A fondo

Migración y percepción: desmontando prejuicios y construyendo convivencia

Sergio Barciela Fernández, Miembro Equipo Inclusión Social/ Movilidad Humana, Cáritas Española

Jennifer Gómez Torres, Miembro Equipo Inclusión Social/ Movilidad Humana, Cáritas Española

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El artículo analiza los conceptos de racismo, discriminación y xenofobia, destacando cómo los estereotipos y prejuicios alimentan la exclusión de las personas migrantes. Explica la desconexión entre la percepción y la realidad sobre la inmigración en España, influida por discursos políticos, medios de comunicación y factores socioeconómicos. También aborda las consecuencias de estos prejuicios, como el auge de la extrema derecha, y el endurecimiento de políticas migratorias, en la vida de las personas migrantes. Finalmente, propone estrategias para revertir la percepción negativa de la inmigración.

 

0.- Introducción

En un mundo cada vez más interconectado, la migración se ha convertido en un fenómeno global que desafía nuestras sociedades y pone a prueba nuestra capacidad de convivencia. Sin embargo, la llegada de personas migrantes a menudo se ve empañada por una serie de percepciones negativas que no se corresponden coherentemente con la realidad. Ante estas situaciones, es importante desentrañar cada uno de los conceptos que entran en juego cuando hablamos de migraciones, nos referimos al prejuicio, el estereotipo, la discriminación y el racismo.

El prejuicio, como un sentimiento negativo y discriminatorio hacia lo extranjero, y el estereotipo como la representación simplificada y rígida de un grupo específico, vienen a ser el caldo de cultivo para la discriminación, que se manifiesta en acciones concretas que niegan la igualdad de trato a ciertos grupos y personas. Cuando estos elementos se combinan y se dirigen hacia grupos específicos, nos enfrentamos al racismo, una forma de opresión sistémica que permea estructuras sociales e institucionales.

En los últimos años, Europa ha sido testigo del auge de movimientos de extrema derecha que han capitalizado los temores y la incertidumbre económica para promover narrativas de rechazo hacia las personas migrantes, en primer lugar. Estos grupos han exacerbado los prejuicios existentes, presentando a los migrantes como una amenaza a la identidad nacional y la seguridad, lo que ha llevado a un endurecimiento de las políticas migratorias y a un clima de hostilidad en muchos países del continente.

Para revertir esta tendencia preocupante, es fundamental implementar estrategias a nivel país, pero también de forma social e individual. La educación, la participación y el fomento del contacto directo entre comunidades diversas, así como la promoción de narrativas positivas sobre la migración son claves para desmontar estereotipos y prejuicios. Los medios de comunicación tienen un papel crucial en la representación equilibrada de la realidad migratoria, mientras que las políticas públicas deben garantizar la igualdad de oportunidades y la inclusión efectiva.

En este artículo exploraremos estos conceptos analizando el impacto de estos en la vida de las personas migrantes, al mismo tiempo propondremos caminos posibles para construir una sociedad más inclusiva y respetuosa con la diversidad. Solo a través de un esfuerzo comunitario podremos superar los prejuicios y reconocer la riqueza que aporta las personas migrantes a nuestra sociedad.

 

1.- Acercamiento conceptual

En este apartado establecemos los términos de racismo, discriminación, y xenofobia para posteriormente presentar una definición sobre estereotipo y prejuicio que aglutine los aspectos más relevantes que estos conceptos tienen para este trabajo.

En uno de los manuales de cabecera sobre conceptos referidos a las migraciones y el asilo —el Glosario de la Red Europea de Migraciones (EMN) se recogen los términos racismo, discriminación y xenofobia. Así, el Glosario de la EMN (2012) define el racismo como ideas o teorías basadas en la superioridad de una raza o de un grupo de personas de un determinado color u origen étnico; y la discriminación, como la exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública.

El racismo incluye un prejuicio racial y una acción de discriminación racial. Por este motivo la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (en adelante UNESCO), en la búsqueda de un consenso sobre el término, propició cuatro declaraciones sobre la cuestión racial, en 1950, 1951, 1964 y 1967 (UNESCO, 1969). Que confluyeron en la Conferencia General de 1978, en la Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales, que en su Art. 2, párrafo 1, establece: Toda teoría que invoque una superioridad o inferioridad intrínseca de grupos raciales o étnicos que dé a unos el derecho a dominar o eliminar a los demás, presuntos inferiores, o que haga juicios de valor basados en una diferencia racial, carece de fundamento científico y es contraria a los principios morales y éticos de la humanidad (UNESCO, 1978, p.64). Este organismo viene recomendando el abandono del término raza y su sustitución por otros con mayor base o justificación científica, por ejemplo, etnia o minoría étnica (LLANOS, 2007).

Para indicar, finalmente, que la xenofobia, son las actitudes, prejuicios y comportamientos que rechazan, excluyen y frecuentemente difaman a una persona o colectivo de personas basándose en la percepción de que vienen de fuera o son extranjeros con respecto a la comunidad, sociedad o identidad nacional de referencia.

Esta propuesta teórica en los tres términos coincide en señalar un supuesto ideológico explicativo clave: una presumible atribución de superioridad y de preferencia de las personas nacionales sobre las extranjeras en la sociedad de acogida. Así, se escucha un mantra de fondo con formatos y mensajes distintos, bajo una misma idea y sentimiento en nuestra sociedad, las personas extranjeras no son merecedoras de participar y acceder en igualdad de condiciones a los mismos derechos que el resto de la población. Esta consigna se ha ido apropiando del discurso colectivo, alimentando un mundo de opiniones negativas sobre las personas migrantes.

