Ciencia social

Causas e implicaciones del comportamiento político abstencionista: un cortocircuito democrático

Andrea Martín Gallego. MA in Social Science. Universidad Carlos III- Instituto Juan March

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Los sistemas democráticos no surgen ex nihilo. Estos han sido diseñados en momentos históricos concretos por actores políticos con intereses personales y colectivos, modelando los proyectos para generar lo que consideran óptimo. Las instituciones cumplen funciones latentes y manifiestas contribuyendo a la transformación o reproducción del status quo. Al centrar los análisis en los outputs electorales perdemos de vista los procesos y dinámicas políticas que los encuadran y generan (Moreno Pestaña 2021).

Un análisis rico y realista de los resultados será aquel que discuta los factores estructurales que interaccionen con los sistemas representativos para dar cuenta de la generación de bolsas de ciudadanía pasiva en España. En otras palabras, aquellos que contemplen la falta de integración social como motor de la apatía política.

 

¿Dónde nos encontramos?

En las sociedades occidentales las democracias se han configurado como sistemas políticos que permiten a la ciudadanía cambiar el gobierno mediante la participación en las elecciones. Consecuentemente, quienes participan en los comicios tienen más probabilidad de ver sus demandas representadas, interviniendo directa o indirectamente en la toma de decisiones (Lipset 1959). Para que el funcionamiento sea óptimo, quienes están dentro del sistema parlamentario han de considerar las demandas de los votantes; por el contrario, la ciudadanía ha de asumir críticamente las decisiones tomadas por los políticos (íbid.). Esta teoría, sin embargo, no se refleja fielmente en la práctica (gráfico 1).

 

Los sistemas democráticos en los que el voto es la forma hegemónica de participación política asumen que la norma es acudir a los comicios. La otra cara de la moneda, la abstención electoral, es una desviación de la virtud democrática de la ciudadanía. La apatía política no se distribuye aleatoria ni homogéneamente entre los estratos sociales, formándose bolsas de ciudadanía pasiva con características notablemente distintas a aquellas que sí participan. Acudir a los comicios o participar en política no está exclusivamente motivada por razones utilitarias (Linz & Stephan 1996), sino que las estructuras sociales facilitan o dificultan la estabilidad, eficacia y eficiencia de los sistemas democráticos. Por tanto, las explicaciones para la ausencia de ciertos sectores sociales en    la vida política vertebradas por un solo factor, ya sea económico, ideológico o la voluntad individual, son parciales al carecer de visión panorámica y aproximación sociológica (Sen 1992).

El abstencionismo es un comportamiento político preocupante tanto por la omisión de demandas de la ciudadanía pasiva como por el peso extraordinario que tiene el voto de aquellos que sí lo hacen. El desbalance participativo junto a las diferencias sociales y económicas de cada bloque se traducen en un cortocircuito representativo en la toma de decisiones y la distribución de sus consecuencias, como el impacto de las externalidades positivas y negativas de las decisiones económicas, laborales o ambientales. Para llenar las democracias formales de significado práctico y político es necesario conocer las dinámicas sociales y los mecanismos institucionales y organizacionales que generan desigualdades jalonando el ideal representativo (Moreno Pestaña 2021).

Las personas excluidas políticamente, los abstencionistas, no se involucran en partidos u organizaciones del tercer sector y tampoco son representantes políticos, suelen encontrarse en situación de exclusión social. El carácter dinámico, multidimensional y procesual de la exclusión social (FOESSA 2019b) hace que personas que siguen distintos itinerarios exclusógenos acaben manifestando comportamientos políticos parejos. Precisamente, reconocer la entidad de la exclusión social como fenómeno social y decisión política es crucial para no asociar espuriamente factores que pueden influir en los procesos y resultados electorales.

La abstención trasciende las barreras electorales y permea en todos los tipos de participación política. Parece ser que las personas en situación de exclusión social también son menos tendentes a involucrarse en asociaciones del tercer sector, promover  iniciativas ciudadanas y ser miembros de partidos políticos y sindicatos (FOESSA 2019a; Justel 1990; Trujillo & Gómez 2011). Es decir, no solo las personas en situación de exclusión social no son representantes si no que están infrarrepresentadas a través de todas las vías de participación política.

 

¿Hacia dónde vamos?

