¿Evaluar la vida?
Por Amaia González Llama e Imanol Zubero
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Amaia González Llama e Imanol Zubero. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea
¿Se puede evaluar una vida? AURKIGUNE, proyecto de inclusión en Bilbao impulsado por Bizitegi y Zubietxe, acompaña a personas en exclusión severa desde una mirada comunitaria. Más allá de cifras, apuesta por vínculos, afectos y pertenencia. Con 40 participantes y más de 500 actividades, ha tejido redes humanas y sentido de comunidad en dos barrios. Frente a métodos cuantitativos poco útiles para medir transformaciones vitales, ha usado historias de vida, sociogramas y diarios de campo. Así, visibiliza avances reales: alguien que ahora es saludado, otra que ha encontrado un grupo, o quien por primera vez se siente persona. AURKIGUNE no ha cambiado el mundo, pero sí los mundos de quienes lo habitan. Su mayor logro: la confianza recuperada, la voz que resurge, ese yo existo que nace cuando alguien, simplemente, saluda.
AURKIGUNE [https://aurkigune.org/es/inicio/] es un proyecto de inclusión social impulsado por las entidades Bizitegi y Zubietxe, orientado a personas en situación de exclusión severa. Su objetivo principal es crear centros comunitarios que fomenten la participación social de colectivos vulnerables, fortaleciendo sus vínculos con el entorno y su sentido de pertenencia. Basado en la Pedagogía Social Comunitaria y el acompañamiento en medio abierto, el modelo prioriza la cercanía, la flexibilidad y la atención personalizada, evitando itinerarios rígidos y favoreciendo relaciones de confianza que conectan a las personas con recursos sociales, sanitarios y comunitarios.
La iniciativa entiende la activación sociocomunitaria como una herramienta transformadora que supera la lógica del empleo, promoviendo vínculos, redes y una ciudadanía activa. Se enmarca en un enfoque relacional que responde a los desafíos sociales surgidos tras la crisis de 2008 y la pandemia, reivindicando el papel de la comunidad como sostén del bienestar colectivo frente al individualismo.
AURKIGUNE ha sido financiado por el Departamento de Trabajo y Empleo del Gobierno Vasco como proyecto experimental dentro del V Plan Vasco de Inclusión, desarrollándose entre junio de 2023 y diciembre de 2024. Se ha implementado en los barrios bilbaínos de Abusu-La Peña y Errekaldeberri, permitiendo contrastar su aplicación en contextos distintos. En Abusu tuvo mayor visibilidad gracias a un espacio físico propio (La Casa Amarilla), mientras que en Errekaldeberri se integró en redes e iniciativas barriales ya existentes.
En el proyecto han participado 40 personas seleccionadas por criterios de vulnerabilidad (como recibir la RGI, tener discapacidad reconocida, estar en desempleo de larga duración, entre otros). El perfil mayoritario ha sido masculino (63%), extranjero (57%) y de entre 45 y 64 años. Durante el desarrollo del proyecto se han llevado a cabo unas 500 actividades divididas en formativas (95), lúdicas (176) y comunitarias (229), en colaboración con 80 entidades locales.
Desde el inicio, el proyecto AURKIGUNE identificó el reto de evaluar el progreso de personas en exclusión severa, cuya evolución no sigue patrones previsibles ni se adapta bien a herramientas cuantitativas tradicionales. En la propuesta original se partía de herramientas de evaluación fundamentalmente cuantitativas: registros de actividades y asistencias, encuestas de satisfacción o puntuaciones en un Plan Individual General. Estas herramientas se han mantenido, adaptadas al desarrollo del proyecto.
También se contemplaba el uso de otras mediciones tales como la Escala Básica de Empleo e Inclusión (EBEI) o la Escala GENCAT de Calidad de Vida. Desde el principio se comprobó que estas herramientas no eran adecuadas para un proyecto tan orgánico y abierto como AURKIGUNE y para unas personas participantes en condiciones de alta exclusión como las destinatarias del proyecto. A mediados de 2024 se realizó un ensayo de aplicación de la escala GENCAT, pero la mayoría de las cuestiones contenidas en la misma (bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal, bienestar físico, autodeterminación, inclusión social, derechos) suponían para ellas un punto de partida tan precario que no fue posible detectar cambios significativos en tan corto periodo de tiempo.
Vinculado a la vida cotidiana de cada barrio, el proyecto posee una característica de organicidad que desborda las mediciones numéricas. La experiencia nos indica que las realidades de exclusión social severa son especialmente refractarias a mediciones y análisis cuantitativos o estadísticos. Por ello, se optó por una evaluación combinada (triangulación metodológica) que ha incorporado herramientas cuantitativas y cualitativas:
Estas herramientas permitieron captar aspectos invisibles para las métricas convencionales, como vínculos, emociones, ritmos personales y relaciones comunitarias. Además, se reconocieron limitaciones como la dificultad de medir impactos a largo plazo, la falta de registros previos y la naturaleza cambiante de las trayectorias vitales. En suma, el enfoque evaluativo del proyecto se adaptó a su complejidad, priorizando la comprensión relacional y contextual de los procesos de inclusión, más allá de los indicadores numéricos.
En referencia a las herramientas cualitativas, las personas responsables del proyecto en cada barrio han elaborado diarios de campo en los que se ha recogido sintéticamente la actividad diaria de cada persona participante: actividades realizadas, actitud observada, incidencias, valoración por parte de la persona responsable. Estos diarios han permitido hacer un seguimiento de las personas participantes, de forma natural, no intrusiva, como un ejercicio de observación participante que da cuenta del proceso personal de cada persona, respetando sus ritmos y necesidades.
Con el fin de complementar el seguimiento y la observación externa por parte de las personas responsables del proyecto en cada barrio, también se han elaborado breves historias de vida para cada una de las personas participantes. Mediante entrevistas en profundidad, se ha intentado que fueran ellas mismas las que construyan un relato de su experiencia en el proyecto.
Teniendo en cuenta que el proyecto AURKIGUNE aspira a testar estrategias y herramientas que favorezcan la inclusión socio-comunitaria, se ha recurrido a adaptar la herramienta del sociograma para observar y visualizar las interacciones y relaciones que las personas participantes han ido desarrollando y el papel que en la construcción de las mismas ha jugado el proyecto. El objetivo ha sido elaborar un sociograma para cada una de las personas participantes en el proyecto, como una representación del mapa de relaciones de cada cual. La fuente para la elaboración de los sociogramas han sido las historias de vida y los diarios de campo elaborados por las personas responsables del proyecto en cada barrio.
Como trasfondo teórico, nos hemos inspirado en la conocida reflexión de Mark S. Granovetter sobre la fuerza de los vínculos débiles. Su tesis central es que estos vínculos, aunque suelen considerarse superficiales o marginales, desempeñan un papel crucial en la cohesión social y la difusión de información. Los vínculos fuertes, propios de grupos pequeños y cercanos, como la familia o las amistades íntimas, se caracterizan por una mayor frecuencia de interacción, confianza emocional e intercambio mutuo. Por su parte, los vínculos débiles se basan en interacciones menos frecuentes y menor confianza emocional, pero conectan a individuos de diferentes grupos o ámbitos sociales. Por ello, los vínculos débiles sirven como puentes entre diferentes redes sociales y a través de ellos las personas pueden acceder a recursos e información que no estarían disponibles en sus círculos cercanos. En términos comunitarios, la cohesión social efectiva depende de la existencia de múltiples vínculos débiles que conecten subgrupos, permitiendo la organización para objetivos comunes, y son esenciales para conectar los niveles micro (interacciones personales) con los macro (estructuras sociales amplias).
En conjunto, como ya hemos indicado, han sido 40 las personas que han participado y con las que hemos elaborado sus historias de vida y sociogramas: 15 en Abusu-La Peña y 25 en Errekaldeberri.