Según Gordon W. Allport (1954) en su obra de referencia La naturaleza del prejuicio, el estereotipo se refiere a la representación simplificada y rígida que se tiene de un grupo de personas, basada en características generales y aplicada a todos los individuos pertenecientes a dicho grupo. Los estereotipos son ideas preconcebidas, negativas, y perjudiciales que contribuyen a legitimar la discriminación. Por otro lado, en la Guía de Conceptos Sobre Migraciones, Racismo e Interculturalidad de Carlos Giménez y Graciela Malgesini (2000), se aborda el concepto de prejuicio como un sentimiento, una vivencia, que conlleva una actitud negativa, discriminatoria e injusta hacia las personas extranjeras.

Así, estereotipo (idea) y prejuicio (sentimiento) se alimentan, sin saber qué es primero, el huevo o la gallina, pero ambos construyen una idea-sentimiento que realiza un juicio anticipado negativo superficial, que se apropia del discurso colectivo, y que busca discriminar, y excluir a las personas migrantes. En su forma más extrema, estos estereotipos y prejuicios justifican un legítimo trato injusto, y una pérdida de derechos.

 

2.- Estereotipo y prejuicio. Su complejidad

A finales de 2024, en nuestro país, ocurrió el hecho insólito de que, por primera vez, la percepción de la inmigración como problema alcanzó entre la población española el primer lugar de preocupación dentro del Barómetros de Opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS, octubre 2024).

Así, a la pregunta de ¿Cuál es el principal problema que existe actualmente en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?, la suma de quienes respondieron a esta realidad como preocupación alcanzó un 28,1%. Por delante de otras como La crisis económica, los problemas de índole económica (segundo, 23,8%), la vivienda (tercero, 22,6%), o el paro (cuarto lugar, 22%). Ante estos resultados la primera reacción fue de sorpresa, y a continuación, la pregunta es si esta percepción responde a la realidad.

Para ello, en este mismo barómetro se le pregunta a la población española, por su vivencia real, ¿Cuál es el problema que, a Ud., personalmente, le afecta más? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?, y ahí, figura cómo la inmigración ocupa el sexto lugar de preocupación real (11,8%), y escalan a las primeras posiciones los aspectos económicos. El primer lugar lo ocupa La crisis económica, los problemas de índole económica (33,8%), segundo la sanidad  (20,9%), tercero la vivienda (17,6%), cuarto Los problemas relacionados con la calidad del empleo (17,1%), y quinta posición el paro (11,8%) (Ibíd.).

Si la percepción no corresponde con la realidad, la pregunta que debemos responder es por qué durante este tiempo ha ido tomando forma respecto la inmigración un sentimiento más problematizado entre la ciudadanía. Quizás esta sensación encuentra su presumible justificación –no la única– en la interacción que se ha venido produciendo de manera simultánea entre distintos factores: contexto económico, materia laboral, número de inmigrantes, situación legal, nacionalidades, noticias de los medios de comunicación, discurso político y medidas políticas (BARCIELA, 2011).

El contexto importa. En este sentido, el momento en que ha sido elaborado el barómetro tras el impacto económico de la pandemia, que ha exacerbado ciertas diferencias económicas, donde los hogares que sufrieron las consecuencias de las crisis financieras de 2007 y de la COVID 19 siguen sin recuperarse (FOESSA, 2024), más el repunte de llegadas irregulares a Canarias contemplado este verano (que recuerda al de 2007); sumado a la crispación política y el uso de la inmigración como arma arrojadiza, agravada en los últimos años por la llegada de Vox a las instituciones. Han sido factores que unidos al tratamiento informativo mediático alarmista, que ha sobredimensionado la inmigración irregular, ha producido como resultado que la inmigración sea percibida hoy como el principal problema para la población española.

En este sentido, la desinformación, los estereotipos negativos, y los prejuicios sobre las personas migrantes se escuchan cada vez con más frecuencia en los distintos ámbitos de nuestra vida. Quién no ha escuchado decir yo no soy racista, pero…, a continuación, oír toda una serie de falsos estereotipos (como vivimos una avalancha de inmigrantes, vienen por el efecto llamada de las regularizaciones, esto es un coladero, vienen a quitarnos el trabajo, nos quitan las ayudas sociales, aumentan la delincuencia, bajan el nivel de educación, atacan nuestra identidad nacional, colapsan los sistemas públicos de salud, no se quieren adaptar a nuestras costumbres, etc.).

Estos estereotipos negativos que no responden a la realidad señalan a las personas inmigrantes como el enemigo, los rivales, y los convierten en el chivo expiatorio perfecto para purgar todos nuestros problemas.

¿Por qué si la inmigración en España ha constituido de forma objetiva y real, un caso positivo en términos de indicadores económicos y sociales; propiciando que exista un vínculo directo entre nuestra creación de empleo y el desarrollo económico, la población no tiene esta percepción? ¿Por qué el sentimiento de rechazo es inmune a los continuos informes que señalan sin fisuras el impacto positivo que la población migrante ha tenido en nuestro país? ¿A qué se debe que hagamos oídos sordos a lo que las instituciones califican de oportunidad y necesidad (Defensor del Pueblo 2020)? ¿Cuál es la razón de que no cale en la ciudadanía una visión más positiva de las personas migrantes y sus hijos a pesar de que los trabajos académicos más reconocidos, ponen de ejemplo a España como integración exitosa para la población inmigrante (PORTES et al.; 2021)?

