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Para comprender las vulnerabilidades rurales. Reflexiones desde un caso andaluz.

Auxiliadora González-Portillo. Profesora Titular Dpto. Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad Pablo de Olavide 

Esteban Ruiz-Ballesteros. Catedrático Dpto. Antropología Social, Psicología Básica y Salud Pública. Universidad Pablo de Olavide 

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El análisis de las vulnerabilidades sociales ha estado centrado principalmente en contextos urbanos lo que ha condicionado la investigación de este fenómeno en los contextos rurales. En este artículo pretendemos profundizar en la identificación y comprensión de las vulnerabilidades rurales desde una estrategia teórico-metodológica distinta a la convencional que implica una concepción multidimensional, la aplicación de técnicas cualitativas y el trabajo a escala local. 

 

La vulnerabilidad y lo rural 

La vulnerabilidad es un concepto multidimensional y multifacético, que se utiliza de manera diferente en función del contexto y ámbito de investigación (Downing et al., 2005; Casale et al., 2010; Paul, 2014; Ayele et al., 2022). Su uso en relación a la ruralidad va siendo habitual (Cabero et al., 2011; Sotomayor, 2012; Yang et al., 2021; Yuliawan et al.,2022), lo que nos ayuda a desmitificar ese idilio rural que promete la publicidad turística urbanita.  

Sin embargo, el análisis de las vulnerabilidades sociales ha estado centrado principalmente en contextos urbanos (Yang et al., 2019) y esto condiciona cómo se ha investigado sobre la vulnerabilidad rural. Desde el mundo urbano la ruralidad no es más que un referente exótico, al que rara vez se le reconoce particularidades que le hagan merecedor de una consideración analítica específica. Por eso, abordar apropiadamente las vulnerabilidades rurales es algo urgente. Entre otras cosas porque si el rural proofing forma parte de las agendas de los diferentes actores políticos (desde la Unión Europea hasta la política local) es necesaria la generación de un conocimiento que sea capaz de incorporar las particularidades, variables y circunstancias cambiantes del mundo rural en todas sus dimensiones (Nordberg, 2021), también en lo relativo a las vulnerabilidades sociales. 

El análisis de las vulnerabilidades en contextos rurales es una temática de investigación relativamente reciente y con dos corrientes principales: (1) la que considera las vulnerabilidades rurales desde una perspectiva económica vinculada al ámbito de la pobreza y la privación material y (2) la que considera las vulnerabilidades rurales desde una perspectiva ambiental vinculada al cambio climático y las catástrofes naturales (Valdés, 2021). Estos dos enfoques son esenciales para comprender las vulnerabilidades rurales, pero, en nuestra opinión, muestran una serie de limitaciones: 

  • una concepción de la vulnerabilidad unidimensional vinculada principalmente a lo material (sea en forma de pobreza y privación económica), o a lo ambiental (catástrofes naturales y cambio climático) 
  • la preeminencia del uso de metodologías cuantitativas para su abordaje, basadas en estadísticas macro, nacionales o regionales, a pesar de que hay serios problemas de disponibilidad de datos en la medida en que se desciende a las escalas locales, estratégicas para la comprensión de los espacios rurales 
  • la aplicación de modelos de investigación diseñados originariamente para contextos urbanos, que después se intentan reproducir en los contextos rurales no considerándose las particularidades de los mismos. 
  • focalización de casos de investigación en países en vías de desarrollo, con lo cual nuestro norte global queda manifiestamente ausente de estudios en este sentido  

En este artículo pretendemos profundizar en la identificación y comprensión de las vulnerabilidades rurales desde una estrategia teórico-metodológica distinta a la convencional. Planteamos una perspectiva de investigación de las vulnerabilidades rurales que no se limita solo a sus ámbitos ecológicos o económicos, sino que también atiende de forma específica al entorno social rural en sí mismo. De esta forma podemos concebir las vulnerabilidades rurales como aquello que pone en riesgo el bienestar social del mundo rural. Desde esta perspectiva, definimos las vulnerabilidades rurales como las circunstancias, fenómenos o procesos que generan problemas para un funcionamiento normalizado y deseable de los grupos o individuos que habitan los pueblos, que dificultan la vida en comunidad y que, por tanto, requieren de apoyos/intervención externos para su solución. Concretamente, como veremos más adelante, nos hemos centrado en analizar los factores que provocan estas vulnerabilidades. 

Junto a esta concepción teórica de las vulnerabilidades rurales, amplia y multidimensional, aplicamos una metodología cualitativa a escala local, que genera información y datos primarios lo que nos permite no depender exclusivamente de datos secundarios y estadísticos. En concreto, la reflexión que presentamos aquí se sustenta en un estudio de caso exploratorio (Poteete et al. 2010) con metodología cualitativa etnográfica en el Valle del Genal (Málaga, Andalucía). A nivel analítico nuestra investigación ha contemplado una doble escala: comarcal y local. Para ello hemos estado trabajando con los profesionales de servicios sociales adscritos a dicha comarca, y asimismo se ha desarrollado un trabajo de campo específico en uno de los 15 pueblos del Valle. Mediante entrevistas, talleres, recuento etnográfico, observación y consulta de fuentes secundarias, hemos sido capaces de acercarnos al mundo de las vulnerabilidades en el valle del Genal. Esta forma de investigar nos ha permitido: (1) una caracterización exploratoria de vulnerabilidades rurales que trascienden a la privación material o a la crisis socioambiental; y (2) valorar la importancia de la aproximación metodológica cualitativa a escala local/micro como única forma de acceder a realidades que no se recogen en las estadísticas nacionales/macro y que resultan capitales para comprender las vulnerabilidades en el ámbito rural.  

 

La periferia rural de Andalucía ante las vulnerabilidades 

En Andalucía, la situación socioeconómica de la ruralidad periférica está caracterizada de manera general por dos aspectos esenciales: un fuerte sistema de protección social (mediante prestaciones y subsidios económicos y empleo público) y la diversificación de la economía doméstica. La combinación de ambos aspectos hace que las familias desarrollen unas estrategias domésticas que les permiten vivir adecuadamente en virtud de sus expectativas, sin situaciones significativas de privación material o de riesgo de pobreza. Si a eso se le suma la percepción compartida de la limitada necesidad de gasto doméstico en el contexto rural, estaríamos ante una situación de buena calidad de vida y capacidad de consumo desde el punto de vista económico. En nuestra opinión la privación material o el riesgo de pobreza no es una vulnerabilidad definitoria del contexto rural andaluz y así los manifiestan sus propios protagonistas. Existe una distancia entre la realidad y los análisis macro y estadísticos al uso que nos sitúan normalmente ante un mundo rural empobrecido y necesitado. Los habitantes del valle del Genal son conscientes de ello teniendo claro que una cosa son los datos estadísticos y otra la realidad cotidiana en la que viven. 

La vulnerabilidad rural en nuestro caso de estudio no puede identificarse prioritariamente con el riesgo de pobreza económica, aunque eso de ninguna manera significa que la población rural de esta serranía malagueña esté exenta de vulnerabilidades. Hemos encontrado múltiples y variados factores que provocan vulnerabilidad en este contexto rural, pero requieren de una mirada amplia para su identificación. ¿Cuáles son los factores que provocan vulnerabilidad entre los habitantes de esta zona? Esto es, ¿cuáles son los factores que favorecen circunstancias, fenómenos o procesos que problematizan un funcionamiento normalizado y deseable dificultando la vida y por tanto haciendo necesaria la intervención social? Estos son los resultados, expuestos sucintamente, de nuestra indagación en el Valle del Genal. 

1. Movilidad. Los contextos rurales periféricos sueles estar alejados no solo de las ciudades sino incluso de las cabeceras comarcales. Tener capacidad de movilidad se convierte en un requisito indispensable para poder acceder a muchos servicios y recursos (públicos y privados) o incluso para poder trabajar. Pero ¿qué garantiza esa capacidad de movilidad? Por un lado, disponer de automóvil propio y, por otro, contar con servicio de transporte público. Lo primero no es accesible a todo el mundo (ni por economía ni, fundamentalmente, por características personales: edad, por ejemplo). Por su parte, en estas zonas el transporte público es muy limitado. La única opción que queda, en muchos casos es pagar un transporte individual de forma privada, con lo que eso supone de gravamen económico para la población rural. 

A esto hay que unirle (como ocurre en el Genal) que las zonas de montaña tienen carreteras peligrosas y de difícil tránsito, agravando aún más esa movilidad. Esta peculiar orografía de algunas zonas rurales, implica también déficits de movilidad incluso al interior de los pueblos, principalmente para las personas mayores o con discapacidad física.  