Nos parece importante señalar los perfiles tan diferentes entre las personas participantes, tanto por su características sociodemográficas como por sus trayectorias vitales. Varias personas mantenían vínculos estrechos con sus familias (aunque estén a distancia), mientras que otras estaban completamente desconectadas de sus entornos familiares. Muchas historias incluyen episodios de adversidad significativa, como migración forzada, violencia, problemas de salud mental o rupturas familiares. Hay orígenes diversos, incluyendo África, América Latina y Europa, lo que genera una rica mezcla cultural en los grupos. Esta diversidad también planteaba desafíos, como el aprendizaje del castellano y la integración cultural. A pesar de las diferencias individuales, las biografías comparten una narrativa de superación y construcción de comunidad, donde la participación en asociaciones y actividades grupales han jugado un papel crucial en la integración y el desarrollo personal. AURKIGUNE ha sido, en este sentido, una referencia fundamental para todas ellas.
La mayoría han participado activamente en casi todas las actividades y algunas han limitado su implicación debido a diversas situaciones personales. Las mujeres han tendido a participar más en actividades grupales y feministas, generando redes de apoyo específicas, mientras que algunos hombres se han involucrado en mayor medida en actividades manuales o artísticas individuales. Hay un interés recurrente en el acceso a la educación, tanto formal (como cursos de Educación de Personas Adultas o formación técnica) como no formal (talleres de costura, tecnología y manualidades). Muchas de las personas participantes buscaban mejorar habilidades básicas como lectura, escritura o manejo de tecnología, a menudo como parte de su proceso de construcción de autonomía. Tanto los talleres creativos como las actividades de barrio (teatro comunitario, eventos culturales) han sido fundamentales para establecer lazos con el vecindario. Este aspecto es particularmente relevante en contextos de vulnerabilidad social, donde las redes comunitarias se convierten en pilares fundamentales para el bienestar emocional, la integración social y el acceso a oportunidades.
La participación en el proyecto ha permitido generar relaciones significativas con el entorno vecinal a través de las diversas actividades realizadas. La participación en talleres, grupos de mujeres, actividades artísticas, fiestas populares o juegos de mesa fomenta un entorno colaborativo y accesible para personas con trayectorias dispares. En varios casos, los grupos de mujeres destacan como plataformas críticas para construir redes solidarias, especialmente en contextos de migración y aislamiento social. Por otro lado, la convivencia de personas de orígenes distintos en espacios compartidos ha fomentado relaciones interculturales basadas en el respeto y el aprendizaje mutuo. Estos espacios ayudan a desdibujar fronteras culturales y refuerzan un sentido de pertenencia local.
El impacto de estas redes en situaciones de tanta vulnerabilidad es muy evidente. Muchas personas han encontrado en ellas un espacio seguro para expresar sus emociones, como se observa en los talleres de psicología que proporcionan un entorno de confianza y respeto mutuo. La posibilidad de participar en actividades autogestionadas, como las organizadas por los grupos de mujeres, fortalece la autoestima y su capacidad de tomar decisiones. En cuanto a las relaciones establecidas en actividades vecinales y proyectos comunitarios generan un sentido de pertenencia y contribuyen a la cohesión social.
Yo conozco ahora mucha gente, mejor que antes. Antes yo no conocía a nadie, gente, poca gente, pero ahora yo conozco mucha gente, comenta F.A. Vale más la gente que se tira conmigo cinco minutos hablando y me pregunta sobre mí a que me dé un euro, nos dice J.M.L. Originario de Senegal, M.S. valora así su experiencia en AURKIGUNE: Las personas me saludan a mí porque me conocen del barrio, de las actividades que hacemos y nos conocimos, me saludan y muy contento con ellos también. Una experiencia que también comparte S.M.: Me he sentido que tengo a alguien cerca de mí, que me puede valorizar un poco.
Como estas, son muchas las experiencias que sienten y transmiten que sus vidas se han ampliado, que sus relacionas han crecido y se han ramificado: Es una forma también de relacionarnos entre el mismo grupo con el resto de personas que puedan venir del barrio. Quiero decir, ampliar un poco más el círculo, dice A.D.G. O lo que nos comparte M.M.G.M.: Yo llevo pocos años viviendo aquí, entonces sí que conozco gente, pero no como para meterme en el barrio, en alguna asociación. Está bien conocer a las personas primero y con la ayuda de Aurkigune eso se está consiguiendo y se puede conseguir. O, por terminar con una experiencia más, la que transmite A.T.:
Es una forma de salida para que te conozca la gente, que no te juzgue. Si así, de ejemplo en el barrio de Rekalde si, como ha salido de fiesta y hay más cosas de hacer poco a poco ya te conoce, y la gente comunica. Mira, este chico estaba ahí, jugando con los niños y eso, ha participado de fiesta, de marmitako y así… Yo no lo veo mala persona entonces te conoce la gente. Ya te considera como persona, como persona. No, como te ve retirado y no te conoce y claro, te ve durmiendo en la calle y tiene miedo o te juzga mal sin saber que está pasando contigo. Pero así, conociéndote, claro. Es diferente. Ya empieza a saludarte. Ya no tiene ni miedo, porque está siempre por ahí…
El fortalecimiento de redes sociales en estos contextos no solo es una estrategia contra la exclusión, sino también un medio para construir comunidades más integradoras y solidarias. Estas redes son particularmente valiosas para personas en situaciones de vulnerabilidad, proporcionando tanto apoyo práctico como emocional, y creando oportunidades de integración y crecimiento personal. Es evidente la riqueza que adoptan sus vidas tras su contacto con el proyecto. Reflejadas en los sociogramas, son vidas que experimentan, literalmente, un auténtico florecimiento. A modo de ejemplo presentamos cuatro de estos sociogramas.
Sociograma 1. A.A.G. es una mujer portuguesa de 62 años que vive en Bilbao, en un piso gestionado por Zubietxe que comparte con dos hombres. Tiene dos hijos: uno vive en Burdeos, con quien mantiene una relación cercana y a quien visita varias veces al año; el otro, con quien la relación es difícil, reside en un centro en Muskiz y ha limitado el contacto con ella. En su día a día acude cada mañana a la EPA, donde aprende matemáticas -que se le dan especialmente bien- aunque le cuesta seguir las conversaciones del grupo debido a dificultades con la lectura y escritura. Los fines de semana se relaciona con un grupo de amigas con las que sale, aunque últimamente empieza a priorizar su descanso y bienestar sobre el ocio nocturno. Destaca su actitud respetuosa hacia una compañera transexual, a pesar del rechazo de otras del grupo.
A nivel comunitario, participa activamente en AURKIGUNE, siendo una de las personas más constantes. Ha establecido vínculos significativos con vecinas del barrio, como A. y R., y ha generado una conexión especialmente valiosa con R., una mujer ghanesa con la que ha compartido aprendizajes en el grupo de costura de La Casa Amarilla, superando la barrera del idioma. Además, participa semanalmente en el grupo de mujeres de Zubietxe, donde ha desarrollado lazos de confianza con otras participantes. Su implicación se ha extendido a actividades organizadas en el barrio por Abusu Sarean, SIAL y la asamblea feminista, especialmente con motivo del 8M. Aunque a veces necesita apoyo para involucrarse, su motivación por formar parte de la vida comunitaria es muy alta y constante.

Sociograma 2. A.F.M., mujer de 25 años nacida en Vigo, vive actualmente en un piso compartido en el barrio de La Peña gestionado por Zubietxe, donde recibe acompañamiento educativo puntual. Comparte el piso con tres compañeros, con quienes mantiene una buena convivencia. Tras una infancia marcada por la pérdida de su abuela -su principal figura de cuidado-, pasó por centros de protección y distintas modalidades de vivienda, hasta estabilizarse en su actual situación. Su red social es amplia y diversa. Mantiene una relación muy cercana con una amiga íntima, A., con quien realiza planes de ocio propios de su edad. Además, tiene un grupo numeroso de amistades en Santutxu con quienes se relaciona de forma habitual. Ha estado implicada en una relación afectiva desigual con un hombre mayor, con el que aún mantiene cierto contacto, aunque actualmente no están juntos.
