Del dato a la acción

El dinero no me hace feliz, me hace falta

¿Podemos afirmar que el dinero da la felicidad? Desde luego que mal no viene… pero, ni su carencia puede explicar por sí solo las situaciones de vulnerabilidad social, ni cuando lo hay puede determinar nuestra calidad de vida.
Por Thomas Ubrich.

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Del dato a la acción

El dinero no me hace feliz, me hace falta

Thomas Ubrich, equipo de Estudios de Cáritas Española.

 

¿Podemos afirmar que el dinero da la felicidad? Desde luego que mal no viene… pero, ni su carencia puede explicar por sí solo las situaciones de vulnerabilidad social, ni cuando lo hay puede determinar nuestra calidad de vida.

Ahora bien, es manifiesto que el hecho de disponer o no de dinero, y según cuánto disponemos, tiene un impacto más o menos positivo en nuestro sentimiento de felicidad y sobre nuestra percepción de estar incluido o menos. Parece que de hecho esta relación es incluso más pronunciada cuando uno es más pobre que cuando uno es más rico. Una razón para entender esta afirmación es que el hecho de disponer de dinero es más eficaz para satisfacer necesidades deficientes o no cubiertas, que para satisfacer necesidades superiores, es decir las relacionadas con la autorrealización.

La falta de dinero suficiente para poder cubrir las necesidades esenciales obliga a muchas familias a hacer renuncias, arbitrajes imposibles entre comer productos frescos o poder llenar el depósito del coche, pagar el abono mensual de transporte, o comprar ropa nueva, materiales escolares o incluso posibilitar que los hijos acudan a una excursión del colegio. Estas estrategias o decisiones obligadas hacen muchos estragos en las familias y sus miembros, dejando heridas y cicatrices fruto de la ansiedad y el miedo al mañana que bloquea el poder planificarse y vivir con tranquilidad.

Globalmente, el 7% de las personas de 16 o más años reconoce no haberse sentido feliz nunca o solo alguna vez durante el año 2022[1]. Este porcentaje fue mayor a medida que descendía el nivel de ingresos, alcanzando casi el 10% de las que tenían ingresos bajos, frente al 5% de las de ingresos altos; es decir generando una brecha de desigualdad de 5 puntos porcentuales entre los que más tienen y los que menos.

Sentirse feliz solo alguna vez o nunca

Fuente: elaboración propia a partir datos modulo anual 2022 ECV, INE
Nota: Los quintiles de ingreso se obtienen al ordenar la población desde el individuo más pobre al más rico y luego dividir esa población en cinco partes iguales. Un “quintil” representa el 20% (o un quinto) del número total de individuos de una población determinada.

 

De la misma manera, la percepción de sentirse excluido de la sociedad (de acuerdo o totalmente de acuerdo) es casi 4 veces mayor entre la población con menos ingresos (12%) frente a la que más tiene (3,4%).

Sentirse excluido

Fuente: elaboración propia a partir datos modulo anual 2022 ECV, INE

 

Asimismo, algo similar ocurre si observamos la percepción de soledad, una vez más un nivel de ingresos más bajo parece asociarse con el sentimiento más negativo: un 4,1% del primer quintil de ingresos reconoce sentirse siempre solo frente al 0,5% del quinto quintil. Se trata de un sentimiento muy relacionado con el sentimiento de satisfacción con la vida, felicidad o inclusión, a su vez muy relacionado con la posibilidad de poder pedir ayuda a personas del entorno social más cercano: el 11,6% de las personas con los ingresos más bajos dijo no poder pedir ayuda a familiares, amigos o vecinos, frente al 3,4% de las personas con los mayores ingresos.

Siempre sentirse solo

Fuente: elaboración propia a partir datos modulo anual 2022 ECV, INE

 

En suma, tal vez no existan los medios ni los recursos para garantizar la felicidad, pero sin duda, las autoridades públicas pueden y deben garantizar el derecho a un nivel de vida adecuado de todas las personas y familias, independientemente de su origen, su situación de dependencia o discapacidad, su composición familiar, su género, o cualquier otra cuestión que genere una situación de desventaja. Esta protección debe pasar indudablemente por un sistema de garantía de ingresos mínimos, así como de políticas públicas y sociales adecuadas y suficientes para permitir cubrir las necesidades básicas y esenciales, pero también asegurar una participación social en condiciones de dignidad y de libertad de elección.

 

[1] Módulos de salud y calidad de vida, ECV 2022, INE.

 

Número 14, 2023