Ciencia social

La evolución de los "efectos territorio" en España: segregación residencial, brechas regionales y relación campo-ciudad

El espacio es fundamental para explicar el diferencial acceso de la ciudadanía a los logros con los que aspira a llenar de significado su vida. Hoy el valor que tienen las diferentes fracturas socioespaciales (relación campo-ciudad, brechas regionales y efecto barrio) está enfrentando rápidas mutaciones. La concepción del territorio como un conjunto de regiones administrativas y municipios compactos diverge de unas dinámicas espaciales cada vez más interrelacionadas, donde las fronteras se desdibujan y todo se complejiza.
Por José Manuel Gómez Giménez

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Ciencia social

La evolución de los "efectos territorio" en España: segregación residencial, brechas regionales y relación campo-ciudad

José Manuel Gómez Giménez

Arquitecto urbanista, politólogo y doctor en sostenibilidad urbana

Investigador postdoctoral en la Universidad Politécnica de Madrid

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La forma en la que pensamos nuestro territorio cada vez tiene menos que ver con su funcionamiento real y, lo que es más importante, cada vez es menos útil para resolver las problemáticas de la desigualdad que lo atraviesan. España se divide en comunidades autónomas, provincias y municipios. Es lógico estudiar el territorio en base a ellos, porque son las entidades que utiliza la estadística oficial y donde se desenvuelven los poderes públicos con capacidad ejecutiva.

 

Figura 1: División política del territorio español. Fuente: Gómez Giménez, 2023.

 

Sin embargo, hay varios fenómenos que los han sobrepasado. Primero, el constante aumento de la concentración de población, actividades económicas y servicios en torno a las grandes centralidades urbanas. No ya en ellas, sino a su alrededor, a distancias cada vez mayores, cambiando drásticamente la realidad de municipios otrora rurales y ahora metropolitanos. Todo ello, en línea con unos procesos de integración funcional de los mercados urbanos que ha posibilitado el desarrollo de las infraestructuras del transporte, permitiendo una separación cada vez mayor entre los lugares de residencia y trabajo. Esto no solo ha ocurrido en torno a las ciudades, sino también en lo que otrora consideráramos el medio rural, difuminando las diferencias entre lo que fueron espacios dicotómicos y hoy deben ser reinterpretados en forma de gradiente.

 

Figura 2: Gradiente de urbanización en España. Fuente: Gómez Giménez, 2023.

 

Figura 3: Distribución proporcional de la población según su pertenencia a las áreas urbanas funcionales que componen el sistema interurbano español. Fuente: Gómez Giménez, 2023.

 

En segundo lugar, el enquistado desarrollo desigual que aparece no solo entre las diferentes regiones, sino también en su interior, entre sus diversas centralidades urbanas. Esto ha producido un imparable desarrollo económico en torno a las áreas y corredores geográficos más aptos para impulsar exitosos modelos de especialización económica, que arrastran ventajas cada vez más inalcanzables, y un constante atraso comparativo de los territorios más aislados con respecto a las grandes concentraciones urbanas. Ello ha enquistado las fronteras entre algunas comunidades autónomas y ha desprovisto de cualquier sentido ontológico a las que se producen entre otras. Los efectos frontera solo han servido para profundizar los problemas, ya sea extendiendo el insostenible fenómeno de la suburbanización o incrementando la sensación de abandono de las comarcas olvidadas en los límites autonómicos. En último término, la falta de expectativas de las grandes franjas de la despoblación peninsular es hoy más acusada que nunca.

 

Figura 4: Año del máximo demográfico de los municipios españoles. Fuente: Gómez Giménez, 2023.

 

Figura 5: Regiones urbanas consolidadas en el territorio español. Fuente: Gómez Giménez, 2023.

 

Figura 6: Regiones protourbanas en el territorio español. Fuente: Gómez Giménez, 2023

 

Figura 7: Franjas de la despoblación en el territorio español. Fuente: Gómez Giménez, 2023

 

Las políticas de planificación y ordenación del territorio bajo ópticas estrictamente municipalistas están produciendo un impacto negativo tanto en el medio urbano como en el rural.

En las grandes áreas urbanas, la falta de oferta de vivienda asequible en los municipios centrales está expulsando a las nuevas familias hacia periferias cada vez más lejanas. Esto tiene un claro impacto ambiental, mucho más cuando esta expansión suburbana no se ha acompañado con una fuerte inversión en los sistemas de transporte público, cada vez más inoperantes y menos costo-efectivos en términos temporales. Así, los intentos por frenar la contaminación en los centros urbanos colisionan con la necesidad de repartir de forma equitativa los costes de la transición ecológica, afectando sobre todo a las poblaciones expulsadas de los centros urbanos por su incapacidad para acceder a unos mercados de vivienda muy tensionados.

