden el Trabajo decente, en el que la dignidad humana, el respeto de los derechos, y la promoción de la persona, se articula para dar respuestas a las necesidades de nuestro entorno. Promueven la Economía social, y en concreto las Empresas de Inserción y Centros Especiales de Empleo como alternativas empresariales en la que se generan oportunidades para las personas más vulnerables. Fomentan el consumo responsable, desde el Comercio Justo y las Finanzas Éticas, sabiendo que todas las personas tenemos un papel fundamental en la construcción de este modelo, e instando a que, en todas las fases del modelo productivo: producción, comercialización, consumo, financiación…, primen el cuidado del planeta y de las personas que vivimos en él.

 

Pero ¿realmente podemos hablar de otra forma de organizar la economía?, ¿es posible generar riqueza poniendo en el centro a las personas y al cuidado de la creación?

 

Existen multitud de iniciativas que impulsan y desarrollan la economía solidaria y centran su trabajo en generar oportunidades para las personas que lo tienen más dificil.  En resumen, hacen más que visible que la opción por las personas y el planeta es no solo posible, si no urgente y que necesitamos de todos y cada uno de los actores que participan del ciclo económico para conseguir un mundo más sostenible, próspero, justo e igualitario para todas las personas.

Número 13, 2023
Documentación

Libro: Poder corporativo, irresponsabilidad empresarial y democracia económica. Variaciones sobre un mismo tema (José Ángel Moreno, 2021, Madrid, Economistas sin Fronteras)

Laura Ruiz Álvarez,  Economistas sin Fronteras

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Nos encontramos con una actualidad marcada por la década de acción para la implementación de la Agenda 2030, que incorpora al sector privado como un actor clave para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, tanto directamente (p.ej. ODS 8: empleo decente y crecimiento económico, ODS 16 a través del cumplimiento de las obligaciones fiscales), como indirectamente sobre todos los demás.

Por otra parte, desde hace varias décadas, la globalización económica y el creciente poder de las empresas transnacionales frente a los Estados ha llevado a considerar las vulneraciones sistemáticas de derechos humanos por parte de las multinacionales como un desafío global.

Sin embargo, una de las principales críticas al sistema de gobernanza global es la carencia de normas de obligado cumplimiento y de instituciones con capacidad sancionadora, lo que confiere a las empresas la capacidad de autorregularse voluntariamente a través de la llamada Responsabilidad Social Corporativa (RSC).

La voluntariedad en el ámbito de la RSC es objeto de gran controversia y debate por el riesgo de enmarcarse en el llamado greenwashing o comunicación abusiva y engañosa respecto a las prácticas socialmente responsables; así, en la actualidad, existen diversas propuestas que buscan el establecimiento de obligaciones legales, como el Tratado vinculante de empresas y derechos humanos de Naciones Unidas o la iniciativa legislativa europea de debida diligencia de derechos humanos y medioambiente.

En este contexto, la lectura de este libro se hace imprescindible para comprender las limitaciones conceptuales de la RSC y la necesidad (¡y urgencia!) de las propuestas de regulación para superarla.

Se trata de una recopilación de artículos publicados (y en muchos casos reelaborados) por el autor a lo largo de los últimos 10 años cuya lectura nos permite analizar el alcance del poder corporativo y de las dinámicas del sistema económico orientadas al cortoplacismo y a la especulación financiera, así como la relevancia de regulaciones que permitan equilibrar estos impactos dando entrada a grupos de interés, como las personas trabajadoras, en el gobierno de la empresa para avanzar hacia una progresiva democratización de la economía.

Y todos ellos marcados por el profundo conocimiento de Jose Ángel Moreno de los entresijos del poder corporativo (no en vano fue Director de RSC de una de las grandes empresas españolas) y su también profunda búsqueda constante de la ética en la actividad empresarial, unida a una pérdida paulatina de confianza en la RSC como potencial transformador del comportamiento empresarial.

A lo largo de los artículos de este libro, fluimos a través del estilo didáctico, documentado, conciso y asertivo de Jose Ángel, marcado por su capacidad para debatir y cuestionar con muy diversos públicos, comenzando por él mismo. Casi tan enriquecedor como escucharle y tenerle en Economistas sin Fronteras desde hace muchos años.

El libro no se comercializa. Puede descargarse sin coste en: https://ecosfron.org/wp-content/uploads/2021/11/Poder-corporativo-irresponsabilidad-empresarial-y-democracia-economica.pdf

 

Número 10, 2022
Documentación

Aprender a mirar para aprender a respetar

José Luis Graus Pina. Socio cooperativista en Redes Sociedad Cooperativa.

Puedes encontrar a José Luis en Twitter.