Los problemas de movilidad (internos y externos) son un claro factor de vulnerabilidad social porque dificultan el acceso a recursos, servicios e incluso a derechos básicos de la población rural. No podemos obviar el sobrecoste económico que lleva aparejado para los que no disponen de vehículo propio, así como su papel intensificador del aislamiento y la soledad sobre todo para la población mayor, hegemónica en estos contextos rurales. 

2. Soledad. Una de las características de los contextos rurales en Andalucía es el elevado nivel de envejecimiento y la cantidad de población mayor que vive sola. Esta soledad, en gran parte impuesta, no elegida, se configura como otro de los factores fundamentales de vulnerabilidad rural. Esta soledad tiene diferentes causas: ausencia de familia, ausencia de vecinos, deterioro físico fruto de la propia vejez que aboca cada vez más a los mayores a habitar casi en exclusiva el interior de las casas, etc… Y también diversas consecuencias: falta de cuidados y sentimiento de abandono y de tristeza. Pero también tiene consecuencias para el propio Sistema Público de Servicios Sociales, en la medida en que proporcionalmente, se reciben muchas más demandas de atención relacionadas con la dependencia de las personas mayores que en el ámbito urbano, como reconocen las propias trabajadoras sociales. La soledad es un factor que propicia una vulnerabilidad rural específica a distintos niveles y escalas. 

3. Mentalidad. La mentalidad de muchos habitantes rurales es un factor de vulnerabilidad, puesto que propicia consecuencias negativas en la cotidianidad, no solo a ellos sino a toda la comunidad. Son variados y diversos los rasgos de esta mentalidad, que van desde la resistencia y temor a salir del pueblo, a la muy escasa valoración de la formación, pasando por la normalización de ciertos comportamientos relacionados con la violencia de género o las adicciones, o el conformismo en las aspiraciones vitales… Todas estas actitudes y pautas de comportamiento de una parte de la población rural, configura una mentalidad que se convierte en un factor de vulnerabilidad, ya que provoca limitaciones de oportunidad vital a nivel personal e incluso bloqueos al desarrollo de la comunidad. 

4. Falta de recursos y servicios. Este es uno de los factores de vulnerabilidad rural más recurrente y está plenamente vinculado al factor movilidad. La falta de recursos y servicios atraviesa todas las dimensiones de la vida rural, desde el trabajo a la sanidad o la educación, hasta el ocio y el tiempo libre. En lo que tiene que ver con el acceso a servicios públicos, la vulnerabilidad se agrava aún más ya que estamos hablando de dificultad en el acceso a derechos esenciales. 

Existe un agudizado sentimiento de abandono por parte de la Administración pública en la medida en que, como hemos visto, no se trata ya solo de no tener servicios en los propios pueblos, sino que la Administración pública no se plantea ninguna estrategia de acercamiento a los mismos. De esta forma el acceso a esos servicios básicos depende de la capacidad personal de movilidad que, en muchos casos, como hemos señalado, no es fácil en estos contextos. Por su parte, la falta de recursos y servicios de ocio y tiempo libre, si bien se manifiesta de manera generaliza para la población del valle del Genal, presenta una dimensión especialmente preocupante de cara a los jóvenes que ven con frustración su imposibilidad de disfrutar de actividades o espacios de sociabilidad adecuados a sus expectativas (sobre todo espacios de sociabilidad específicos para la juventud).  

5. Despoblación. La pérdida de población es uno de los elementos definitorios de los contextos rurales periféricos en Andalucía, y se convierte en un factor de efectos multidimensionales: a) en el mantenimiento de recursos y servicios; b) en el deterioro biofísico (cultivos, infraestructura hidráulica, biodiversidad…); c) en los espacios simbólicos (riesgo de desaparición de fiestas y acciones simbólicas…) y d) en el propio urbanismo local (casas abandonadas, descuido urbano…). 

Pero a pesar de la vulnerabilidad que provoca la despoblación a nivel comunitario e individual, la gente tiene una visión muy crítica de las políticas públicas que se están llevado para luchar contra ella y que focalizan solo en una perspectiva demográfica y de repoblación. Estas políticas se están centrado en dos ejes principalmente: la atracción de nuevas familias con menores (para que no se cierren los colegios) y de personas que teletrabajen. Pero tanto una estrategia como la otra son fuertemente criticadas. No se entienden claramente como soluciones, a veces todo lo contrario: estas estrategias se identifican como nuevos problemas (y quizá como nuevos factores de vulnerabilidad). La falta de adaptación a lo rural de los nuevos pobladores, sea por sus expectativas o sus comportamientos, se vive a veces como una amenaza a lo comunitario y su calidad de vida. Ante esto los habitantes rurales son claros: ¿se trata prioritariamente de atraer a gente nueva desde la ciudad o de crear las condiciones adecuadas para que los jóvenes locales que quieran quedarse, puedan hacerlo? 

6. Control social. Una de las características socioantropológicas de las pequeñas localidades rurales es el sentido de comunidad. La falta de recursos, servicios y de población hace que la gente tenga más vínculos y sensación de tener que ayudarse, se desarrolla más sentido de la comunidad por necesidad, se trata de una evidente protección contra el exterior y sus amenazas, se desarrolla así el apoyo mutuo como pauta de funcionamiento cotidiano. Pero ¿dónde termina el apoyo mutuo y comienza el control social? Parece que ambas son caras de la misma moneda, el apoyo y el control van de la mano, mientras el primero es una indudable fortaleza social, el segundo se convierte en una amenaza. Existe una clara conciencia de que la comunidad siempre está ahí, es un respaldo, un seguro, pero no para todo. En muchas situaciones, la persona, a nivel individual se termina viendo ahogada por la dinámica y la presión comunitaria, esa que en otro momento ha podido ser su salvavidas. Paradójicamente, el control social inevitablemente asociado a la ayuda mutua, se convierte en un evidente factor de vulnerabilidad, no solo por el sufrimiento personal que genera como falta de libertad individual, sino porque incluso limita el acceso a algunos apoyos sociales o simplemente la posibilidad de cambiar o innovar pautas y comportamientos individuales y colectivos que pueden ser negativos en determinadas coyunturas. 

 

Sobre vulnerabilidades rurales 

Aunque nuestro caso de estudio es exploratorio y limitado, y por tanto sus resultados no permiten la extrapolación o la generalización, sí nos parece un buen caso para pensar las vulnerabilidades rurales de manera más amplia. Las principales vulnerabilidades de los habitantes del valle del Genal no son consecuencia de la privación material y/o el riesgo por el cambio climático. Como hemos visto, los factores que provocan sus vulnerabilidades son heterogéneos. Algunos de ellos —mentalidad o soledad— se detectan también en ámbitos urbanos, aunque sus expresiones rurales resultan particulares. Pero existen otros que parecen más propios de los contextos rurales: despoblación, movilidad, control social o falta de recursos y servicios. Entre ellos se establece una relación recursiva que los retroalimenta, amplificando sus efectos y marcando las peculiaridades rurales. La vulnerabilidad provocada por la soledad en el valle del Genal, por ejemplo, no se entiende si no se pone en relación directa con la orografía, el clima, la falta de transporte en general o de transporte adaptado, la despoblación…, todo ello, siguiendo a Pinazo-Hernandis (2023), propicia una vivencia de la soledad diferente y más intensa en el ámbito rural. Otro tanto cabría decirse sobre el control social o la falta de recursos, cuyos efectos particulares en el valle del Genal solo se entienden enmarcados en el conjunto de factores de vulnerabilidad que hemos expuesto.  

Es evidente que los factores de vulnerabilidad vinculados a lo espacial (distancia, dispersión demográfica, orografía, movilidad) sobresalen sobre otras variables comúnmente señaladas como básicas para el conjunto de la sociedad española como las de carácter económico. El caso del valle del Genal muestra que la dimensión territorial, como plantea Escribano et al (2019), influye notablemente en los procesos de vulnerabilidad rural. Los factores espaciales han sido poco tenidos en cuenta tanto por la academia como por las instituciones públicas, lo que Roberts y Green (2013) denominan ceguera geográfica. En este sentido algunos autores reivindican el concepto de justicia espacial (Soja, 2010; Nordberg, 2021), como una extensión de la justicia social, en la que quedarían englobados factores tales como distancias geográficas y culturales, infraestructuras y servicios, demografía, cultura y valores, entre otros. Muchos de los factores de vulnerabilidad de los que habitan el valle del Genal quedarían plenamente incorporados dentro de este concepto de justicia espacial. 

