Del dato a la acción

Más de 2 millones de niños y niñas en situación de pobreza: una deuda pendiente

Carmen García, equipo Inclusión Cáritas Española

 

Hoy en día, el hecho de tener hijos e hijas en nuestro país es el principal factor de pobreza para muchas familias. Así lo demuestran los datos publicados en la última Encuesta de Condiciones de Vida 2024 por parte del Instituto Nacional de Estadística, en donde, la pobreza infantil ha aumentado y se sitúa en el 29,2%, lo que supone más de 2,3 millones de niñas, niños y adolescentes. Además, la pobreza severa infantil se incrementa y pasa del 13,7% al 14,1%, lo que supone más de un millón de niñas y niños en situaciones alarmantes.

 

Evolución del riesgo de pobreza entre 2008 y 2024. Población total y población menor de 18 años. Fuente: ECV 2024, INE.

 

La infancia es el único grupo en el que la tasa de riesgo de pobreza y/o exclusión social AROPE ha aumentado, situándose en el 34,1% frente al 26,1% de la población en general. Mientras que, en el resto de los grupos de edad, han visto descender sus tasas de pobreza, los niños y niñas han visto cómo sus condiciones de vida y, por tanto, sus expectativas vitales, empeoran respecto a la que tenían sus progenitores.

La persistencia de la pobreza infantil en España en un contexto de crecimiento económico refleja desigualdades estructurales profundas junto con la necesidad de abordar el desarrollo de políticas sociales dirigidas a luchar contra la transmisión intergeneracional de las pobrezas y la exclusión social a partir de una atención integral con medidas universales e inversión real dirigida a la infancia. Lo que supone un cambio de mentalidades que implica una mirada integral de Derechos Humanos, en donde los niños y niñas sean realmente sujetos de derechos y, en donde entendamos que desde la infancia estamos generando unas desigualdades, que, de no corregirse solo puede devenir en una sociedad y en un mundo todavía más desigual e injusto. Desigualdades que, directamente afectan a un mayor riesgo de experimentar dificultades escolares, en el acceso a una vivienda digna o de sufrir o cronificar problemas de salud. Carencias acumuladas que, desde la infancia, están limitando las oportunidades de desarrollo personal y profesional y perpetuando las desigualdades, al tiempo que pudiendo transmitirlas generación tras generación.

Si partimos de un sistema en donde haya igualdad de oportunidades, uno de los elementos igualitarios (o desigualitarios) por excelencia es la Educación. Una Educación que esté al servicio de todos los niños y niñas, y por lo tanto de la sociedad, es uno de los factores clave para ser frenos de la transmisión. Junto con la incorporación de una ayuda universal para hacer frente a los costes de la crianza (no sólo en las primeras etapas). Ambos elementos de la mano tendrían efectos sobre la reducción de la desigualdad y permitiría reducir la pobreza en la infancia y su intensidad.

De ahí que, como retos persistentes e inmediatos a superar en las políticas públicas tendríamos:

  • Mejora del acceso y condiciones de la vivienda de las familias con hijos e hijas.
  • Apoyo decidido en la etapa escolar que comienza con la gratuidad real y universal de la educación.
  • Apoyo a la crianza universal.

Frenar la pobreza de las familias con hijos e hijas, pasa por la igualdad de oportunidades: partir de generar las condiciones para que esta igualdad sea real y no un mito es el principio de los retos y del cambio de mirada de derechos que tenemos por delante.

 

Número 19, 2025