 

Josep María Esquirol es una de esas personas que reclaman nuestra atención desde la discreción y el sosiego. Cuando escuchas sus intervenciones percibes enseguida que desde la calma y la serenidad pueden hacerse las aportaciones y reflexiones más importantes.

Es filósofo, catedrático en la Universidad de Barcelona. Se esfuerza en ayudarnos a ver que hay una filosofía de proximidad que nos ayuda a comprender el mundo que habitamos, la realidad que nos ocupa y preocupa y nuestra tarea en dicho contexto.  Es una propuesta muy atractiva y atrayente que empezó a cobrar peso mediático cuando en 2016 ganó el premio nacional de ensayo por su obra La Resistencia Íntima. Ensayo de una filosofía de proximidad (Acantilado, 2015).

Pero hoy queremos proponer la lectura de una obra bastante anterior en la que se van describiendo las líneas maestras de esta filosofía de proximidad. En 2006, publicó en la editorial Gedisa, El respeto o la mirada atenta. Una ética para la era de la ciencia y la tecnología.

El libro es de lectura ágil. Como decíamos su propuesta filosófica se hace próxima y por tanto accesible. Consta de seis capítulos en los que va fundamentando, analizando y desgranando una propuesta basada en la importancia de una mirada atenta sobre la realidad, tan importante es la mirada que recupera una frase de Simone Weil, al final del primer capítulo lo que nos salva es la mirada, que atraviesa todo el libro.

Podríamos decir que el capítulo primero no solo es una introducción, es una fundamentación en la que Esquirol deja sentadas las bases, la piedra angular sobre la que irá sustentado su propuesta. Hay una relación íntima y maravillosa entre el respeto y la mirada y esa relación engendra un comportamiento, una ética que en el momento actual es muy necesaria.

El capítulo segundo, quizás el que mayor complejidad de lectura pueda entrañar, trata de describir el momento actual, lo que él denomina la óptica tecnocientífica. No es novedoso en su descripción, pero sí que nos parece que deja claro cómo la propuesta de la época actual precisa de una alternativa ética que sea alternativa a la dinámica de autodestrucción en la que parece nos hemos embarcado. La mirada atenta no es un complemento al momento actual, es una alternativa inexcusable si queremos que la realidad pueda ser mejor para todas las personas.

Muy sugerentes el capítulo tercero y sus círculos virtuosos de la mirada atenta y del respeto generan un dinamismo que provoca vida.

En el capítulo cuarto nos encontramos con la importancia de salir de uno mismo para poder generar una moralidad que mejore la realidad. Los capítulos cinco y seis pueden leerse de la mano y más allá de su belleza, la invitación profunda a encontrarnos desde nuestro pequeño lugar en el mundo, inmersos en una realidad más grande que reclama nuestra atención y respeto.

Nuestra invitación no solo es la de acercarnos a esta obra, sino acercarnos a este autor. Nos parece que en este momento tiene una palabra muy autorizada.

 

Número 9, 2021
Con voz propia

El mundo entre paréntesis

Voiced by Amazon Polly

Sebastián Mora Rosado, Universidad Pontificia Comillas

 

 

La pandemia producida por la COVID-19 se ha convertido en un hecho singular y totalizante. Los accesos a la realidad están monopolizados por el desarrollo y los efectos de esta. Todas las esferas de la existencia, desde la conciencia más íntima a la vida pública, se han visto conmovidas y removidas por la evolución de la COVID-19. El evidente impacto en la salud pública ha venido acompañado de consecuencias gravísimas en el orden económico, político y social. Además, en el imaginario social la vulnerabilidad de lo humano, olvidada en una sociedad individualista y tecno-optimista, está ocupando un puesto central en nuestras experiencias personales y colectivas.

Aunque de manera más silenciosa y menos analizada, la pandemia ha supuesto también una auténtica transformación en la percepción de tiempo histórico. La contracción del presente, como vivencia del tiempo de la modernidad tardía (Rosa, 2016) , se ha visto intensificada de manera notable. Necesitamos pasar rápido por el pasado, incluso el más cercano, y el futuro es tan indeterminado que se difumina como ámbito de experiencia o se utiliza como mera vía de escape. En definitiva, hemos puesto el mundo entre paréntesis hasta nuevo aviso. Esto no significa una ralentización del tiempo social, incluso puede suponer una mayor aceleración social (hacer más cosas en menos tiempo) aunque para acabar en el mismo sitio. No paramos de correr para retornar eternamente a lo mismo. Por eso en la Gran Recesión (2009) se proclamó la refundación del capitalismo, para aceleradamente pasar a repetir lo mismo.

La metáfora de la guerra, ampliamente utilizada por políticos y opinadores, fundamenta y argumenta esta excepcionalidad. En esta puesta entre paréntesis -aceleración estática-, el pasado queda sepultado y el futuro desdibujado. Una sociedad sin memoria y sin orientación a futuro es una sociedad moribunda. Sobrevive, pero no vive.