Los vecinos y profesionales que intervienen en el valle del Genal son plenamente conscientes de las vulnerabilidades de su mundo rural, hasta el punto de, como se ha expuesto anteriormente, mostrarse muy críticos con la conceptualización e intervención que al respecto se hace desde las políticas públicas, sobre todo respecto al reduccionismo demográfico y las estrategias de repoblación. Desde la propia comarca se entiende que es preciso desarrollar una visión más amplia de los problemas rurales, de sus vulnerabilidades; considerar una crisis de la ruralidad que trascienda no ya lo económico, sino también lo demográfico para orientar apropiadamente las políticas públicas y la intervención social. 

En este sentido, es preciso desarrollar una conceptualización amplia del concepto de vulnerabilidad que trascienda la privación material y los problemas ambientales y haga justicia a la situación socio-cultural del mundo rural. En el norte global, la vulnerabilidad rural parece tener una dimensión social eclipsada por miradas sesgadas. 

Existe una limitación de partida en el marco conceptual de la vulnerabilidad, que, construida desde la sensibilidad principalmente urbanita de políticos y científicos, deja fuera del análisis muchos factores que se manifiestan de manera especial en los contextos rurales. De hecho, esta es una de las principales críticas que reciben los modelos actuales de rural proofing (Nordberg, 2021). No es descabellado asociar este sesgo en la consideración de lo rural con la urbanormatividad como dispositivo cultural de nuestra sociedad (Fulkerson & Thomas, 2019). Normalmente quedan fuera del análisis de las vulnerabilidades rurales factores como la orografía, la movilidad, el control social o el acceso a los servicios y recursos, circunstancias que no se manifiestan tal cual en los contextos urbanos. Nuestro caso de estudio nos revela esta circunstancia con nitidez y nos anima a proponer dos recomendaciones que alumbrarían una mejor comprensión de las vulnerabilidades rurales en el norte global, y que por tanto deberían favorecer una política pública más eficaz. 

Primero, la necesidad de una reformulación teórica de las vulnerabilidades que contemple una concepción amplia de las mismas y que tenga en consideración la cotidianidad de los contextos rurales. Es evidente que la privación material y el riesgo de pobreza económica pueden estar presentes en el mundo rural, pero no son la única vulnerabilidad posible, y por supuesto, no tienen por qué ser las principales, como se muestra en la periferia de Andalucía. En este sentido, sugerimos que una reformulación del concepto de vulnerabilidad aplicado a la ruralidad en el sur de Europa debería: (1) reconsiderar la centralidad casi exclusiva de la privación material, (2) introducir una consideración estratégica de factores relacionados con lo espacial-territorial (movilidad, acceso a recursos y servicios, soledad…) y (3) reflexionar sobre otros factores más particulares vinculados a la cultural del mundo rural como la mentalidad o el control social. 

Segundo, esta reformulación teórica no tiene consistencia sin una ampliación del horizonte metodológico. Si nuestro caso de estudio nos muestra con nitidez otras caras de la vulnerabilidad es porque nos hemos aproximado al mundo rural de otra manera. La concepción urbanormativa de la vulnerabilidad parece extenderse también a lo metodológico: la forma de analizarla y medirla resulta análoga a la que se implementa en el mundo urbano, marcado fundamentalmente por datos secundarios cuantitativos. La aplicación de esta estrategia al mundo rural supone un problema a distintos niveles: (1) una disponibilidad muy limitada de este tipo de datos cuantitativos y mucho menos a las escalas requeridas para el estudio de las sociedades rurales; (2) las circunstancias de la vida y la economía rural son muy distintas de las de la vida urbana; y (3) se generan homogeneidades respecto a la ruralidad que contradicen su inherente carácter heterogéneo (Escribano et al, 2019). No es de extrañar, por tanto, que los factores de vulnerabilidad que no encajan teórica y metodológicamente con los análisis convencionales queden invisibilizados, como si no existieran. Por tanto, nos parece que para comprender adecuadamente las vulnerabilidades rurales es necesario articular los abordajes cuantitativos (datos secundarios) con aproximaciones cualitativas desagregadas a ciertas escalas que nos permitan caracterizar adecuadamente las vulnerabilidades en el mundo rural. 

Es necesario seguir trabajando tanto en la conceptualización teórica como en los modelos de abordaje metodológico de las vulnerabilidades en general y de las propias del mundo rural, en particular. Nuestra línea de investigación pretende mejorar la comprensión de los problemas del mundo rural para contribuir, en la medida de lo posible, al diseño de políticas públicas e intervenciones sociales más eficaces y eficientes. 

 

Referencias bibliográficas 

Ayele, L. y Degefa, T. “Translocal vulnerability of temporary rural–rural labor migrant-sending households in Quarit district, Northwestern Ethiopia”. Comparative Migration Studies, 10, 30, 2022; https://doi.org/10.1186/s40878-022-00303-2 

Cabero, V., Trejo, M.C. y Fernández, V. “Pobreza y exclusión social en el ámbito rural”. En Fundación Luis Vives (coord.) Guía de recomendaciones y líneas de actuación en inclusión social. Ed. Fundación Luis Vives, 2011; pp. 15-23. 

Casale, M., Drimie, S., Quinlan, T., y Ziervogel, G. “Understanding vulnerability in southern Africa: Comparative findings using a multiple-stressor approach in South Africa and Malawi”. Regional Environmental Change, 10(2), 2010; pp. 157–168 https://doi.org/10.1007/s10113-009-0103-y  

Downing, T. E., Patwardhan, A., Klein, R. J., Mukhala, E., Stephen, L., Winograd, M., y Ziervogel, G. Assessing vulnerability for climate adaptation. Ed: Cambridge University Press, 2005 

Escribano, J., Serrano, J.J. y Martínez, M. P. “Análisis del riesgo de exclusión social en el medio rural”. Cuadernos Geográficos 58(3), 2019; pp. 103-124 

Fulkerson, G., y Alexander Thomas, A. Urbanormativity: Reality, representation, and everyday life. Ed: Rowman & Littlefield., 2019 

Nordberg, K. “Distributed Rural Proofing. An Essential Tool for the Future of Rural Development?”. Sociologia Ruralis, 61, 2021; pp. 141-162. https://doi.org/10.1111/soru.12316  

Paul, S. K. “Vulnerability concepts and its application in various fields: a review on geographical perspective”. Journal of Life and Earth Science, 8, 2014; pp. 63–81 

Pinazo-Hernandis, S. “Viernes, primer programa de soledad del mundo rural en Cantabria”. Revista digital del sector sociosanitario. 2023 

Poteete, A. R., Janssen, M. A., y Ostrom, E. Working together: collective action, the commons, and multiple methods in practice. Ed: Princeton University Press, 2010 

Roberts, P. y Green, B. “Researching rural places: on social justice and rural education”. Qualitative Inquiry 19 (10), 2013; pp. 765–774 

Soja, E. Seeking Spatial Justice. Minneapolis: University of Minnesota Press, 2010 

Sotomayor-Morales, E. “Protección social en ámbitos rurales”. Portularia Vol. XII, Nº 1,2012; pp: 91-101 https://doi.org/10.5218/prts.2012.0037  

 

Número 18, 2024
A fondo

Retos y perspectivas a las que se enfrentan los jóvenes en el mundo rural

Celia Carnero Méndez. Presidenta del Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos 

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El contexto rural en España está marcado por desafíos y profundos cambios demográficos, sociales y económicos que afectan a la población en su conjunto, pero que impactan de manera especialmente aguda en los jóvenes. Este artículo examina los retos a los que se enfrenta la juventud en el mundo rural español desde una perspectiva crítica, pero, al mismo tiempo, ofrece una visión optimista. 

 

1. Introducción  

Desde un primer momento debemos enmarcarnos en un contexto en el que coexiste una pluralidad de zonas rurales, tanto en el territorio español como en el resto del mundo. El desarrollo del territorio no es parejo; el tamaño de los pueblos es muy diferente dependiendo de la localización geográfica; la variedad de aspectos culturales y de lenguas, las diferencias en inversión social…  todo esto nos obliga a encontrarnos ante un gran abanico de posibilidades que al escuchar mundo rural puede que no identifiquemos.   

El contexto rural en España está marcado por desafíos y profundos cambios demográficos, sociales y económicos que afectan a la población en su conjunto, pero que impactan de manera especialmente aguda en los jóvenes. En los últimos años de la historia de España hemos pasado de ser un país eminentemente rural en el que la población residía en estos territorios, a ser un país en el que los grandes focos de población se encuentran en las ciudades (MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y MEDIO RURAL Y MARINO 2009) y la centralización de servicios en áreas urbanas deja a gran parte de la población rural en desventaja. 