La razón es sencilla. Los prejuicios son impermeables a las razones y datos objetivos, ya que se encuentran arraigados en factores emocionales, sociales y cognitivos. Y el cerebro humano normalmente tiende a buscar información que confirme sus creencias previas, y a ignorar o minimizar la que las contradice. Sin duda, las emociones son más poderosas que las razones, y los sentimientos tienen un peso determinante a la hora de decantarnos y tomar posición. Cambiar los sentimientos que tenemos arraigados en el corazón, supone convertirse, y requiere de un esfuerzo emocional, por lo que muchas personas prefieren evitarlo.

Por ello, es clave que las personas tengan contacto con la población migrante, para que estas experiencias directas desafíen su visión, y estén dispuestos a reflexionar críticamente sobre sus creencias. Humanizar la inmigración es el mejor antídoto contra el racismo y la discriminación. Cuando conocemos a una persona migrante, dejamos de verla como un concepto frío y lejano, para distinguirla como un individuo con emociones, sueños y luchas similares a las nuestras. El contacto directo nos permite ver que, como cualquier persona, buscan seguridad, oportunidades y bienestar. Es más difícil temer o rechazar a alguien cuando comprendemos su historia y sufrimiento. Este contacto directo se convierte en el revulsivo que permite transformar el corazón, y convertir los sentimientos de miedo y desconfianza en comprensión y solidaridad.

 

3.- Muros invisibles: cómo los estereotipos y prejuicios afectan la integración de las personas migrantes y sus hijos

No es secreto para nadie que, desde hace varias décadas, el auge de la extrema derecha en Europa ha ido cobrando cada vez más fuerza, haciéndose paulatinamente más significativa. Los datos corroboran este paciente crecimiento, así vemos que hace 40 años no llegaban ni al 4% de aprobación; sin embargo, hace 20 años ya contaban con un 10% y a 2025 este porcentaje ha aumentado considerablemente. En las elecciones al Parlamento europeo de 2024 los partidos de extrema derecha obtuvieron cerca del 25% de los votos lo que se traduce en un total de 200 eurodiputados (KAHN, 2019). Esta representación parlamentaria evidencia el éxito electoral nacional, así entonces, vemos cómo la extrema derecha es fuerza política en países europeos como Francia, Italia, Hungría, Bélgica, Austria, y Eslovenia. Se ha posicionado como segunda fuerza política en países como Polonia, Países Bajos, Rumanía, República Checa, Eslovaquia, y recientemente Alemania, tras las últimas elecciones electorales. Este auge plantea serios desafíos para el conjunto de la Unión Europea (UE), porque si bien es cierto, estos movimientos políticos en algunos casos defienden la salida de sus Estados de la UE han ido buscando nuevas estrategias difundiendo duros discursos sobre la migración, la seguridad, las políticas climáticas, entre otras, influyendo decisivamente en los partidos conversadores tradicionales europeos.

Si nos acercamos al caso español, Vox resultó ser un éxito electoral en el año 2019, convirtiéndose en la tercera fuerza política del país. Si nos acercamos a las propuestas políticas del partido vemos que sigue la estrategia de los nuevos partidos de extrema derecha que vemos a nivel europeo y que guardan mucha similitud con los partidos de esta ideología propios del periodo de entreguerras (RODRIGUEZ, 2020). Algunas de estas propuestas pasan por: las deportaciones de inmigrantes ilegales a sus países de origen; deportación de inmigrantes legales que hayan reincidido en la comisión de delitos leves o hayan cometido algún delito grave; cualquier inmigrante que haya entrado ilegalmente a España estará incapacitado de por vida a legalizar su situación y a recibir cualquier tipo de ayuda de la administración, entre otras propuestas (VOX, 2019).

Siguiendo en esta línea, es interesante recordar, como ya se dijo más arriba, que hace pocos meses, el CIS preguntaba de manera directa a los españoles ¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España?, la respuesta fue contundente, casi uno de cada tres españoles ha contestado la inmigración, esto no sucedía en España desde el año 2007 cuando se produjo la llamada crisis de los cayucos. El actual contexto migratorio, local y global, ha sido espoleado en parte por los extremismos, generando en la población rechazo y temor ante las personas migrantes y refugiadas.

El asunto de la migración es un tema que sobre ocupa la agenda política no sólo en el continente europeo, o en el nacional, sino a nivel internacional. Los mensajes que con mucho entusiasmo propaga la extrema derecha tienen un fuerte impacto en la vida de las personas migrantes, sus hijos, y en la sociedad en su conjunto, esto es así, porque dichos discursos contribuyen a un aumento de la xenofobia y la discriminación, fomentando un ambiente hostil y de rechazo hacia estas personas, lo que genera en el día a día más dificultades para la integración de los migrantes y sus hijos en las sociedades de acogida.

En nuestras sociedades se continúa llamando como inmigrantes a las generaciones que han nacido en los países de destino (y son nacionales de esos estados); a modo de categoría social negativa que se transmite irremediablemente de padres a hijos. Así, sobre esta base, cabría preguntarse cuánto tiempo ha de transcurrir para que estas personas dejen de ser vistas como inmigrantes y pasen a configurar la identidad país. Los partidos de extrema derecha ponen un énfasis desmedido sobre los aspectos culturales del país de acogida en detrimento de la cultura de origen (encarnada por la familia de la población inmigrante).

Este malestar social generado en gran parte por narrativas negativas sobre la migración revierte en el endurecimiento de políticas migratorias que se hacen cada vez más restrictivas (aumento de controles fronterizos, refuerzo de muros, vallas, etc.), la creación de centros de detención (CIEs) y promueven la práctica de la externalización de fronteras a terceros países que no garantizan los derechos humanos.