Una actividad especialmente significativa para ella es su terapia con caballos en la Asociación Anothe, que le proporciona bienestar emocional y un entorno seguro, gracias al vínculo con el grupo y la educadora responsable. Participa también en varias actividades de Zubietxe, como el grupo de mujeres y el centro de día, donde mantiene una relación cercana con otras jóvenes. Aunque su asistencia no siempre es constante, valora mucho estos espacios de relación y apoyo. En La Casa Amarilla participa en charlas formativas de psicología, feminismo y diversidad sexual, y especialmente disfruta del taller de juegos, donde ha establecido nuevos vínculos con personas del centro y del barrio. Destaca la conexión positiva con vecinas como M. y su hija N., con quienes ha compartido momentos cotidianos significativos fuera del espacio del proyecto.

Sociograma 3. S.M. es un hombre rumano de 40 años que comenzó a participar en AURKIGUNE desde el centro de día Onartu de Bizitegi en septiembre de 2023. Pese a una trayectoria marcada por la inestabilidad (estancias en calle, ingresos y expulsiones de recursos de alojamiento temporal), ha mantenido una implicación activa en diversas actividades comunitarias del barrio. Convive con una enfermedad mental y consumo de alcohol, lo que ha afectado su continuidad en algunos espacios. A pesar de tener un hermano en Bilbao, su red de apoyo es limitada. Es una persona inteligente y con habilidades musicales, especialmente con la guitarra, lo que le ha permitido integrarse en múltiples iniciativas como el grupo de teatro, presentaciones en centros educativos y actividades culturales junto a colectivos locales (gaiteros, trikitilaris, etc.).
Su implicación ha generado vínculos con numerosos grupos del barrio, destacando por su colaboración en actividades como talleres, preparación de eventos y apoyo logístico en fiestas populares, aunque le cuesta participar en eventos masivos por incomodidad personal, aunque realiza esfuerzos por involucrarse. También ha tenido momentos de ruptura con el equipo por conflictos de confianza, tras los que ha retomado el contacto de forma progresiva. Su evolución personal se refleja en pequeños gestos de apertura y compromiso, como su participación espontánea en acciones comunitarias fuera del horario habitual del centro o su disposición creciente a vincularse sin necesidad de recordatorios. Aunque su constancia es inestable, sigue siendo una figura reconocida y valorada por la comunidad, lo que refuerza su integración progresiva.

Sociograma 4. M.K. es un joven marroquí de 28 años en situación de calle. Aunque su nivel de castellano es limitado, muestra una actitud muy activa y participativa desde su llegada a AURKIGUNE, implicándose en múltiples propuestas como teatro, poesía, deporte o voluntariado. Sin embargo, su participación se ve afectada recurrentemente por su situación de extrema vulnerabilidad, marcada por desalojos constantes y la falta de estabilidad habitacional.
A pesar de no residir en Rekalde, empieza a generar vínculos con personas y colectivos del barrio, como Vaso Poético, el Homeless Film Festival o Korrikazaleak. Su motivación inicial es alta: escribe poesía, quiere recitar en árabe con traducción al castellano, propone grabar un cortometraje con contenido social, participa como voluntario en la San Silvestre y busca integrarse en el grupo de corredores. Sin embargo, cada vez que su participación está a punto de consolidarse, eventos externos como desplazamientos forzados, desalojos o la imposibilidad de pagar gastos mínimos (aunque estos se reducen con apoyo del equipo) lo alejan del proceso. Muestra un fuerte compromiso con la comunidad cuando su situación lo permite, pero reconoce que en su realidad actual, su energía está centrada en sobrevivir. A pesar de ello, su implicación inicial deja huella en el entorno, donde es recordado y valorado por las personas con las que interactua.
3. Resultados y aprendizajes claveLa evaluación del proyecto AURKIGUNE resalta la eficacia de un enfoque flexible e integral para medir el impacto social, combinando herramientas cuantitativas con metodologías cualitativas que captan transformaciones profundas en personas y comunidades. El proyecto, desarrollado en los barrios bilbaínos de Errekaldeberri y Abusu-La Peña, ha generado espacios inclusivos donde vecinas y vecinos, tanto destinatarios directos como participantes comunitarios, han encontrado un lugar de reconocimiento y participación.
Uno de los pilares ha sido la colaboración entre las entidades sociales Zubietxe y Bizitegi, junto con diversas asociaciones barriales, tejiendo redes de apoyo mutuo y revitalizando la vida comunitaria. Esta cooperación ha fortalecido el tejido social y promovido nuevas iniciativas adaptadas a las realidades locales.
AURKIGUNE ha sabido ajustarse a contextos muy diferentes: en Errekaldeberri se integró en una red asociativa ya consolidada, mientras que en Abusu-La Peña, con un entorno menos dinámico, se optó por una presencia más visible a través de La Casa Amarilla. En ambos casos, se construyeron relaciones de confianza esenciales para el éxito del modelo.
El proyecto ha sido coordinado por un equipo comprometido, apoyado por un grupo motor interinstitucional que garantizó su seguimiento y evaluación. Este proceso reveló que los métodos cualitativos eran más adecuados para capturar los efectos reales del proyecto, como el aumento de la autoestima, la participación activa y el sentido de pertenencia de las personas involucradas.
AURKIGUNE se presenta como un modelo de activación sociocomunitaria transformador, capaz de generar cohesión social, inclusión y vínculos duraderos, con potencial para ser replicado en otros contextos. Al tratarse de un proyecto tan orgánico, al ser la propia vida de las comunidades de barrio, con todo su azaroso dinamismo, el contexto donde experimentar los procesos de inclusión, AURKIGUNE ha exigido una permanente actitud de escucha con el fin de identificar oportunidades para la interacción positiva entre el barrio y las personas en exclusión. La construcción de relaciones de confianza ha sido trabajosa, pero ha funcionado. Por ello, contemplamos con mucha preocupación la posibilidad de que el proyecto no tenga continuidad, ya que estas relaciones de confianza se verían afectadas.
Fernando Fantova Azcoaga. Titular de Besaldi-Órgano de evaluación de las políticas de empleo e inclusión del Gobierno Vasco
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Desde la experiencia de construcción de Besaldi-Órgano de evaluación de las políticas de empleo e inclusión del Gobierno Vasco, se elabora una reflexión de carácter fundamentalmente epistemológico sobre la complejidad de saberes relacionados con la evaluación de políticas públicas, con consecuencias estratégicas para su institucionalización.
Nos propone la querida revista Documentación Social compartir algunas reflexiones sobre la evaluación de las políticas públicas, a partir de la experiencia práctica de estar cocreando Besaldi, el Órgano de evaluación de las políticas de empleo e inclusión del Gobierno Vasco[i]. Después de darle algunas vueltas, hemos decidido proponer a quienes lean este artículo recorrer un edificio imaginario, una fábrica de varias plantas en la que vamos a intentar representar realidades y conocimientos relacionados con la evaluación de políticas públicas. Creemos que la metáfora de la fábrica y la reflexión sobre sus contenidos nos va a permitir expresar y compartir algunas consideraciones que pueden resultar de interés sobre el tema que se nos propone.