Sin embargo, estos desafíos presentan también oportunidades únicas para repensar y revitalizar los espacios rurales. Este artículo examina los retos a los que se enfrenta la juventud en el mundo rural español desde una perspectiva crítica, pero, al mismo tiempo, ofrece una visión optimista.

 

2. Despoblación y Demografía: ¿hay jóvenes? 

Se trata de un problema al que se enfrenta toda Europa, pero es en el mundo rural donde se palpa el titular, siendo cada vez más las personas jóvenes que optan por emigrar hacia áreas urbanas o al extranjero.  

España cuenta con un total de 8.131 municipios que se extienden, según el Instituto Geográfico Nacional (IGN), sobre una superficie total de 504.745 km2. La densidad media poblacional en España es de 94,0 habitantes por km2 en 2020. La población empadronada en municipios rurales es de 7.538.929 personas en España en 2020 (15,9% del total), con una densidad media de 17,8 habitantes/km2. Los municipios de tipo rural ocupan el 84% de la superficie de España y suponen el 82% del total. Los municipios rurales de pequeño tamaño, de menos de 5.000 habitantes, son los más numerosos en España, pues suponen el 78,1% del total y ocupan el 69,3% del territorio (MINISTERIO DE AGRICULTURA PESCA Y ALIMENTACIÓN 2021, 2). 

Muchas de estas áreas rurales están en riesgo de desaparecer. Este fenómeno se ha acentuado desde los años 60, cuando el éxodo rural llevó a miles de personas a abandonar sus pueblos en busca de mejores oportunidades laborales. 

Actualmente, la despoblación es uno de los problemas más graves en el mundo rural. Municipios del interior, como los de Castilla y León, Aragón y Extremadura, presentan densidades demográficas extremadamente bajas. A esto se suma el envejecimiento: un gran porcentaje de las personas que residen en estas zonas tiene más de 65 años.  

En este contexto, es destacable la masculinización de muchos de estos territorios. La falta de mujeres jóvenes en las zonas rurales supone la imposibilidad de regeneración de población y la presencia de ellas suele suponer asentamiento de la misma. Este desequilibrio de género se traduce en una menor natalidad y una reducción de la cohesión social, exacerbando aún más la crisis demográfica. 

Esta situación crea un ciclo vicioso en el que la falta de jóvenes agrava el declive demográfico, imposibilita el relevo generacional en las áreas más afectadas y reduce las oportunidades económicas. Entre los grupos más afectados por estos cambios se encuentra la población joven, que enfrenta una serie de desafíos estructurales que limitan su desarrollo personal, social y profesional.  

Los datos parecen claros, el éxodo rural ha sido y sigue siendo la realidad de los territorios rurales. Sin embargo, se trata de un tema de actualidad y podemos decir que en el siglo XXI se está hablando de él y estableciéndose cauces para paliar la problemática, algo impensable pocos años atrás. En la novela La España vacía (del Molino 2016) se trataba el tema desde el punto de vista de la preocupación de quien ve avecinarse un problema que no está en el debate social. Afortunadamente, podríamos presumir que el trabajo de tantas asociaciones, colectivos y personas preocupadas por el tema ha dado sus frutos y en 2024 esta cuestión está presente en debates políticos o en el discurso de la calle.  

No podemos considerar que con esto sea suficiente; es necesario seguir profundizando, concienciando y argumentando la importancia de tratar estos temas y aportar soluciones con garantías y a largo plazo. Se sentencia la muerte del mundo rural y ésta nunca llega. A pesar de las políticas de vaciamiento, el arraigo al territorio de quien se marchó ha sido más fuerte, haciendo que tras la jubilación muchas personas regresen a sus pueblos de origen. Pero sí, hay jóvenes en el mundo rural. Dan vida al territorio y son esperanza. 

 

3. Educación: ¿hay centros de enseñanza? 

En términos de educación podemos hablar de la existencia de diversidad de centros educativos, tanto de primaria como de secundario o bachillerato, extendidos a lo largo del territorio rural. En la mayoría de los casos, los jóvenes deben desplazarse mediante rutas escolares para poder acceder a estos, aunque muchas veces no existan centros de educaciones superiores. El estado debe garantizar los estudios básicos, no siendo así con los superiores.  

En muchas ocasiones podremos escuchar discursos sobre los perjuicios o desventajas de los centros rurales, pero la realidad puede ser vista desde distintas perspectivas. Existen dos discursos principales en este sentido. En un primer lugar, que este tipo de centros no son rentables, no cuentan con medios suficientes y no permiten el correcto aprendizaje de los alumnos en comparación con otros centros. En un segundo lugar, que el profesorado de estos centros es el mismo que desempeña su trabajo en el resto y que un menor número de alumnos por ratio permite una enseñanza adaptada a los ritmos y procesos diferentes de los estudiantes. En este sentido, uno observa la realidad desde los términos economicistas y el otro desde una perspectiva más social.  

El informe PISA ha permitido extraer algunos datos y, especialmente en 2015, se puso en evidencia que los jóvenes rurales españoles de 15 años (escolarizados en centros de poblaciones menores de 3.000 habitantes) obtuvieron en ciencias la misma puntuación que los urbanos (poblaciones de 100.000 habitantes o más), pero al descontar el efecto del nivel socioeconómico de la escuela y de cada alumno, superaban a los urbanos en 22 puntos, equivalentes a medio curso escolar. Es una fuente de datos importante, sobre todo porque los indicadores sobre metodología, dedicación del profesorado y las sensaciones del alumnado rural español sugieren que el trabajo hecho en las pequeñas escuelas rurales ha dejado su poso en el alumnado que ha realizado las pruebas PISA tres años después de haber finalizado la escuela primaria. (Martín Patino 2020, 249-252). 

Después de difundirse los resultados PISA 2015, se publicaron varios artículos sobre el tema, como El secreto de una escuela de pueblo, cuyo subtítulo es esclarecedor: Castilla y León, con los mejores resultados en PISA, tiene a la mitad del alumnado de infantil y primaria en colegios rurales. La fórmula: pocos niños, edades mezcladas y maestros cercanos. Se refiere a los buenos resultados en PISA 2015 en Castilla y León, cuyos gobernantes en parte lo atribuyen a la fuerte presencia de la escuela rural en esta comunidad autónoma (en la que destacan la implicación de las familias) y al buen trabajo docente y de formación del profesorado que han desarrollado en esta comunidad para potenciar el éxito escolar. Además, en la metodología destaca el aprendizaje con experiencias directas, las interrelaciones y el uso habitual de las TIC dirigidos por verdaderos activistas de la escuela rural, maestros convencidos de las ventajas de este tipo de escuela (Ceberio Belaza 2016). Pero es una lástima que no se haya podido hacer un seguimiento, puesto que en los siguientes informes cada vez se ha ido restando más espacio a esta cuestión hasta el punto de desaparecer.  

Los estudios superiores (FP y estudios universitarios) se han generalizado significativamente y entre los jóvenes de 25 a 34 años en España se ha convertido en el nivel educativo más común. En el mundo rural, la distancia a los centros de educación superior en estas áreas obliga a los jóvenes a desplazarse o abandonar sus pueblos para continuar con su formación. Sin embargo, esto podemos entenderlo, nuevamente, desde dos perspectivas muy diferentes. En primer lugar, está la idea de que los jóvenes que se van del pueblo le dicen adiós para no volver y, en segundo lugar, está la idea de que los jóvenes tienen que salir, ver mundo, conocer otras realidades, contrastar, y que todo ello no supone tomar la decisión de no volver a su lugar de origen, sino que puede significar todo lo contrario: construir un yo más formado que permita regresar en el futuro con un proyecto personal a desarrollar y objetivos concretos.  

 

4. Vivienda: ¿me puedo quedar? 

Un problema real en España es la vivienda. Los jóvenes enfrentan dificultades adicionales como la falta de viviendas disponibles y asequibles. En general, el acceso a la vivienda es complicado por la burocracia y la falta de incentivos específicos. Esta problemática no es exclusiva del mundo rural, pero también la encontramos en estas zonas. En algunas ocasiones la oferta de viviendas disponibles es escasa; en otras, los precios de la vivienda o el alquiler son prohibitivos, ya sea por encontrarse en zonas turísticas, porque no existe necesidad de vender o alquilar las propiedades, o por herencias mal gestionadas; además, en muchos otros casos, cuando existe posibilidad de compra, la burocracia para facilitar créditos en zonas rurales se hace insalvable.  