La propagación de prejuicios y bulos sobre las personas migrantes y sus hijos afecta de manera directa el desarrollo de sus proyectos vitales. Enumeremos algunos:

A) Mayores obstáculos para la integración, esto es así porque como se ha explicado anteriormente el círculo vicioso del prejuicio/estereotipo se propaga rápidamente y genera de manera consciente (o inconscientemente) diversas formas de discriminación así como barreras que impiden la participación de las personas migrantes en la vida económica, social y cultural de los países de acogida, al mismo tiempo, recrudece los sentimientos de rechazo hacia estas personas, cosa que dificulta aún más la integración, alimentando la xenofobia y la discriminación. En ese sentido, por ejemplo, está bastante extendido el estereotipo de que las personas migrantes tienen un bajo nivel formativo porque proceden de países subdesarrollados, por el contrario, los datos demuestran que sus niveles formativos son elevados y muy parecidos a los de la población española (IGLESIAS et al.; 2020).

B) Exclusión social y económica, que mantiene concentradas y segregadas a las personas migrantes en el nivel más bajo de la estructura laboral y social, lo que conocemos como precariado. Todo esto dificultad aún más el acceso a los derechos sociales como la vivienda, la sanidad, la educación, y el empleo. (Ibíd;).

C) Impacto en la salud mental, la sensación de rechazo directo o indirecto provoca estrés, ansiedad y depresión. Y genera un aumento en la sensación de inseguridad, y pérdida de confianza en los demás, que revierte en dolor emocional y corporal. Se vive en alerta constante (ACHOTEGUI, 2004).

D) Deshumanización y estigmatización, los prejuicios, la discriminación y el rechazo fomentan la deshumanización hacia las personas migrantes, sosteniendo una visión negativa hacia esta población retratándolos como personas peligrosas, delincuentes o terroristas.

El impacto del prejuicio, el estereotipo y la discriminación es altamente significativo en la vida de las personas migrantes, crea múltiples barreras que dificultan la integración social, la cohesión, la convivencia y al mismo tiempo el desarrollo de la sociedad en su conjunto.

 

4.- Claves para revertir la percepción negativa de la inmigración

En este apartado ofrecemos algunas claves o caminos posibles que pueden ayudarnos a revertir la percepción negativa hacia las personas migrantes. Es verdad que debemos reconocer que no basta sólo con ofrecer datos objetivos sobre situaciones concretas que se tejen entre mentiras y bulos sobre la población de origen inmigrante, hace falta dar un paso más. Desde Cáritas entendemos que dar un paso más significa recuperar las dimensiones humanas y cristianas esenciales, es decir, pasar de una cultura del descarte a una cultura del encuentro y de la hospitalidad, como lo ha defendido en innumerables ocasiones el papa Francisco. Es importante construir nuevos relatos, y hacerlo no sólo ofreciendo datos objetivos sino también creando espacios donde poder encontrarnos con las personas migrantes, espacios de convivencia, de compartir, de escucha y de diálogo.

Entre tanto, existen claves que pueden ayudarnos en este empeño para que desde las comunidades podamos revertir tantos mensajes y narrativas negativas sobre la migración que erosionan gravemente la convivencia. A continuación, presentamos las principales claves:

  • Educación y sensibilización, esto significa que es necesario proporcionar información clara, contrastada y precisa sobre la migración, esta información se nutre de datos y estadísticas, de estudios e investigaciones de instituciones que son autoridad en este ámbito, es decir, debemos ofrecer datos fiables. Al mismo tiempo, es importante diseñar estrategias de sensibilización que generen empatía y que muestren el impacto positivo de las migraciones en nuestras sociedades. Otro punto a favor es generar espacios de intercambio intercultural, que bien pueden ser abordados desde la formación en diversidad cultural, el fenómeno de las migraciones, etc., o bien desde espacios de compartir fraterno entre diferentes culturas y religiones.
  • Interacción y la convivencia, como se dijo al inicio de este apartado, en muchas ocasiones los datos no son suficientes, por eso es necesario promover encuentros, organizar eventos o actividades, talleres de intercambio, de escucha, todo aquello que facilite la interacción y la relación entre personas nativas y personas migrantes. Una herramienta clave para conseguirlo es potenciar la participación comunitaria, esto significa involucrar a las personas migrantes en iniciativas locales, en el barrio, en la comunidad de vecinos, en proyectos comunitarios que permitan generar integración y reconocimiento.
  • La comunicación y los medios de comunicación, esto significa que debemos estar atentos a los medios que leemos o escuchamos y que, en diversas ocasiones, pueden propagar bulos o informaciones sesgadas sobre la migración. Es importante apostar por una cobertura mediática responsable, y apoyar y difundir campañas anti-rumores o desde nuestras propias comunidades diseñar campañas sencillas que implementando estrategias de comunicación ayuden a desmentir y revertir estereotipos y prejuicios.
  • Fomentar la participación y el empoderamiento de las personas, esto significa que lo que pensemos de cara a este tema lo hagamos pensando no desde el para las personas migrantes sino desde el con las personas migrantes, es importante vincular a quienes viven esta situación en primera persona, involucrarlas en los procesos de toma de decisiones locales incluso en el proceso de desarrollo de políticas de inclusión. La participación genera empoderamiento, las personas tienen voz y quieren expresarla.
  • Trabajo en red o la colaboración institucional, es imprescindible en esta tarea que trabajemos juntos y que coordinemos con otras entidades o instituciones planes, proyectos, campañas, iniciativas de incidencia y sensibilización que nos permitan junto con las personas migrantes exponer públicamente la otra cara de la migración contando los relatos de convivencia positivos que ya se están dando y que revierten los bulos y las mentiras.