Comenzamos la visita accediendo al primer piso del edificio y allá se nos (re)presentan las situaciones o fenómenos de los que se ocupan las diferentes políticas públicas. En el caso de Besaldi, se trata de la inclusión social y del empleo, pero en otros casos pueden ser, por citar tres ejemplos más, la movilidad urbana, la seguridad ciudadana o la calidad del aire. Estos fenómenos o realidades pueden ser vistas, al menos, como necesidades a satisfacer, como bienes a proteger, como capacidades a fortalecer o como derechos a garantizar por parte de las políticas públicas. Por cierto, aunque parece existir la tendencia a nombrar las políticas públicas haciendo referencia al bien protegible del que se ocupan, también pueden, en otros casos, tomar la denominación del mal o del problema que pretenden evitar, paliar o superar. Por eso, entre los fenómenos que podemos encontrar representados en este primer piso de nuestra fábrica también están, por citar algunos, el calentamiento global, la pobreza o la violencia de género. Notemos que la denominación, delimitación, calificación, caracterización o definición de los fenómenos, bienes, males o problemas como tales es todo menos natural y evidente para las políticas públicas. Por ejemplo, ¿da lo mismo hablar de rearme militar que de autonomía estratégica?
En cualquier caso, a la hora de saber sobre estas realidades o situaciones de las que venimos hablando, preferimos contar con esos dispositivos o conjuntos de conocimientos que llamamos ciencias: la geografía, la criminología, la química y así sucesivamente. A veces a estas ciencias que se ocupan de parcelas o aspectos importantes de la realidad se las llama básicas (en contraposición a las llamadas ciencias aplicadas). Ese saber científico incluye el conocimiento del llamado método científico y, dentro de éste, de la investigación científica. Por cierto, hemos de advertir que el análisis de las necesidades a las que da respuesta una determinada política pública (o sea, el estudio de estos fenómenos representados en la planta primera de nuestra fábrica) puede ser realizado por una ciencia básica o pura o por varias de ellas en modo multidisciplinar, interdisciplinar o transdisciplinar. Incluso se puede llegar a dar una intersección, integración o hibridación entre ciencias o, en general, áreas de conocimiento[ii]. El reparto del trabajo entre unas y otras ciencias o disciplinas no siempre es incruento.
La segunda planta de nuestra imaginaria fábrica es la destinada a las actividades (normalmente profesionales) que permiten lograr esos fines o bienes que hemos visto representados en el primer piso. Frecuentemente, las políticas públicas tienen una o unas pocas actividades profesionales que son las esenciales o principales, como podría ser el caso de la medicina dentro de la política pública de salud o de la arquitectura en la política de vivienda. Podemos denominar operativas a estas actividades que vertebran la cadena de valor de su correspondiente política pública y que acostumbran a desembocar directamente en las destinatarias de la política, satisfaciendo la necesidad correspondiente. Lógicamente, además de estas actividades profesionales emblemáticas de cada política pública, hay muchas otras representadas en esta segunda planta de la fábrica.
Para la realización de estas actividades que se nos presentan en el segundo piso, también apreciamos el saber científico, aunque en una imprescindible combinación con otros, como el saber técnico y el saber práctico. Se suele subrayar el carácter aplicado y fuertemente tecnológico o metodológico de estas actividades, en las que frecuentemente coincide la denominación de la actividad profesional o de la propia profesión con la de la formación, cualificación o titulación que habilita a las personas para ejercer esa profesión o realizar esa actividad. Ciertamente, estas actividades, intrínsecamente, contienen algo de evaluación: es decir, no se puede hacer bien un trabajo de psicólogo o de ingeniera sin evaluar. Así pues, los procesos de trabajo recogidos en este segundo piso de la fábrica, necesariamente, tienen subprocesos de diseño o planificación, subprocesos de ejecución o implementación de lo que se ha decidido realizar y subprocesos de evaluación (con ese nombre o con otros como, por ejemplo, diagnóstico)[iii].
Al subir a la tercera planta vemos un letrero con la pregunta sobre si es conveniente ser cocinero antes que fraile. Esa pregunta, con independencia de la respuesta que le demos, nos recuerda la diferencia entre la naturaleza de las actividades operativas, de fuerte contenido técnico específico de cada ámbito de actividad o política pública y otras, que solemos llamar administrativas, de gestión o de gobierno, que van emergiendo en la medida en que las actividades que hemos visto en la planta segunda se vayan iterando y estructurando en (o como) organizaciones cada vez más grandes y complejas. Cualquiera que haya ascendido en una jerarquía ha experimentado la necesidad de incorporar nuevas herramientas cognoscitivas (nuevos saberes) a medida que iba asumiendo responsabilidades sobre un proceso o estructura de más envergadura y alcance. Así como las actividades operativas son muy diferentes entre organizaciones de ámbitos de actividad diferentes (como una clínica odontológica, una destilería de whisky y una compañía de teatro), los procesos administrativos, de gestión y de gobierno pueden parecerse bastante. Ciertamente, los procesos administrativos, de gestión organizacional o de gobierno estratégico también tendrán subprocesos de planificación y evaluación. Por otro lado, en estas organizaciones, además de la línea jerárquica, aparece también la autoridad funcional y figuras con funciones como el control económico o la gestión de la calidad, por citar dos que pueden ser entendidas y ejercidas (en menor o mayor medida) en clave de evaluación.
¿Qué áreas de conocimiento corresponden a estas funciones administrativas, de gestión y gobierno? Por ejemplo: la dirección de empresas (management), frecuentemente de matriz económica; el estudio de las organizaciones, posiblemente de corte sociológico; o, por poner otro ejemplo, la logística. De nuevo nos encontramos con combinaciones entre tipos de saber (ético, científico, técnico y práctico, cabe decir) y entre conocimientos vinculados a la rama de actividad (zapatero a tus zapatos) y otros que permiten funcionar en diferentes ámbitos sectoriales (como hace la Chief Executive Officer de una multinacional del automóvil fichada por otra dedicada a las telecomunicaciones)[iv].
En la cuarta planta volvemos a encontrarnos con organizaciones dedicadas a realización a cierta escala de las actividades vistas en el piso segundo para perseguir las finalidades que nos han mostrado en el primero, con la diferencia de que ahora son organizaciones, administraciones o instituciones públicas: agentes con competencia legal para decidir sobre una determinada materia en un ámbito territorial determinado y dentro de un marco normativo establecido. A los conjuntos articulados de actuaciones o cursos de acción decididos y sostenidos por esos agentes mediante los cuales se responsabilizan de la protección y promoción de un determinado bien (sobre los que se nos ilustró en la primera planta) los llamamos políticas públicas. En cualquier caso, cabe suponer que, si en este cuarto piso están representadas las políticas públicas, estará todo su ciclo de vida, incluyendo la planificación y presupuestación, su implementación o ejecución y su seguimiento y evaluación. Por otra parte, tal como sucedía en el caso de las organizaciones privadas, en las administraciones públicas aparecen puestos dotados de autoridad funcional en el amplio terreno del control (tanto interno como externo) y la correspondiente fiscalización de la acción pública. Terreno en el que encontramos, por ejemplo, las auditorías operativas o de gestión, que pueden considerarse evaluaciones[v].
Conocimientos de tipo jurídico y politológico, por ejemplo, parecen muy pertinentes en esta cuarta planta. Desde el conocimiento jurídico se podrá hacer, entre otras muchas cosas, un análisis del impacto normativo de una nueva Ley, mientras que la politología nos permitirá, por poner un solo ejemplo, hacer un análisis comparativo de los sistemas de Seguridad Social de dos países. Desde luego, en las personas que realizan funciones de presupuestación, control interno o externo, fiscalización o auditoría suele estar muy presente la formación económica. Vemos que hay conocimientos que son de utilidad tanto en las organizaciones privadas como en las públicas mientras que otros son específicos de cada tipo de organización. En cualquier caso, parece claro que saber de política pública educativa (cuarta planta) es diferente de saber sobre el aprendizaje (primer piso), la enseñanza (segunda planta) o la dirección de centros escolares (tercer piso).