Tras la celebración de las elecciones municipales y algunas autonómicas el pasado 28 de mayo todas las miradas y los análisis tratan de vaticinar los resultados de los comicios nacionales del 23 de julio. Todas las lecturas de la pasada y futura jornada electoral están vertebrados por la división exacerbada de los partidos de derechas e izquierdas, así como la importancia del bloque abstencionista.

En las últimas elecciones la tasa de abstención fue la más alta desde el año 2007, habiendo 104 municipios en los cuales el 50% de la población no acudió a las urnas (Sangiao 2023). Para explicar la pasividad ciudadana se ha recurrido al castigo de los votantes de izquierdas, la desafección política generalizada y a la privación material. Todos  estos factores dan cuenta parcialmente del fenómeno, pero la discusión es más exhaustiva al observar las motivaciones abstencionistas desde las distintas dimensiones de la exclusión.

Hay un vasto corpus teórico señalando a la pobreza y a la exclusión social como motores abstencionistas (Geys 2006; Riba & Cuxart 2000; Wolfinger & Rosenstone 1980). Estos conceptos están interrelacionados, pero debemos reconocer su singularidad para poder abordarlos de forma separada. El concepto de exclusión se escinde del de pobreza dado que al profundizar en el segundo se observa la emergencia del primero. Este incluye a personas socialmente vulnerables sin sufrir necesariamente privación económica severa.

El nivel de conflictividad en el barrio y dentro del hogar, el estado y propiedad de la vivienda, situación laboral, estado de salud, nivel educativo o el grado de involucración en la comunidad son los factores exclusógenos con los que FOESSA clasifica a las personas en el continuo de integración y exclusión. Esta variedad evidencia la diversidad de itinerarios de exclusión posibles en un contexto donde la propiedad de la vivencia es un tema candente, desmantelamiento de la salud pública y desaparición de la función integradora del trabajo (Laparra 2001). Con ello sugiero que las personas en situación de exclusión social pueden ser muy distintas ente sí, pero todas coinciden en no encontrarse perfectamente integradas en las sociedades, no siendo partícipes de su vida pública.

En cuanto estas divisiones entre excluidos e integrados políticamente cristalizan, los primeros están sistemáticamente infrarrepresentados redundando en la sobrerrepresentación de los segundos, quienes tienen con más recursos económicos, socio-relacionales y políticos. El último recurso mencionado es especialmente interesante dado que quienes más declaran no participar en las elecciones nacionales en las encuestas de FOESSA, la mayor parte no se definen ideológicamente, ya sea porque no saben o no contestan (gráfico 2). Asimismo, también es menos probable que tomen parte de iniciativas ciudadanas, menos aún en sindicatos o partidos políticos. Las personas en situación de exclusión social parecen contar con menos recursos y facilidades para configurar su ideología, no contando con los recursos internos ni externos que motiven su activación política.

 

Estar incluido en la sociedad, participar de ella y contribuir con la configuración de los espacios públicos y políticos, es fundamental para sentirse capaz y motivado para intervenir en la vida política. Las maneras de conseguirlo son tan diversas como los itinerarios exclusógenos. Las alternativas son diversas, como por ejemplo eliminar trabas  burocráticas, favorecer la accesibilidad en las ciudades, frenar el desmantelamiento de los servicios sanitarios y educativos o promover la creación de iniciativas ciudadanas (FOESSA 2019; Moreno Pestaña 2021).

 

Repensemos y actuemos

De cara a las próximas elecciones y debates sobre los sistemas representativos y gubernamentales sería interesante incluir nuevas líneas argumentales. Además de prestar atención a la ubicación ideológica individual en el espectro de izquierda y derecha es necesario considerar cómo la jerarquización de las instituciones y organizaciones políticas  condicionan igualmente la abstención. Se debe visibilizar y poner en valor las plataformas locales y movimientos sociales dado que favorecen el acceso del grueso de la ciudadanía         en procesos decisivos y de intervención social. La abstención electoral es el síntoma más  sangrante de la exclusión política, pero no por ello han de desatenderse otros indicadores  del desafecto con el sistema político y representativo.

La exclusión política es un cortocircuito democrático; la inclusión social parece ser de los  pocos antídotos contra ello.

 

Referencias

FOESSA. (2019a). Desigualdad Y Participación Política. Madrid: FOESSA

FOESSA. (2019b). VIII informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en España. Madrid: FOESSA.

Geys, B. (2006). Explaining voter turnout: A review of aggregate-level research. Electoral Studies, 25:637-663.