Estas claves o caminos posibles pueden ayudarnos a que desde las comunidades transmitamos otros mensajes, contemos otras historias y contribuyamos al impulso de nuevas políticas de inclusión que permitan que las personas migrantes puedan ser parte activa de nuestras sociedades sin miedos e inseguridades.

 

Bibliografía:

  • ACHOTEGUI, J. “Emigrar en situación extrema: el Síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises)”. Norte de Salud Mental, nº 21, 2004 pp. 39-52. 2004.
  • ALLPORT, G. The Nature of Prejudice. New York: Basic Books, 1954.
  • BARCIELA, S. “Elementos que conforman la percepción negativa sobre la inmigración: pistas para revertirla”. Documentación social, nº161, 2011, pp.203-226.
  • CENTRO DE INVESTIGACIONES SOCIOLÓGICAS (CIS). Barómetro de Opinión: Estudio nº 3478, (octubre 2024)
  • IGLESIAS J., RÚA, A. & ARES, A. Un arraigo sobre el alambre: la integración social de la población de origen inmigrante en España, Ed. FOESSA, Colección de Estudios nº 46, Madrid: Cáritas Española, 2020.
  • KHAN, S. “Far right: its conversion to Europe”. Fondation Robert Schuman. The Research and Studies Center on Europe. 2019.
  • LLANOS, J. Un concepto no científico: la raza. Diario La Vanguardia, 13 de septiembre de 2007.
  • MALGESINI, G. y GIMÉNEZ, C. Guía de conceptos sobre migraciones e interculturalidad. Madrid: Catarata, 2000.
  • MARTÍNEZ, G. R. “La crisis de la Unión Europea y el auge de la extrema derecha”. RIPS: Revista De Investigaciones Políticas Y Sociológicas, nº 19, 2020.
  • PORTES, A; APARICIO, R. Los nuevos españoles. La incorporación de los hijos de inmigrantes. Manresa: Bellaterra, 2021.
  • RED EUROPEA DE MIGRACIONES (EMN). Glosario 2.0 sobre Migración y Asilo, «un instrumento para una mayor comparabilidad» (2ª edición). Luxemburgo: Comisión Europea. Oficina de publicaciones de la Unión Europea, 2012.
  • Cuatro declaraciones sobre la cuestión racial. París: UNESCO, 1969
  • Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales. Actas de la Conferencia General (20ª reunión), vol. 1. París, 24 de octubre-28 de noviembre, 1978
  • “100 medidas para la España viva”. 2019.

 

Número 19, 2025
Con voz propia

La cultura como mecanismo de exclusión

Voiced by Amazon Polly

Antonio Izquierdo Escribano, Catedrático de Sociología de la Universidad de A Coruña.

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Me propongo dialogar con los lectores sobre un malestar que nos aqueja como sociedad. Aún no sé cómo medirlo, pero sí como expresarlo. Me inquieta que nos importen más las palabras que los hechos y que los gritos ahoguen los razonamientos. Que nos entreguemos en cuerpo y alma al poder de las gargantas y de la propaganda, en lugar de atender al pensamiento y la ciencia. Que prevalezca con tanto descaro la cultura de la declaración frente a la cultura de la experiencia.

En el mes de mayo hemos vivido dos acontecimientos que revelan la fuerza de la cultura para dividir a las personas. Uno ha sido el racismo en el fútbol y otro la supuesta inmortalidad del terrorismo etarra. Un racismo primario que se cimenta en el color de la piel. Y una herencia sanguinaria que persigue a los descendientes hasta el fin de sus días. Son dos mecanismos culturales para jerarquizar a los grupos humanos.

Cuando etiquetamos según una única categoría falseamos la realidad porque todos tenemos varias afiliaciones y formas de identificación. Mujer, madre, viuda, limpiadora, católica, andaluza, etcétera. Marcar a una población por el color o por un pasado tiene serias consecuencias para sus vidas ¿Expulsarlos, ilegalizarlos? Pero además cualquier clasificación rígida que reduce la diversidad y la pluralidad de las gentes a una dimensión asfixia el conocimiento. No es sólo un error político y ético sino también epistemológico.

La racialización y la mistificación de ETA expresan la fuerza de la agresión cultural. Una muchedumbre violenta ha gritado mono y tonto a un jugador negro. Y una masa mediática ha ahogado la voz particular de los municipios. La realidad es que ninguno de estos hechos sirve para que mejore el equipo de fútbol ni la calidad de nuestra vida cotidiana. Me pregunto a qué obedece esta explosión de individualismo zoológico y de agresividad electoral. Lo cierto es que nuestra democracia actúa más como una concha que como una esponja. Elegimos repeler antes que absorber.

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Hasta hace poco, el trabajo se bastaba para integrarnos en la sociedad. Ya no. El trabajo no da para mantener el decoro ni para elaborar la identidad. No cubre las necesidades básicas ni nos permite elegir la manera como nos vemos. No podemos pagar vivienda, comida y medicamentos, ni tampoco cultivar nuestra imagen como consumidores. La clase social pierde fuelle ante la estratificación del poder de compra y el estado de derecho no consigue moderar el rechazo cultural y la desigualdad económica.

En esta situación el miedo social busca un flotador identitario (ideológico o racial) para evitar que la humillación laboral nos separe de la sociedad. Ese salvavidas es el de una marca cultural dominante. Eso explica que el censo electoral tenga más fuerza identitaria que un censo demográfico. El paso siguiente es el de negarle al inmigrante la ciudadanía o distinguir entre buenos y malos españoles. El color de la piel o las banderas se utilizan para comerciar con los sentimientos y obtener un beneficio.