La quinta planta de la fábrica está dedicada a la evaluación, entendida como un proceso sistemático de aplicación de métodos y técnicas de investigación científica (de las ciencias sociales, en particular) en orden a la descripción, análisis y valoración de una actuación o intervención o de alguna de sus dimensiones, partes, elementos o factores. En la definición, hay dos aspectos clave: el rigor en el proceso y el propósito de llegar a emitir algún juicio de valor sobre el objeto de la evaluación. En los pisos anteriores de la fábrica nos hemos encontrado varias veces con la evaluación (así llamada o no) como tarea dentro de una actividad, como dimensión de una acción, como subproceso dentro de un proceso, como fase de un ciclo, como parte dentro de un todo. En la quinta planta, en cambio, es representada como una actividad en sí misma, como una función con entidad propia y, en algunos casos, como una profesión, aunque va de suyo que la evaluación, por definición, además de producir evidencia y, por tanto, conocimiento útil al respecto de la actuación en cuestión (y permitir la rendición de cuentas), lo hace dentro de un continuo cíclico de intervención de cara a volver a iniciarlo en mejores condiciones, con mayores posibilidades de éxito (por el aprendizaje obtenido). La evaluación de la que hablamos sería la evaluación de programas, evaluación de proyectos, evaluación de servicios o evaluación de centros[vi].
En este quinto piso escucharemos hablar del saber necesario para evaluar como un campo o área del conocimiento (como una disciplina, quizá). Ciertamente, si escuchamos conversaciones entre profesionales de la evaluación o leemos los libros sobre evaluación más consultados descubrimos un lenguaje común (con términos como encargo, eficiencia, teoría del cambio, estándares, contrafáctico, monitorización, evidencia o impacto) y un corpus metodológico característico, de igual modo que veremos unas referencias y tradiciones en las que las evaluadoras y evaluadores se reconocen. No parece haber una ciencia base predominante sino más bien una clara vocación interdisciplinar y aplicada, muy centrada en lo metodológico, con amplio pluralismo al respecto[vii].
La sexta planta de la fábrica está dedicada a la evaluación de políticas públicas[viii]. Según quién hubiera diseñado esta fábrica, posiblemente, la evaluación de políticas públicas no tendría una planta propia sino quizá una sección en la quinta. Sin embargo, sin negar la continuidad existente entre la evaluación de programas (por escoger un nombre de los cuatro mencionados antes) y la evaluación de políticas públicas, cabe percibir una diferencia cualitativa entre una y otra. No sólo porque los cuatro objetos citados pueden ser o no públicos sino, sobre todo, porque hablar de la política pública sería hablar de lo más global, estratégico, estructural, impactante o perdurable (por oposición a lo más bien técnico, operativo, coyuntural, parcial o táctico) y, por lo tanto, la evaluación representada en la sexta planta de la fábrica presenta diferencias en propósito, complejidad y contexto respecto del quinto piso. Con todo, también hay diferencias entre evaluar una política pública sectorial instalada permanentemente en la estructura del sector público (como la de turismo), una transversal también estructural en la Administración (como la de igualdad) y una transversal sin incardinación institucional estable propia (como la de transformación del modelo de cuidados). Por último, evaluar una política pública no es siempre y cada vez evaluarla toda entera[ix].
En lo relativo al conocimiento que habilita para la evaluación de políticas públicas, lógicamente, encontramos continuidades y discontinuidades entre la planta quinta y la sexta de la fábrica (como las había entre los saberes mencionados en el piso tercero y el cuarto). En todo caso, aunque, lógicamente, la comunidad de conocimiento representada en la planta sexta ha de ser menor que la de la quinta, quizá esté, proporcionalmente, más fragmentada en función de opciones metodológicas y disciplinas de referencia, con enfoques o subrayados más o menos descriptivos, experimentales, cualitativos, normativos, ideológicos, participativos, teóricos, cuantitativos, pragmáticos o críticos (en pinceladas sin pretensión clasificatoria). Por cierto que, en este momento, una atmósfera mediática y digital alienante, individualista, polarizadora, negacionista y reaccionaria desafía a observatorios, consultoras, cátedras, think tanks u otros dispositivos a potenciar el conocimiento ético, científico, técnico y práctico para la evaluación de políticas públicas con vectores narrativos e inspiradores de sentido, legitimación y movilización como los que tienen que ver con conceptos como participación, sostenibilidad, proximidad, datos abiertos, comunidad, transparencia, productividad, agilización, conectividad, prosperidad, colaboración, esperanza y otros[x]. Para no ser un conocimiento estéril.
La séptima planta de la fábrica está dedicada a la institucionalización de la evaluación de políticas públicas. Y tiene sentido este séptimo piso porque una cosa es la evaluación de políticas públicas (sin más) y otra cosa es la evaluación de políticas públicas institucionalizada. Institucionalizar la evaluación de políticas públicas supone optar por una determinada fórmula jurídica de incardinación en el sector público de un nuevo agente específicamente dedicado a ella, coherente con un determinado posicionamiento estratégico en el seno del entramado de agentes interesados e implicados y ante en su entorno, partiendo de una determinada comprensión (modelo, si se quiere) de la evaluación de políticas públicas[xi].
¿Y qué conocimientos o saberes se necesitarán para la institucionalización de la evaluación de políticas públicas? Pues diríamos que, a quienes quieran acometer o sostener un proceso de institucionalización de la evaluación de políticas públicas, no les vendrá mal llevar en la mochila, al menos: un buen conocimiento del corpus metodológico propio de la evaluación, saberes jurídicos sobre la configuración y funcionamiento del sector público y un buen bagaje en el campo de la dirección estratégica. Por lo demás, en un mundo en policrisis y aparente aceleración de la frecuencia de disrupciones sistémicas, en el que las ventanas de oportunidad política se pueden abrir y cerrar en un parpadeo, lo más prudente es suponer que no sabemos lo que tenemos que saber y, por lo tanto, dedicar siempre tiempo a la actualización, sistematización, formación, investigación, desarrollo e innovación[xii].
Además, nuestra visita a la fábrica no ha terminado. Advertimos que desde la séptima planta se accede al ático donde se realiza (se representa) la acción de gobierno, pero el acceso no parece directo y fácil. Además, a ese ático se accede también desde un terrado en el que se produce (en nuestra metafórica fábrica) la conversación, la disputa y la regulación públicas democráticas. ¿Cómo se gobierna atendiendo a los resultados y recomendaciones que vienen de la séptima planta (evaluación de políticas públicas institucionalizada) y, a la vez, a las propuestas, reivindicaciones o presiones que llegan desde el terrado (conversación, disputa y regulación públicas)?[xiii] ¿Cómo se construyen participativamente políticas públicas basadas en la evidencia? ¿Cuánta seguridad tenemos sobre la recomendación que hacemos desde el séptimo piso a la persona que toma las decisiones en comparación con las que le plantean desde el terrado o, simplemente, frente al dejar hacer, dejar pasar?
Por otra parte, no olvidemos que en la planta baja hay una serie de conocimientos, capacidades o competencias básicas, esenciales o clave de carácter matemático, lingüístico, lógico, estadístico, digital y así sucesivamente[xiv]. Se trata de saberes que, frecuentemente, se dan por supuestos en los siete pisos que hemos visitado: aprendizajes por los que hay que pasar antes de subir a cualquiera de las plantas de nuestra fábrica. Aparte, nos faltaba referirnos a:
Después de recorrer toda la fábrica podemos volver a la séptima planta y reflexionar estratégicamente sobre la institucionalización de la evaluación de las políticas públicas. Comenzamos por alegrarnos de que el desafío que tenemos delante nos está obligando a discurrir, a aprender y a experimentar. A leer, escuchar y conversar. A no dar cosas por supuestas ni quedarnos con la primera respuesta que se nos ocurra. La visita al edificio nos ha hablado, sobre todo, de complejidad, de la necesidad de pertrecharnos, al menos, en unos cuantos de los sitios que hemos visitado dentro de la fábrica. Hemos de visualizar y sopesar pros y contras de diferentes constelaciones y secuencias de decisiones estratégicas que hemos de tomar sobre aspectos clave.
