Con voz propia

Redescubrir el valor del encuentro: la piedra angular del voluntariado

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Luis Miguel Rojo Septién, delegado episcopal de Cáritas Española

Son varias las voces que, desde hace tiempo, reclaman la necesidad de un cambio en el modelo de voluntariado actual. Esta exigencia se hace más urgente en un momento histórico que muchos han definido como un verdadero cambio de época.

Uno de los rasgos de este tiempo es la pérdida de sentido del ser humano, adormecido en su capacidad de hacerse preguntas trascendentales. La acción voluntaria debería surgir como respuesta a estas cuestiones esenciales. Otro aspecto determinante del presente es el enorme protagonismo del mercado en la sociedad, que ha dejado escaso espacio para las auténticas relaciones personales. El economista indio Raghuram Rajan aboga por reforzar el pilar de la comunidad para equilibrarlo con el mercado y, en menor medida, con el Estado. El voluntariado debería contribuir activamente a reconstruir ese tejido comunitario debilitado. También destaca hoy la urgente relación con la naturaleza. Ante la crisis ambiental global y los desafíos que plantea, el voluntariado debe posicionarse con claridad, ofreciendo respuestas integrales tanto en lo social como en lo ecológico. Como señala Leonardo Boff: No podemos salvar a la humanidad sin salvar a la Tierra, y no podemos salvar a la Tierra sin un profundo cambio de mentalidad, que incluye la acción solidaria y responsable de cada ciudadano (Boff, 2003, p. 21).

Frente a este cambio de época, el voluntariado tiene el desafío de delinear el sueño del futuro compartido que queremos construir. Esto toca directamente uno de los rasgos fundamentales del ser humano: su capacidad de abrirse al otro. A continuación, ofrecemos algunas pistas que pueden favorecer este nuevo enfoque del voluntariado.

En la base del voluntariado está el encuentro. Esta es la primera pista: potenciar, en cada acción, el encuentro que se da cuando una persona decide salir de sí misma para acercarse como voluntario a una realidad distinta a la suya. Generalmente, se trata de un encuentro interpersonal directo; sin embargo, también puede ser mediado —por ejemplo, al colaborar desde una oficina o limpiando una playa—. Lo importante es llegar a los rostros concretos de quienes están detrás de cada acción: el vecino afectado por la contaminación de su entorno, o la familia beneficiada por una ayuda económica gestionada desde una plataforma contable. Esta dimensión del encuentro es esencial si se quiere ir más allá de la mera ejecución de tareas, y abrirse a un nuevo sentido que ilumine el corazón de la acción voluntaria.

Del encuentro nace la solidaridad verdadera. Con frecuencia, el voluntariado se desarrolla dentro de estructuras rígidas, donde se cumplen instrucciones o se ejecutan programas diseñados previamente. Pero la vida humana está llena de novedad e impredecibles; por eso, es necesario actuar desde dinámicas solidarias que surjan de encuentros reales. El voluntariado debe fomentar esta solidaridad genuina y generar dinámicas propias que broten de la experiencia vivida con otros. Para ello, se necesita una autonomía creativa dentro de sistemas organizados, como subraya Paulo Freire: La solidaridad […] se realiza cuando los sujetos históricos construyen juntos su libertad (Freire, 1970, p. 67).

Asimismo, es fundamental compartir un relato que haga realidad los sueños e ideales de quienes participan. Los ideales que mueven a los voluntarios, así como los deseos de cambio de quienes atraviesan dificultades, tienen el poder de anticipar un futuro deseado. Al articular estos sueños en un relato compartido, se abren múltiples caminos para alcanzarlos. La participación, la incidencia política o la promoción social son formas válidas de construir ese futuro. Así, la acción voluntaria se inscribe dentro de un sistema complejo y contribuye a su transformación.

En resumen, estas pistas quieren invitarnos a reconocer la importancia del encuentro como piedra angular de un nuevo relato del voluntariado. El papa Francisco ha señalado que la fraternidad debe ser entendida no solo como una categoría espiritual, sino también política, con capacidad de transformar realidades. Esta fraternidad se encarna en el voluntario, que se estremece ante el dolor ajeno, se deja afectar por las relaciones de amistad que revelan las capacidades del otro, y hace del diálogo un estilo de acción.

El voluntariado auténtico nace del encuentro con el otro y se convierte en un acto de transformación recíproca. No se trata solo de dar, sino de compartir una parte del propio ser (Bruni, 2015, p. 89).

Compartir el viaje como hermanos: ese es, quizás, el mayor reto del voluntariado en nuestro tiempo.

 

Referencias bibliográficas

  • Boff, L. (2003). El cuidado esencial: Ética de lo humano, compasión por la Tierra. Madrid: Editorial Trotta.
  • Bruni, L. (2015). La economía del bien común. Madrid: Ciudad Nueva.
  • Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
  • Rajan, R. (2019). The Third Pillar: How Markets and the State Leave the Community Behind, Londres: Penguin.
  • Francisco, Papa (2020). Fratelli Tutti. Vaticano: Librería Editrice Vaticana.

 

Número 20, 2025