Los dos episodios que nos ocupan (el racismo y el nacionalismo furioso) revelan un deslizamiento de la cuestión social hacia la división cultural. La exclusión cultural implica apartar a seres humanos de los compromisos y hábitos en los que nos reconocemos. Desligarlos de lo que es común a nuestra humanidad que no es otra cosa sino la pluralidad de identidades, es decir, el ser diversamente diferentes. Los marcadores culturales (idioma, religión, jerarquía racial, alimentación, costumbres, etcétera) evolucionan con el tiempo y las circunstancias.

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En los informes Foessa nos preocupamos por medir las privaciones que amargan nuestras vidas. A eso le llamamos exclusión social. Distinguimos ocho dimensiones que condensan las desgracias que afligen a los hogares. Dos de esas brechas son la participación política y la conflictividad social. Ambas dan lugar a prácticas culturales que incluyen o excluyen. El racismo y la estigmatización del pasado son dos prácticas culturales que envenenan la convivencia y desvirtúan el objeto de la votación.

Entonces, ¿a qué llamamos cultura?

Las dos ideas más comunes de cultura nos hablan de obras espléndidas y de un conjunto de valores y costumbres. Hay una tercera acepción que es la cultura del consumo. Vivir para comprar. Y aún podríamos añadir una cuarta voz, a saber, el proceso de desarrollo espiritual que amuebla la cabeza masticando las experiencias. De todas un poco y de ninguna en exceso.

Desde estos supuestos culturales integraría tanto los hábitos que aplicamos en la vida cotidiana como el patrimonio acumulado en la sucesión de generaciones. Una forma de vivir, de pensar y de comunicarnos donde la palabra y la experiencia son prácticas culturales que nos juntan o separan.

Me inquieta que la realidad virtual o la inteligencia artificial nos insensibilicen ante la experiencia que hemos vivido en los últimos años. Los trabajadores inmigrantes recogieron y transportaron los alimentos durante el confinamiento; y la política de los ERTES o la subida del salario mínimo protegieron a los más vulnerables en la pandemia. Estoy cuestionando la metamorfosis de la cuestión social en exclusión cultural.

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Es verdad que la masa que asiste a los encuentros de fútbol no refleja a la población española por edad, sexo o clase social. Al fútbol no van las élites, ni los pobres, pero sí las clases medias inseguras. Esas que votan contra la inmigración en toda Europa. También es cierto que más de un tercio de la población se ha desentendido de las elecciones municipales y que a los inmigrantes no se les considera ciudadanos con derecho a voto. Esto supone que más del 40% de la población adulta no se siente políticamente incluida. La mayoría de los desafectos son ciudadanos de título, pero no de hecho. Los otros ni eso.

Sabemos que en los sucesos de mayo de 2023 se combinan, en dosis distintas, la cuestión social y la exclusión cultural, pero mi conclusión es que los impulsos identitarios que nos separan se han impuesto a las razones solidarias que nos integran.

 

Número 14, 2023
Ciencia social

La discriminación de las personas inmigrantes: más que aporofobia

Daniel Buraschi, investigador de Observatorio de la Inmigración de Tenerife y Red de Acción e Investigación Social

Dirk Godenau, profesor titular de Economía aplicada Universidad de La Laguna

Natalia Oldano, investigadora de la Red de Acción e Investigación Social

Puedes encontrar en Facebook a Daniel Buraschi 

 

 

La igualdad de trato es un derecho humano fundamental, un principio y una norma recogida en la legislación internacional y nacional. Sin embargo, la discriminación, desde sus formas más sutiles hasta sus expresiones más explícitas y violentas, es una experiencia común para muchas personas de origen extranjero en España.

Más allá de su delimitación jurídica (Aguilar y Buraschi, 2014), aquí entendemos la discriminación como el tratamiento desigual y desfavorecedor a una persona o a un grupo. Este trato diferencial puede reflejarse en las conductas de las personas o en las leyes, normas y prácticas administrativas.

La discriminación de las personas migrantes surge de un proceso de categorización social que agrupa a las personas como miembros de una categoría (ejemplo: inmigrante, negro, musulmán, extranjero, etc.) por poseer alguna característica común, siendo consideradas similares a otros miembros de esa categoría y diferentes a los miembros de otras. A menudo estos criterios de categorización se mezclan, se solapan y pueden no corresponderse con las características reales de una persona; por ejemplo, una persona puede ser considerada como extranjera aunque no lo sea.

En las dinámicas sociales en ocasiones es difícil identificar claramente cuáles han sido los elementos que han desencadenado la categorización de una persona como inmigrante o extranjera: puede ser el fenotipo, la forma de hablar, la vestimenta, la conducta, etc. Diferentes informes (ONU, 2018) han evidenciado que muchas personas españolas afrodescendientes son tratadas como extranjeras en diversos ámbitos de su vida cotidiana. Por lo tanto, cuando se investiga la discriminación de personas migrantes, a menudo interactúan distintos aspectos que no siempre tienen que ver con el origen, como son la raza, la religión, la clase social, etc.

Hay que tener en cuenta que las personas tienen diferentes grupos de pertenencia y pueden vivir experiencias de discriminación múltiples en base a distintos criterios. En una experiencia concreta de discriminación suelen interactuar estereotipos específicos históricamente construidos de dominación social, como el género, la etnicidad, la clase, la raza y la identidad cultural. Hay que prestar atención a todas estas categorías, sabiendo que las relaciones entre categorías son cambiantes y siempre situadas en un determinado contexto histórico y social. Además, cada categoría es diversa internamente y fruto de un proceso continuo de construcción y reconstrucción, en el cual intervienen factores individuales, interpersonales, intergrupales, institucionales, estructurales y culturales.