 

Figura 8: Delimitación funcional del área metropolitana de Madrid. Fuente: Gómez Giménez, 2023.

 

Figura 9: Delimitación funcional del área metropolitana de Barcelona. Fuente: Gómez Giménez, 2023.

 

Con estas nuevas realidades territoriales, los errores interpretativos se multiplican. Pensemos en los análisis que se hacen a nivel municipal de las grandes ciudades. Aún hoy vemos comparativas entre las realidades urbanas de Madrid y Barcelona circunscritas únicamente al estudio de sus límites administrativos. Sin embargo, estos cada vez dicen menos de la realidad de las personas que hoy habitan y desarrollan sus vidas en sus áreas metropolitanas intermunicipales. Quien hoy aspira a comprarse una vivienda en Madrid baraja opciones tan dispares y lejanas como Seseña, Collado Villalba o Azuqueca de Henares. El término municipal de Madrid, por muy grande que sea en términos comparativos, aloja menos del 47% de los de más de siete millones de personas que hoy se desenvuelve en su área metropolitana. En el caso de Barcelona, los límites administrativos municipales solo alojan al 32% de sus más de cinco millones.

En los territorios antagónicos, en el medio rural más aislado, los municipios tienen una autonomía meramente nominal, a la que a veces se aferran por un fuerte sentimiento localista. Sin embargo, más que ayudarles, esto solo contribuye a poner trabas a cualquier intento de política innovadora para frenar su despoblación, principalmente por la imposibilidad de dotarles con suficientes recursos humanos y económicos.

Podríamos preguntarnos también por el sentido de los actuales límites autonómicos en resolver la pérdida de cohesión territorial. Resulta un sinsentido que las políticas fiscales y las inversiones infraestructurales se realicen bajo un criterio principalmente autonómico. Esto solo contribuye a acelerar las dinámicas de distanciamiento y desarrollo asimétrico entre los diferentes territorios españoles. También las que se reproducen en el seno de las distintas comunidades autónomas, que no carecen de sus propios centralismos. Pero, sobre todo, las que benefician a las afortunadas regiones que, como la madrileña, carecen de aislados territorios de la despoblación a los que asistir.

 

Figura 10: Situación demográfica actual de las áreas urbanas funcionales y las centralidades rurales en el territorio español. Fuente: Gómez Giménez, 2023

 

Pervivencia menguante de las brechas regionales y el continuum urbano-rural

En cualquier caso, el espacio continúa siendo fundamental para explicar el acceso diferencial de la ciudadanía a oportunidades vitales. Las brechas regionales, el posicionamiento en el gradiente de urbanización y la segregación residencial en las grandes áreas urbanas tienen un gran peso en la eficiencia del ascensor social. En un mundo así, la accesibilidad es una cuestión de ciudadanía, de acceso a dotaciones y servicios básicos que pueden devenir fundamentales en la consecución de los logros educativos, laborales, económicos e incluso familiares, reproductivos.

Las brechas regionales muestran una pérdida constante de su valor explicativo sobre las disparidades de acceso que enfrenta la población española entre 1991 y 2021, aunque aún son determinantes para entender la desigualdad económica y laboral. La convergencia observada se explica principalmente por el vaciamiento demográfico de los territorios rurales y las regiones urbanas más desfavorecidas. Estos se producen a través de unos movimientos migratorios que agudizan las desigualdades internas, tanto en las regiones de salida como en los territorios metropolitanos de destino. Los análisis estadístico-geoespaciales muestran que el recurso de la emigración continúa funcionando como elemento corrector de los desequilibrios interterritoriales en nuestro país. La etapa actual de la transición demográfica ha evitado en parte que sus repercusiones sean directamente asumidas en el corto plazo, debido al incremento de la esperanza de vida. Pero será a partir de ahora cuando se vean sus efectos reales sobre los territorios más sobreenvejecidos, como consecuencia de un régimen emigratorio prolongado que desplegará todas sus consecuencias en el medio plazo.

 

Figura 11: Distribución de la renta media per cápita en España por sección censal. Fuente: Gómez Giménez, 2023

 

Algo parecido se ha observado con respecto a la incidencia del gradiente de urbanización, la forma en que aquí se ha rearticulado la vieja dicotomía urbano-rural en forma de continuum. La disminución de su valor explicativo a nivel nacional está relacionada con la densificación de los territorios neorrurales en torno a las regiones urbanas más dinámicas, donde la brecha urbano-rural no tiene ningún valor explicativo sobre las desigualdades, y con el constante vaciamiento demográfico de los territorios rurales de las regiones más desfavorecidas, donde el gradiente de urbanización continúa siendo fundamental para explicar la disparidad de rentas, el logro educativo y la empleabilidad.