Para romper el cerco del presente es una exigencia ética analizar, valorar y evaluar las políticas públicas implementadas, la actuación de las diversas administraciones, la participación de la sociedad civil organizada y las responsabilidades que tenemos como ciudadanía.  Pero, no menos necesario es rememorar el sufrimiento acontecido como memoria peligrosa (Metz, 2002), como interrogante que nos dejan los que se han ido en el olvido; como apertura de un presente que no puede agotarse en la mera instantaneidad y se tiene que abrir a la duración del tiempo histórico. Nuestra sociedad no puede pasar por encima del sufrimiento amontonado hace pocos meses en las morgues de campaña, ni ocultar la brutal injusticia que están padeciendo las personas más vulnerables y no dar el debido culto a la fraternidad de los ausentes (Barreto, 2020).  El presente contraído, como totalidad de nuestra existencia, no puede acallar la memoria del sufrimiento y la injusticia padecida por las personas más fragilizadas. El pasado no es solo una estación previa al presente, sino acontecimiento de justicia y reconciliación. Desvelar las injusticias acontecidas y sufridas por las personas fragilizadas, en vez de cubrirlas bajo un velo de ignorancia, es un ejercicio de justicia débil, pero absolutamente necesario para anticipar el futuro. El diabólico trato dado a nuestros mayores, la indigna política migratoria agravada en tiempos de pandemia, el incremento intenso de la desigualdad y la exclusión social no pueden sepultarse en los pozos del olvido.

El presente, como situación de emergencia permanente, nos ancla irremediablemente en el corto plazo. No miramos hacia atrás, pero tampoco levantamos la cabeza al futuro. Miramos hacia abajo, a lo presente y urgente, al tiempo real como un ahora sincronizado que ha roto el hilo de la humanidad. Es absolutamente indudable la necesidad de centrarse en lo urgente y necesario, pero no puede hacernos olvidar el hilo de humanidad que nos constituye, a riesgo de convertirnos en meros supervivientes. Un tiempo sin duración, sin aroma (Han, 2015)  nos hace vivir la historia como un destino inevitable. La instantaneidad de lo vivido, la eterna repetición de lo mismo crea la sensación de no sentir el paso del tiempo. Si cerramos los ojos parece qué, desde el mes de marzo, cuando explosionó la pandemia, no ha pasado el tiempo.

El miedo se eterniza en el presente contraído agotando los resortes de esperanza en el futuro. Un tiempo sin duración, como el que estamos viviendo, que pone el mundo entre paréntesis hasta nuevo aviso, acaba robando el futuro a millones de personas (Lanceros, 2017). Por eso, no podemos encerrarnos en la mera espera desde la burbuja del presente. Esperar es anticipar, transformar y convertir en realidad las potencialidades inéditas del presente. Espera y anticipación, como actitud y praxis social, son los mimbres para vivir en un presente dilatado. Como decía el apóstol Pedro a los cristianos esperando y acelerando la venida del Reino (2 Pe 3,12).

La excepcional situación que estamos viviendo exige una intensa atención al presente y a sus requerimientos sanitarios, sociales y políticos. No podemos evadirnos de la cruda realidad del presente. Ahora bien, o somos capaces como sociedad de dilatar el presente o acabaremos cayendo continuamente en la repetición de lo idéntico. Especialmente para las personas excluidas, expulsadas y oprimidas. Como nos recordaba Walter Benjamin, en su Tesis VIII Sobre el Concepto de historia (2008), debemos caer en la cuenta que la tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el que vivimos es la regla. Para lo expulsados del bienestar, el presente contraído es la permanencia de la barbarie, la injusticia y la opresión. Por eso trabajar por la justicia es redimir al tiempo histórico del presente eterno de la excepcionalidad desde prácticas y narrativas que, asentadas sobre la experiencia colectiva y la memoria subversiva, sean capaces de anticipar el futuro comunitario.

Bibliografía

Barreto, D. (2020). «La pregunta por quienes se han ido y la cultura de la solidaridad». Iglesia Viva, (281), 131-132. Retrieved from https://iviva.org/revistas/281/281-37-DANIEL.pdf

Benjamin, W. (2008). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. México D.F: Itaca.

Han, B. (2015). El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Barcelona: Herder.

Lanceros, P. (2017). El robo del futuro. Fronteras, miedos, crisis. Madrid: Libros de la Catarata.

Metz, J. B. (2002). Dios y el Tiempo. Nueva teología política. Madrid: Trotta.

Rosa, H. (2016). Alienación y Aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía. Madrid: Katz.

 

 

Número 7, 2021