Si hemos detectado todas estas cuestiones, significa que a lo largo de estos años hay un número importante de personas que han intentado regresar o establecerse en zonas rurales y, al encontrar estas dificultades, han puesto de manifiesto la necesidad de medidas que cambien las cosas. Durante muchos años hemos estado viviendo políticas que, aunque no incidan de manera directa sobre el problema, lejos de mejorar la situación la han ido empeorando.  

No se trata, entonces, de una cuestión puramente rural, pero es una realidad que no poder acceder a una vivienda propia dificulta formar un proyecto de vida personal. A largo plazo, no solo implica limitaciones a nivel personal, sino también familiar y que, por ende, agravan la problemática de la despoblación. Es un factor condicionante clave que debemos atacar si queremos observar cambios significativos. ¿Por qué existiendo un discurso tan claro por parte de la juventud española no se están dando pasos firmes al respecto? 

 

5. Trabajo: ¿hay trabajo? 

El desempleo juvenil es otro de los grandes desafíos. Mientras que en las ciudades los jóvenes tienen mayor acceso a diversas fuentes de empleo, las oportunidades en las áreas rurales son más limitadas.  

Las políticas neoliberales implementadas en muchas regiones del mundo han afectado profundamente la agricultura a pequeña escala. La liberalización del comercio ha permitido la entrada de productos agrícolas importados a precios bajos, lo que ha desplazado a los pequeños productores locales y ha obligado al cultivo de grandes extensiones de terreno para conseguir rentabilidad económica suficiente para la economía familiar. Como resultado, muchos jóvenes ya no ven la agricultura como una opción viable para su futuro. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la edad promedio de los agricultores en muchas partes del mundo es superior a los 50 años y, en España, en la mayoría de las explotaciones estaría en torno a los 65 (MINISTERIO DE AGRICULTURA, PESCA Y ALIMENTACIÓN 2023). La falta de sucesión generacional amenaza la sostenibilidad de la producción agrícola a largo plazo. Además, la concentración de la tierra en manos de grandes empresas y la dificultad para acceder a créditos agrarios, también son barreras que impiden a los jóvenes dedicarse a la agricultura. 

En este contexto, la migración rural-urbana se ha convertido en una estrategia común entre los jóvenes para escapar y buscar mejores oportunidades o trabajos cualificados. La salida de los jóvenes significa una pérdida de fuerza de trabajo, lo que contribuye al envejecimiento de la población rural y a la desertificación demográfica que hemos mencionado, así como para los jóvenes una pérdida o desconexión de sus raíces. Pero esta migración masiva tiene consecuencias negativas en general, pues mientras los territorios rurales pierden población joven, las ciudades enfrentan una sobrepoblación que agrava problemas como la falta de vivienda o empleo, y los jóvenes migrantes se enfrentan a dificultades económicas por los precios de la vivienda y bienes de primera necesidad, precariedad laboral e incluso discriminación por falta de experiencia laboral. 

Como explica el informe DEMOGRAFÍA DE LA POBLACIÓN RURAL, el nivel de ocupación y de actividad es menor en el medio rural que en las ciudades, aunque el paro afecta menos al ámbito rural que al urbano (MINISTERIO DE AGRICULTURA PESCA Y ALIMENTACIÓN 2021, 6) 

Debemos tener en cuenta que la pluralidad de empleo en las zonas rurales puede estar más limitada, pero esto no significa que no existan oportunidades. Y, además, los puestos que se necesitan cubrir suelen ser estables, ya que los negocios suelen contar con años de actividad y son conscientes de las necesidades reales de los mismos para con la demanda del territorio.   

Los nichos de trabajo más importantes están relacionados con el sector de la hostelería, la ganadería, la agricultura, el cuidado de personas mayores o la construcción, pero también con el turismo, la electricidad, fontanería y, en general, trabajos manuales. Además, Iniciativas como el programa «+Empresas, +Empleo, +Rural» intentan conectar a los jóvenes con oportunidades laborales. 

En las zonas rurales también podemos encontrar otros negocios no tan nombrados como los relacionados con la alimentación, calzado, asesoría o abogacía, que son necesarios y demandados. No podemos olvidarnos del teletrabajo y las posibilidades que ofrece ser un nómada digital en las empresas que facilitan esta condición. Y, por supuesto, es entendible que en todos estos sectores mencionados se necesitan profesionales cualificados 

Otro nicho de trabajo que suele olvidarse al hablar de mundo rural es el de los puestos relacionados con el estado o los ayuntamientos: policía, guardia civil, administrativos, profesores, maestros… que en muchos casos ocupan personas que se desplazan diariamente para desarrollarlos desde núcleos de población más grandes o urbanos. 

También el emprendimiento es una de las formas más prometedoras de revitalizar las zonas rurales. Muchos jóvenes que deciden quedarse o regresar a los pueblos lo hacen con la intención de desarrollar proyectos que combinen la calidad de vida rural con las oportunidades que ofrece el mundo digital. La flexibilidad y la independencia que ofrece el autoempleo son algunas de las razones más valoradas por los jóvenes emprendedores rurales, que ven en el mundo rural una oportunidad para realizar sus sueños sin las presiones de las grandes ciudades. 

En numerosas ocasiones nos limitamos a concebir el empleo en el mundo rural únicamente enfocado hacia la agricultura y la ganadería, pero la realidad, como vemos, es mucho más amplia.  

La digitalización del mundo rural no ha sido prioridad, pero se han dado grandes avances en los últimos años, haciendo que esa brecha sea menor. En este sentido, otro de los grandes mitos se desmonta, teniendo en cuenta, además, que no todo el territorio rural está en las mismas condiciones de conectividad, existiendo pueblos en los que no hay distinción alguna con el territorio urbano, independientemente del número de habitantes que tenga.  Según datos del Ministerio de Transformación Digital, la cobertura de banda ancha en áreas rurales alcanzó el 80% en 2023 y el grado de cobertura 5G móvil sobre el 70%. (MINISTERIO PARA LA TRANSFORMACIÓN DIGITAL Y FUNCIÓN PÚBLICA. 2024, 36-38) 

Comenzamos a ver, entonces, un contexto más acogedor en cuanto a trabajo se refiere, puesto que no solo podemos encontrar trabajo, sino que también hay un alto índice de estabilidad. Debido a los datos ya mencionados anteriormente sobre demografía, lo que se necesita principalmente en las zonas rurales son personas en edad de trabajar, por lo que los jóvenes tienen más fácil el acceso al empleo, en general, si bien es cierto que el número de personal demandado siempre será inferior al de una ciudad por pura estadística. 

Un enfoque más integral podría incluir como posibles soluciones a estos problemas los incentivos fiscales para las empresas que decidan establecerse en el medio rural, la creación de espacios de coworking que fomenten el teletrabajo y el emprendimiento digital, y un mayor apoyo a los jóvenes agricultores y emprendedores rurales. 

 

6. Conciencia social: ¿eres de pueblo? 

Ante estos desafíos, las políticas públicas juegan un papel crucial en la creación de oportunidades para los jóvenes en el ámbito rural. Sin embargo, muchas de las políticas actuales no abordan de manera integral las necesidades de esta población. A menudo, los programas de desarrollo rural están diseñados sin la participación de los jóvenes y no tienen en cuenta sus aspiraciones y necesidades específicas. 

La falta de servicios básicos, como centros educativos, servicios sanitarios y transporte público, es una de las barreras más citadas por los jóvenes para asentarse en el medio rural. La falta de servicios culturales y recreativos es otro factor disuasorio que contribuye a la sensación de aislamiento que experimentan los jóvenes que deciden quedarse en las zonas rurales. Sin embargo, este tipo de argumentos esconden estereotipos generados tras años de educación enfocada a abandonar los pueblos. 

Debemos tener clara cuál es la realidad de la zona rural en la que residimos o queremos residir para poder juzgar estos factores. En la mayoría de las ocasiones, los pueblos cuentan con zonas recreativas, instalaciones deportivas óptimas y ofertas culturales, aunque es cierto que en alguno pueda que no las haya. La oferta cultural suele estar concentrada en los meses de verano, también por ese ánimo que tienen los organizadores de que los eventos se llenen al 100%, aunque muchas personas demanden que se repartan mejor a lo largo de todo el año. En la mayoría de los pueblos se cuenta con consultorio médico al que acude el médico del centro de salud, o así debería de ser. El acceso a la educación obligatoria lo garantiza el estado español, independientemente del territorio en el que se resida. El hecho de generalizar siempre hace que perdamos la particularidad. En todo caso, si en el lugar en el que residimos no existe alguno de estos recursos, se encuentran en otros pueblos cercanos. La realidad es que, como en la ciudad, todo puede estar a pie de coche.  