Si la evaluación se institucionaliza se hace, ella misma, política pública que ha de ser capaz de someterse a evaluación en tanto que actividad y en tanto que política pública. No debe haber contradicción entre su praxis y su discurso y debe ser la primera en reconocer sus debilidades y limitaciones, fruto de su momento histórico, como herramienta cognoscitiva. Debe saberse (y saberse gestionar como) bien de mercado, activo público y recurso compartido por comunidades de práctica y conocimiento. Debe enriquecerse y potenciarse en las relaciones entre agentes de las políticas (incluyendo destinatarias), academia, profesionales, Administración y ciudadanía [xvi]. Sin embargo, evidentemente, hay que arriesgar y, por supuesto, una verdad que no cambia: trabajar, trabajar y trabajar. Nunca es suficiente, pero desde luego, es imprescindible.
[i] euskadi.eus/besaldi
[ii] GÓMEZ, F.J. ¿El mito de la ciencia interdisciplinar? Obstáculos y propuestas de cooperación entre disciplinas. Madrid: Los libros de la catarata, 2016.
[iii] FANTOVA, F. Diseño de políticas sociales. Fundamentos, estructura y propuestas. Madrid: CCS, 2014.
[iv] INNERARITY, D. Una teoría crítica de la inteligencia artificial. Barcelona: Galaxia Gutenberg. 2025.
[v] GARDE, J.A. y LÓPEZ, A.M. “Institucionalización de la evaluación y auditoría operativa: ¿Rivalidad o complementariedad?”. Revista Española de Control Externo. 68, 2021, p. 48-65.
[vi] LIGERO, J.A. et al. Rayuela. Un ejercicio de reflexión y comprobación para hacer una evaluación consciente. Madrid: Means, 2019.
[vii] BRANCHINI, B. La Teoría del Cambio: una herramienta clave para la evaluación y la planificación de programas sociales. fresnoconsulting.es, 2024.
[viii] OCDE. Recomendación del Consejo sobre la evaluación de las políticas públicas. 2022.
[ix] CASADO, J.M. y DEL PINO, E. “Evolución, situación actual y retos de la evaluación de políticas públicas en las Administraciones españolas”. Cuadernos Económicos de Información Comercial Española. 102, 2021, p. 13-38.
[x] PATTON, M.Q. “Public policy evaluation: origins and evolution”. VARONE, F. et al. Handbook of public policy evaluation. Cheltelham, Elgar, 2023, p. 16-30.
[xi] PANIAGUA, M. “El uso de registros administrativos tributarios y de Seguridad Social para el diseño y la evaluación de políticas públicas: la creación del Ingreso Mínimo Vital”. Centro Interamericano de Administraciones Tributarias. 2025.
[xii] SCHÖN, D. El profesional reflexivo. Cómo piensan los profesionales cuando actúan. Barcelona, Paidós. 1998.
[xiii] AEVAL. Fundamentos de evaluación de políticas públicas. 2010.
[xiv] SPIEGELHALTER, D. El arte de la estadística. Cómo aprender de los datos. Madrid, Capitan Swing. 2023.
[xv] NIELSEN, S.B. et al. “Evaluation in the era of artificial intelligence”. NIELSEN, S.B. et al. Artificial intelligence and evaluation. Emerging technologies and their implications for evaluation. New York: Routledge, 2025, p. 1-12.
[xvi] EUROPEAN COMMISSION. Evaluation handbook. European Union. 2024.

Palabras clave: acción social, administración, cambio social, comunidad, evaluación., impacto, medir

Palabras clave: acción social, administración, cambio social, comunidad, evaluación., impacto, medir
En una comida familiar, entre bromas y sobremesa, volvió a surgir una pregunta que ya había escuchado otras veces, pero que siempre me obliga a detenerme: Y todo lo que hacéis en las ONG´s… ¿de verdad cambia algo? La sinceridad de la cuestión no admitía rodeos y, al mismo tiempo, expresaba una duda que seguramente muchas personas comparten. No basta con enumerar actividades o contar vivencias para responderla. La única forma honesta de afrontarla es acudir a una idea que en los últimos años hemos asumido con más fuerza: la necesidad de evaluar el impacto de nuestra labor. Porque medir el impacto no es sumar atenciones o registrar actividades, sino comprender si lo que hacemos genera transformaciones reales en la vida de quienes acompañamos.
En el ámbito de la acción social —desde el Tercer Sector y los proyectos comunitarios hasta la universidad y las administraciones públicas—convivimos a diario con realidades de exclusión, pobreza y fragilidad extrema. Aspiramos a algo más que mitigar la urgencia: queremos que las personas recuperen autonomía, reconstruyan sus proyectos vitales y vivan con dignidad. Pero para saber si avanzamos en ese camino necesitamos evidencias y no intuiciones.
La evaluación del impacto no es una moda técnica ni una obligación impuesta. Es, ante todo, un ejercicio de honestidad con las personas que confían en nosotros. Quienes acuden en busca de ayuda lo hacen esperando encontrar un apoyo que les ayude a transformar su situación. Por eso, conocer con rigor qué cambios se generan y cuáles no es una responsabilidad ética de primer orden, algo a lo que no deberíamos renunciar.
Medir nos permite detectar qué intervenciones son efectivas, cuáles habría que revisar y en qué ámbitos necesitamos replantear la estrategia. También nos ayuda a aceptar que no todo funciona como imaginamos, que a veces nuestros esfuerzos no producen el efecto deseado. Esta transparencia interna es clave para mantener la coherencia y la integridad de nuestra misión.
Sé bien que incorporar la medición del impacto en una organización no es sencillo. Implica modificar dinámicas consolidadas, revisar prioridades y asumir evaluaciones que, en ocasiones, pueden resultar incómodas. Medir el impacto es también mirarse en un espejo que no siempre devuelve la imagen que esperamos.
Sin embargo, este proceso es imprescindible. No solo impulsa la mejora continua, sino que nos permite orientar nuestros recursos hacia aquello que realmente transforma la vida de las personas. Es un acto de responsabilidad y también de humildad: reconocer límites, aprender de los errores y fortalecer lo que sí funciona.
La construcción de una verdadera cultura de impacto no se reduce a ajustar indicadores o actualizar metodologías. Supone asumir de forma colectiva que nuestro propósito —acompañar procesos de cambio profundo— requiere medir, comprender y aprender. Y que la verdadera transformación se refleja en historias de vida que avanzan, no únicamente en cifras o memorias de actividad.
Aunque la motivación fundamental para medir debería nacer de dentro, es innegable que el entorno también nos empuja. Tanto financiadores públicos como donantes privados demandan cada vez más evidencias sólidas sobre el impacto de los proyectos antes de comprometer recursos.
En un contexto de necesidades crecientes y recursos limitados, muchas entidades buscan diferenciarse aportando resultados verificables. En este escenario, ser capaces de demostrar cambios concretos y medibles se convertirá en un elemento clave de sostenibilidad para muchas iniciativas.
Los donantes ya no se conforman con apoyar causas que consideran valiosas; quieren cerciorarse de que su aportación genera mejoras reales. Por eso necesitamos mostrar que nuestra misión se traduce en cambios verificables en la vida de cientos —o miles— de personas.