A pesar de su complejidad causal, en los medios de comunicación y en el discurso social se está imponiendo la idea que la principal causa de la discriminación de la personas migrantes es la pobreza y que podríamos resumir en la expresión: No es xenofóbia (o no es racismo) es aporofobia (Europapress, 14/05/2017). Aporofobia es un término acuñado por la filósofa española Adela Cortina (2014) para hacer referencia al rechazo a la persona pobre, desemparada, que carece de medios o de recursos. Es una palabra que está teniendo una amplia difusión: en 2017 ha sido elegida palabra del año por la Fundación BBVA, en 2018 entró en la RAE y en 2021 se incluye en la tipificación de los delitos de odio.

Si bien el concepto puede ayudar a visibilizar la discriminación sufrida por las personas sin recursos, su uso está siendo problemático cuando se utiliza como única explicación de la discriminación sufrida por las personas de origen extranjero o personas racializadas en España. Para ampliar el foco de análisis más allá de la pobreza, en este artículo presentamos algunos resultados de un estudio recientemente publicado por el Observatorio de la Inmigración de Tenerife sobre las experiencias de discriminación de personas migrantes (Buraschi, Oldano y Godenau, 2021). En esta investigación se analizan tanto la discriminación social como la discriminación institucional. La discriminación social incluye diferentes aspectos de la vida cotidiana, como la búsqueda de empleo, las condiciones laborales, el acceso a la vivienda, el acceso a locales de ocio y las relaciones en los lugares de residencia. También hace referencia a las amenazas, insultos u hostigamientos por parte de los vecinos o en las redes sociales, además de las experiencias de violencia, robo o hurto u otras de agresión. La discriminación institucional abarca todas las situaciones relacionadas con la administración pública y los servicios públicos y, en general, con organismos o entidades que desempeñan una función de interés público, independientemente de que su titularidad sea pública o privada. Esta distinción entre discriminación social e institucional puede ser útil para pensar la especificidad de determinadas dinámicas discriminatorias. Sin embargo, no hay que olvidar que muchas experiencias de discriminación dependen de la interacción de diferentes factores.

Los resultados de este estudio evidencian que, por un lado, la discriminación es una experiencia común entre las personas migrantes residentes en Tenerife y, por el otro, existen importantes diferencias entre personas que pertenecen (o son asignadas) a distintas categorías sociales: las personas de origen africano viven experiencias de discriminación más frecuentemente que las personas de origen latinoamericano y asiático.

La variable origen está estrechamente vinculada a la auto-adscripción racial y a la creencia religiosa: las personas categorizadas como negra/afro y árabe, y las personas que se declaran como musulmanas, están claramente afectadas por mayores niveles de discriminación. Ser musulmán es un factor que aumenta las probabilidades de vivir experiencias de discriminación, tanto en el ámbito social como en el ámbito institucional. Las personas musulmanas son las que viven o son testigos de las experiencias de discriminación más violentas: insultos en la calle, agresiones, etc. También son las personas que en mayor grado ven limitado su derecho a la práctica religiosa.

Las personas árabes y negras/afro son las que viven con mayor frecuencia la discriminación institucional, como el perfilamiento racial por parte de la policía, y la discriminación social, como la negativa a acceder a lugares de ocio.

Estos resultados evidencian que, si bien las razas no existen desde un punto de vista científico, sí que existen desde un punto de vista social (Buraschi y Aguilar, 2019). La categorización racial, es decir, el proceso social e ideológico de asignación de una persona a un determinado grupo racial tiene importantes efectos en la experiencia cotidiana de las personas migrantes y estos efectos pueden ser más significativos que la clase social.

Los resultados de la investigación evidencian, también, que ser mujer conlleva una especial vulnerabilidad en determinados contextos. En el ámbito laboral son numerosas las experiencias de explotación y de abuso que a menudo incluyen acoso sexual. En el ámbito del acceso a servicios, se destaca el mal trato en las oficinas públicas.

Encontrarse en situación administrativa irregular es un factor de vulnerabilidad que puede aumentar la posibilidad de sufrir discriminación: una mayor probabilidad de explotación laboral, problemas de acceso a la vivienda y dificultades de acceso a los derechos sociales y educativos. Esta investigación destaca las experiencias de discriminación institucional particularmente dramáticas sufridas por las personas de origen africano llegadas a lo largo de 2020 por vía marítima irregular (Godenau, Buraschi y Zapata, 2020).

Lo argumentado anteriormente no implica que la clase social no sea relevante. La clase social baja se asocia a mayores niveles de discriminación, tanto social como institucional. Las diferencias introducidas por esta variable de estratificación social son, no obstante, menores que las registradas en las categorías raciales. Además, el índice general de discriminación muestra una clara influencia moduladora del continente de origen en los niveles de discriminación. Las personas de clase medio-alta de origen africano tienen niveles de discriminación más elevados que las personas latinoamericanas de clases bajas.

Este estudio destaca que considerar que la discriminación se debe únicamente a la clase social, es decir, interpretar la discriminación como el resultado exclusivo de la aporofobia, la aversión hacia las personas pobres, es una simplificación que oculta la complejidad del problema e invisibiliza la importancia de categorías como el origen, la raza o la pertenencia religiosa. La clase social es un factor importante, pero otras variables pueden tener un mayor valor predictivo.

