Editorial

La nueva normalidad

Normal es lo habitual, normal es la media, normal es lo natural, normal es la norma. Cada vez que en el discurso social aparece la palabra normal hay que estar atentos a qué deja de ser habitual, medio, natural o la regla. Cada vez que nuestra sociedad(ades) vive una intensa crisis, bien sea económica, social o sanitaria, que se desarrollan bien de forma simultanea o concatenada, hay personas, familias, comunidades y sectores sociales, que la padecen de una forma diferente. Algunas lo viven como una oportunidad. Tienen capacidades, recursos y se sienten dueños de su destino. Están muy bien adaptadas a los cambios de la postmodernidad digital y probablemente salgan reforzadas de la situación actual. En el lenguaje de los negocios serían personas emprendedoras de éxito.

Otras, sin embargo, no pudieron recuperarse suficientemente de la última crisis y hoy sienten miedo y desesperanza. Personas que viven en los intersticios de la normalidad y que aspiran a ella. Todas las crisis dejan víctimas, y habitualmente nutren, incrementando, el espacio de la exclusión social. Esto es un axioma para los investigadores que tratan de documentar la cuestión social.

Triunfadores y perdedores son los protagonistas de los relatos de las crisis. Sin embargo, es en los periodos de recuperación, cuando empezamos a percibir cuáles son las verdaderas y duraderas consecuencias y se comienzan a construir los diferentes relatos desde los diferentes grupos de interés. El que adquiere mayor fuerza hasta ahora es el de la nueva normalidad. Un nuevo paso en el cambio de época que estamos viviendo. Diversas cuestiones la compondrán, pero una especialmente, amenaza nuestra manera de entender la realidad de una forma más intensa, la distancia social. Mantenerla es fundamental para epidemiológicamente poder contener y prevenir la transmisión del virus. Es otro axioma.

Esa distancia no es problema para los triunfadores porque poseen los medios (para hacerse las pruebas diagnósticas que necesiten) las condiciones residenciales necesarias (casas y viviendas grandes y adecuadas con acceso al jardín) las capacidades para mantenerse interconectados (están bien adaptados a vivir en red) y valores adaptativos al cambio de época (individualismo posesivo). Para los perdedores es ponerles un obstáculo más en sus posibilidades de desarrollo. El capital social (débil) que poseen es una de sus pocas riquezas. Poder relacionarse está mejor ponderado en las clases populares. Es más, en una sociedad necesitada de revincularse ante las brechas de los sistemas de protección social, reducir el intangible de la sociabilidad puede derivar en la profundización o consolidación de los nuevos formatos de relaciones sociales mercantilizadas que nos ofrece la economía de plataformas.

Para muchos la nueva normalidad es una incógnita, pero para los conocedores, seguidores y documentadores de lo social, se va despejando alguna, que para los sectores más excluidos quedar fuera de la nueva normalidad será de lo más normal.

 

Numero 5, 2020