Esta exigencia externa, lejos de ser un obstáculo, puede convertirse en un estímulo positivo. Nos anima a fortalecer nuestros sistemas de evaluación, a incorporar nuevas herramientas y tecnologías, y a formar al equipo para que medir no sea una tarea extraordinaria, sino parte natural del trabajo cotidiano. Porque, en última instancia, lo que buscamos no es cumplir expectativas ajenas, sino tener la certeza de que nuestra labor está produciendo un impacto profundo y duradero.
Medir el impacto no se reduce a cumplir un requisito ni a utilizar un instrumento técnico; es el modo de confirmar que nuestras acciones tienen un sentido real. La evaluación del impacto nos permite afirmar sin dudas: sí, la acción social contribuye a transformar vidas.

Palabras clave: diagnóstico, dimensiones, enfoque e indicadores de derechos humanos, evaluación., intervención social
Paloma García Varela, politóloga experta en Derechos Humanos
Sonia Olea Ferreras, jurista experta en Derechos Humanos
Propuesta para diseñar, llevar a cabo y evaluar permanentemente las múltiples acciones y dimensiones de la intervención social en nuestras entidades y organizaciones desde el marco del enfoque basado en derechos humanos (Parte I) y con un caso práctico de implementación (Parte II – Documentación Social de septiembre de 2022-).
¿Dónde empiezan los derechos humanos universales? Pues en pequeños lugares, cerca de nosotros; en lugares tan próximos y pequeños que no aparecen en los mapas. Pero esos son los lugares que conforman el mundo del individuo: el barrio en que vive; la escuela o la universidad en que estudia; la fábrica, el campo o la oficina en que trabaja. Esos son los lugares en los que cada hombre, mujer y niño busca ser igual ante la ley, en las oportunidades, en la dignidad sin discriminación. Si esos derechos no significan nada en esos lugares tampoco significan nada en ninguna otra parte. Sin una acción decidida de los ciudadanos para defender esos derechos a su alrededor, no se harán progresos en el resto del mundo
Eleanor Roosevelt
Como organizaciones sociales con una larga trayectoria, estamos muy acostumbradas a utilizar los derechos humanos (DDHH) en nuestras acciones y en nuestro discurso. Nos consideramos organizaciones que defendemos los derechos de las personas que se encuentran en situación de especial vulnerabilidad o exclusión. Sin embargo, no siempre es fácil pasar del discurso y del papel a incorporar todo lo que implican los DDHH en la intervención social y más difícil aún, ser capaces de medir el impacto de esta intervención en términos de derechos.
Para comprender qué es en enfoque basado en derechos humanos (EBDH) y qué implica incorporarlo en la intervención social es necesario comprender qué son los DDHH en toda su dimensión.
Los DDHH se relacionan con las necesidades del ser humano, pero no se confunden con ellas.
La parte de “humanos”, hace referencia al conjunto de necesidades (alimentación, agua, vivienda) y de capacidades humanas (elegir, expresarse, participar) que son comunes a todas las personas, con independencia de su lugar de origen o de sus diferencias culturales, y que están vinculadas a la dignidad de la persona.
Cuando estas necesidades y/o capacidades se ven amenazadas, se establecen unos mecanismos para su protección y pasan a ser derechos, creándose normas jurídicas; estableciendo que el Estado es responsable de hacer cumplir esa norma; y creando unos mecanismos para poder exigir jurídicamente la vulneración de ese derecho y sancionar su incumplimiento.
Las normas jurídicas son el conjunto de tratados y convenciones que conforman el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH). Los Estados se obligan a respetar, proteger y garantizar los DDHH cuando las ratifican, lo que implica que deben adaptar su legislación nacional y sus políticas públicas. Esto conlleva que las personas y los pueblos tienen la capacidad de exigir jurídicamente al Estado una respuesta a sus demandas.
Los DDHH no nacen de la norma, pero deben convertirse en ella. Estas normas son el resultado de la lucha de los pueblos y de luchas sociales en el camino hacia una sociedad más justa. Muchos movimientos sociales surgen motivados por las violaciones de DDHH, exigen el fin de su vulneración y reclaman instrumentos jurídicos que protejan a la ciudadanía para el futuro.
Desde esta perspectiva, incorporar el EBDH en la intervención social implica una forma determinada de interpretar, analizar, abordar, comprender el mundo. No nos preguntaremos por las necesidades que tienen las personas para poder cubrirlas. Nos preguntaremos qué derechos se están vulnerando, quién se ve afectado, cuáles son las causas de esa vulneración, qué demandas tienen las personas que se ven afectadas y cómo podemos contribuir a transformar las relaciones de poder corrigiendo las desigualdades, las prácticas discriminatorias y el injusto reparto de poder.

Teniendo en cuenta la definición de DDHH y de EBDH, podemos identificar 5 componentes que nos permiten aterrizar en la práctica estos conceptos.
Esta mirada nos permite avanzar hacia relaciones más horizontales donde consideramos a las personas desde sus capacidades y no desde sus necesidades o debilidades.
Desde el EBDH, las organizaciones sociales son un puente necesario entre la ciudadanía y los poderes públicos, en la búsqueda del equilibrio entre las demandas sociales y la capacidad de respuesta ejecutiva de los poderes públicos a dichas demandas.
La incorporación del EBDH en nuestras organizaciones y en la intervención social tiene importantes beneficios que mejoran nuestro impacto en cuanto a la transformación de la realidad social, política, económica y medioambiental.
En primer lugar, nos permite evolucionar en nuestras intervenciones pasando de un enfoque de cubrir necesidades al de defender derechos, centrándonos en la transformación de las relaciones de poder desiguales y discriminatorias, empoderando a las personas para que reclamen sus derechos e incidiendo en los poderes públicos para que cumplan con sus obligaciones.
Además, facilita ofrecer respuestas integrales a partir de la participación de las personas que se ven afectadas y de todos los actores; y da mayor fuerza a nuestros argumentos al basarnos en el DIDH.
Las entidades sociales pueden y deben incorporar el EBH en 3 niveles:
El nivel estratégico hace referencia a la visión que mueve la acción de la organización. El siguiente cuadro refleja los cambios que supone la incorporación del EBDH.

Este nivel hace referencia a los cambios necesarios para incorporarlo en los procesos internos de
la organización, como por ejemplo en los procesos de toma de decisiones, los protocolos de actuación, la política de personal, los derechos laborales, los códigos éticos. En definitiva, las normas, principios y valores de gobernanza de la organización y de gestión interna del personal y del trabajo. Este es uno de los grandes retos para las organizaciones que, en ocasiones, incorporan antes los componentes del EBDH en sus acciones que en su gestión y organización interna.
El nivel operativo supone la incorporación de los componentes del EBDH en los programas, proyectos, servicios, materiales, comunicación, campañas y todos aquellos aspectos de la propia acción de la organización.
Las intervenciones tienen que ir dirigidas al fortalecimiento de las capacidades de los titulares de derechos para que puedan ejercer sus derechos, de los titulares de obligaciones para que cumplan con sus obligaciones y de los titulares de responsabilidades para que cumplan con sus responsabilidades.
De forma general, los indicadores son herramientas que sirven para mostrar características específicas, observables y medibles de un objeto concreto de estudio y que nos permiten describir, medir o conocer tanto acciones como procesos y situaciones.
Cuando analizamos la realidad social, política, económica o medioambiental utilizamos un conjunto de indicadores que seleccionamos a partir de las características que queremos destacar del objeto de estudio. En este sentido, una misma realidad puede mostrarse de muy diferentes formas dependiendo de los indicadores que seleccionemos y esta selección nunca es neutra.
Por ejemplo, no se muestra la misma realidad cuando medimos el desarrollo de una comunidad utilizando indicadores económicos como el crecimiento del PIB, que cuando utilizamos indicadores de desarrollo humano o cuando utilizamos indicadores de DDHH.