Hay que tener en cuenta que la forma de analizar y definir las causas de un problema social determina las propuestas para resolverlo. La discriminación de las personas migrantes está condicionada por una multiplicidad de factores que hay que tener en cuenta. Uno de los primeros pasos para combatir la discriminación es estudiar las experiencias discriminación que viven las personas migrantes cotidianamente analizando cómo se interseccionan de forma situada y compleja variables como el sexo, la raza, el origen, la pertenencia religiosa o la clase.

Bibliografía

Aguilar, M. J. y Buraschi, D. (2014). Discriminación por motivos étnicos o raciales. En A. Baylos, C. Florencia y R. García Schwarz (Coords.), Diccionario internacional de derecho del trabajo y seguridad social (pp. 723-732). Valencia: Tirant lo Blanch. ISBN: 978-84-9053-140-2

Buraschi, D., Oldano, N. y Godenau, D. (2021). Experiencias de discriminación de inmigrantes en Tenerife. Observatorio de la inmigración en Tenerife.  https://obiten.com/project/experiencias-de-discriminacion-de-las-personas-migrantes-en-tenerife/

 

Buraschi, D., y Aguilar-Idáñez, M. J. (2019). Racismo y antirracismo. Comprender para transformar. Albacete: UCLM. DOI: 10.18239/atena.16.2019

Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre: un desafío para la democracia. Barcelona: Paidós.

Europapress (14/05/2017). No es xenofobia, es aporofobia (rechazo al pobre). Entrevista a Adela Cortina. Disponible en https://www.europapress.es/epsocial/derechos-humanos/noticia-no-xenofobia-aporofobia-rechazo-pobre-20170514114457.html

Godenau, D., Buraschi, D. y Zapata Hernández, V.M. (2020). Evolución reciente de la inmigración marítima irregular en Canarias. OBITen Factsheet 8-2020. DOI: https://doi.org/10.25145/r.obitfact.2020.05.

Organización de Naciones Unidas (2018). Informe del grupo de trabajo de expertos sobre los afrodescendientes acerca de su misión a España. Disponible en https://www.felma.org/wp-content/uploads/2020/06/Infoem-del-grupo-de-trabajo-sobre-afrodescendientes-ONU.pdf

 

Número 13, 2023
Con voz propia

Avisadores del fuego

Voiced by Amazon Polly
Foto de Sebas

Sebastián Mora Rosado

Universidad Pontificia Comillas

Avisadores del fuego es una formulación de Walter Benjamin para revelar a aquellas personas que alzan su voz para anticipar las catástrofes sociales. Formulada en tiempos sombríos de la Europa de entreguerras recobra en nuestro días plena actualidad. El ascenso político de personajes como Trump, Salvini, Bolsonaro que son una mezcla de fascismo clásico e influencers de las redes sociales. Los crecientes discursos de odio –con fondo supremacista- hacia personas en movilidad humana forzada y el aumento de la aporofobia (odio al pobre) como discurso cotidiano nos hacen temer estar entrando en la época más sombría de nuestra humanidad (Zambrano). En este contexto no nos vale el silencio cómplice ni el análisis neutral de lo que acontece.

Adorno nos convocó a rearmarnos éticamente tras la barbarie nazi: Orientar nuestro pensamiento y acción de tal modo que Auschwitz no se repita, que no ocurra nada parecido. Más allá de la extrema singularidad del hecho de la shoah (catástrofe) empezamos a experimentar con temor y temblor que la barbarie se aproxima por múltiples frentes. Y esta barbarie nos concierne a todos y todas.

Primo Levi, en Si esto es un hombre, reconocía que los monstruos existen, pero son pocos para ser verdaderamente peligrosos; y añadía que son más peligrosos las personas corrientes que acaban convirtiéndose en espectadores indiferentes de la realidad de sufrimiento y exclusión. Son los monstruos normales (Adorno) los que acaban legitimando las situaciones ordinarias y extraordinarias de barbarie. Hemos ensanchado una zona gris en el mundo que acaba banalizando el mal (Arendt) y corremos el riesgo de convertirnos, desde silencios e indiferencias, en cómplices del mal. Monseñor Agrelo, hace unos meses tras uno de los múltiples naufragios, lo señalaba con claridad: Hoy se han ahogado 44 emigrantes, 35 frente a las costas de Túnez, 9 en las costas de Turquía. No son noticia. Que se hunda su crucero, no hace saltar las alarmas en ninguna conciencia y no da lugar a pensar en responsabilidades de nadie. Son sobrantes del naufragio de la humanidad. No merecen la atención de nadie, y si los políticos se ocupan de ellos, no es para recordar los deberes que tememos con los emigrantes, sino para decidir qué vamos a hacer con ellos, como si fuesen nuestra propiedad.

Estas zonas grises se convierten en velos que normalizan la barbarie haciéndonos convivir con las atrocidades más espeluznantes como normalidad naturalizada. Estamos construyendo relatos, valores y leyes normativas para banalizar la injusticia. Estamos edificando narraciones socialmente construidas con la capacidad de definir quién es importante y quién es superfluo. Son relatos que legitiman la construcción de residuos humanos y sustentan la inhumanidad y la crueldad. Narraciones y relatos que se interiorizan en muchas personas de nuestras sociedades y normalizan las expulsiones sin derechos, los éxodos forzados, la precariedad institucionalizada, el racismo justificado y el abuso legitimado.

Urge un rearme moral en nuestros mundos para no pactar con las barbaries que construyen fronteras inmorales, olvidos irreparables y compasiones inocuas. Debemos tejer redes de aviso del fuego de la barbarie en nuestras sociedades. Son tiempos para retomar la voz, hacer valer la acción y construir puentes de resistencia frente a los muros obscenos. Ya sabemos que es tarde, pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer futuro (Casaldaliga).