Justel, M. (1990). Panorama de la abstención electoral en España. Revista de Estudio Políticos (Nueva Época), 68:343-396.

Laparra, M. (2001). Una Perspectiva De Conjunto Sobre El Espacio Social De La Exclusión en Pobreza y exclusión: la ‘malla de seguridad’ en España, editado por L. Moreno. Madrid: CSIC Politeya.

Linz, J. J., & Stepan, A. C. (1996). Toward consolidated democracies. Journal of Democracy, 7(2), 14-33. doi:10.1353/jod.1996.0031

Lipset, S.M. (1960). Political Man: The Social Basis of Politics. New York: Double-day.

Moreno Pestana, J.L. (2021). Los pocos y los mejores. Madrid: Akal.

Sangiao, S. (2023) ‘La España que no vota: en 104 municipios se abstuvo más de la mitad de la población.’, El Público. https://www.publico.es/politica/espana-no-vota-104- municipios-abstuvo-mitad-poblacion.html

Riba, C., & Cuxart, A. (2000). Associationism and electoral participation: a multilevel study of 2000 Spanish general election. Journal of Economic Literature Classification:1- 33.

Sen, Amartya. 1992. Sobre conceptos y medidas de pobreza. Comercio Exterior, 42(4):310-322.

Trujillo Carmona, M., & Gómez Fortes, B. (2011). Los excluidos también pueden votar: abstención y exclusión social en España. Fundación Alternativas.

Wolfinger, R. E, & Rosenstone, S. J. (1980). Who Votes?. New Haven: Yale University Press.

 

Número 14, 2023
Editorial

La voz de los vulnerables en los procesos electorales

El segundo número de la nueva etapa de Documentación Social sale a la luz tras un intenso proceso de elecciones sucesivas. Las adelantadas generales, las autonómicas en casi todas las comunidades y las municipales y europeas en el conjunto del Estado. Todas ellas celebradas en el espacio de un mes.

Desde el tercer sector de acción social somos cada vez más conscientes de que la acción no se puede situar al margen de los avatares y de las dinámicas de la política en ninguno de sus niveles, pues de las decisiones que en ellos se toman dependen muchas de las cuestiones de nos ocupan y preocupan. Y, conscientes de ello, desplegamos toda la tarea de incidencia política tratando de convencer a los partidos para que incluyan en sus programas esas medidas que se juzgan beneficiosas para las personas y los colectivos con los que trabajamos.

Y más allá de los programas, una vez constituidos los diversos gobiernos, nos ocupamos también de hacer un permanente seguimiento del grado de cumplimiento de lo escrito en los programas, y en general de las políticas reales que estos desarrollan o que dejan de desarrollar.

No obstante, aunque la labor de incidencia política desde el tercer sector es necesaria y debe seguir siendo una prioridad para la acción social, no debemos olvidar el hecho de que, a la postre, los partidos políticos van a actuar de una manera más decidida si los destinatarios de esa acción tienen peso electoral. Y todos los datos nos dicen que los sectores sociales más empobrecidos y excluidos votan menos, participan menos, se movilizan menos que la media de la población. Existe un problema en la representación de los “últimos” de la sociedad, cuya voz está cada vez más ausente de los procesos electorales.

Igual debemos reflexionar si la forma en la que hacemos incidencia política no debería empezar a tener en cuenta la potenciación de la participación política de las personas con las que trabajamos a riesgo de asumir como deseable el convertirnos en “voz de los que no la tienen” en un modelo de sociedad democrática en el que resulta que si la tienen y no tendrían por qué necesitarnos para ejercerla.

Procurar el bien común significa la búsqueda de lo bueno para todas y cada una de las personas que formamos el espacio colectivo. Y uno de sus indicadores es si realmente les va bien a los que están más abajo en la escala social. El interés general es otra cosa, porque no siempre lo que interesa se puede equiparar a lo bueno, ni lo general es necesariamente lo común, ateniéndonos a la definición anterior.

Pero en tanto el conjunto social toma conciencia de ello, la política se sigue moviendo en términos de interés general, conformado por lo que es percibido como interesante por las mayorías. Incorporar a esas mayorías decisorias la voz de los de abajo resulta algo esencial para hacer una buena y mucho más eficaz incidencia política que nos acerque realmente a entender el bien común como criterio de convivencia.

Número 2, 2019