Lo que está claro es que el vehículo sí suele ser un elemento importante en las zonas rurales. Podríamos solicitar que los transportes fueran más frecuentes y plurales, pero desde los territorios rurales también comienza a asumirse esa idea de que el mundo rural no es rentable.  

Como hemos recordado, a lo largo de muchos años se vienen desarrollando políticas que han favorecido el vaciamiento de las zonas rurales, se ha inculcado en los hogares la idea de que vivir en el pueblo es una cuestión de fracaso personal o falta de grandes perspectivas en la vida. Se nos ha educado para ir a buscar un futuro mejor (que solía estar en las ciudades) y no podemos pretender cambiar el discurso en poco tiempo. El trabajo que se ha realizado para retomar ese orgullo por lo rural y esa dignidad, el cambiar y desmontar mitos o etiquetas basadas en estereotipos, es una tarea que conlleva mucho trabajo y tiempo. Podemos observar cómo va dando sus frutos y debemos aprovechar este nuevo contexto social.  

Es necesario exigir y reinventar el panorama actual, no solo para que nuestros pueblos puedan seguir latiendo, sino porque la situación demográfica nacional evidencia en hechos que nuestra sociedad tal cual la conocemos es insostenible con este ritmo de natalidad y distribución de la población.  

Como hemos visto, siempre existirán varias versiones desde las que analizar una problemática, pero una de ellas suele ser económica y la otra social. Debemos poner el foco en el bien común, en el respeto a la naturaleza y en la justicia social para poder construir políticas que se salgan del mero economicismo, sin olvidarnos de su importancia, pero posibilitando el cambio.  

 

7. Retos: ¿qué hacemos? 

  • Fomentar la participación de jóvenes del territorio rural para la implementación de cambios sustanciales o implementación de proyectos: políticas que permitan crear empleos adaptados a las necesidades del territorio, facilidad de trámites burocráticos para el emprendimiento, facilitar la conectividad del territorio sin discriminación… 
  • Fomentar el desarrollo sostenible y la agricultura ecológica o natural, por ejemplo, representan una alternativa viable. La demanda de productos orgánicos y sostenibles ha aumentado en los últimos años, lo que abre nuevas oportunidades para la agricultura de pequeña escala. 
  • Los jóvenes enfrentan una serie de desafíos estructurales que limitan su desarrollo personal y profesional: el acceso a la vivienda es una de las prioridades y burocracia específica para cada territorio, es otra. 
  • Apreciar la cultura, los conocimientos, tradiciones, etc. propias del mundo rural desde el orgullo hacia lo que nos hace únicos y poniendo en valor la herencia que hemos recibido de quien construyó antes que nosotros, eliminando esa conciencia colectiva que ve el mundo rural como sinónimo de fracaso. 
  • Perseguir un desarrollo rural entendido como la mejora de las condiciones económicas, sociales y culturales de un territorio rural, con respeto por el entorno físico y de tal forma que repercuta positivamente sobre la calidad de vida de la población residente e integre el territorio en el conjunto de la sociedad (Guinjoan, Badia y Tulla 2016, 197). 

 

8. Referencias bibliográficas 

Bibliografía 

Ceberio Belaza, Mónica. «El secreto de una escuela de pueblo.» El País, 28 de diciembre de 2016. 

del Molino, Sergio. La España vacía. Titivillus, 2016. 

Guinjoan, Eloi, Anna Badia, y Antoni F. Tulla. «EL NUEVO PARADIGMA DE DESARROLLO RURAL.» Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles nº71, 2016: 179-204. 

Martín Patino, J.M. INFORME España 2020. Madrid: Universidad pontificia Comillas, 2020. 

MINISTERIO DE AGRICULTURA PESCA Y ALIMENTACIÓN. «DEMOGRAFÍA DE LA POBLACIÓN RURAL en 2020 .» AgrInfo nº 31, 2021. 

MINISTERIO DE AGRICULTURA, PESCA Y ALIMENTACIÓN. «UNA VISIÓN GLOBAL DE LA AGRICULTURA .» 2023. 

MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y MEDIO RURAL Y MARINO. «Población y sociedad rural.» AgrInfo nº 12, 2009. 

MINISTERIO PARA LA TRANSFORMACIÓN DIGITAL Y FUNCIÓN PÚBLICA. «COBERTURA DE BANDA ANCHA EN ESPAÑA.» 2024. 

Número 18, 2024
A fondo

Una ética ecológica para un medio rural vivo

Roberto Jesús Hermida Lorenzo, doctor en biología, presidente de la Asociación galega de Custodia do Territorio

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El mundo rural enfrenta muchos retos y uno de ellos es encontrar formas de desarrollo compatibles con el cuidado de la naturaleza, especialmente en aquellas zonas dedicadas a la agricultura, la ganadería o el cultivo forestal, pero también en el entorno más doméstico. Un reto compartido con el medio urbano, pues ambos están estrechamente conectados. 

 

El medio rural ha sido moldeado por una larga interacción entre las dinámicas naturales y las actividades humanas. Se contrapone, por un lado, al medio urbano, del cual la naturaleza ha sido desterrada y, por otro, a los espacios naturales, en los que la influencia humana ha sido menor. En España, el 84% del territorio se considera rural y ha estado habitado durante milenios, tanto por el ser humano como por otras muchas especies que se han adaptado a paisajes en los que la acción humana es la que mantiene la diversidad de hábitats y la que determina la disponibilidad de recursos. Muchos de los paisajes agrarios tradicionales que caracterizaron, hasta hace unas décadas, el medio rural español, eran paisajes de alto valor ecológico, capaces de acoger una gran biodiversidad. 

El medio rural no es homogéneo y acoge realidades muy diferentes, desde dispersas poblaciones de montaña, valles y llanuras agrícolas o zonas de carácter más residencial en el entorno de pequeñas ciudades.  

Es un medio que se ha transformado profundamente en las últimas décadas, hasta el punto que algunas de sus señas de identidad tradicionales se han desdibujado o perdido. Desde el punto de vista ambiental, esta transformación tiene principalmente tres causas conectadas entre sí: el abandono de los aprovechamientos tradicionales, la intensificación en la producción agraria y forestal y la implantación masiva de industrias energéticas. 

Allí donde el medio rural posee grandes cualidades estéticas y una abundante biodiversidad, como es el caso de algunas zonas de montaña, el medio natural se ha erigido en el principal motor de la economía, pues atrae visitantes, fundamentalmente urbanos, que buscan diferentes formas de contacto con la naturaleza. La economía local se beneficia de esta afluencia de personas y los efectos de la despoblación, una tendencia común en el rural europeo, pueden verse amortiguados, al menos estacionalmente. 

En muchas zonas, el abandono de los aprovechamientos tradicionales ha dado paso a una sucesión natural de la vegetación que ha renaturalizado amplias superficies, dando una oportunidad a la recuperación de las poblaciones de especies forestales, tanto animales como vegetales, muy reducidas tras un pasado de feroz deforestación en toda la península ibérica. También en estas zonas se abren nuevas posibilidades de desarrollo entorno a un medio natural en recuperación. 

Sin embargo, la escala y la rapidez a la que sucede este abandono también está provocando la desaparición de la heterogeneidad de hábitats que resultaba, precisamente, de la acción humana, llevando a una homogenización del territorio y dejando a muchas especies sin recursos para mantener sus poblaciones. El esfuerzo que se está realizando desde administraciones y entidades conservacionistas para mantener algunos de estos antiguos hábitats agrarios es enorme y, aun así, la tendencia general es regresiva.  

 

La desnaturalización del medio rural 

Paralelamente al abandono, y muchas veces como causa o efecto del mismo, se ha producido una intensificación de la producción agraria y forestal. 23 millones de hectáreas en España (el 42% de la superficie) están dedicadas a la agricultura, casi la mitad del territorio nacional. Otro millón de hectáreas está dedicado a cultivos forestales de especies exóticas. Aunque esto representa una parte pequeña de la superficie forestal total, su reparto es muy desigual y solo en Galicia hay más de medio millón de hectáreas dedicadas al cultivo del eucalipto, muchas de ellas tomadas de antiguas tierras de cultivo o de hábitats de gran valor ambiental.  

