Joaquin Garcia Roca. Sociólogo y teólogo
La condición humana está atravesada por tensiones, que no antinomias, entre la continuidad y la ruptura, la dependencia y la autonomía, la memoria y la imaginación. La paradoja es el modo humano de estar en la realidad. Sostiene Henri de Lubac que la paradoja es la búsqueda o la espera de la síntesis, que nunca acaba de llegar ya que cada verdad conocida se abre a una nueva paradoja.
La paradoja tiene un momento propositivo o acomodaticio, que vincula a una historia concreta, y otro momento provocativo o disruptivo, que apunta críticamente a una realidad posible e imaginada. Por el primero, el ser humano tiene raíces, por el segundo posee alas. La provocación que no se enraíce en la realidad concreta es fantasía, y si no desea ir más allá es simple pragmatismo; fantasías y pragmatismo son hoy territorios abonados para ideologías y mitologías, que distorsionan el conocimiento, cubren de niebla el universo cultural, político y religioso e impiden vivir la complejidad. La tensión se transforma por arte de magia en propuestas simples; la inseguridad en prácticas regresivas; y el cambio necesario en restauración caducada.
La guerra de Ucrania ha evidenciado la paradoja entre el realismo, que asiste, acompaña, arma a la población y gestiona el conflicto para reducir el sufrimiento evitable; y la oposición radical a los intereses en juego, y al uso de armas mediante declaraciones formales para frenar tanto la vocación expansionista de Rusia como la arrogancia occidental. La articulación entre ambos enfoques no es de talla única ni tiene una solución definitiva sino una tarea abierta e incompleta que como sugería Chesterton las cosas se vuelven cada vez más paradójicas a medida que nos acercamos a la verdad.
Los intentos de vivir la tensión mediante el regreso a un pasado reconciliado producen la mitología del origen. La raza cuando se supone que era pura, el idioma cuando no estaba contaminado y la patria antes que llegaran los otros bloquea el carácter temporal e histórico de las respuestas hasta lograr identidades asesinas, patrias excluyentes y discursos arrogantes. El mito del origen ha llevado a Putin, con la bendición de la Iglesia ortodoxa rusa, a regresar al gran imperio ruso. Y a la OTAN, con la bendición de Occidente, a la guerra fría. Asistimos al conflicto entre dos temporalidades: la de Ucrania que vive el tiempo de la creación de un Estado nacional cuando la flecha del tiempo apunta hacia un mundo global y común, la de Rusia que vive el tiempo de los imperios cuando la flecha del tiempo apunta a las sin fronteras.
Fracasa, así mismo, vivir la paradoja desde la imaginación de un futuro ideal y un hombre nuevo; subyace este marco cognitivo y emocional en la proliferación de neos, post y trans – neoliberalismo, poshumanismo, transexualidad- Genera impotencia, ansiedad y frustración, como ha sucedido al creer que tras la pandemia llegaba el año cero de la humanidad y sin embargo llegaron otros virus. En el contexto de la guerra han proliferado Manifiestos basados en juicios morales sobre la justicia ideal por encima de la injusticia manifiesta, los sufrimientos evitables, y del umbral de riesgo; la ambigüedad de esta posición ha sido denunciada por Habermas con palabras gruesas: seguir jadeando la sangre desde la seguridad de las gradas.
Tampoco la equidistancia ayuda a vivir la paradoja. Cuando está en juego la vida, la libertad y la justicia, no es posible el equilibrio entre opresores y los oprimidos. La ideología del término medio muchas veces encubre el autoengaño como sucede cuando Occidente arma a Ucrania sin querer entrar en guerra; y la incoherencia, ya que es difícil comprender que se logre la unidad de las fuerzas políticas para enviar armas a Ucrania, y no sea posible alcanzar consensos racionales en la lucha contra la pobreza, en el cambio climático, en el control interno de armas o en las políticas migratorias. La ideología del equilibrio podrá lograr la paz como cese de hostilidades y alto el fuego, pero no logrará la justicia que conlleva reconstruir el país, cerrar las heridas y restituir las pérdidas Y siempre será una justicia imperfecta porque nadie devolverá a la vida a los muertos a causa del conflicto.
La vida cotidiana se encarga del anclaje de las paradojas, antes de que llegue la teoría abstracta y las estrategias políticas. No hay nada más subversivo para el presente y propositivo para el futuro que ver a una mujer cuidar las heridas de un soldado ruso y otro ucraniano y enjugar las lágrimas de ambas víctimas. Es en la acción donde se crean sinergias entre el amor y la justicia, y en palabras de Ricoeur lanzar un puente entre la poética del amor y la prosa de la justicia. Como propone Francisco en Fratelli tutti también en la política hay lugar para amar con ternura (n. 194).
Bibliografía
De Lubac, H. Paradojas y nuevas paradojas. Madrid: Península, 1966.
Chesterton, G. K. San Francisco de Asís (5ta. Edic.). Barcelona: Juventud, 2012.
Habermas, J. Hasta dónde apoyamos a Ucrania. En El País, 7 de mayo de 2022.
Ricoeur, P. Amor y justicia. Madrid: Trotta, 2011.
Francisco. Carta encíclica. Fratelli tutti sobre la fraternidad
y la amistad social, 3 de octubre de 2020.
Número 11, 2022