Imparable aumento de la segregación residencial y sus efectos barrio en las grandes áreas urbanas

En este contexto, el valor predictivo de las fracturas urbanas sobre la desigualdad de oportunidades no ha dejado de aumentar desde finales del siglo pasado. Los logros reproductivos, educativos, laborales y económicos se explican cada vez más en función de la segregación residencial, por supuesto, en favor de aquellos barrios de clase privilegiada.

Esto ha ocurrido no tanto por el empeoramiento de la situación de los barrios más desfavorecidos, que también, sino por el aumento de la auto-segregación de las poblaciones de clase media-alta, que han abandonado los barrios tradicionales mixtos para ocupar nuevos desarrollos urbanísticos donde prima la homogeneidad social. Se trata de un depurado mecanismo que descansa sobre la segmentación dual del mercado laboral, que ha terminado incluyendo el concepto de jerarquía en los patrones de la segregación residencial, complejizándolos. Como resultado, se ha producido una democratización de la auto-segregación de las clases medias-altas profesionales. Todo ello bajo la incentivadora producción de espacios residenciales enfocados a este segmento de la población. En último término, en las grandes áreas urbanas españolas, el distanciamiento socioeconómico se ha traducido en un distanciamiento espacial. Y en los casos más extremos, también en un distanciamiento administrativo, por concentrarse estos desarrollos en unos pocos municipios privilegiados de los grandes sistemas metropolitanos. No obstante, este modelo se ha intentado replicar en la mayoría de las entidades locales, produciendo urbanizaciones de baja densidad separadas de los tejidos urbanos históricos o promociones residenciales de manzana cerrada con mayor densidad, pero que privatizan colectivamente su espacio libre interior y niegan a la calle su rol fundamental en la socialización.

Los factores inductores de este aumento de la segregación residencial han sido comunes en las 47 mayores áreas urbanas españolas y han dado como resultado un ritmo de ampliación de la auto-segregación por arriba que duplica la tasa general de crecimiento de los sistemas urbanos en los que se reproduce. En resumen, nos encontramos en todos ellos con unos mercados inmobiliarios centrales muy tensionados, que expulsan a buena parte de los nuevos hogares; una planificación urbana de baja densidad en los municipios periféricos, donde el desarrollo inmobiliario es una rápida vía de ingresos para las arcas municipales; un aumento del aprovechamiento personal de las nuevas posibilidades de conectividad que ofrece la explosión reticular, aun asumiendo un incremento de la dependencia del vehículo privado; y una revalorización de los atractivos paisajísticos y naturales de una manera poco reflexiva.

 

Figura 12: Distribución de la renta media per cápita en el área metropolitana de Madrid por sección censal. Fuente: Gómez Giménez, 2023

 

Figura 13: Distribución de la renta media per cápita en el área metropolitana de Barcelona por sección censal. Fuente: Gómez Giménez, 2023

 

Apuntes para el futuro

La extensión del teletrabajo después de la pandemia de COVID-19 pareció abrir una oportunidad para todos los territorios. Un análisis real de sus repercusiones parece apuntar a que los desplazamientos residenciales se han circunscrito a las periferias suburbanas y metropolitanas como consecuencia de una transformación de las segundas residencias preexistentes en habituales. Es obvio que esto acabará produciendo más movilidad pendular, sobre todo, si no se consolidan los modelos del teletrabajo. Además, el aumento de la turistificación de los centros urbanos, con nuevas modalidades de hipermovilidad como el nomadismo digital internacional, están incrementando aún más el tensionamiento de sus mercados de vivienda. Frente a estos retos, habrá que medir correctamente las fuerzas si se quiere tener éxito en darles alguna solución. El aumento de las desigualdades, los problemas de acceso a la vivienda y la segregación residencial en los grandes territorios urbanos son el anverso de la misma moneda que opera vaciando los vastos territorios de la despoblación y las áreas urbanas más desfavorecidas, debilitando con ello la cohesión territorial a escala nacional. Una de las mejores políticas para paliar las desigualdades que se producen en el acceso a la vivienda de los grandes territorios metropolitanos, pasa por asegurar oportunidades sociolaborales y vitales que disminuyan el éxodo rural no elegido y reviertan la dirección de los flujos migratorios. Y esto necesariamente requerirá de un cambio profundo en el destino de las inversiones públicas. De otro modo, solo seguiremos trasladando las brechas regionales, e internacionales, a la segregación residencial de las grandes áreas metropolitanas. Si algo demuestra la política comparada es que el precio a pagar por una desigualdad socioeconómica excesiva no es nada fácil de asumir en términos políticos. Trabajemos para que nunca nos llegue ese momento.

Bibliografía

Gómez Giménez, J. M. Desigualdades socioterritoriales en España: La reconfiguración del sistema interurbano español. Oporto: Universidad Politécnica de Madrid, 2023. https://oa.upm.es/73966/

 

Número 15, 2023