La producción agropecuaria actual ha puesto el foco en la competencia por precios en los mercados nacionales e internacionales, dejando en manos de las grandes corporaciones agroalimentarias el control de la producción agraria. El agricultor o el ganadero han perdido soberanía sobre su propio trabajo y son peones de la gran industria alimentaria. Se ha apostado por el aumento del tamaño de las explotaciones y de los rendimientos por superficie y ambos procesos han favorecido relaciones injustas entre productores y mercado, han contribuido a la despoblación rural y han perjudicado gravemente el medio natural, hasta el punto que, las labores agropecuarias, especialmente aquellas implicadas en la cría de ganado, se consideran el factor de mayor degradación de los hábitats naturales a escala planetaria.  

La intensificación de la actividad agraria y forestal han llevado a una multiplicación de las superficies dedicadas al monocultivo. Además, para facilitar el laboreo, se elimina cualquier irregularidad, sea una sebe vegetal, un muro de piedra, pequeños rodales arbolados, viejos caminos, etc. El resultado es una remodelación del paisaje que desdibuja sus señas de identidad culturales y crea grandes superficies homogéneas en las que la vida silvestre apenas obtiene recursos para sobrevivir. A esto se añade el uso de biocidas (herbicidas, fungicidas, insecticidas) y fertilizantes que crean entornos tóxicos y contaminan la tierra y el agua, destruyendo las comunidades de pequeños seres vivos que constituyen la base del funcionamiento de los ecosistemas. Por supuesto, esto se refleja en nuestra dieta: en 2022 se vendieron en España alimentos con al menos 106 plaguicidas, de los que 59 eran disruptores endocrinos y 32 sustancias no autorizadas, según el informe ‘Directo a tus hormonas. Residuos de plaguicidas en los alimentos españoles’, que presentó este mismo año Ecologistas en Acción. 

Las señales de alarma son cada vez más preocupantes. En algunas áreas protegidas de Europa se han constatado desplomes en las poblaciones de insectos del 76%, una verdadera catástrofe ambiental. Los insectos constituyen la mayor biomasa animal de los ecosistemas terrestres, cuyo buen funcionamiento depende de las múltiples tareas que éstos desarrollan: polinización, ciclos de nutrientes o el propio hecho de constituir la base de la alimentación para muchas especies de vertebrados. La intensificación agraria en el entorno de estas áreas protegidas se ha apuntado como el principal factor causante del desplome. En España, se ha observado una caída del 23% en las poblaciones de aves comunes que afecta especialmente a las aves de medios agrarios (hasta el 95% de descenso poblacional para algunas especies) y, de nuevo, la causa es la intensificación agraria. 

El medio natural en las zonas agrícolas y ganaderas se degrada, pierde biodiversidad y, con ella, capacidad de autorregulación. Los servicios ecosistémicos, incluso aquellos que ofrece a la propia agricultura (fertilidad de la tierra, polinizadores, reservas de agua, control de plagas, diversidad genética), se ven gravemente afectados. La respuesta de la agricultura intensiva es una huida hacia delante, aumentando la dependencia de fertilizantes y fitosanitarios o de agua trasvasada desde otras regiones o extraída de acuíferos cada vez más agotados. Estos entornos empobrecidos y degradados tienen muchas menos herramientas para adaptarse a las nuevas condiciones que impone el cambio climático. 

El acaparamiento de tierras para grandes explotaciones está siendo facilitado por la propia despoblación rural y el abandono de los usos tradicionales, que ha puesto en el mercado numerosas propiedades. En ocasiones, este acaparamiento se produce por agentes ajenos al medio rural, como fondos de inversión que buscan diversificar sus negocios invirtiendo en cultivos forestales de alto rendimiento, como el eucalipto, en macrogranjas o en el establecimiento de grandes superficies de cultivos de moda (frutos rojos, frutas tropicales). Un modelo de negocio que acapara territorio y recursos, resulta muy agresivo con el medio y contribuye a la expulsión de población del territorio. 

En el caso de la ganadería, la intensificación depende en gran medida de la importación de maíz y soja desde Brasil, Argentina, EEUU o Ucrania. En Latinoamérica, la producción de soja para alimentar el ganado europeo ha sido denunciada como un factor de destrucción del bosque tropical y de desestabilización social. Los efectos negativos de la intensificación se extienden por toda su red de dependencias. 

La Política Agraria Común (PAC) europea, de modo decepcionante, se ha venido enfocando más a los intereses de la industria alimentaria que a dar respuesta a los retos sociales y ambientales que necesitamos enfrentar en la producción de alimentos, y sigue dedicando la mayor partida presupuestaria de la UE a financiar un modelo agrario intensivo e insostenible. 

 

La tierra, la base 

A pesar de la gran superficie dedicada a la producción agraria y forestal, solo el 20% de la población rural está empleada en el sector primario. La mayor parte de la población rural ya no se gana la vida con el cultivo de la tierra o la cría de ganado. Sin embargo, también esta población influye en su entorno natural, sea como propietarios que alquilan sus tierras, con su participación en montes vecinales o comunales o con el manejo de los terrenos de uso doméstico, como huertas y jardines. Diferentes variantes de montes pro indiviso, por ejemplo, representan una importante superficie en el norte de España y el uso que se hace de ellos tiene una gran influencia sobre la conservación de la biodiversidad, hasta el punto que se han desarrollado proyectos LIFE enfocados, específicamente, a la gestión de terrenos comunales, como el Life in Commond Land. 

Tampoco debe ser infravalorado el papel de las parcelas dedicadas a huerta o jardín en las viviendas rurales. En un contexto de intensificación agraria, otras superficies rurales dedicadas a usos no agrarios pueden actuar como refugios de biodiversidad. En Reino Unido se ha visto que, en algunas zonas agrarias, la diversidad y abundancia de polinizadores es mayor en los pequeños jardines que rodean las casas que en las grandes extensiones cultivadas. Pero con frecuencia, en estos terrenos, se libra también una auténtica guerra contra la naturaleza: césped, herbicidas, insecticidas, ahuyentadores, trampas, gatos y muerte inmediata de toda especie considerada tradicionalmente como “peligrosa”.   

A los procesos de abandono e intensificación, se ha sumado más recientemente la instalación masiva de industrias eléctricas. La necesaria apuesta europea por las energías renovables se está resolviendo fundamentalmente en el medio rural, con la ocupación de tierras agrarias y montes para proyectos fotovoltaicos y eólicos. Entre los años 2012 y 2022 los parques fotovoltaicos han ocupado más de 21.000 hectáreas de tierras de cultivo, principalmente de secano. Al secuestro de tierras agrarias, y el consiguiente aumento en el precio de acceso a la tierra, se añade una falta de rigor en muchos de los estudios de impacto ambiental que impide evaluar de forma correcta su afección al medio, sobre todo cuando hablamos del efecto conjunto de los proyectos en una comarca. Además, la transformación del paisaje, la generación de ruido, la polución lumínica o el aumento del tráfico rodado en el campo asociados a estas industrias, son elementos que contribuyen a una desnaturalización del medio rural y erosiona su carácter esencial de interfaz entre lo humano y lo natural. 

 

Todos somos actores para un cambio necesario 

La desnaturalización del medio rural afecta principalmente a las zonas con mayor actividad agraria y forestal, con consecuencias negativas en la salud humana, en la salud de los ecosistemas y en la propia sostenibilidad de la actividad agraria y forestal. Una desnaturalización que, como hemos visto, tiene repercusiones negativas también en el medio urbano y en los espacios naturales. 

Se impone la necesidad de un cambio. La necesaria relación fraternal entre el ser humano y la naturaleza de la que forma parte no puede seguir siendo pervertida por los intereses económicos. En lo que se refiere al medio rural y la producción de alimentos, no puede seguir condicionada por las exigencias de un mercado voraz y especulativo, insensible a sus repercusiones sobre nuestra casa común y sobre nuestra propia salud. 

Es preciso que la reflexión sea transversal e implique a toda la sociedad, pues lo rural y lo urbano están estrechamente conectados y no se puede entender el uno sin el otro. La inmensa mayoría de los productos, tanto primarios como servicios, que ofrece el medio rural se destinan a los habitantes urbanos. El propio éxodo rural ha llevado a que, hoy en día, muchos propietarios de terrenos forestales o agrícolas vivan en el medio urbano, al tiempo que la población urbana se constituye en la necesaria cantera de la que podrá salir la futura población rural. La relación entre los productores rurales y los consumidores urbanos debe dejar de estar mediatizada por un mercado complejo, especulativo, y cuyo objetivo fundamental es el beneficio económico. Consumidores y productores deben ser capaces de establecer relaciones entre iguales basadas en el respeto de unos principios éticos compartidos, que incluyan el cuidado de la naturaleza, el respeto mutuo y la soberanía alimentaria. 