De esta forma, los indicadores sociales nos ayudan a traducir conceptos teóricos y abstractos de la realidad social a medidas tangibles. Desde la perspectiva académica, un indicador sería el vínculo entre los modelos explicativos de las teorías sociales y la evidencia empírica. Desde la perspectiva programática, el indicador es una herramienta operacional para monitorear la realidad social a fin de formular o reformular políticas[i].
El proceso de construcción de indicadores nos permite traducir los conceptos abstractos en elementos medibles a través de las dimensiones relevantes, específicas y dinámicas del objeto de estudio que estemos analizando. En este proceso debemos dar respuestas a las siguientes cuestiones:
1. ¿Qué problema queremos abordar? El primer paso es concretar el problema o área de estudio delimitando su alcance.
2. ¿Cuáles son las características qué queremos destacar del problema de estudio? Este paso supone desagregar el problema de estudio en las principales dimensiones de análisis y en las variables de cada dimensión que queramos destacar.
3. ¿Cómo puedo medir esas dimensiones del problema de estudio? Este paso supone operativizar las dimensiones a través de expresiones medibles, es decir, a través de indicadores.
Los indicadores de DDHH nos permiten medir tanto el avance de los poderes públicos en el cumplimiento de sus obligaciones como el impacto de la legislación, políticas públicas y actuaciones en los DDHH de la ciudadanía. De esta forma, el objeto de estudio es el contenido mínimo de los DDHH marcado por el DIDH y las obligaciones de los Estados de respetar, proteger y garantizar estos derechos.
Las principales características de estos indicadores son:
Teniendo en cuenta estas características podremos diferenciar los tres tipos de indicadores. Por un lado, indicadores estructurales que reflejan el compromiso o la intención del Estado de adoptar las medidas necesarias para cumplir con sus obligaciones. Por otro lado, los indicadores de proceso que reflejan la calidad y la magnitud del esfuerzo realizado por el Estado para hacer efectivos los derechos. Finalmente, los indicadores de resultado que reflejan el impacto de las medidas adoptadas por los poderes públicos en cuanto al respeto, protección y garantías de los derechos.
La mayor dificultad que las organizaciones sociales encuentran no está, como podría parecer al ser un cambio de paradigma en la misión-plan estratégico de las mismas, en la adopción del EBDH en su intervención (social, jurídica, emocional, comunicativa, de incidencia social y política); sino en consensuar y apropiarse de la decisión sobre qué se quiere medir y cómo para conseguir un aprobado con nota alta en ese examen de incorporación.
Los indicadores de DDHH aparecen entonces como las herramientas concretas que deberían poder medir, abarcar, sistematizar, ordenar, evaluar… si la vida diaria de las entidades tiene imbricado el enfoque de DDHH. ¿En qué se traduce esta medición?:
Contestar negativa o afirmativamente las anteriores preguntas sigue sin dar respuesta al planteamiento fundamental, como decíamos al comienzo de este capítulo, de pactar y acordar qué queremos medir (dimensiones); previo al cómo vamos a hacerlo (herramientas de medición- indicadores). Porque en ese ejercicio y proceso las organizaciones deberían encontrar dimensiones transversales (contenidas en los tratados y convenciones de DDHH) a todo tipo de intervención/acción que llevan a cabo las mismas (no discriminación e igualdad, indivisibilidad, rendición de cuentas, participación y empoderamiento) y otras que tendrían que diseñar y hacer propias respecto a lo concreto de cada una, en este caso de la intervención social.

Como vemos, la pregunta habitual de ¿estamos trabajando con EBDH en nuestro proyecto de vivienda para personas en situación de sin techo de…? tiene muchas más aristas y consecuencias internas y externas de las que podría parecer en un comienzo.
El camino que proponemos conlleva tres ejercicios:
Nuestra propuesta es concreta: medir las dimensiones de promoción, protección y defensa de los DDHH que se abordan desde el ámbito de la intervención social (en el cumplimiento de los tratados y convenciones internacionales de los DDHH). O, dicho de otra forma, cómo desde la intervención social podemos operar para la consecución de los objetivos planteados más arriba de fortalecer las capacidades de los titulares de derechos para que los ejerzan, las capacidades de los titulares de obligaciones para que cumplan con ellas, y las capacidades de los titulares de responsabilidades para que las cumplan a su vez.
Las dimensiones que, a nuestro modo de ver, se tendrían que medir desde la intervención social para el logro y consecución del pleno ejercicio de los DDHH por todas las personas[ii], serían las siguientes[iii]:

Previo al desarrollo de las acciones de intervención social, el diagnóstico de la realidad en la que se pretender intervenir ha de sustentarse en dos objetivos principales:
Y desde ahí, hacer un análisis de la situación de los derechos de las personas a las que queremos acompañar desde nuestro proyecto/acción de intervención social. ¿Cómo[v]?, lo hemos ido viendo en las líneas anteriores:
Volviendo de forma constante y sistematizada a lo que estamos queriendo medir en cada parte de la propia acción social de la organización, es decir, recuperando las tres dimensiones del objeto del derecho, los actores intervinientes y los principios de los DDHH. Y utilizándolas de forma transversal en cada producto, herramienta, intervención (planes estratégicos, proyectos, jornadas, escuelas formativas, encuentros internos y externos…).
Esa alineación de nuestras acciones supone llevar de la teoría a la práctica el logro y consecución del pleno ejercicio de los DDHH y, como consecuencia directa, pasar de la habitual función en la intervención social de acompañamiento de las necesidades de las personas vulneradas a la defensa jurídica, denuncia y sensibilización (incidencia social) y estrategias de incidencia política que enfrenten las vulneraciones de dichos derechos.
La realización del seguimiento y de la evaluación con EBDH supone incorporar los principios, valores y normas de los DDHH. ¿Cómo se han transformado las relaciones de poder?, ¿cómo es la situación de los DDHH en el momento actual y después de una intervención?, ¿Cómo es la participación de los diferentes actores?…
Evaluamos para…
La premisa incumplida para una intervención social con EBDH, y el talón de Aquiles sigue siendo la participación de las personas vulneradas en cada fase del proceso: diagnóstico, planificación, seguimiento y evaluación de las acciones en la intervención social. Sin duda la dimensión esencial para el logro y consecución del pleno ejercicio de los DDHH proclamado y normativizado en los tratados y convenciones de derecho internacional.
[i] Construcción de indicadores en materia de derechos humano, económicos, sociales, culturales y ambientales. Documento base sobre el estado de la discusión a nivel mundial. Ciudad de México, septiembre de 2007. (pág. 24)
[ii] Equipo de ISI Argonauta (2011) “El enfoque basado en derechos humanos. Evaluación e Indicadores”. Ed. Red en Derechos. Revisado el 6 de marzo de 2022 https://www.aecid.es/Centro-Documentacion/Documentos/Evaluaci%C3%B3n/EvaluacionEBDH%20+%20NIPO+%20logo.pdf
[iii] N. de A.: En la Parte II de este artículo (Documentación Social- Nº septiembre de 2022) desarrollaremos todos los indicadores, ahora enunciados, con el correspondiente caso práctico de implementación.
[iv] PELAEZ NARVAEZ. A. et al (2017) “Guía para la incorporación de la perspectiva de género y discapacidad en la programación del Fondo Social Europeo”. Colección Generosidad nº6. Fundación Once https://www.cermi.es/es/colecciones/gu%C3%ADa-para-la-incorporaci%C3%B3n-de-la-perspectiva-de-g%C3%A9nero-y-discapacidad-en-la-programaci%C3%B3n
[v] OFICINA REGIONAL PARA AMERICA CENTRAL DEL ALTO COMISIONADO DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LOS DERECHOS HUMANOS (2011) “Diagnóstico sobre la situación de los derechos humanos de los pueblos indígenas en América Central” Ed. OACNUDH-Oficina Regional para América Central.
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