El aumento en la producción ecológica de alimentos es una buena noticia. Pero la certificación ecológica aborda únicamente un aspecto de lo que significa nuestra relación con la naturaleza. Necesitamos una visión más integral, como la que ofrece la agroecología, que la FAO define como “una disciplina científica, un conjunto de prácticas y un movimiento social. Como ciencia, estudia cómo los diferentes componentes del agroecosistema interactúan. Como un conjunto de prácticas, busca sistemas agrícolas sostenibles que optimizan y estabilizan la producción. Como movimiento social, persigue papeles multifuncionales para la agricultura, promueve la justicia social, nutre la identidad y la cultura, y refuerza la viabilidad económica de las zonas rurales”. ¿No es eso, justamente, lo que queremos para nuestro medio rural? 

Una de las formas de cortocircuitar las dinámicas negativas que crea el sistema de mercado imperante es ejerciendo consciente y responsablemente nuestro papel como personas consumidoras. La apuesta por los productos de cercanía, con precios justos, con ciclos de comercialización cortos, cultivados de manera respetuosa con el entorno y con las personas, es una excelente manera de fomentar y ayudar a sostener sistemas de producción respetuosos.  

Ya no vale acudir, sin más, a las ofertas del supermercado o a los productos de moda que apoyan modelos de producción intensivos, no respetan el entorno natural y expulsan a la población rural. Necesitamos un consumo consciente del poder transformador de elegir cada día alimentos cultivados y/o elaborados desde el respeto por el medio ambiente y por la salud de las personas, y dispuestos a pagar por ello un precio justo. Necesitamos consumir menos y consumir mejor 

También necesitamos que las personas productoras se sientan interpeladas por la situación actual y quieran ser parte activa del cambio agroecológico. Su acción no puede seguir marcada únicamente por las exigencias del mercado o los condicionantes de la PAC. También el agricultor, el ganadero o el propietario forestal debe tener el coraje de incorporar principios éticos a su trabajo 

El papel de las administraciones es fundamental en la transformación agroecológica. Aun siendo una minoría, son muchos (y cada vez más) los productores concienciados que apuestan por una producción respetuosa y responsable. Necesitan del apoyo de nuestras administraciones. No se puede pedir que sean supermujeres o superhombres quienes, luchando contra un sinfín de dificultades, representen la alternativa agroecológica. Es más, la agroecología debe dejar de ser una alternativa para ser la apuesta principal de las administraciones. La producción irresponsable e irrespetuosa de alimentos tiene que ser la excepción y no la regla. 

La PAC se debe enfocar en hacer accesible a la población europea alimentos que cumplan con estos criterios, en vez de financiar una industria excedentaria, insostenible e injusta. El clamor por una PAC que favorezca el cambio agroecológico, ha cristalizado en España en el movimiento Por Otra PAC, una coalición formada por 50 organizaciones de ganaderos y ganaderas extensivas, representantes de la producción ecológica, ONG ambientales, de desarrollo rural, expertos en nutrición y consumo, entre otros. Solo una sociedad civil concienciada y organizada puede hacer frente a la gran industria alimentaria. 

Las alianzas entre productores y el resto de la sociedad para caminar juntos bajo los principios éticos de la agroecología, se pueden concretar de muchas maneras, y muchas de ellas implican el establecimiento de redes de colaboración entre el medio rural y el urbano. Es importante insistir en la corresponsabilidad de la población urbana y rural para la consecución de un medio rural sostenible. Algunas de estas alianzas pueden ser: 

  • La participación en cooperativas, grupos y tiendas de consumo responsable.  
  • La revitalización de los mercados locales, donde los productores pueden vender sus productos directamente a los consumidores.  
  • Compra verde pública: la administración pública debe aplicar criterios éticos a sus compras. 
  • Acuerdos de custodia del territorio, entre entidades conservacionistas y productores, apoyándose mutuamente. El Foro de Redes y Entidades de Custodia del Territorio agrupa la mayor parte de las entidades que trabajan en custodia del territorio en España y la custodia agraria es una de las líneas de trabajo con mayor trayectoria. 

En el huerto o jardín de casa puede ser una actividad fascinante descubrir la cantidad de seres vivos que pueden acoger y cómo las complejas relaciones que se establecen entre ellos favorecen dinámicas más estables, más resilientes y con mayor capacidad de autorregulación. Ahondar en el conocimiento de nuestro entorno nos hará disfrutar más de él y ser más sensibles a sus necesidades, en vez de estar en permanente guerra contra la naturaleza. Nos llevará a manejos de nuestro entorno más satisfactorios, menos trabajosos, más sanos. Podemos hacer este viaje acompañados, participando en colectivos agroecológicos (redes de intercambio de semillas, grupos de consumo, etc.), entidades naturalistas o estableciendo acuerdos de colaboración con entidades de custodia del territorio. 

 

Las decisiones afectan a un todo (Los espacios protegidos como oportunidad) 

En ocasiones, los valores ambientales de un territorio rural llevan a su inclusión en una figura de espacio natural protegido. Generalmente esto es fuente de conflictos y, de entrada, la población local suele oponerse. Es entendible: las administraciones, por lo general, explican poco, negocian menos y son muy torpes (cuando no, paradójicamente, abiertamente contrarias) a la hora de aplicar sus propias normativas ambientales y de entender el espíritu de las directivas europeas. 

La Red Natura 2000 europea, la mayor iniciativa de conservación de la biodiversidad en Europa y de la que forman parte la mayor parte de los espacios naturales españoles, parte de una realidad conocida: la práctica totalidad de los espacios naturales europeos son fruto de una larga interacción entre las poblaciones locales y la naturaleza, no existiendo prácticamente espacios que pudiésemos llamar primigenios o prístinos. Y reconoce también que la conservación de muchos hábitats y especies depende del mantenimiento de las actividades tradicionales, por lo que anima a apoyar estas actividades, reconocerlas y darles el valor (también económico) que merecen.  

La inclusión de un territorio en Red Natura 2000, debería ser visto, por tanto, como una estupenda oportunidad para afrontar, con un nuevo enfoque y con más medios, los retos que enfrenta, de por sí, cualquier territorio rural. La menguante población rural se gana la vida, cada vez más, con actividades relacionadas con la naturaleza, como el turismo rural, el ecoturismo o los deportes al aire libre. Un medio natural bien conservado es la base para la diversificación de la economía rural y, para conseguirlo, los distintos sectores productivos y las administraciones deben trabajar en complicidad bajo los mismos principios de sostenibilidad.  

Sin embargo, el desarrollo de estas figuras con demasiada frecuencia se pervierte por falta de compromiso o de valentía política, y se acaba limitando a la implantación de normativas coercitivas, dejando de lado el necesario apoyo al impulso de iniciativas que encajen con los criterios de respeto y sostenibilidad. Así, las limitaciones que acompañan la declaración de un espacio protegido, sin el acompañamiento de medidas de apoyo (que, o llegan mucho después que la normativa, o no llegan nunca), son vistas por muchos agricultores y ganaderos como la gota que colma el vaso de las injusticias hacia el mundo rural y se genera un sentimiento de rechazo hacia las políticas de conservación.  

Es necesario reconciliar a la población con las medidas de protección de la naturaleza y ello solo es posible si existe un compromiso sincero por parte de las administraciones con el desarrollo sostenible de los territorios incluidos en figuras de protección, y si el establecimiento de las mismas se realiza mediante procesos dialogados, didácticos, participativos, flexibles, mediados cuando sea necesario, y acompañados con dotaciones presupuestarias acordes con los retos que se asumen.  

En definitiva, un medio rural que apuesta por un desarrollo compatible con el cuidado de su naturaleza es un medio rural vivo e ilusionante que necesita manos y que es capaz de establecer alianzas fortalecedoras, dentro de sí mismo y con el medio urbano. Un medio que, a pesar de otras muchas dificultades, ofrece un proyecto atractivo y con futuro, capaz de incorporar personas que quieren formar parte de él.  

 

Referencias 

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Enlaces 

Foro de Redes y entidades de Custodia del Territorio: https://www.frect.org/ 

Life en Conmmond Land: https://www.lifeincommonland.eu 

Por Otra PAC: https://porotrapac.org/ 

 

Número 18, 2024